viernes, 29 de junio de 2012

Lecturas de una protesta (2)


El análisis de las repercusiones del día después de la movilización que encabezó Moyano en Plaza de Mayo tienden a coincidir en que el camionero esperaba una demostración de fuerza más contundente y que ha crecido en su entorno la brecha con dirigentes que eran aliados firmes hasta hace poco. De hecho, en su mismo discurso ese creciente aislamiento se patentizó cuando acusó al gobierno nacional de “aprietes” sobre gran parte de la dirigencia cegetista para evidenciar que el apoyo a su figura ha mermado entre las filas sindicales. De alguna manera, Moyano también quedó entre dos fuegos, ya que mientras los dirigentes más combativos (tanto de los sindicatos como de organizaciones sociales no alineadas dentro de los mismos pero que se sumaron a la movilización por ser opositoras al kirchnerismo) esperaban una postura todavía más dura contra el gobierno, otros creen que no debería haber acelerado la confrontación con el oficialismo e interpretan su avanzada como un paso  riesgoso.

El saldo de la protesta fue la confirmación de que se quemaron los puentes con el gobierno nacional y de que si bien Moyano demostró que mantiene el control sobre el gremio de Camioneros (que tiene además de poder movilizador la capacidad de afectar con un paro la logística de gran parte del país) no logró el acompañamiento de otros gremios fuertes ni mucho menos de sectores independientes a los que se presume “enojados” con Cristina, y resintió el vínculo con aliados recientes (el chiste de Página/12 que ilustra esta entrada muestra un escenario que no fue, el de sectores medios y altos sumándose a la marcha).  

El hecho de que el “clima” del día fuera muy distinto al de un paro general (en la Capital, epicentro de la protesta, el movimiento fue relativamente normal fuera de las molestias por el corte de avenidas céntricas) fue recibido con alivio por el gobierno y de hecho el trastorno fue menor que días anteriores, con cajeros y estaciones de servicio afectadas. La protesta tampoco logró monopolizar la agenda mediática (el discurso presidencial desde San Luis le compitió).

Sin embargo, Moyano si tuvo éxito en términos de instalar en la agenda (como nunca antes) el reclamo la falta de actualización en el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias. El gobierno salió del paso ahora que se descomprimió la tensión instalada por la protesta, pero ese reclamo sin duda se mantendrá aunque  la intensidad no sea la misma de estos días. En este terreno, que a corto plazo el gobierno revise su posición en cuanto a Ganancias ya no sólo se trata de una cuestión política sino también de una necesidad fiscal, en tiempos de crisis tanto global como interna. Para el analista Julio Burdman, “Cristina fue muy clara sobre esta cuestión. Va a sostener el impuesto, aunque eso le implique enfrentar una escalada conflictiva y aunque le cueste perder imagen ante la opinión pública y quedarse sólo con el apoyo de la base peronista". De ahí la insistencia presidencial en correr el eje de la discusión hacia la preservación del empleo y destacar que Ganancias sólo alcanza a una porción minoritaria de los trabajadores.

En cambio, desde el Congreso circula como un mantra de que el kirchnerismo en Diputados promete que la eventual suba del mínimo no imponible volverá a la agenda de tratamiento en agosto (de ser así, se trataría de una demora de 4 meses respecto a las actualizaciones de años anteriores).  Que esto se confirme dependerá también de dos factores: que no se repita una escalada confrontativa con Moyano por este tema (ya que el kirchnerismo es refractario a tomar medidas bajo presión) y que el segundo semestre muestre un panorama financiero más holgado para el gobierno, a tal punto que pueda sostener una modificación del mínimo en Ganancias apostando a que lo que resigne como impuesto lo facturará por suba de consumo (aunque esto requiriera, a su vez, de otra condición: que se recupere la confianza del consumidor, tema al que volveremos en breve). 

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