viernes, 30 de marzo de 2018

Nota publicada en La Voz del Interior

Índice de pobreza: problemas de inconsistencia metodológica




Uno de cada cinco. Más allá de los vaivenes, la pobreza estructural en Argentina es del 20 por ciento. (La Voz)

http://www.lavoz.com.ar/opinion/indice-de-pobreza-problemas-de-inconsistencia-metodologica


El Gran Córdoba pasa de 40,5% a 30,7%, para ubicarse a fines de 2017 en 34,2%, una pobreza mayor que en el Gran Buenos Aires, que viene con bajas sostenidas.

Esta semana, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) anunció una baja de la pobreza en el último semestre de 2017 (la medición la situó en 25,7%) respecto del primero del mismo año (28,6%) y del segundo de 2016 (30,3%).

Como era previsible, los números fueron celebrados por el Gobierno nacional. Sin embargo, también generaron algunos cuestionamientos. En esta nota, prescindiremos de las observaciones motivadas políticamente, para detenernos en aquellos puntos técnicos que pueden ser objetables.

En primer lugar, desde la Universidad Católica Argentina (UCA) se observó que la medición toma una canasta de consumo con tarifas ponderadas en el gasto familiar con parámetros desactualizados (año 2004, según se apuntó).

Este es un detalle no menor porque es sabido que el actual Gobierno retiró en gran parte los subsidios y actualizó las tarifas de servicios públicos, por lo cual una desactualización en esta materia estaría subestimando el impacto socioeconómico de esos aumentos.

Más allá de eso, por fuera de los vaivenes de la coyuntura, la medición de la pobreza basada en el cálculo de una canasta básica total (que incluye alimentos, ropa y transporte, entre otros productos y servicios básicos) y que considera pobres a todos aquellos que tengan ingresos por debajo del costo de esa canasta, presenta el problema de cómo conformar una canasta de consumo suficientemente representativa de realidades regionales tan diversas como la de los 31 aglomerados que integran la muestra, que se toma para la medición (tema arduo, que no podemos agotar aquí).

Otro problema central es la inestabilidad de datos, que queda en evidencia en las fluctuaciones que presentan mediciones de algunos aglomerados. Es el caso del Gran San Juan: las personas pobres pasan del 43,5% en el segundo semestre de 2016 al 26,4% en el primero de 2017, para ubicarse a fines de 2017 en 27,2%. Es decir, tenemos primero una caída enorme de 17,1 puntos porcentuales (técnicamente insostenible) y luego una suba de 0,8 puntos porcentuales; esta estadísticamente no significativa, pero a contrapelo de la tendencia de mejora general que reporta el Indec.

En la misma línea, el Gran Córdoba pasa de 40,5% a 30,7% para ubicarse a fines de 2017 en 34,2%. Nuevamente, tenemos una caída técnicamente insostenible primero (9,8 puntos porcentuales) y luego una suba de 3,5 puntos porcentuales de la pobreza, otra vez a contrapelo de la tendencia general de mejora reportada.

El 34,2% que el Indec registra en Córdoba implicaría una pobreza mayor que en los partidos del Gran Buenos Aires, en los cuales el Indec viene midiendo bajas sostenidas: 34,6% en el segundo semestre de 2016, 32,6% en el primero de 2017 y 29,5% a fines de 2017.

En este caso, el gobierno de Córdoba contrastó el dato del Indec con los de la Dirección General de Estadística y Censos provincial, que sitúan la pobreza en 27,7% (esto es, 6,5 puntos porcentuales por debajo del registro nacional) o 29,9% sin contar planes sociales (una brecha de 4,3 puntos porcentuales).

Antecedente

Ya hubo un contrapunto por este tema cuando el Indec había reportado una pobreza por encima del 40%; luego, la medición nacional se acercó cuando estableció el 30,7%, pero ahora vuelven a distanciarse.

En el mismo sentido, desde la provincia se puso en duda que el Gran Rosario pueda tener apenas 19,8% de pobres (casi 15 puntos porcentuales menos que el Gran Córdoba).

El gobierno de Córdoba remarcó que se emplea una muestra más amplia que la del Indec, con un trabajo conjunto con el Instituto de Estadística de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y que se validan los datos con otros indicadores vinculados a niveles de empleo, desempleo y creación de puestos de trabajo, generados a partir de la obra pública.

Otro de los aglomerados que muestra grandes fluctuaciones es el Gran La Plata (24,2% en 2016, 30,8% en el primer semestre de 2017 y 23,1% en el segundo de 2017). En síntesis, el cúmulo de inconsistencias arroja dudas razonables sobre la fiabilidad del indicador general en términos estrictamente metodológicos, técnicos, por fuera de la lectura política de los datos.

En este marco, hay dos hipótesis: el problema puede estar en la canasta de consumo, es decir, que esta presente déficits de representatividad a nivel de los aglomerados (que podrían sumarse a la deficitaria ponderación del ítem tarifas de servicios que apuntó la UCA y repasamos arriba).

Otra posibilidad es que se trate de problemas de representatividad de muestra a muestra: toda muestra tiene, además de un margen de error muestral dado (en sentido lato, el precio que se paga por no censar), un nivel de confianza determinado. Por ejemplo, si el nivel de confianza es del 95%, eso quiere decir que, de 100 muestras que hagamos, 95 nos darían un resultado como el de la muestra en cuestión (dentro del margen de error), pero cinco muestras podrían darnos distinto, con alguna distorsión. Esto porque se trata de estudios probabilísticos.

Cuando eso sucede, conviene repetir la muestra. Aplicado a los ejemplos que analizamos, si en Gran San Juan existe una variación de 17 puntos porcentuales y en Córdoba una de casi 10 puntos, lo técnicamente recomendable es volver a hacer una muestra y repetir la medición, para descubrir cuál es el dato distorsionado (salvo que exista un dato de contexto que esté influyendo directamente en una o más variables utilizadas a efectos de conformar el indicador final, por ejemplo, el desembarco de un gran empleador en un aglomerado, lo cual usualmente impacta de manera gradual, no de una sola vez).

Asimismo, no es un dato menor que la reducción de la pobreza reportada está en contraste con el dato de que la canasta de consumo masivo cayó un 1% en 2017 respecto del año anterior, dado que la recuperación registrada durante septiembre, octubre y noviembre pasados no continuó en diciembre, según la consultora especializada Kantar Wordpanel.

Movilidad

Finalmente, el dato está en claro contraste con la reducción de la clase media que registró el evolutivo de mediciones nacionales realizadas por la consultora Delfos de manera domiciliaria sobre muestras de 8.510 casos en 2015 y 2016 (20 ciudades) y 5.990 casos (16 ciudades) en 2017, con un error muestral de +- 1,6 por ciento y +- 2,1 por ciento, respectivamente, y que se publicó oportunamente en este medio (http://www. lavoz.com.ar/negocios/en-dos-anos-la-clase-media-volvio-achicarse).

De acuerdo con estos datos, la clase media se redujo del 30 al 25 por ciento a fines de 2017. Esos cinco puntos porcentuales hicieron crecer a la clase media baja o baja superior (D1) del 31 por ciento que tenía en 2015 hasta un 36 por ciento al cierre del año pasado. En tanto, la clase alta (ABC1) se mantuvo en cinco por ciento y la media alta repitió el 15 por ciento que mostraba hace dos años, mientras que la sumatoria de las clases baja y marginal (D1+D2+E) pasó del 50 por ciento al 55 por ciento.

La principal conclusión que se desprende de los relevamientos es que a fines de 2017 se quebró la tendencia a la movilidad social ascendente visible hasta 2015. Eso implica que, luego de un período de nueve años en que la pirámide del nivel socioeconómico a nivel nacional mostró un proceso de movilidad social ascendente (con crecimiento de la clase media y reducción de la pobreza, es decir, menor polarización social relativa), 2017 arrojó un descenso de los niveles medios típicos hacia la clase baja superior.

Eso implica un deterioro relativo de la situación, aunque a tenor de estos datos todavía aún no se traduce en un crecimiento de los segmentos bajo inferior y marginal (que siguen en 19 por ciento, idéntico guarismo que en 2015).

Para mirar lo positivo: la metodología utilizada por estos relevamientos (homologada por la Asociación Argentina de Marketing y empleada por las consultoras asociadas en todo el país) permite medir indicadores estructurales más consistentes que una canasta de consumo (afectada por los problemas ya señalados antes).

Sobre esa base, se podría inferir que la “pobreza estructural” a nivel nacional (esto es, más allá de vaivenes de la coyuntura) rondaría el 20 por ciento, constituido por la sumatoria de las clases baja inferior y la marginal.

*Encargado de proyectos de la consultora Delfos

miércoles, 28 de marzo de 2018

Tendencias que insinúan una dinámica polarizadora de cara al 2019

El informe de Opina que comenzamos a citar en el post anterior arroja otros datos de interés. En el mismo sentido que otros estudios que hemos repasado antes en el blog, muestra que la imagen del presidente Mauricio Macri (20% muy positiva, 24% positiva, 39% negativa, 17% muy negativa, 1% ns/nc) tiene una distribución cada vez más parecida a la de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner (25% muy positiva, 17% positiva, 41% negativa, 16% muy negativa, 1% ns/nc). En el acumulado, Macri tiene 44% de positiva y 46% de negativa, y CFK 42% y 57%, respectivamente. Así, la diferencia no resulta estadísticamente significativa (recordemos que el estudio tiene un error muestral de +- 3,2%). Recientemente, una encuesta de Gustavo Córdoba arrojaba que la imagen negativa de CFK es de 53,3% y la de Macri, del 49,4%, mientras que la positiva de Macri es del 47,7% y la de Cristina del 43,6%. También allí las diferencias son estadísticamente no significativas. 

Respecto a la evaluación del gobierno, 34% lo califica positivamente, 54% de manera negativa y 12% ns/nc (ver datos arriba; click para agrandar). El guarismo favorable está en el orden de magnitud de los votos obtenidos en primera vuelta por Macri en 2015 (34,15%) y por debajo del caudal de Cambiemos en las legislativas del 2017 (alrededor del 40%), lo cual confirma el desgaste del oficialismo. Tanto la política económica como la de seguridad y la del combate a la corrupción están por arriba del 50% de calificación desfavorable, con pico del 63% en el caso de la económica. En ese marco, no asombra que inflación y desempleo acaparen el 56% de las respuestas relativas a los principales problemas que el gobierno debería resolver, lo que confirma el malestar socioeconómico que venimos analizando hace tiempo en este blog y que parece haber hecho eclosión en el último trimestre. 

Entre las conclusiones del informe, Opina destaca: “la imagen del presidente Macri parece haber encontrado un rango de equilibrio, luego de la significativa caída registrada en el mes de diciembre. Por su parte, las mujeres de Cambiemos, Elisa Carrió y María Eugenia Vidal, continúa  liderando el ranking de valoración de los dirigentes políticos nacionales”. En cuanto a la oposición, el informe apunta que “sigue sin perfilarse una figura que pueda despertar expectativas con capacidad de reconstruir una mayoría. En este contexto Cristina Kirchner mantiene un núcleo duro de seguidores que representa el 25% del electorado. A su vez, persiste sobre ella un techo significativo que se componen por más de un 40% de argentinos que tienen muy mala imagen de la ex presidenta. Sergio Massa no ha podido revertir la volatilidad que acompaña su valoración social. Especialmente, desde su enfrentamiento más abierto con la coalición gobernante, podemos observar un incremento importante en los rechazos que acompañan su imagen”

Estos datos son cruciales de cara al reordenamiento del espacio opositor, porque circula en parte del espacio pan-justicialista el mito de que CFK no puede ser candidata porque “polariza” las opiniones. Pues, precisamente eso es lo que tiene que hacer un candidato opositor: polarizar. Es lo que Macri hizo exitosamente y lo que le permitió capitalizar el antikirchnerismo para pasar al ballotage del 2015. Polarizar es lo que le permitió a CFK ser la candidata opositora más votada en las legislativas del 2017, muy por encima de los candidatos y fuerzas “opo-oficialistas” (Sergio Massa, Florencio Randazzo, Juan Urtubey, entre otros) que precisamente por no polarizar quedaron tanto lejos del oficialismo como de la principal fuerza opositora (Unidad Ciudadana) en rendimiento electoral. Como se ve en el gráfico, los dirigentes “opo-oficialistas” como Massa no sólo pierden elecciones, sino que además pierden también en imagen (ver datos abajo; click para agrandar): 36% positiva (menos que CFK) y 58% negativa (un punto más que CFK, empate técnico). En síntesis, pretender que el reordenamiento del espacio pan-justicialista debe hacerse a espaldas de la principal dirigente opositora a nivel país es un error estratégico de fuste; para usar una metáfora futbolística pertinente en estos días, casi como ir al Mundial de fútbol sin Lionel Messi. 





lunes, 26 de marzo de 2018

Un giro discursivo que podría interpretarse como un acuse de recibo

Oportunamente, el sociólogo Carlos de Angelis apuntó que “a diferencia de sus otras dos intervenciones inaugurales de las sesiones ordinarias del Parlamento, el presidente no nombró la palabra herencia. La ´pesada herencia´ como estructura narrativa quedó en el pasado, y de aquí en más el gobierno deberá ser evaluado con respecto a sus propias acciones. Un desafío enorme con la mira telescópica puesta en octubre de 2019”. Este es un detalle no menor si se atiende a datos que arrojaron encuestas recientes que miden la atribución de responsabilidades por la actual situación en términos comparativos respecto del actual gobierno y del anterior. Veamos…

La consultora Opina realizó un estudio nacional sobre la base de una muestra de 1.100 casos en Capital, Gran Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, Tucumán, Mar del Plata, San Juan, Neuquén, Resistencia, Río Cuarto, San Rafael, Concordia, Rafaela, General Roca, Crespo (Entre Ríos), Rivadavia, Monte Hermoso, San Pedro( Misiones), Tres Lomas (Bs.As) La Unión (Salta) y Tolhuin (Tierra del Fuego), relevados a través de sistema telefónico IVR. El margen de error es de +/- 3,2% para un nivel de confianza del 95%. Según el informe de coyuntura presentado en marzo, el 47% de los argentinos considera que el presidente Mauricio Macri es el principal responsable de los problemas económicos (ver datos arriba; click para agrandar); en cambio, el 44%  atribuye esa responsabilidad a la ex presidenta Cristina Fernández (un 4% ns/nc). Según el informe, “es altamente probable que esta situación se deba a que el gobierno no obtiene diferenciales de valoración positiva en ninguna área de gestión. Refuerza esta sensación la alta preocupación que se observa en la sociedad respecto a los temas vinculados con la situación económica”.

Si bien en términos estadísticos se trata de un empate técnico (47% a 44%), resulta “un dato verdaderamente novedoso y preocupante para el oficialismo. Por primera vez desde noviembre de 2016, los argentinos que creen que los problemas económicos son responsabilidad del actual gobierno superan por unos puntos a aquellos que aún responsabilizan a la gestión de Cristina Kirchner. Esta señal que emite la sociedad significa que a partir de ahora cada vez más argentinos fijarán su mirada en el Presidente Macri al momento de percibir su realidad social y económica (…) A partir de ahora, cada día que pase, el pasado será un recuerdo más lejano y borroso, exponiendo al gobierno ante sus propios éxitos y fracasos”, apuntó desde la consultora Opina Andrés Gilio, coincidiendo con la línea interpretativa que vimos en De Angelis. 

Las implicancias de este dato son cruciales. Hasta las legislativas del 2017, el oficialismo se benefició de una buena gestión del pasado (el consenso negativo sobre el gobierno anterior que le permitió acceder al poder por escaso margen en el ballotage del 2015 y capitalizar el argumento de la “pesada herencia” en su relato) y una eficaz gestión de las expectativas (aun cuando registró caídas en imagen, el oficialismo conservó una alta dosis de crédito hacia adelante, al menos hasta noviembre del 2017). Lo que el estudio de Opina revela es que el argumento de la herencia ha agotado su funcionalidad, al menos como relato explicativo del malestar socioeconómico; esto se suma a la caída de las expectativas que vimos en varios estudios citados en este  blog. Así, el gobierno de Cambiemos está siendo afectado en dos pilares clave del relato que le permitieron salir airoso en los últimos turnos electorales, lo cual es una combinación nueva de factores de cara al 2019. Con todo, aunque suponen un quiebre respecto de la tendencia anterior, “este panorama está lejos de ser irreversible para la coalición gobernante”, apunta el mismo informe. El gobierno todavía capitaliza el consenso negativo respecto a la gestión anterior: el 47% considera que el gobierno de CFK fue más corrupto que el actual, contra un 30% que cree lo contrario; un 19% responde que ambos son igual de corruptos y un 4% ns/nc (ver datos abajo; click para agrandar). Sin embargo, también en este terreno el oficialismo sufre un deterioro, ya que un 47% también cree que hay mucha corrupción en el actual gobierno: “Donde el gobierno parece haber sufrido un desgate mayor es en la evaluación del combate contra corrupción. Este fenómeno está relacionado con las noticias que involucran a funcionarios en cuestiones controversiales”, destaca el informe. Es decir, aunque aún se mantiene como elemento de contraste respecto a la anterior gestión, el oficialismo también ve erosionada la funcionalidad del elemento corrupción en su relato diferenciador del kirchnerismo. “El nivel de rechazo a la gestión de gobierno y a la política económica rozan sus máximos históricos; las políticas de seguridad y anticorrupción, dos ítems donde el macrismo se hace más fuerte, presentan caídas significativa”, agrega el documento. 



miércoles, 21 de marzo de 2018

Un cambio de agenda difícil de capitalizar (3)

Podemos agregar a los datos citados en posts anteriores los de estudios más recientes sobre la despenalización del aborto. Según una encuesta de la consultora Synopsis realizada sobre una muestra nacional de 1.485 casos relevados entre el 9 y 10 de marzo, el 53,5% de los argentinos está a favor de que el aborto sea legal, frente a un 32,6% que se oponen y un 13,8% que no tienen una opinión formada al respecto. Esto es, con casi un 54% a favor, el issue está cerca de ser un “sixtie”, pero en rigor no llega a serlo, lo que limita las posibilidades de que el oficialismo capitalice el tema, como venimos analizando en las últimas entradas. Recordemos que “sixties” se denominaba a los issues que obtienen un 60% % de apoyo en la sociedad; en función de ese umbral, el consultor Dick Morris le aconsejaba al ex presidente norteamericano Bill Clinton que se expresara públicamente en todos esos temas sobre la base de que eso lo podría beneficiar; la referencia es relevante para debatir en qué medida Cambiemos puede verse favorecido por este issue en la agenda. 

Nuevamente, el análisis por sexo muestra matices. El apoyo es mayor entre los varones, con un 55,6%, contra un 51,6% de las mujeres. También existe una diferencia marcada entre el 70% a favor de Buenos Aires y el 49,4% promedio en las demás provincias argentinas. Por edades, las personas más jóvenes expresan con más fuerza su respaldo a la despenalización —60,3% entre los 16 y 29 años—, un apoyo que decrece a medida que aumenta la edad de los encuestados: quienes tienen 65 años o más están 41,6% a favor y 39,9% en contra (empate técnico). Respecto al grado de formación, quienes poseen estudios terciarios están de acuerdo en un 61,3%, secundarios, un 51,5% y primarios un 47,6%. Otro eje que abordó la consulta realizada por Synopsis fue la relación entre la ideología de los encuestados y su actitud ante el aborto. Así, quienes votarían por Mauricio Macri respaldan la despenalización en un 52,5%, quienes optarían por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner se manifiestan a favor en un 58,5%( y un 52,3% de los que votarían a Sergio Massa). Este dato, más que el acuerdo a nivel general (superior al 50%, mientras que estudios antes citados en este blog lo ubicaban por debajo de ese umbral) limita las posibilidades de Cambiemos de capitalizar el tema, dado que (si bien con una diferencia estadísticamente no significativa) se insinúa un mayor alineamiento en torno al issue entre los electores afines a la principal fuerza de oposición que entre los electores cercanos al oficialismo, lo cual obtura un eventual iniciativa del tipo “divide et impera”. 



Asimismo, Synopsis pudo confirmar con datos la afirmación de la consultora consultora Mariel Fornoni (de Management & Fit) en el sentido de que “temas como el aborto o la igualdad de género son distractores: las preocupaciones pasan por otro lado”. Según Synopsis, un 56% cree que Macri impulsó el debate para desviar la atención y tapar otros temas (ver datos arriba; click para agrandar). Por otro lado, en el caso del estudio de Amnistía Internacional y Cedes, realizado por Quiddity, dirigido por Luis Costa, tenemos prácticamente un “sixtie”: un 59% de los argentinos está o muy o algo de acuerdo con la legalización del aborto (ver datos arriba; click para agrandar). En este estudio, los matices principales no pasan por sexo (hay mayor apoyo entre los hombres, pero con una brecha estadísticamente poco significativa) sino por otra variable: entre los muy informados (22%) el acuerdo con la despenalización es 53%; entre los poco o nada informados, el desciende al 23% y 24%, respectivamente. 


Finalmente, en otra encuesta tenemos un “sixtie” cabal: se trata del estudio nacional sobre una muestra de 1.200 casos de la consultora Gustavo Córdoba y Asociados. Este es uno de los informes donde es mayor la brecha entre una mayoría a favor de la despenalización respecto a quienes están en contra: un 38,4% "aprueba totalmente" y un 27% "aprueba algo" (65,4% acumulado). Los que "desaprueban totalmente" o "desaprueban algo" no llegan a los 30 puntos (ver datos abajo; click para agrandar). En este caso hay un empate técnico en el cruce por sexo (64,6% aprueba entre mujeres y 66% entre los hombres) y nuevamente están más alineados los electores del FPV (74,1% de aprobación general y 54,1% en el máximo nivel de intensidad) que los de Cambiemos (60,1% y sólo 27,7% de aprobación en el máximo nivel de intensidad). A diferencia del estudio de Synopsis, que cruza las actitudes en función del voto prospectivo, aquí se hizo sobre el voto retrospectivo (según el ballotage del 2015). En cualquier caso, varios estudios confirman que el electorado del oficialismo está más fragmentado sobre el issue que el de la principal fuerza opositora, lo que limita la posibilidad de que el tratamiento del tema beneficie a Cambiemos. 


lunes, 19 de marzo de 2018

Un cambio de agenda difícil de capitalizar (2)

El estudio de D´Alessio /Irol que citamos en el post anterior no es el único que muestra opiniones divididas respecto de la despenalización del aborto, factor que limita las posibilidades de que el oficialismo pueda capitalizar el cambio de agenda (aunque sí pueda operar como distractor temporal de otros temas). En la misma línea, una reciente encuesta nacional de OpinaArgentina realizada sobre una muestra de 1.000 casos a electores mayores de 18 años arroja que el 44% está a favor, el 41% está en contra y un 15% dice no tener posición tomada (ver datos arriba; click para agrandar). El cruce por datos etarios muestra un corte generacional: buena parte de los menores de 50 años avala la despenalización (45 a 49%), en tanto que los mayores de 50 son reacios a la idea (46%). 



Recordemos que el primer segmento etario es el más cercano al FPV, mientras que el segundo es el más fuerte para Cambiemos; es decir, el electorado cercano a la principal fuerza opositora tiene una postura más favorable al tema que el electorado pro-oficialista. En el cruce por sexo, el estudio revela que el 44% de las mujeres se opone a la medida, contra el 43% que la apoya (un empate técnico). Los hombres, en cambio, se oponen en un 38% y respaldan en un 46%. Si se hace foco en los votantes K y anti K, la encuesta revela que el 46% de los votantes cristinistas están a favor, frente a un 40% que lo rechaza. Del otro lado de la grieta, el 42% de los macristas apoya la despenalización, mientras que el 44% la rechaza (nuevamente, un empate técnico): aunque las diferencias en este nivel no pueden considerarse estadísticamente significativas, hay mayor permeabilidad respecto al tema entre los electores del FPV que entre los de Cambiemos (ver datos abajo: click para agrandar). Entre los electores de Massa, la tendencia es más similar a la que se ve entre los del FPV que entre los de Macri, siempre con diferencias estadísticamente no significativas (es decir, menores al error muestral involucrado).  


En síntesis, el gobierno nacional puso en la agenda legislativa un tema con pocos “sixties” claros a nivel general y donde la opinión a nivel de electores está dividida: por esas razones, la posibilidad de que el oficialismo pueda capitalizarlo políticamente es muy limitada. En el mejor de los casos, la apuesta es que el tema compita parcialmente con los issues que le resultan desfavorables al gobierno (inflación, desempleo, pobreza) en la agenda, pero con mucho menor pregnancia en el metro cuadrado de los electores. Visto en contexto, esto se debe a que el tema entró en la agenda legislativa desde la sociedad y no desde el gobierno. Oportunamente, el sociólogo Carlos de Angelis trajo a colación un modelo clásico para explicar el flujo de la producción de los “issues” en la opinión pública, desarrollado por el politólogo checo Karl Deutsch: el modelo de la cascada. Según esa teoría, las grandes discusiones de la sociedad surgen en una comunicación hacia abajo en cinco niveles: 1) la elite socioeconómica 2) la elite político-gubernamental, 3) los medios de comunicación 4) los líderes de la opinión y, finalmente, 5) la población en general. 

"Desde este punto de vista las decisiones principales surgen desde las elites, y buscan su legitimación mediante la circulación y la retroalimentación. Sin embargo, en los casos de aborto y cobro a los inmigrantes por atención médica y educativa, la elite político-gubernamental ha tomado dos demandas preexistentes en sectores antagónicos de la sociedad, lanzándolos a una discusión interminable, que no pareciera tener como finalidad auténtica la elaboración de políticas públicas. En el caso del aborto, las principales espadas del Gobierno ya declararon su oposición (…) si la directiva política es extender las discusiones hasta el Mundial, se puede predecir que lo que se busca es producir otro cambio de agenda (como fuera días atrás el debate sobre la actuación de Chocobar), a la espera de la generación de buenas noticias en el plano económico. Pero más allá de la poca probabilidad de que concluya en una ley, la sola introducción de la palabra ´aborto´ trajo una nueva sacudida entre Macri y Elisa Carrió, en la que el Presidente logró correr por izquierda a la fundadora del ARI, y ésta última respondió: `Es un momento de purificación: entonces es demasiado violento no respetar las creencias`, lo que constituye una rajadura más en el débil armazón de Cambiemos”, apuntó el consultor. En conjunto, esto refuerza nuestra línea interpretativa en el sentido de que Cambiemos difícilmente capitalice el giro.  

viernes, 16 de marzo de 2018

Un cambio de agenda difícil de capitalizar (1)

Cerrábamos el post anterior planteando que el oficialismo en las últimas semanas trató de correr el eje de la agenda centrado en el reformismo permanente (que le resultó desfavorable en las encuestas) hacia los temas de género, con la despenalización del aborto y la equiparación salarial como temas fuertes. El problema, sin desmerecer la importancia de esas cuestiones, es que la agenda de la opinión pública claramente hoy no pasa por ahí. Como apuntó la consultora Mariel Fornoni, de Management & Fit, “temas como el aborto o la igualdad de género son distractores: las preocupaciones pasan por otro lado”. Ese “otro lado” tiene que ver con el malestar socioeconómico que venimos marcando en sucesivas entradas en este blog y que el estudio de Gustavo Córdoba & Asociados realizado a nivel nacional el 5 marzo sobre una muestra de 1.200 casos también confirma: el 49,5% de los electores argentinos menciona problemas de índole socioeconómica como los principales del país (ver datos arriba; click para agrandar). Hay un empate técnico entre inflación (18,80%) y pobreza (18,30%). En segundo término se ubican inseguridad (15,60%) y educación (15,20%), también en paridad, mientras que en tercero empatan corrupción (13%) y desempleo (12,4%). Es decir, más allá de los vaivenes de la coyuntura, se mantiene la premisa de que a mediano y largo plazo son los efectos socioeconómicos los que construyen las tendencias de opinión pública.

Otro factor que limita la posibilidad de que el oficialismo pueda capitalizar el cambio de agenda desplazando al reformismo permanente en favor de cuestiones de género es que en temas como el aborto los electores pro-oficialistas están tanto o más fragmentados que los electores favorables a la oposición, lo cual impide que Cambiemos pueda “fidelizar” su base electoral echando mano a esos "issues" y menos aún reforzarla con nuevos adherentes. Asimismo, tampoco puede beneficiarse del “divide et impera” respecto a la oposición, dado que la discusión alrededor del cruza horizontalmente a los votantes oficialistas y opositores, como arrojó una encuesta realizada por la consultora D’Alessio Irol en febrero pasado, sobre una muestra de 1.005 casos relevados de manera online entre mayores de 18 años en todo el país; eso, sin mencionar que en el propio gabinete de Cambiemos la postura mayoritaria es contraria a la despenalización (lo que está a contrapelo del reclamo de género). 




Oportunamente, el consultor Carlos Fara recordaba que el célebre colega Dick Morris le aconsejaba al ex presidente norteamericano Bill Clinton que se expresara públicamente en todos aquellos temas en los cuales hubiera un alto porcentaje de opinión pública a favor: los denominaba “the sixties”, es decir, los issues que obtuvieran un 60% % de apoyo en la sociedad. Según D’Alessio Irol, el 70% de los electores argentinos dijo estar de acuerdo con el que Congreso debata la despenalización del aborto, contra un 21% que se manifestó en contra y un 9% que evitó responder. Según la consultora, hubo coincidencia en la necesidad del debate entre electores de distintas edades, niveles socioeconómicos y posiciones ideológicas. Y aquí se acaban las mayorías transversales, pues en las demás cuestiones medidas, las posiciones no muestran un alineamiento de electores favorables al oficialismo, sino una división similar o mayor a la que se advierte entre los votantes opositores. Por caso, casi 6 de cada 10 (el 58%) sostienen que la mujer que decide abortar por causas no contempladas hoy en el Código Penal no debería ir a la cárcel, frente a un 31% que evaluó que sí “porque existe una persona desde el momento de la fecundación”. Aunque las posturas son casi un “sixtie” a nivel general, entre los votantes de Cambiemos en el ballottage presidencial de 2015 la relación fue de 49% (no debe ir a la cárcel) contra 38% (sí debe tener pena de prisión), mientras que entre los del Frente para la Victoria (FPV), fue de 67% a 24%. Es decir, los votantes de la principal fuerza opositora están más alineados que los del oficialismo en este issue (ver datos arriba; click para agrandar). 




Asimismo, un 61% consideró que la despenalización del aborto “puede evitar muertes de mujeres, en especial en los niveles (socioeconómicos) más bajos” (53% entre los votantes de Macri y 69% entre los de Daniel Scioli). En el extremo opuesto, un 23% cree que “traerá como consecuencia mayor número de embarazos involuntarios” (28% y 18%, respectivamente), y un 11%, que “no traerá cambios (14% y 8%, respectivamente; ver datos arriba, click para agrandar). Por otro lado, el 56% respondió que las mujeres tienen derecho a decidir sobre su cuerpo, y uno de cada tres (el 34%), que “el Estado debe regular la vida del niño por nacer”. También en este punto, los resultados varían según posición ideológica: los votantes al FPV se muestran en su mayor parte a favor de la libertad de elección de la mujer”. El único “issue” en el que los votantes de Cambiemos se muestran más alineados que los opositores es precisamente contrario al aborto, es decir a contramano del reclamo de género: cuando se pregunta si hay acuerdo con que “se legisle la adopción del niño por nacer” y que “en  lugar de abortar, la mujer acepte que en el nacimiento se encuentren ya los padres adoptivos y el Estado le brinde un subsidio y atención médica hasta el parto”. Un 60% lo consideraron una opción superadora (69% entre los votantes de Cambiemos), con un 33% que se mostraron en desacuerdo (42% entre los votantes del FPV). En síntesis, los datos muestran que existen bajas chances de que el oficialismo pueda capitalizar estos temas. 

miércoles, 14 de marzo de 2018

Un cambio de agenda a contrapelo del pesimismo

El estudio de CEOP que comenzamos a citar en el post anterior profundiza en otros datos del malestar socioeconómico y arroja que el pesimismo también permea en la imagen de Macri: el 54% opina mal o muy mal del mandatario, en tanto que un 43% opina bien o muy bien. Al igual que otras encuestas, también detecta un bajón en materia de expectativas, lo que, como dijimos, es el principal cambio de tendencia de esta coyuntura: antes, las caídas en la imagen del oficialismo no arrastraban a las expectativas, que se mantenían. Ahora, hay un efecto “halo” de negatividad que atraviesa todo. Según CEOP, el 21% de los argentinos afirma que la economía empeorará mucho durante 2018 y un 37% cree que empeorará algo, lo que redondea un pesimismo de 58% (es decir, casi 6 de cada 10 electores a nivel país), 10 puntos más que dos meses atrás. Según Roberto Bacman, “el precio del dólar vuelve a quitarle el sueño a los argentinos (ver datos abajo; click para agrandar). Y aquí no se trata de la posibilidad de comprarlos y hasta de atesorarlos. Se trata de otra cosa: la gente está convencida que el aumento del dólar se traduce de manera inmediata en alta inflación. Hablan de la inflación que impacta en su vida cotidiana, a la hora de comprar alimentos y artículos de primera necesidad, además de pagar los servicios que en los últimos años han sufrido aumentos desorbitantes. Sólo para tomarlo como ejemplo, las facturas de gas, una vez que se aprueben los aumentos planteados, en muchos casos puede llegar hasta el mil por ciento. La cuestión pasa por entender los motivos que influyen en la conformación de estas opiniones, que incluyen una percepción de una economía descontrolada, y que pone en jaque a la gestión de Cambiemos en el conjunto de la opinión pública, incluyendo a una importante porción del segmento de los independientes, que en estos últimos dos años se han constituido en una especie de equilibrio de la balanza electoral”

Esto perfila una percepción de la situación bien diferente al panorama que el presidente intentó transmitir en su discurso de apertura de sesiones en el Congreso. En esa línea, el sociólogo Carlos de Angelis apuntó que “el presidente intentó por la vía argumentativa mostrar que su gobierno está haciendo las cosas bien y que sus intenciones son honorables, aunque aún no se puedan palpar los resultados. Para esto Macri utilizó la metáfora del pozo de un edificio, donde se elaboran los cimientos (fundamental para construir la edificación), pero que no se ve desde afuera, a esta situación la llamó el 'crecimiento invisible'. Pero este ambiente desde la perspectiva presidencial cambiaría rápidamente. `Lo peor ya pasó` fue su síntesis. El problema es que pocos meses después de unas elecciones ganadas por Cambiemos con autoridad, un intenso desánimo cundió en la sociedad, detectado por todas las encuestas de opinión pública, donde los ciudadanos creen que este año será peor en materia económica para el país, pero también para sus economías familiares, rompiendo acaso una tradición en donde los encuestados suelen pensar que les va mejor que a la nación de la que forman parte. En esta suerte de depresión colectiva influye la alta inflación atizada por la importante suba de los servicios tanto públicos como privados que complican el presupuesto de los asalariados. Sin embargo, entre los propios votantes de Cambiemos, las polémicas en torno Jorge Triaca, Luis Caputo y el renunciado Díaz Gilligan afectaron especialmente el ánimo de los propios votantes de Cambiemos que creen que la transparencia iba a ser un parteaguas con respecto al kirchnerismo”.




Para profundizar el análisis de estos temas, es pertinente citar la última encuesta realizada a nivel nacional por Gustavo Córdoba y Asociados, sobre una muestra de 1.200 casos relevados vía IVR el pasado 5 de marzo, con un error muestral de +- 2,83%, relevó el impacto de algunas frases clave del discurso presidencial. Según el estudio, el 74,4% de los electores argentinos mayores de 16 años está en desacuerdo con la frase “En el último año los salarios le ganaron a la inflación”, mientras que apenas un 13,6% se muestra de acuerdo. “La frase de Mauricio Macri sobre la inflación y los salarios refleja un exceso de unilateralidad”, apuntaron desde la consultora (ver datos abajo; click para agrandar). Es decir, tres cuartos de los electores discrepan respecto a esa frase, una proporción muy superior al 48,66% de votantes obtenidos por el FPV en el ballotage del 22-N, lo que confirma que en ese ítem el malestar excede con mucho a “la grieta” o polarización K vs anti K. En cuanto al crecimiento, un 36% está de acuerdo con que el país está creciendo desde que asumió Macri, mientras que 52% está en desacuerdo y 12% ns/nc. Así, se puede decir que la proporción de electores argentinos que avala la frase presidencial está en el orden de magnitud de los votos obtenidos por Macri en la primera vuelta presidencial de 2015: 34,15%, mientras que el desacuerdo está en el orden de los votos obtenidos por el FPV el 22-N del 2015. 

El estudio de Córdoba y Asociados también actualizó la aprobación presidencial: 47% aprueba la gestión de Macri, contra 50,9%, lo cual arroja un diferencial negativo de casi 4 puntos. Aun considerando un empate técnico (dado el error muestral), el deterioro queda puesto de manifiesto en la serie evolutiva, ya que la desaprobación subió casi 7 puntos porcentuales (6,7 pp, de 44,2% a 50,9%), mientras que la aprobación cayó 8,2 pp (de 55,2% a 47%). La imagen personal del presidente también acusó el impacto (ver datos arriba; click para agrandar): la positiva cayó de 59,2% a 47,7% (-11,5 pp), mientras que la negativa trepó de 37,3% a 49,4% (+ 12,1 pp). El acuse de recibo de que el malestar socioeconómico posterior al lanzamiento del “reformismo permanente” está en la raíz del desgaste del oficialismo explica por qué el otro eje fuerte del discurso presidencial pasó por un issue novedoso para Cambiemos: el planteo de nuevos temas de agenda, con énfasis en cuestiones de género: debatir la despenalización del aborto y promover la equiparación salarial de la mujer, entre otros tópicos. 


                              Preocupación por la suba del dólar

lunes, 12 de marzo de 2018

Del reformismo permanente al cambio de agenda

Recapitulemos: el resultado electoral del 22-O generó una suerte de euforia oficialista, que dio lugar a la profundización de la agenda de “cambio” ya no entendida solamente como anti-kirchnerismo (cambio de signo político) como vector principal, sino con un paquete de medidas económicas que fue etiquetado como “reformismo permanente”. Dos de esas reformas centrales eran la previsional y la laboral. En diciembre, cuando se lanzó la nueva fórmula de movilidad previsional, las protestas que originó su debate marcaron el inicio del “trimestre negro” para el oficialismo, en el que no sólo cayó la imagen (entre 10 y 15 puntos porcentuales, según los estudios), un inconveniente que Cambiemos ya supo sortear exitosamente, sino (y este es el dato nuevo) de las expectativas. Acusando ese impacto, el discurso con el que el presidente Mauricio Macri inauguró las sesiones legislativas el 1 de marzo tuvo dos ejes bien definidos. En primer lugar, hizo foco en enunciar algunos resultados sobre indicadores que muestran un leve crecimiento de la economía (+ 2,8% en el 2017 respecto al recesivo 2016), destacó el crecimiento en la construcción y en algunos rubros de la industria y un leve mejoramiento del salario real por encima de la inflación. El problema, como apuntó oportunamente el sociólogo y consultor Carlos de Angelis, es que “algunos números oficiales invitan a un optimismo que la mayoría de los ciudadanos no comparte. Por el contrario, las encuestas indican una caída en las expectativas económicas y el comienzo de la pérdida de la ilusión de un derrame que llueva sobre el electorado. Es decir, que mientras el presidente Macri señala cifras que hablan bien de su administración, gran parte de la sociedad está mostrando los dientes”

Eso se puso en evidencia en algunos datos clave que arrojó la última entrega del Monitor del Humor Social y Político que D'Alessio Irol/Berensztein dio a conocer el 5 de marzo, justo después del discurso presidencial (ver datos abajo; click para agrandar). Realizado sobre una muestra de 1.408 adultos en todo el país, el estudio muestra que para un 59% de los electores argentinos la situación económica está peor que hace un año, mientras que apenas un 36% consideró que se encuentra mejor. Es el guarismo más bajo en esa variable en los últimos 15 meses, y está en el orden de magnitud de los votos obtenidos por Macri en la primera vuelta presidencial del 2015: 34,15%. En la misma línea, la proyección sobre una mejoría dentro de un año retrocedió al 43% de las opiniones, y uno de cada dos observa un peor horizonte económico, lo que confirma la caída de las expectativas que ya vimos en otros estudios. Según el especialista Eduardo D´Alessio, "la inflación es un telón que parece cubrir todos los síntomas que están detrás de las estadísticas de mejora de la economía real (…) lo malo es que no hay mejora que pueda verse si el fenómeno inflacionario no disminuye". En ese marco, la preocupación por la inflación viene en ascenso: 9 de cada 10 consultados la ponen al tope de los temas más preocupantes, en mayor proporción que la inseguridad (67%) y los ajustes tarifarios (64%) que impactan sobre el índice de precios. Para un 73%, bajar la inflación se asocia directamente a la posibilidad de reducir los niveles de pobreza y un 52% lo considera clave para alentar la llegada de un mayor flujo de inversiones extranjeras. Sin embargo, un 65% considera que el gobierno nacional es incapaz de manejar la inflación, porque carece de conocimientos o poder para lograrlo.

Otro sondeo conocido en la misma fecha muestra resultados aún peores. Se trata de una encuesta del Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP), la consultora que lidera Roberto Bacman, sobre una muestra de 1.120 personas de todo el país, respetando las proporciones por edad, sexo y nivel socioeconómico y ciudades grandes vs ciudades chicas. Realizado de manera telefónica, el sondeo se terminó de procesar el viernes 2 de marzo, al día siguiente del discurso presidencial. Como datos clave, el 70,2% de los electores argentinos califica la situación económica del país como negativa (ver datos arriba; click para agrandar), contra un 27% que la ve positiva, un guarismo que está en el orden de magnitud de los votos obtenidos por Macri en las PASO del 2015: 24,5%. Así, se podría interpretar que sólo el núcleo duro macrista de Cambiemos avala la marcha de la economía. Asimismo, un 71,8% evalúa como negativa la gestión del gobierno respecto de la pobreza (una de las principales promesas de campaña era su reducción “a cero”), 71,4% dice que son negativos los resultados de la política del gobierno respecto de la inflación (otra promesa de campaña) y el 61,7%  afirma estar preocupado por el aumento del dólar. Respecto al “metro cuadrado” cotidiano, el 66% por ciento considera negativa la situación económica de su propio hogar. 




Según el sociólogo Roberto Bacman, “todo parece indicar que la gestión que conduce Mauricio Macri está atravesando una importante crisis en su relación con la opinión pública. Las promesas no alcanzan y es más que evidente que los argentinos no se arreglan con voluntarismo futurista: a esta altura de la gestión es más que evidente que el oficialismo debe mejorar la economía, aquí y ahora. Se acabaron los tiempos de promesas, llegó la hora de realidades concretas. El riesgo es que los argentinos concluyan que el porvenir, la esperanza, no es viable. Hay un dato importante en nuestra encuesta: por primera vez, el núcleo duro que apoya a Cambiemos está por debajo del 10%. Llegó a estar muy por encima del 20% (…) Cuando se profundiza en la cuestión económica, los resultados desnudan la marcada insatisfacción existente. Los valores son realmente alarmantes. En primer lugar sólo basta señalar que, globalmente, 7 de cada 10 argentinos señalan su insatisfacción. Tampoco se debe tomar a la ligera la percepción de que los ‘ingresos no me alcanzan para llegar a fin de mes’, no sólo porque ya surge como una de las principales preocupaciones de manera espontánea, sino que cuando se pregunta con mayor especificidad, las tres cuartas partes de los entrevistados afirman que sus ingresos no les alcanzan, o bien a lo sumo, ‘apenas llegan a fin de mes’. Tan sólo 1 de cada 10 argentinos responde que sus ingresos le resultan suficientes. Sobre llovido mojado, las promesas de campaña y hasta el discurso del presidente en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso son puestos en tela de juicio. Ya no alcanza con proyectar hacia un país futuro, sin reconocer las dificultades del presente y proponer un plan concreto para enderezar una economía que, según la amplia mayoría, sigue sin arrancar”. En síntesis, los datos disponibles muestran un nítido contraste entre el optimismo y el bienestar que el presidente intentó proyectar en su discurso y el pesimismo y malestar socioeconómico predominantes en el electorado. 



viernes, 9 de marzo de 2018

De la euforia poselectoral al pesimismo del último trimestre

Uno de los analistas que se hace eco del quiebre que supone la caída de las expectativas en el oficialismo de la mano de un malestar socioeconómico es Julio Burdman. “Las percepciones y expectativas venían mejorando, pero en diciembre eso cambió en la opinión pública. Y los meses que vienen van a ser duros. Hasta ahora, Cambiemos supo sortear momentos difíciles con éxito; veremos si eso se repite en 2018 (…) hay algo que sigue ausente en la relación con la opinión pública. El presidente promete resultados económicos pero no explica cómo sus políticas económicas van a conducirnos a dichos resultados”. En este marco, 2018 presenta una diferencia sustancial respecto al 2017, año en el que el verano también resultó complicado para el oficialismo: este año no hay elecciones. Como apuntó oportunamente Pablo Papini, “la diferencia principal con 2018 es económica. En 2017, por la cercanía de las urnas, el gobierno nacional aflojó un poco las tuercas de la ortodoxia. En medio de ese veranito inducido se llegó al voto, dando pues la sensación de que tal vez fuese cierto que lo peor del ajuste había pasado. Y que, por una vez, se verificaba aquello de que son los sacrificios los que traen, a la larga, el bienestar”. Sin embargo, la euforia poselectoral del oficialismo fue seguida por una ola de pesimismo en el último trimestre. El freno al oficialismo que no pusieron las urnas del 2017 lo puso la calle y el estado de ánimo dominante, atravesado por escepticismo más que por “broteverdismo”. 

Por supuesto, existe la posibilidad de que el gobierno asuma a 2018 como un año para pagar costos políticos y recoger los frutos en el electoral 2019, pero en ese caso el concepto “lo peor ya pasó” (repetido por tercera vez en el discurso de apertura de sesiones por el presidente) peca de inexacto. Es cierto que esta coyuntura tiene la peor combinación salarios-precios (los primeros aún tienen que actualizarse por paritarias, mientras los segundos crecen mes a mes), a lo que se suma otras medidas que componen un combo contractivo. Un informe de FyE Consult destacó que el primer trimestre se inicia con un combo que incluye un incremento importante de las presiones inflacionarias, "aumentando del 1,6% al 2,2/2,3% mensual entre julio-noviembre 2017 y diciembre 2017-abril 2018", y, por otra parte, aumentos y demandas salariales que el gobierno intentará "moderar" para alinear con la nueva meta de inflación del 15%. A eso se suma un ajuste de las jubilaciones del 5,7% "claramente inferior al que hubiera sido con la fórmula de movilidad anterior (10,9% estimado) y a la del mismo período del año anterior (13%)", según el informe, que desde una mirada técnica deja en claro que los jubilados salen perdiendo con la nueva fórmula respecto al cálculo previo. Pero el segundo semestre de este año no estará exento de ajustes tarifarios, por lo que no se pueden esperar tampoco grandes mejoras en el poder adquisitivo al cierre del año.  

En este marco, aun las encuestas que muestran resultados más amigables para el oficialismo encienden luces de alerta. Es el caso del sondeo más reciente de la consultora Quiddity, a la cual algunos periodistas apuntan como cercana al gobierno. Sus registros muestran que la imagen positiva del presidente se ubica en 45%, mientras que casi la mitad de los argentinos (49%) continúa aprobando su gestión. Con todo, la aprobación descendió fuerte desde noviembre pasado, cuando llegaba al 62% (la merma es de 13 puntos porcentuales), mientras que la desaprobación llegó al 43% (una suba de 8 puntos porcentuales desde noviembre pasado). Ambas variaciones son estadísticamente significativas. En el caso de la aprobación, analizando la serie evolutiva se advierte que sólo en diciembre de 2016 el oficialismo estuvo peor que ahora: por entonces, había un empate técnico entre aprobación y desaprobación (ver datos abajo; click para agrandar). 

Asimismo, apenas el 25% de los argentinos considera que la situación económica está bien, guarismo que está en el orden de los votos obtenidos por Macri en las PASO del 2015 (24,5%). Es decir, se puede interpretar que sólo el “núcleo duro” de Cambiemos avala la marcha de la economía. Además, la evaluación favorable bajó 10 puntos porcentuales desde enero pasado y 28 pp desde noviembre 2017), mientras que un abrumador 72% considera que la economía está mal, lo cual indica claramente que el malestar es transversal a la remanida “grieta” y alcanza a gran parte de los votantes de Cambiemos en el ballotage del 2015. En esta variable, si se mira la serie evolutiva se advierte que es el peor resultado desde que Macri gobierna (ver datos arriba; click para agrandar). Como matiz diferenciador de otros estudios, si bien este coincide en mostrar una baja de las expectativas, aún las ubica en terreno levemente positivo: 40% cree que la situación económica estará mejor dentro de un año, contra el 35% que considera que estará peor (diferencia que no puede considerarse estadísticamente significativa). “Las expectativas son uno de los pocos indicadores que ha mantenido de forma sostenida mejores evaluaciones positivas que negativas. Un 40% considera que el país estará mejor dentro un año, y si bien ese valor ha descendido, continúa siendo una medida clave para la sobrevivencia del gobierno nacional", apunta el informe. Asimismo, respecto a la  confianza del consumidor, si bien un 41% tiene buena expectativa económica personal futura, el 63% compra menos artículos para el hogar que hace un año, el 76% se siente inseguro para realizar compras de alto valor como departamento o auto y un 44% ve probabilidades de perder el propio trabajo o que lo pierda un familiar o conocido. En síntesis, el malestar económico también se confirma en este estudio como una clave en la construcción de tendencias de opinión pública. 


miércoles, 7 de marzo de 2018

Un trimestre “negro” para el oficialismo

El estudio nacional de Synopsis que comenzamos a citar en el post anterior coincide con Rouvier en detectar una mejora en la imagen de CFK y una merma en la de las figuras del oficialismo, pero no en la intensidad de esa mejora ni en la cuantía del desgaste de la imagen del presidente Mauricio Macri. En la encuesta de Rouvier no hay diferencias estadísticamente significativas en la imagen de ambos: el presidente tiene una positiva del 44%, mientras que la ex mandataria alcanza casi 40%; en negativa, el Macri roza el 53%, en tanto que CFK alcanza el 56% (brechas menores a 5 puntos porcentuales). En el de Synopsis, ambos tienen similar imagen negativa (Macri alcanza 39,1% y CFK 41,3%), pero el presidente obtiene una brecha un poco más sustantiva en la imagen positiva (40,3% versus 32,7%), lo cual en conjunto aún lo deja un poco mejor parado que su antecesora en el cargo (ver datos abajo; click para agrandar). 

En otra de las variables claves medidas, la imagen del gobierno, la encuesta de Synopsis muestra que sigue en descenso: en febrero cayó por tercer mes consecutivo y la negativa alcanzó el 40% (ver datos arriba; click para agrandar). Por otro lado, un 35,9% de los argentinos tiene una opinión positiva del gobierno, lo que le deja un diferencial negativo de 4,1 puntos porcentuales. En la serie evolutiva, el informe de Synopsis arroja que tras las elecciones de octubre la imagen de la gestión nacional cayó en apenas un trimestre más de 15 puntos porcentuales, como producto principalmente de la reforma previsional y la marcha de la economía: así, se puede hablar de un trimestre "negro" para Cambiemos. La inflación aparece como la preocupación clave: 3 de cada 10 electores (29,4%) la señalan como el principal problema a resolver. Junto con el desempleo (18,6%), casi la mitad de los argentinos (48%) ven con preocupación la problemática económica, dimensión que se confirma como el principal driver del malestar actual, como venimos señalando en este blog desde hace un tiempo. 

Para más datos, el 50% de los encuestados señala que la situación económica actual es peor que hace un año y la percepción de la situación económica propia muestra números similares: el 52,2% cree que su situación personal (es decir, el metro cuadrado) empeoró respecto a 2017. Eso va en línea con las principales problemáticas percibidas, pero el dato central es que las expectativas a futuro también son negativas: el 44,1% cree que dentro de un año estará peor. Este quiebre coincide con el que ya vimos en otros estudios: antes, más allá de los vaivenes de la coyuntura, se percibía una “esperanza” o una perspectiva positiva a futuro, elemento que era capitalizado por el oficialismo (junto con su matriz antiK constitutiva). Ahora, las expectativas se sitúan en terreno negativo y las positivas marcan un nuevo piso para la serie evolutiva: menos del 30% cree que el país estará mejor en 2019 y menos del 25% cree que su situación personal estará mejor en un año. 

En contexto, ese pesimismo es quizá el principal dato desfavorable para el oficialismo: ya antes había sufrido caídas en la imagen y pudo recuperarse (y hasta ganar las elecciones de medio término del 2017), pero nunca como ahora las expectativas estuvieron tan bajas. Sobre la premisa analítica de que a mediano y largo plazo son los efectos socioeconómicos los que construyen las tendencias de opinión pública más allá de los vaivenes de la coyuntura, es poco probable que el gobierno logre repuntar su imagen sólo con sucesivos cambios de agenda o golpes de efecto (mano dura a partir del caso Chocobar, confrontación con Hugo Moyano y otros gremios, debate por la despenalización del aborto, por ejemplo) si no genera alguna mejora palpable en el “metro cuadrado” de los electores, es decir, sus condiciones de vida cotidiana, determinadas sobre todo por una dimensión socioeconómica que hoy aparece en crisis. 



lunes, 5 de marzo de 2018

Oficialismo y oposición ante la bisagra en la opinión pública

 Según la encuesta de Rouvier que citamos en el post anterior, si hoy hubiera elecciones presidenciales casi el 30% votaría a Macri, un guarismo que está en el orden de magnitud de los votos obtenidos por los tres precandidatos de Cambiemos en la PASO del 2015: 30,12%. Esta tendencia actual, por supuesto, no puede tomarse como intención de voto de cara al turno electoral del 2019, para el que falta mucho, pero sí es una opinión preelectoral que pone en otra dimensión el desgaste del oficialismo en estos meses. Puestos a comparar, recordemos que según una encuesta de Management & Fit, un 20,6% de electores que votaron a Mauricio Macri en el ballotage del 2015 hoy desaprueban su gobierno; detraer esos electores del porcentaje obtenido por el actual presidente el 22-N  (51,34%) daría como resultado 10,6 puntos porcentuales menos, es decir, un 40,8% de caudal electoral. Ese guarismo está en el orden de magnitud de los votos obtenidos por Cambiemos en las legislativas del 2017 (alrededor del 40%). Ese 41% es un resultado que, de darse en 2019, le podría permitir al oficialismo ganar en primera vuelta si ningún candidato opositor alcanza el 30% + 1 voto.

En cambio, un resultado como el que arroja la encuesta de Rouvier, casi 11 puntos porcentuales por debajo, abriría un escenario muy diferente y más competitivo. No implica per se una derrota del oficialismo, pues si bien un 40,1% tiene una opinión electoral favorable a votar a un candidato opositor, si ese 40% se dispersa en varios el oficialismo podría seguir siendo la primera minoría electoral, y un cuarto de los electores no se pronuncia hoy ni por el oficialismo ni a favor de la oposición. Pero, y no es un detalle menor, estaría más de 10 puntos por debajo del guarismo que le permitiría evitar una segunda vuelta, que sería de pronóstico incierto si Macri como candidato no superara el 30% en la primera vuelta (más allá de qué candidato se ubicara como el segundo más votado en la primera ronda). Implicaría, asimismo, que al menos en términos de opinión electoral el oficialismo perdió 10 puntos porcentuales desde el resultado de las legislativas del 2017 y ya no 20,6% de electores como en el estudio de M&F sino un 42% respecto al ballotage del 22-N (51,34%-21,04=29,7%).  



Más allá de estas hipótesis, la encuesta de Rouvier arroja otros datos de interés. Por ejemplo, muestra que el actual presidente y su antecesora ya tienen niveles de adhesión y rechazo similares: Macri cuenta con una imagen positiva del 44%, mientras que la ex mandataria alcanza casi 40%; la brecha entre ambos no puede considerarse estadísticamente significativa. Asimismo, con respecto a la imagen negativa, el presidente roza el 53%, en tanto que CFK alcanza el 56%. Nuevamente, no puede considerarse a esa diferencia estadísticamente significativa (ver datos arriba; click para agrandar). Otra clave que destaca el informe de Rouvier: “La imagen de la ex Presidenta Cristina Kirchner se afirma en una tendencia que ya habíamos observamos en enero y que tiene que ver con el decrecimiento leve de su imagen negativa y una pequeña mejora en su calificación positiva. Habrá que observar la evolución”, dice Rouvier. Esto sugiere que el desgaste de Macri podría estar siendo capitalizado, si bien levemente hasta ahora, por la principal opositora, y refuerza la hipótesis de que el 2019 podría reeditar una lógica polarizadora en torno a dos consensos negativos: Cambiemos como antítesis del kirchnerismo y a su vez este como oposición nítida al oficialismo, acotando el espacio para las terceras vías, candidatos moderados, peronistas “republicanos” o dirigentes de la “avenida del medio” (tal como vimos en el turno electoral del 2017, si bien con una polarización asimétrica). 

Otra consultora que coincide con Rouvier en detectar una mejora en la imagen de CFK es Synopsis, que observa en su informe que “desde noviembre se registró una fuerte caída en la imagen de la mayoría de los dirigentes oficialistas, al tiempo que se registra una recuperación en la imagen de la expresidenta CFK”, señala el informe. Así, el presidente Mauricio Macri tiene una imagen positiva de 40,3% contra un 39,1% de negativa (empate técnico). Por su parte, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, obtiene 54% de positiva y 31,2% negativa (con un diferencial positivo de casi 23 puntos porcentuales). La diputada oficialista Elisa Carrió registra 44,8% de opiniones positivas y un 36,8% de positivas (diferencial positivo de 8 pp). Entre los dirigentes opositores medidos, la de mejor performance es CFK, con 32,7% de positiva y 56,3% de negativa, lo que arroja un diferencial negativo de -23,6 puntos porcentuales. El senador Miguel Ángel Pichetto, de la línea dialoguista del peronismo, obtiene un diferencial negativo apenas menor, de -21,6 pp, al igual que Sergio Massa (-23,4 pp), pero ambos tienen una imagen positiva muy inferior a la de la ex presidenta, que además viene en recuperación. Esto refuerza la hipótesis de que el desgaste oficialista reposiciona mejor a quien es la opositora más nítida a Cambiemos, en detrimento de los opositores moderados u “opo-oficialistas” como Pichetto o Massa: en este último caso, las urnas de PBA en 2017 validaron la hipótesis expuesta.