miércoles, 29 de agosto de 2018

Primera minoría electoral en disputa, ballotage abierto

Que el dólar no encuentre techo y Macri no encuentre piso en imagen también tiene repercusiones preelectorales de cara al 2019. En dos columnas escritas en el pase del primer al segundo semestre de este año, el sociólogo y consultor Carlos de Angelis planteó dos claves del proceso de la opinión pública. En la primera de ellas, del 23 de junio de 2018, apuntó: “si la inflación de 2018 estuviera más cerca del 40% que del 30%, daría lugar a un nuevo descenso en la consideración popular. Pero cuando se observa la intención de un hipotético voto, el Gobierno retiene aún el 35%, mientras ningún otro espacio supera el 30%. Incluso se da la paradoja de personas que evalúan en forma regular a Mauricio Macri, y que no esperan que la situación mejore ostensiblemente para el año próximo, que aun podrían aportar su voto para la reelección presidencial. Se trata de un voto profundamente ideológico, cuya principal bandera es un nuevo antiperonismo, y que Macri captura haga lo que haga. Curioso para un gobierno que se ha autodefinido como posideológico”. Con matices, esta clave interpretativa ya fue expuesta en este blog cuando apuntamos que el significante del cambio nunca había sido “vacío” (tesis del consultor Roberto Bacman), sino negativo, es decir: el cambio entendido como antítesis del gobierno anterior, o sea antikirchnerismo o, de manera más amplia, antiperonismo. Sin embargo, desde es análisis del sociólogo, sí hubo una sensible modificación del escenario que es preciso marcar: según la más reciente encuesta de Synopsis ya hay un espacio opositor que gira en torno al 30% de preferencia electoral de cara al 2019: Unidad Ciudadana, que con 30,2% se ubica apenas a 2,2 puntos porcentuales de Cambiemos (32,4%; ver datos arriba, click para agrandar). Esto implica que si hoy hubiera elecciones, la primera minoría electoral sería disputada por ambas fuerzas en paridad, dado que la diferencia entre ambas no puede considerarse estadísticamente significativa. 




En su segunda columna, del 29 de julio, de Angelis destacó que después del FMI “el Gobierno necesita una nueva narrativa para transitar hasta marzo o abril pasando los duros meses en los que se espera lo peor en términos económicos y sociales. Esto implica iniciar nuevas líneas de conversación, como les gusta decir a los expertos en comunicación política. Se puede probar con viejas fórmulas exitosas del pasado, como impulsar al centro de la escena a la sacerdotisa mayor Cristina Kirchner. Pero responde con un truco de magia inesperado: el silencio. El acto tiene un efecto contraindicado, algunas encuestas comienzan a mostrar una paridad en ballottage, pero al mismo tiempo crece el número de los agnósticos, que se suelen presentar en la categoría ´No sabe/No contesta´”. Con matices, también en este blog planteamos este desafío semántico: el envejecimiento prematuro de la marca Cambiemos, que reconoce como bisagra el mes de diciembre de 2017 cuando se cambió la fórmula de la movilidad previsional, se aceleró con el FMI, un organismo que no sólo tiene mala imagen en el público general sino que también tiene problemas para legitimarse entre líderes de opinión y periodistas en nuestro país, como puede apreciarse en el gráfico de arriba y abajo (click para agrandar). El acercamiento al FMI terminó por enlazar el significante Cambiemos a otro significado (ya no sólo antikirchnerismo o antiperonismo): ajuste. A la par, la crisis económica se llevó puestas las expectativas que habían permitido al oficialismo sortear crisis anteriores. Ante el agravamiento del cuadro de situación, Cambiemos desempolvó el recurso de la grieta, tensando al máximo la disputa con CFK. 




El resultado fue pírrico, ya que aventó la posibilidad de que la crisis la pudiera capitalizar un opositor moderado, pero al mismo tiempo reforzó a la ex presidenta como antítesis. Eso no sólo puso en cuestión la primera minoría electoral en una eventual PASO, sino que también hizo competitivo un ballotage que meses atrás se suponía hubiera abonado un nuevo triunfo de Cambiemos. Esto tiene que ver no sólo con encuestas que muestran (si bien extemporáneamente) una segunda vuelta muy cerrada, sino con la historia electoral latinoamericana, cuyos antecedentes demuestran que si en primera ronda la diferencia entre primera y segunda fuerza es mínima (como se ve en las encuestas de Synopsis y en otros estudios que citaremos ahora), en la segunda ronda las chances se reparten de manera bastante simétrica entre ambas (es lo que sucedió en Argentina el 22-N del 2015: 51,34% para Mauricio Macri, 48,66% para Daniel Scioli). 




Hagamos un repaso de mediciones: según un estudio de Raúl Aragón y Asociados divulgado en julio, en primera vuelta con 4 candidatos CFK obtendría 31,8%, Macri 30,2%, Massa 21,2%, Nicolás Del Caño 6,9%, indecisos 6,9% e impugna el voto 3%. Esto es, un escenario polarizado simétricamente con empate técnico, dado que la diferencia de 1,6 puntos porcentuales no es estadísticamente significativa. Así, Unidad Ciudadana y Cambiemos pasarían a segunda vuelta. En esa instancia, nuevamente se detecta un empate técnico: CFK 40,7% y Macri 40,5%, con 10% de Ns/Nc y el resto no votaría. En otros escenarios de ballotage, Sergio Massa y Juan Urtubey también podrían darle pelea a Macri, pero esas hipótesis no se darían si ninguno de ellos logra recortar la ventaja de dos dígitos que hoy le saca la ex presidenta a las figuras “opo-oficialistas”. Por su parte, Rouvier y Asociados también registraba en julio un empate técnico en un hipotético ballotage: 39,25 para Macri, 37,9% para CFK, con 10% de indecisos y casi 13% de ninguno (ver datos arriba; click para agrandar). Finalmente, la consultora Management & Fit también relevó permeabilidad electoral a fines de julio: entre CFK (35,4% de permeabilidad) y Macri (40,1%) no surgen ventajas relativas apreciables en voto potencial ni en los techos respectivos (62,5% vs 57%), dado que las brechas de entre 4,7 y 5,5 puntos porcentuales no pueden considerarse estadísticamente significativas (ver datos abajo; click para agrandar). 



martes, 28 de agosto de 2018

El dólar sigue buscando techo, Macri sigue buscando piso: continuidad de la crisis

"Mientras el dólar busque su techo, Macri buscará su piso", escribimos al desatarse la corrida cambiaria de mayo pasado. Esa corrida funciona como síntoma de una crisis socioeconómica más amplia, que desde hace meses barre todas las certezas con las que el oficialismo creía contar después de la euforia poselectoral de octubre de 2017. La primera medición en detectar que la imagen positiva de gestión presidencial de Mauricio Macri perforaba el umbral del 30% fue Synopsis en junio pasado, cuando ese registro alcanzó el 29,1%; en julio, fue de 28,8%, y en agosto de 28%, con casi 51% de imagen negativa (ver datos arriba; click para agrandar). Se trata de variaciones estadísticamente no significativas entre mediciones, pero insinúan que el desgaste en goteo continúa e implican un trimestre completo con la imagen favorable de gestión por debajo del 30%. Ese desgaste también lastra a la figura presidencial: Mauricio Macri registró en agosto su peor nivel de los últimos 27 meses, haciendo un pico de 48% de imagen negativa y un mínimo de 32% de positiva (ver datos abajo; click para agrandar). En ambos indicadores, el declive comenzó en diciembre de 2017 con la reforma de la movilidad jubilatoria. La gestión cedió 20 puntos hasta agosto y la imagen casi 19 puntos en el mismo lapso, lo que muestra que ambas caídas están acompasadas.





El deterioro también coincide con la inestabilidad cambiaria y tiene un empalme muy aproximado a la caída de la economía, que fue de 0,2% interanual en abril y se aceleró en mayo (5,2%)  y en julio (6,7%; ver datos abajo; click para agrandar). Si bien hay que esperar las estadísticas oficiales de agosto, la expectativa es negativa: según los datos preliminares, la tendencia para el mes indicaría que la inflación se ubicaría ya en un 3,5% de piso avanzando hacia el 4%, la devaluación podría superar el 13% (del 66,6% acumulado hasta ayer en 2018) y la caída interanual de la actividad estaría nuevamente en torno al 6%, con un retroceso mensual de más de 1%. 





Si pasamos a otra de las mediciones recientes, se puede apreciar que los números de la consultora Ricardo Rouvier y Asociados son algo diferentes a los de Synopsis (matiz que pasa por la diferente forma de medir, ya que esta segunda consultora polariza entre opiniones positivas y negativas, sin la categoría de respuesta "regular"), hay coincidencia en que continúa la tendencia descendente en la imagen de la gestión nacional: la positiva tocó un piso de 31,9% en agosto (contra 28% de Synopsis) y la negatividad respecto a su gestión y su figura siguen acentúandose (63,1% de negativa en la gestión, contra casi 51% en Synopsis; ver datos abajo; click para agrandar). 





Siguiendo nuestra premisa analítica central de que son los efectos socioeconómicos los que a mediano y largo plazo construyen las tendencias de opinión pública (más allá de los vaivenes de la coyuntura), esos descensos que se perciben acompasados con expectativas económica e inflacionarias que no logran mostrar recuperación y que contribuyen a explicar por qué el oficialismo no logra salir de esta crisis, algo que sí pudo hacer en anteriores coyunturas desfavorables (ver datos arriba; click para agrandar). Desde fines de 2017, la imagen presidencial perdió 17 puntos y hoy 6 de cada 10 argentinos tienen una imagen negativa del presidente. Numeros similares se observan en la evaluación de la gestión de gobierno: 63% de los electores argentinos tiene una opinión negativa, cuando a fines del 2017 ese segmento oscilaba en torno al 44%. 




El punto de quiebre tiene consenso entre los analistas: los cambios previsionales en diciembre pasado, que detonaron una enorme movilización e inauguraron una nueva fase perceptiva en Cambiemos, aquella que el oficialismo había procurado evitar desde el inicio de su gestión por sugerencia de su consultor estrella, Jaime Durán Barba: el cambio entendido como ajuste. En la misma línea, entre diciembre de 2017 y agosto de 2018 se deterioraron 14 puntos porcentuales las expectativas económicas, al punto que ya el 53% tiene una perspectiva negativa a futuro (ver datos arriba; click para agrandar).





La medición más reciente de la consultora Query Argentina también arroja números rojos: la imagen positiva de la gestión es de 29% contra 61% de negativa, lo que resulta en un diferencial desfavorable de -31% (la diferencial  con el resultado lineal de -32% se debe a decimales no expresados; ver datos arriba; click para agrandar). En este caso, el registro positivo, pese a que la forma de medir no es la misma, coincide con el de Synopsis en ubicarse por debajo del umbral de los 30 puntos. En las mediciones de esta consultora, es la primera vez en la serie evolutiva que se perfora ese umbral; al mismo tiempo, se rompe el pico de 60 puntos en la imagen negativa, de lo cual resulta un salto en el diferencial negativo, que supera por primera vez los 30 puntos en la serie evolutiva (ver datos abajo; click para agrandar). En síntesis, con apenas matices, todas las mediciones convergen en un dato estructural que ya venimos señalando: el oficialismo se repliega sobre su núcleo duro, esto es, en el orden de magnitud del 30,12% que obtuvo en las PASO del 2015 y bien por debajo del 42% logrado en las legislativas del 2017, tanto en términos de imagen como de acompañamiento electoral, al punto que si hoy hubiera elecciones vería comprometida su posición de primera minoría. 



sábado, 25 de agosto de 2018

Bucles de retroalimentación en la crisis

En una entrada reciente citábamos a la directora ejecutiva de Eco Go, Marina Dal Poggetto, quien planteaba que la actividad ya transitaba una recesión muy pronunciada acentuada por la sequía y no se veía dónde hace piso la economía. Según ella, “hay un escenario donde política y economía empiezan a iterar en forma complicada, porque la política se arregla si la economía se estabiliza. Y al mismo tiempo la economía se estabiliza si ingresan capitales pero para eso la política se tiene que arreglar. Esto no es tan evidente que pase, aun en una economía con un tipo de cambio mucho más alto, un aumento en las exportaciones el año que viene y una economía donde el aumento en las tarifas avanzó, tal vez a mitad de camino por el salto cambiario”. Coincidimos, y agregamos: existen otros bucles de retroalimentación que complican la posibilidad de que la actividad repunte de cara al 2019 electoral. Como vimos también en un posteo reciente, un análisis de escenarios realizado por Singerman-Makon apuntó que, así como Dal Pogetto destaca la iteración entre política y economía, hay también una iteración entre la inflación y el nivel de actividad: para que la inflación sea menor al 30% anual, la recesión en el segundo semestre debería ser aguda (-4% o -5%), lo que aplacaría el pase a precios (pass-through) de la suba del dólar y reprimiría el pase de la inflación mayorista a la minorista, con un consumo enfriado y paritarias freezadas. En cambio, si la recesión fuera menor en el segundo semestre (-3% o -4%, con lo cual el año cerraría con el PBI cayendo entre 1% y 1,5%), la inflación se ubicaría en el orden del 30 a 32% o por encima del 32%, en función de la mayor o menor reapertura de paritarias y la doble transferencia de la devaluación a la inflación y de la suba de precios mayoristas a minoristas. 





Cabe destacar, por cierto, que la probabilidad de que la inflación de 2018 sea menor al 30% era sólo del 5% según Singerman & Makon (es decir, casi descartada); la probabilidad de que se ubique entre el 30% y el 32% es del 25%, mientras que la probabilidad de que sea mayor al 32% es del 70%, lo que se afirma como la hipótesis más plausible. Recordemos que el presupuesto del gobierno establecía para este año 3,5% de crecimiento de la actividad, dólar promedio en $ 19,30 e inflación en 15,7%. Hasta julio, la inflación ya alcanzó el 19,6%, con lo que se superó la meta anual en apenas 7 meses y a nivel interanual ya se ubica en 31,2%, según datos oficiales, mientras que el dólar ya superó los 31 pesos. En este marco, hay un doble fracaso del oficialismo en materia de gestión de expectativas: como detectó la más reciente encuesta realizada en la provincia de Córdoba por la consultora Delfos, la expectativa inflacionaria de los electores sigue muy alta, en torno al 30% (ver datos arriba; click para agrandar). Ese fracaso se articula con otro más amplio: la caída general de todas las expectativas económicas que hemos visto en diversos estudios citados en este blog, motor que en otros momentos le permitió al gobierno superar crisis anteriores de imagen y de aprobación y que en el último semestre se apagó y no ha vuelto a reencenderse. 





Peor todavía, la suba de precios impacta diferencialmente por nivel socioeconómico: la inflación de los pobres en Capital y Gran Buenos Aires ya está en el 34% anual, según los datos del Indec, por arriba del 31,2% de inflación promedio y el 30,9% de la región metropolitana. Con el 32,4%, los indigentes también se ubican entre los más golpeados por la suba de los precios al consumidor, efecto socioeconómico de gestión que explica por qué el gobierno de Macri se afirma en todas las mediciones como una gestión que beneficia relativamente a los sectores más ricos y, por contraste, afecta a los menos. Para más datos, según un relevamiento del Observatorio de Políticas Públicas de la Undav (Universidad de Avellaneda), con 31% en los últimos 12 meses, la Argentina está en el cuarto lugar a nivel mundial de los países con mayor inflación después de Venezuela (82.766%), Sudán del Sur (123%) y Sudán (64%). Nuestro país supera a países como Congo, Siria, Liberia, Angola y Sierra Leona (ver datos arriba; click para agrandar). La inflación en los primeros 7 meses del año se aceleró con respecto a 2017, superando en el acumulado lo que se registró en ese mismo período. En total, el alza generalizada de precios sobrepasó el 120% desde que Mauricio Macri es presidente: medida desde diciembre de 2015, cuando asumió Macri, la inflación ya marcó un alza de 120,9%. La particularidad de 2018 es la aceleración inflacionaria, es decir, los precios están subiendo más que en los mismos meses de 2017 (ver datos arriba; click para agrandar). De hecho, sólo en marzo la inflación fue menor este año que en el anterior; en todos los demás fue mayor o igual. La aceleración se plasmó especialmente en junio y julio cuando los precios se incrementaron 1,2% y 1,7% en 2017, contra 3,7% y 3,1% en 2018. En tanto, los precios mayoristas vienen acelerando la suba desde junio de 2017 y en julio de este año aumentaron 47%. Para agosto, la expectativa es negativa: según cálculos privados preliminares, la inflación podría ser del 4%, es decir, la más alta del año.





Con esta inercia inflacionaria, se afirma la hipótesis de que la inflación superará el 32% en 2015. ¿Qué puede suceder con la actividad? El Indec informó una contracción de la actividad de casi tres puntos más que en mayo. En sólo 6 meses, el PBI ya acumuló una baja de 0,6%, el primer número negativo anual en lo que va del 2018. La actividad económica se derrumbó 6,7% en junio en forma interanual y retrocedió 0,6% en el primer semestre, informó el Indec (ver datos arriba; click para agrandar). Además, el efecto contagio se expande a nivel de sectores: 10 se contraen, contra 6 que siguen con números verdes. El mal resultado de junio hizo que la actividad pasara a signo negativo en el año. Con el magro resultado de junio, el nivel de actividad acumuló su tercera baja consecutiva, confirmando el escenario recesivo de la economía argentina. Con la caída de junio, la actividad ya volvió al nivel de octubre de 2016, que había sido el peor año de la gestión Macri en términos de inflación y nivel de actividad. La baja de los últimos meses acusa el fuerte impacto de la sequía, el salto del tipo de cambio y la interrupción del financiamiento al que la gestión Cambiemos venía recurriendo de manera sistemática. En este marco, ya hay nuevas proyecciones que estiman una caída del nivel de actividad en torno al 1% para este año, que se suman a la aportada por Singerman & Makon (entre -1% y -1,5%). El economista ortodoxo José Luis Espert estimó una inflación con un piso del 35% y de hasta 40%, un dólar entre $ 32 y $ 34 para fin de año, una caída de la actividad económica de 1,2%, y un déficit fiscal primario de 2,4%. Y no descartó un “cisne negro” (que al parecer ya no sería negro, sino gris): “Hay motivos para que haya dudas sobre si Argentina va a necesitar una reestructuración de la deuda. Se habla de que al Gobierno le faltan 7.500 millones de dólares para financiarse hasta fines de 2019 y en realidad lo que necesita son 35.000 millones de dólares, en un contexto en el que los mercados están cerrados". Recordemos que hace pocas semanas, la probabilidad de default era del 20%; sin dudas, hoy es mayor. 

miércoles, 22 de agosto de 2018

Economía vs corrupción: efectos socioeconómicos + aportantes truchos vs cuadernos

En este marco, a los efectos socioeconómicos de la gestión Cambiemos que venían creando malestar y desgastando al oficialismo se sumó el “issue” corrupción con la causa de los aportantes truchos. Aunque los “cuadernos K” han recibido una cobertura mucho mayor, el efecto acumulado de estas variables no ha alterado de manera significativa la estructura de preferencias preexistente, que Poliarquía ya había perfilado en su informe de julio pasado (ver datos abajo; click para agrandar), tendencia que se desprende tanto de los datos de Synopsis citados en el posteo anterior como de las nuevas mediciones que repasaremos en esta entrada. 



En cuanto al impacto del “issue corrupción” en el oficialismo, según el estudio realizado por la consultora Gustavo Córdoba y Asociados,  un 55% piensa que María Eugenia Vida y Cambiemos cometieron corrupción en el caso de los aportantes truchos en campañas electorales bonaerenses y sólo un 21,5% negó esos presuntos ilícitos (ver datos abajo; click para agrandar). A su turno, en el caso de la afectación al kirchnerismo por los textos del ex chofer Centeno, un 51% percibe cree que impactarán en la fuerza de CFK, contra un 30% que no lo percibe así (ver datos abajo; click para agrandar). Así, hay casi un 20% de electores que no se posiciona frente al impacto de los cuadernos de Centeno y que se perfila como un segmento más atento a los efectos socioeconómicos de gestión que a los vaivenes de la coyuntura. 





Asimismo, actualizando las imágenes de Mauricio Macri y de CFK, según Córdoba y Asociados el actual presidente ya tiene más imagen negativa que la ex mandataria (58,7% a 51,7%, 7 puntos porcentuales que hacen una diferencia estadísticamente significativa) y se ubica algo por debajo en imagen positiva (39,4% a 44,3%), si bien en este caso la brecha apenas roza los 5 puntos porcentuales (ver datos abajo; click para agrandar). Así, Macri tiene un diferencial negativo de 19,3, contra uno de 7,4 en la ex presidenta. Estos datos insinúan que la evolución de las tendencias resulta más desfavorable para el oficialismo que para la principal figura opositora. A su turno, si bien con algunos matices respecto a la encuesta de Synopsis que vimos en el posteo anterior, el más reciente estudio de Poliarquía coincide en que la causa de los cuadernos no mermó las chances electorales de CFK ni del espacio que la ex presidenta lidera. Entre julio y agosto, el kirchnerismo pasó del 29% al 27% de las preferencias, mientras que Cambiemos se mantiene en el 37% (ver datos al inicio del posteo; click para agrandar). Como se advierte, respecto a la medición de Synopsis el oficialismo como espacio se ubica 4,6 puntos porcentuales arriba y el kirchnerismo 3,2 puntos porcentuales debajo, diferencias que no pueden considerarse estadísticamente significativas y que confirman a ambas fuerzas como las principales formaciones y núcleos duros política y electoralmente hablando, aunque en este estudio Cambiemos se confirma como primera minoría (algo que aparecía disputado en la medición de Synopsis). 




En el caso del peronismo, hay que señalar que Sergio Massa no se ha reincorporado a esa fuerza, con lo cual en rigor la sumatoria de 20% que Poliarquía hace debería ser corregida, presentando por separado la sumatoria de 8% (5% de Urtubey y 3% de Randazzo y Solá, quien formalmente tampoco ha vuelto al PJ, si bien se ha distanciado del Frente Renovador y se ofrece como prenda de unidad del espacio pan-justicialista). Así, el PJ alcanzaría en el mejor de los casos 8%, contra 10,7% que veíamos en el estudio de Synopsis, al menos mientras el tigrense no se reincorpore orgánicamente al PJ. Según Poliarquía, el apoyo a Cristina Fernández de Kirchner se mantiene a pesar de las nuevas denuncias de corrupción que tienen enorme difusión mediática, muy por encima de la dedicada al “issue” crisis socioeconómica en conjunto. Su estructura de imagen de 30% de opiniones a favor, 20% regulares y 50% negativas de los dos últimos años no se altera, e incluso su imagen insinúa un crecimiento de 2 puntos porcentuales respecto de julio pasado (no estadísticamente significativo, pero cualitativamente destacable dado el contexto comunicacionalmente adverso) y de 7 puntos porcentuales en el Gran Buenos Aires (este sí estadísticamente significativo y probablemente atribuible a un efecto de contraste con el gobierno, que sigue en caída en ese conglomerado). 




A su turno, la aprobación del presidente Macri no se modifica (pasa de 38 a 39% entre julio y agosto y sigue perforando el umbral del 40%, bien lejos del pico de más del 50% en noviembre de 2017). Por distritos, mejora 6 puntos en la Ciudad de Buenos Aires y 2 puntos en el interior, mientras que en el Gran Buenos Aires sigue en retroceso, pasando del 30% en julio al 28% actual (todas esas variaciones son estadísticamente no significativas). “Se muestra al igual que los últimos meses una dispersión muy significativa entre la evaluación de la población del conurbano bonaerense respecto del resto del país”, dice el informe, que insiste en que la crisis económica está impactando más fuerte en el Gran Buenos Aires que en Ciudad de Buenos Aires y en el interior del país. En cuanto al “issue” cuadernos, casi la totalidad de los argentinos están enterados del tema, pero sólo poco más de la mitad lo sigue con interés y a un 41% el tema le importa poco y nada. Las opiniones relativas a la veracidad de las acusaciones que lleva adelante el juez Claudio Bonadio se dividen en función de la intención de voto previa: para los segmentos afines al kirchnerismo es mentira que Néstor Kirchner o Cristina Fernández hayan recibido bolsos con dinero, creen que la investigación se trata de una operación política y que CFK no debería perder los fueros, mientras entre los votantes de Cambiemos  reafirma sus convicciones previas. En síntesis, del cotejo de un conjunto de datos diversos se confirma que aunque el "issue" corrupción ganó protagonismo en la agenda, no se altera la distribución preexistente de segmentos político-electorales. 



Crisis en “U” y crisis en “L”: economía vs corrupción

En una columna escrita ya hace más de un año, el sociólogo Carlos de Angelis apuntaba: “Crear nuevas categorías políticas e instalarlas en la sociedad es una tarea de alta ingeniería social y una demostración de poder. En este sentido, el macrismo en su tiempo de gobierno ha convertido a la corrupción en uno de los elementos claves de la agenda política”. A renglón seguido, sin embargo, planteaba que el malestar socioeconómico desafiaba la efectividad de una agenda construida sobre ese eje: “se instaló un clima negativo por las dificultades para conservar el empleo, y para llegar a fin de mes. Esta percepción ya no es monopolio de los sectores medios bajos, sino que se expande hasta arriba de la pirámide social, muchos de los cuales ya están experimentando el incremento sideral aunque silencioso de las tarifas de luz y gas. Sobre estos miedos y compromisos se sobreimprime la amenaza de un cruento ajuste poselectoral (casi inevitable a la luz de los números del Estado), saben que el Gobierno no vacilará en llevarlo adelante, y que será más profundo con un triunfo electoral entre sus manos. En ese marco, bolsillo mata corrupción en la lucha entre las categorías”.  



Precisamente esto que el consultor anticipó es lo que estamos viendo hoy: la corrupción cobró un renovado  protagonismo en la agenda pública de la mano de dos causas de diversa resonancia e impacto (aportantes truchos en el caso de Cambiemos y cuadernos/coimas en el kirchnerismo), pero las preocupaciones siguen dominadas por los efectos socioeconómicos de la gestión Cambiemos y la crisis que ya el propio gobierno reconoce, pese a insistir en que es distinta de otras anteriores. Además, al haber también casos de corrupción que impactan en Cambiemos, esa Alianza ya no tiene la misma legitimidad que antes para capitalizar ese “issue”. Esta línea interpretativa es confirmada por diversos estudios. Según la medición de agosto de la consultora Synopsis, las preocupaciones económicas rozan el 55% de las menciones y la inflación casi duplica a la corrupción como “issue”, pese a que esta avanzó desde la encuesta anterior, al punto de disputar el segundo lugar con “desempleo” (la diferencia de 3,8 puntos porcentuales entre ambas no puede considerarse estadísticamente significativa; ver datos arriba, click para agrandar). Asimismo, el motor de las expectativas, aquel que le permitió al gobierno salir adelante de crisis anteriores, sigue apagado: apenas 25% de los argentinos cree que el año que viene el país va a estar mejor económicamente y apenas el 17% por ciento cree que le va a ir bien personalmente en lo económico, mientras que casi 50% espera un empeoramiento (ver datos arriba; click para agrandar). Se trata de las expectativas más negativas desde que Mauricio Macri asumió la presidencia y ambos guarismos perforan el orden de magnitud de los votos obtenidos por Cambiemos en las PASO del 2015: 30,15%. Esto confirma que el optimismo se va replegando y retrocede incluso hacia los umbrales inferiores del núcleo duro cambiemita. Con contraste, en octubre del 2017, cuando el oficialismo rondó el 42% del total de votos a nivel país, las expectativas positivas sobre el futuro del país alcanzaban el 43%, lo que sugiere que ambas variables están correlacionadas. 



En ese marco, tampoco se verifican desplazamientos significativos en términos de imagen e intención de voto. La calificación positiva de la gestión de gobierno de Macri sigue por debajo del 30%: alcanza 28% en esta medición, con casi 51% de negativa; es decir, piso de positiva y pico de negativa en la serie evolutiva). En tanto, por espacio se registra un empate técnico entre Cambiemos y el kirchnerismo: 32,4% a 30,2%, una diferencia de 2,2 puntos porcentuales que no es estadísticamente significativa y resulta muy similar a la brecha que resultó del ballotage del 2015 (2,68 puntos porcentuales). Esto implica ni la causa de los cuadernos ni la de los aportantes truchos han cambiado la distribución de preferencias que confirma a Cambiemos y al kirchnerismo como los dos núcleos duros más fuertes a nivel país, ya que el peronismo federal aparece muy relegado, con apenas 10,7% (ver datos arriba; click para agrandar). No obstante, si comparamos estas tendencias con los resultados de las elecciones de medio término del 2017, sí se advierte un repliegue del oficialismo (del 42% al 32,4%, es decir casi 10 puntos porcentuales) y un módico avance de la principal fuerza opositora (del 23,5% al 30,2%, casi 7 puntos porcentuales) y un estancamiento del peronismo no K (la variación de 9,5% a 10,7% no puede considerarse estadísticamente significativa). Esto insinúa que marchamos hacia una nueva polarización, pues las terceras vías no capitalizan la corrupción K ni la M ni tampoco los efectos socioeconómicos de la gestión Macri. 



Esta encuesta también confirma el acotado impacto del caso de los cuadernos en otro dato relevado. Si bien el 49,2% de los electores argentinos cree que lo que cuentan los cuadernos es cierto (contra 33,8% que no cree nada de lo que cuenta y 17% que no saben o no contestan), casi 83% no cambió su opinión de CFK a raíz del caso y quienes dijeron haberse convencido de que la ex presidenta es corrupta a raíz de la difusión del caso no llegan al 10% (ver datos arriba; click para agrandar). Aunque no se trata de una cifra estadísticamente no significativa (es mayor al error muestral), no se advierte que impacte en la intención de voto del espacio que lidera la presidenta, que incluso llega a disputar la condición de primera minoría al oficialismo

sábado, 18 de agosto de 2018

Crisis en “U” y crisis en “L”: el impacto en la agenda de la opinión pública y la variable inflación

En este contexto de empeoramiento del empleo, se espera que en los próximos días el triunvirato de la CGT comience una fuerte ofensiva contra el gobierno nacional y reclame una suspensión de los despidos por lo menos hasta fin de 2018. Así, el desgaste socioeconómico genera una lesión del tejido social que traza escenarios preocupantes a corto y mediano plazo: como citamos en el posteo anterior, según el CEPA (Centro de Economía Política Argentina) las cesantías y suspensiones del mes pasado duplicaron las de julio 2017 (6.588 casos contra 3.199); 8 de cada 10 trabajadores desplazados trabajaban en la industria; 1 de cada 5 casos de pérdidas de empleo industrial en el último trimestre correspondió a plantas o a talleres que directamente cerraron sus puertas. Por otro lado, según la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) que realizó el Ministerio de Trabajo entre 3.000 compañías, los resultados muestran el peor nivel desde 2014: los empresarios hacen foco en bajar costos y la mayoría prefiere esperar que se estabilice la situación económico-financiera antes de contratar personal. Como antecedente, recordemos que la actividad económica se contrajo 1,4% en mayo de 2018 respecto del mes previo y 5,8% interanual, poniendo de manifiesto una caída desigual por sectores (ver datos arriba; click para agrandar) pero que podría generalizarse en los próximos meses, según diversos analistas.

Como vimos en el posteo anterior, según la directora ejecutiva de Eco Go, Marina Dal Poggetto, ya estamos en una recesión muy pronunciada, acentuada por la sequía, y no se ve dónde hace piso la economía; que no se vea el punto de piso hace que un eventual rebote (al que el gobierno apostaba todas las fichas) no sea visible como para dibujar una crisis en “V” o en forma de tilde, perfilando en cambio una crisis más larga, en forma de “U” (esto es, con una recesión que podría durar al menos tres trimestres) o aún peor, en forma de “L” (es decir, no menor a un año hacia adelante). Según Dal Poggetto, “la expectativa del Gobierno es que cayó fuerte el segundo trimestre, cae el tercero, el cuarto hace piso y el año que viene volvés al zig-zag. Pero el zig-zag es consistente con un contexto de ingreso de capitales el año próximo. Que de alguna forma te permita anclar el tipo de cambio, volver a atrasarlo un poco, y que aunque tengas política fiscal contractiva, la de ingresos sea expansiva. Que el salario y las jubilaciones le ganen a la inflación y la política crediticia sea también expansiva y compensen al ajuste fiscal. Pero ese escenario depende de que el mercado lo compre. Y a mi juicio hay un escenario donde política y economía empiezan a iterar en forma complicada, porque la política se arregla si la economía se estabiliza. Y al mismo tiempo la economía se estabiliza si ingresan capitales pero para eso la política se tiene que arreglar. Esto no es tan evidente que pase, aun en una economía con un tipo de cambio mucho más alto, un aumento en las exportaciones el año que viene y una economía donde el aumento en las tarifas avanzó, tal vez a mitad de camino por el salto cambiario”




El panorama que perfila el sociólogo Carlos de Angelis es aún peor: “Hay un hundimiento de la economía. Se siente en la calle y en la caída de la actividad industrial. Toda la apuesta del gobierno parece estar puesta en hacer una buena cosecha en año que viene. Hay mucha decepción con el macrismo en sectores medios que lo votaron, pero todavía no quiere decir que hayan decidido apoyar otra propuesta. El tema es que la economía está cayendo en picada. Es muy difícil predecir la evolución de la situación política y social con este deterioro. El ajuste fuerte todavía no arrancó. Impactará con más fuerza a partir de la aprobación del presupuesto del año que viene. Hay informes que hablan de una recesión que puede durar más de dos años”. Una recesión mayor a dos años sería un franco escenario de crisis en forma de “L”, el más desfavorable para Cambiemos y el más propicio para un retorno del kirchnerismo al poder. Combinado con alta inflación (que, en rigor, no es más alta precisamente por el contexto recesivo), el cóctel resulta cuasi explosivo. Repasemos datos duros: la inflación de julio se ubicó en 3,1%, acumulando en lo que va de 2018 un alza del 19,6%, según el Indec; en los últimos 12 meses, ya suma 31,2%. Los analistas creen que agosto volverá a tener una base elevada y que el año terminaría cerca del 35%, valor que supera lo acordado con el FMI. Confirmando que el principal motivo de desgaste del gobierno es la situación económica, el sociólogo de Angelis apunta que “la mayoría de la gente piensa que el oficialismo no sabe cómo bajar la inflación. Es lo que cree un 65%, según las encuestas. También piensan que el gobierno los perjudica pisando los salarios y que eso va a seguir profundizándose. Por eso me parece que es una situación muy inestable, en la que es temprano para ver el impacto final de la situación económica en el humor social”.




Al mejor estilo Nate Silver, el estudio Singerman y Makon definió tres escenarios posibles para la inflación de este año. El relativamente más positivo para el gobierno es que se ubique por debajo del 30%, pero este escenario sólo tiene una probabilidad del 5%. El intermedio es que se sitúe entre el 30% y el 32%, justo en el umbral superior del margen establecido en el acuerdo con el FMI; este escenario tiene una probabilidad del 25%. El escenario más probable (70%) es de una inflación mayor al 32% (ver datos al medio del posteo; click para agrandar). Aquí el incumplimiento respecto a las metas establecidas por el gobierno, las expectativas de los analistas y los márgenes establecidos en el documento con el FMI serían evidentes (ver datos arriba; click para agrandar), pero no se trata del mayor problema que el gobierno tendría en ese caso: el desafío sería contener la situación social. Ni hablar si hubiera mayor pase de la inflación mayorista (casi 48% anual en junio pasado) a la minorista (casi 30%; ver datos abajo, click para agrandar). Por otro lado, sumando fuentes de incertidumbre a la fragilidad sistémica del programa de Cambiemos, aparece en el horizonte otra nube que en otro momento hubiera sido un cisne negro: la cesación de pagos. Según el analista Alejandro Tagliavini, miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity de Oakland (California), “ronda el fantasma del default. La curva que dibujan los rendimientos de los bonos soberanos argentinos en dólares se invirtió, reflejando el estrés financiero. Cuando las tasas de corto plazo superan a las de largo, significa que el panorama cercano se ve muy difícil en comparación con las posibles renegociaciones de deuda en el futuro. Aunque los analistas solo adjudican 20% de probabilidad de default, los seguros se dispararon alcanzando máximos de tres años, arañando los 700 puntos”.




Crisis en “U” y crisis en “L”: el impacto en la agenda de la opinión pública y la variable empleo

Despidos y suspensiones en los primeros siete meses de 2018 


Escribíamos en un posteo reciente: “En la medida en que los efectos socioeconómicos de la gestión Cambiemos sigan generando un malestar predominante, aunque en la agenda pública compitan con otros temas fuertes como los ligados a la corrupción (caso de los cuadernos de Centeno en estas semanas), es poco probable que veamos desplazamientos significativos en las proporciones de segmentos político-electorales preexistentes a los temas de coyuntura”. Con apenas matices, esta línea interpretativa es compartida por otros analistas y por datos de diversos estudios. Amerita hacer un repaso. Según el sociólogo Carlos de Angelis, “en este momento del país dos hechos paralelos concitan la atención: primero, la situación económica, y segundo, el descubrimiento de la red de sobornos durante el gobierno anterior. Son dos cuestiones de diferente calado, en la primera los protagonistas son los propios ciudadanos, que sufren las dificultades de la situación en carne propia. Un efecto evidente es que la inflación es la principal preocupación en la actualidad. Incluso muchos medios de comunicación pueden dejar de informar sobre la penosa marcha de la economía, pero no pueden evitar la experiencia diaria de los sujetos en el supermercado. Por otro lado, tras la frondosa difusión de los cuadernos de Centeno, prácticamente no hay habitante que no se haya enterado de la cuestión de la corrupción. Sin embargo, se trata de un entramado distante para el ciudadano de a pie, que hasta puede ser un elemento de evasión para la dificultosa situación económica”. De hecho, ese elemento de evasión o distracción fue medido por el consultor Gustavo Córdoba: un estudio realizado sobre una muestra nacional de 1.200 casos detectó que para casi un 60% de los argentinos “Macri está usando el caso de los cuadernos para que no se hable de su gestión” (ver datos abajo; click para agrandar). 





En la misma línea, Mariel Fornoni, directora de Management & Fit, apuntó que "el 50% de los argentinos sigue nombrando como su principal preocupación a la economía ya sea inflación, desempleo, tarifas (…) los temas económicos siguen siendo, como hace ya muchos meses, los primeros en términos de las preocupaciones. El tema más problemático para la gente hoy, para la clase media y baja, es llegar a fin de mes”, afirmó la especialista, que vinculó ese esquema de prioridades con que “en general la gente es bastante escéptica de que finalmente los corruptos tengan castigos y de que la Justicia vaya hasta las últimas consecuencias". Respecto a cómo fluctúa la mirada de los ciudadanos, según Fornoni, “hasta el mes pasado, el 60% de la gente nos decía que entre sus principales problemas estaba el económico, haciendo referencia a la inflación o el desempleo. Hoy eso bajó al 50% porque creció por la corrupción". En cualquier caso, el dato clave es que la corrupción como “issue” no desplaza a los temas económicos del centro de la agenda de opinión pública, con la inflación y el desempleo a la cabeza de esas preocupaciones. El por qué se da esa gravitación pasa tanto por los datos “blandos” (perceptivos y/o procedentes de encuestas) como por los datos duros (de estadísticas oficiales o relevados por organismos especializados). En el caso del desempleo, el subíndice de Confianza en el Empleo, que mide datos sobre seguridad laboral actual y a futuro, se hundió 5,1 puntos porcentuales para agosto ubicándose en 42,5 puntos, según un informe de Thomson Reuters. Ese resultado presionó sobre el índice de Confianza del Consumidor Primario, que disminuyó un 0,4 puntos porcentuales respecto al mes pasado. A su turno, ya en junio pasado del monitor social que elabora el CEM (Centro de Estudios Metropolitanos), conformado por la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), la Universidad Metropolitana del Trabajo (UMET) y la Universidad Nacional de Hurlingham había detectado que el 61% de la población del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) tiene dificultades para llegar a fin de mes, temor en crecimiento a perder el empleo y percepción en cuanto a que su situación laboral es "mala o muy mala" en uno de cada tres trabajadores. El monitor de clima social del AMBA es realizado por el CEM a partir de entrevistas telefónicas con sistema IVR a teléfonos fijos. El último relevamiento de junio se basó en 1.621 casos, tomados en la primera semana de ese mes. "El 52% de los ciudadanos consideró probable la pérdida de su fuente de trabajo en los próximos meses", explicó Matías Barroetaveña, titular del CEM. Casi la mitad de los habitantes del AMBA, el 49%, asegura que su situación laboral empeoró, encuadre que a octubre del año pasado apenas superaba el 34% (con lo cual el deterioro sumó 15 puntos porcentuales en ese conglomerado). "El cuadro de deterioro se completa resaltando que la proporción de personas que salió a buscar empleo y no lo obtuvo creció del 60% de octubre pasado a 73% en el mes de junio", apuntó Barroetaveña. Asimismo, un 37% admitió cambios en la forma de contratación entre las que citaron la reducción de la jornada laboral, modificación de vacaciones, suspensiones o incremento de monotributistas en las dotaciones de personal. 






La situación no mejora si pasamos de los datos “blandos” a datos duros y series combinadas: los despidos y suspensiones llegaron en el mes de julio a 6.588 casos, más del doble de los que se habían registrado el año pasado en el mismo período (3.199). El sector que expulsó mayor cantidad de trabajadores volvió a ser la industria (ver datos arriba; click para agrandar): 77 de cada 100 nuevos desocupados o suspendidos se desempeñaban en fábricas. También es al interior de la industria donde los despidos están más vinculados a los cierres: en los últimos tres meses, 1 de cada 5 casos de pérdidas de puestos de trabajo en el sector correspondieron a plantas o talleres que bajaron la persiana. Desde que comenzó el año 2018 hubo un total de 32.794 despedidos o suspendidos: 12.532 casos en el sector público y 20.262 en el privado. Estos datos implican un promedio de 4.684 casos mensuales durante los primeros siete meses del año. Esto confirma que el deterioro del empleo formal es un proceso continuo y anterior a la crisis cambiaria de mayo pasado. La información surge del último relevamiento de despidos del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). El centro dirigido por Hernán Letcher lleva un registro sobre la base de información oficial (del Sistema Integrado Previsional Argentino), de gremios, cámaras empresarias y publicaciones periodísticas, que va trazando una línea en el tiempo. Así, considerando los datos de los primeros siete meses del 2018, el registro muestra que los despidos y suspensiones de 2018 superaron en 7.296 casos a los ocurridos en los siete primeros meses del 2017. Esto implica un incremento de casi un 30% en 2018 respecto de 2017. Al desglosar los 6.588 despidos y suspensiones de julio por sector, se detecta que 5.095 casos fueron de la industria, escoltada por los servicios (1.044 casos), empresas de capital estatal (324), el sector primario (88) y el gobierno (17). Desde enero hasta julio, en los primeros dos meses del 2018 los despidos del sector público resultaron más significativos; luego, en los siguientes cinco meses, pasaron a ser mayoría los despidos del sector privado (ver datos al inicio del posteo; click para agrandar). Sin embargo, esta semana un nuevo despido de trabajadores en el sector de Fabricaciones Militares agravará el cuadro. 

Así, la pérdida del empleo se da tanto en el ámbito privado como en el estatal. Los cambios en el sector industrial pueden observarse en el gráfico de barras que sigue lo sucedido mes a mes (ver datos arriba; click para agrandar) donde se comparan los despidos y suspensiones de 2018 con 2017. El gráfico confirma la continuidad en el proceso de expulsión laboral a lo largo de los primeros siete meses del 2018, con un salto en mayo pasado (3.127 casos) y otro en julio (5.095 casos), puntos clave entre los que se desarrolló la crisis cambiaria (aún en curso, por cierto). Las fuentes tomadas por el CEPA exceden los registros oficiales (combinan datos duros y blandos), pero el cotejo de los números que viene publicando es coincidente con las estadísticas oficiales publicadas. La comparación se realizó con la cantidad de despedidos del sector privado, para el que se cuenta con los datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA). El SIPA computa 82.445 trabajadores menos en el sector industrial entre noviembre de 2015 y mayo de 2018. El CEPA computa para el período noviembre 2015 a julio de 2018 un número de 81.447 despidos. De acuerdo con datos del ministerio de Trabajo, sólo en los cuatro primeros meses de 2018 ya se habían destruido 94.500 puestos en blanco. Aún faltan datos de los últimos tres meses, pero todo indica ese guarismo se incrementó y bastante. Asimismo, con los datos publicados por el mismo ministerio a fines de junio, se confirma que la caída del empleo de los últimos años en la industria es transversal a todos los sectores manufactureros, desde alimentos hasta textil y calzado. En ese marco, el Estimador Mensual Industrial (EMI) se hundió un 8,1% interanual en junio, lo que representa el peor registro en la era Macri (y en mucho tiempo), según datos del Indec.




Para los próximos meses, la situación apunta a empeorar: según el Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación Germán Abdala (Itefga), el plan de ajuste tendrá un impacto sumamente negativo y permanente sobre el PIB argentino, con registro de una caída acumulada que va desde el registro negativo de entre -4% y -12% hacia 2023 (ver datos arriba; click para agrandar). “En el mejor de los escenarios analizados, el desempleo dentro de 5 años se ubicará todavía por encima de los valores registrados en 2014”, sin descartar “un problema todavía más adverso, ya que la tasa de desocupación superaría los dos dígitos”. El instituto, que tomó las proyecciones que realizó el FMI en abril de 2018 y se abocó a la comparación con el escenario detallado en el Country Report. Aún en el mejor escenario, dicho programa de ajuste implica una pérdida permanente en términos de PBI, ya que en la duración del plan el crecimiento se ubica por debajo de lo esperado en abril y luego dicha caída no será compensada por un mayor ritmo de expansión. Por otro lado, incluso economistas del ala moderado, como la  directora ejecutiva de Eco Go, Marina Dal Poggetto, apuntan que el país “está en una recesión muy pronunciada, acentuada por la sequía, y no se ve dónde hace piso la economía”. Esto confirma que hay que descartar ya los escenarios de crisis deseados por el gobierno (en “V” o en tilde) y que transitamos entre una “U” y una “L”. 

miércoles, 15 de agosto de 2018

Crisis en “U” y crisis en “L”: las chances de Cambiemos, del Peronismo no K y del Kirchnerismo

La crisis, la persistencia o agudización del malestar socioeconómico y el deterioro de Cambiemos parecen ir perfilando dos escenarios posibles de los 4 planteados oportunamente: se descartarían el rebote en “V” o en forma de tilde (los relativamente más favorables para el oficialismo dentro de los escenarios de crisis) y quedaría la duda de si la crisis asume la forma de una “U” (lenta recuperación, no visible antes del segundo trimestre de 2019) o el de una “L” (una caída de la economía sin recuperación visible a mediano plazo). El escenario en “U” complica las chances del oficialismo en 2019 y le da similares chances a la continuidad de Cambiemos y a una alternancia en el poder por la vía de una eventual reunificación del espacio pan-justicialista bajo un liderazgo no K. En cambio, la de crisis en “L” reinstala la posibilidad de regreso del kirchnerismo en el poder (cisne blanco) o, abriendo el arco hacia un posible cisne negro, podría desembocar en un escenario de abierta crisis del tipo “que se vayan todos”, lo que podría alumbrar el surgimiento de un outsider. 





Empero, la dificultad para una eventual reunificación del espacio pan-justicialista bajo un liderazgo no K pasa por la falta de un referente que hoy asome como “prenda de unidad”. El lanzamiento de Miguel Pichetto (un dirigente cuyo perfil parece más apto para una salida institucional como presidente interino en caso de crisis de gobernabilidad de Cambiemos) en rigor sugiere más una advertencia al interior del Peronismo Federal, del tipo “o ponemos un candidato en la cancha, o CFK vuelve a polarizar con Macri”. Si esa porción del espacio pan-justicialista no consolida un candidato expectable (alguien que pudiera contender por ser al menos segunda minoría, y no repetir el tercer lugar de Sergio Massa), el escenario en “U” pasaría de largo para esa posibilidad y se recrearía nuevamente una polarización entre Cambiemos y el kirchnerismo/Unidad Ciudadana. En rigor, eso es lo que hoy están mostrando las encuestas. En una entrada reciente citamos los datos de Raúl Aragón y Asociados, que sondeó un posible resultado de las PASO y también un eventual balottage. En el primero incluye a Macri, Cristina, Vidal, Massa y Urtubey. Allí, la ex presidenta lidera las encuestas con 26,5%, seguida por Vidal con el 19,2% y Macri con el 16,1%. En primera vuelta, si Massa fuera candidato y Macri y Cristina representaran a sus fuerzas, CFK alcanzaría 31,8% y el actual presidente 30,2%, un empate técnico que dejaría fuera de la pelea mayor a cualquier tercero en discordia; Massa registra 21,2% y Nicolás del Caño 6,9%, con otro tanto de indecisos. Un ballotage entre CFK y Macri arroja empate técnico: 40,7% a 40,5%, con 10% de indecisos. En la misma línea, la consultora Federico González y Asociados analizó la situación de seis posibles candidatos a la presidencia: Macri, Vidal, CFK, Massa, Urtubey y Florencio Randazzo. Aquí también CFK es la que alcanza más intención de voto, con 28,7%. La siguen Vidal con 18,9%, Macri con 16,9% y Massa con 15,7%. En resumen, ambas mediciones confirman la vitalidad de CFK como figura opositora y sugieren que marchamos hacia una nueva polarización, en la cual las terceras vías quedarían fuera de la pelea por la presidencia en el turno decisivo. 




En el posteo anterior citamos una encuesta de la Universidad de San Andrés (Udesa), según la cual en la compulsa entre un candidato oficialista y uno opositor, el 27% se inclina por Cambiemos y un 33% por el opositor (ver datos arriba; click para agrandar); aunque no puede considerarse que 6 puntos porcentuales sean una diferencia estadísticamente significativa, el estudio anterior de Udesa había detectado 37% para el oficialismo y 25% para un opositor. Es decir, la alternativa oficialista cayó 10 puntos porcentuales entre mediciones, baja que sí es estadísticamente significativa y confirma el repliegue del apoyo a Cambiemos hacia su núcleo duro, perforando el umbral del 30% y a 15 puntos porcentuales del resultado de las elecciones de 2017. Antes de estas tres mediciones (Aragón, González y Udesa), ya Ricardo Rouvier y Asociados había detectado un virtual empate técnico en un hipotético ballotage 2019: 39,2% para Macri y 37,9% para CFK. Con apenas matices, lo mismo había registrado el Observatorio Electoral para una eventual segunda vuelta: Cristina Fernández de Kirchner con 43,8% de intención de voto y 42,8% para el presidente Macri (según un estudio fue realizado entre el 27 y el 29 de junio sobre la base de 1268 casos telefónicos). “En la especulación de Cambiemos, la presencia de Cristina Kirchner era un reaseguro de que Macri ganaba: la idea de que Cristina tenía el famoso techo bajo y que polarizar con ella convenía al Gobierno. Según esta encuesta, ese escenario ya no está disponible. Para Cambiemos, no alcanza con hacer anticristinismo porque puede llegar a perder contra Cristina”, apuntó oportunamente el consultor Julio Burdman. 




Estas tendencias preelectorales, no obstante, son sólo las fotos de hoy: lo que es preciso entender es que hay que leerlas en el contexto de malestar dominante. Según Udesa (relevamiento nacional de 1.001 casos en julio, con un margen de error de +/- 3,5%), consultados sobre "la marcha general de las cosas", sólo el 22% por ciento de los electores argentinos está entre "satisfecho" y "muy satisfecho". En noviembre del año pasado, los satisfechos alcanzaban el 53%. Desde el diciembre negro de 2017, la caída fue casi libre. Asimismo, ese malestar permea en la aprobación de gestión, llevándola a un piso de 37% en la serie evolutiva y arrastrando a la baja la imagen de los dirigentes cambiemitas (ver datos arriba; click para agrandar). En conjunto, las tendencias marcan un deterioro franco del oficialismo en las variables políticas, que combinadas con el malestar socioeconómico favorecen el posicionamiento de la principal fuerza y dirigente opositora: Unidad Ciudadana y CFK. Estos datos son claves en el contexto de la embestida judicial de Comodoro Py contra la ex presidenta visible en las últimas semanas. 

Efectos socioeconómicos de gestión: malestar vs bienestar como constructor de actitudes electorales

Los efectos socioeconómicos de la gestión Cambiemos vienen generando un malestar manifiesto desde fines de 2017. La encuesta más reciente de la consultora Delfos en provincia de Córdoba, distrito que en el ballotage del 2015 se volcó por Mauricio Macri con 70% de los votos y que en las legislativas de 2017 lo acompañó con el 48%, detectó en julio pasado que la actual situación del país genera un 66% de sentimientos negativos, contra apenas 25% de sentimientos positivos. Se trata del pico de pesimismo en la serie evolutiva desde marzo de 2017, y el piso de optimismo (ver datos arriba; click para agrandar). 





El malestar socioeconómico hace que la agenda de preocupaciones esté dominada por problemas de esa índole, como se pone de manifiesto en encuestas nacionales como la realizada por la consultora Synopsis en julio pasado. Se trata de un estudio basado en una muestra de más de 1.400 casos a través de consultas telefónicas y cuestionarios estructurados en numerosas ciudades y provincias del país, como La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca, Salta, Mendoza, Corrientes, Santa Fe, Córdoba, Neuquén, Corrientes y Comodoro Rivadavia. Entre sus resultados, se destaca que la preocupación por la inflación subió 5,3 puntos porcentuales en julio y llegó al 40,7%, el pico más alto de todo el ciclo Macri. Junto al incremento de la preocupación por el desempleo, las preocupaciones económicas hicieron un pico de 58,7%, dominando las percepciones de los electores (ver datos arriba y abajo; click para agrandar).





Con una inflación mensual de 3,7% en junio y una interanual de 29,5%, está claro por qué el aumento sostenido de precios se ubicó al tope de los problemas en esa medición. La preocupación por la inflación pegó un salto de 5,3 puntos porcentuales en julio, con lo cual ese problema rompió por primera vez en la serie evolutiva el umbral del 40% y llegó a su valor pico, seguido por el desempleo, que se acerca al 20%. Por otro lado, en línea con el aumento del desempleo como problema mencionado, vale destacar que la percepción social sobre la situación laboral empeoró considerablemente en junio pasado: casi 7 de cada 10 argentinos consideraron que tienen menos posibilidades de encontrar trabajo que un año atrás (67,6%, 11 puntos más que en marzo pasado), según un informe del Centro de Estudios CETyD (de la Universidad Nacional de San Martín; ver datos abajo, click para agrandar).




En este marco, de acuerdo al estudio de Synopsis, en líneas generales el 46% de los argentinos cree que el rumbo económico que tomó el actual gobierno no es el correcto (ver datos abajo; click para agrandar). Asimismo, más del 52% se manifestó en desacuerdo con la decisión del gobierno de acudir al FMI en busca de financiamiento, lo que implica que se mantiene como una alternativa mayoritariamente rechazada.

El informe de Synopsis también ratifica que el malestar socioeconómico permea en la imagen de gestión: luego de haber perforado en mayo el umbral del 30% de respuestas positivas, se mantiene por debajo de ese nivel (28,8%), mientras que la negativa roza la mitad: 48,5%, con 20,7% de respuestas regulares (ver datos abajo; click para agrandar). En este marco, creemos en que en la medida en que los efectos socioeconómicos de la gestión Cambiemos sigan generando un malestar predominante, aunque en la agenda pública compitan con otros temas fuertes como los ligados a la corrupción (caso de los cuadernos de Centeno en estas semanas), es poco probable que veamos desplazamientos significativos en las proporciones de segmentos político-electorales preexistentes a los temas de coyuntura. 



Existe un consenso bastante general en que esa distribución es un 30% de antimacrismo, un 35% de antiperonismo/antikirchnerismo y un 35%-40% de “franja del medio”, según Poliarquía (ver datos abajo; click para agrandar). A esos guarismos podríamos ajustarlos teniendo en cuenta el margen de error muestral y la evolución de las tendencias en el tiempo, pero está claro que hay dos núcleos duros fuertes, Cambiemos y Kirchnerismo, con alrededor del 30% cada uno, y otro tercio que se aleja o se acerca más a cada polo, en función de lo cual se construye la primera minoría.  Esa “franja del medio” no prospera como alternativa políticamente, precisamente porque su posición es más lábil: mientras cambiemitas y kirchneristas tienen convicciones más fuertes acerca de su rival, el segmento teóricamente equidistante termina cediendo en favor de una dinámica polarizadora, con lo cual cualquier candidato de esa franja se ubica, en el mejor de los casos, como tercero en discordia, quedando fuera de la pelea decisiva (es lo que le pasó a Sergio Massa a nivel nacional en 2015 y en provincia de Buenos Aires en 2017). Incluso a nivel de agregados nacionales en una elección legislativa como la de 2017 (que por ser de medio término suelen favorecer la dispersión electoral), fue visible que crecieron los dos núcleos principales a costa de las terceras posiciones: entre las PASO de agosto y las generales de octubre de 2017, Cambiemos pasó del 36% al 42% de los votos, en tanto que Unidad Ciudadana creció del 21,1% al 23,5%. En cambio, la alianza del massismo y Margarita Stolbizer cayó del 8,8% al 5,9% y el justicialismo no K del 10,1% al 9,5%. 


Hoy, para el oficialismo resulta clave frenar el repliegue del apoyo hacia el núcleo duro: de la primera minoría del 42% obtenida en octubre del 2017, hoy la imagen positiva oscila en torno al 30% y en algunas mediciones el acompañamiento electoral incluso perfora el umbral del 30%, como sucede con la imagen en el estudio citado de Synopsis. En la misma línea, según Udesa, en julio ese acompañamiento se situó en 27% (ver datos abajo; click para agrandar), esto es, 15 puntos porcentuales por debajo del caudal obtenido por Cambiemos en octubre de 2017 y a medio camino entre el voto de Macri en las PASO de 2015 (24,5%) y el resultado acumulado de Cambiemos en la misma instancia (30,12%). Esa merma de 15 pp da cuenta del desgaste producido, aunque a favor del gobierno hay que decir que tiene un año para remontar esa tendencia.