viernes, 30 de octubre de 2020

Oficialismo y oposición en las encuestas, a un año de las elecciones (columna publicada en CBA24N)


El 27 de octubre de 2019, el Frente de Todos con Alberto Fernández a la cabeza de la fórmula presidencial obtenía el 48,24% de los votos y derrotaba a la lista de Juntos por el Cambio liderada por el expresidente Mauricio Macri, quien alcanzaba 40,28% y se transformaba en el primer mandatario argentino que buscó la reelección sin obtenerla. 
Ese proceso también contó con el protagonismo de Cristina Fernández de Kirchner, quien definió compartir la lista del FdT como candidata a vicepresidenta, movida que posibilitó la reunificación del espacio pan-justicialista. A un año de esos comicios y con el mismo tiempo para el próximo turno electoral en el horizonte, un repaso de las encuestas permite actualizar el panorama del oficialismo y la oposición. El estudio más reciente realizado por CB Consultora (gráfico arriba), que cuenta con la muestra más amplia de todo el mes (17.129 casos en los 24 distritos electorales del país) nos permite contar con su imagen en cada uno, traducirla según su peso en el electorado total según la elección de 2019 y compararla con la de los mandatarios distritales, casi todos ellos electos o reelectos en el mismo año. Así, el acumulado nacional ubica a Alberto Fernández con 54,5% de imagen positiva.


Comparando la imagen positiva del presidente con la de cada gobernador o gobernadora, en 10 de 24 distritos Fernández tiene más imagen positiva que el respectivo mandatario, y en 11 su calificación favorable está en el mismo orden de magnitud (con diferencias estadísticamente no significativas). 
Así, en 21 distritos su imagen favorable supera el 50% (gráficos arriba y abajo). Sólo en 3 distritos su opinión favorable es menor al 50% y está por debajo del respectivo gobernador: Mendoza, Córdoba y Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).

Si comparamos ese dato de imagen del presidente con el promedio de las últimas 10 encuestas nacionales, el resultado es similar: 57,6% positiva y 40,6% negativa. La diferencia con el resultado acumulado nacional del estudio de CB no es estadísticamente significativa (-3,1 puntos porcentuales), lo que ubica a la última medición realizada por Analogías como la más representativa de la serie, con 57,6% de positiva y 40,7% de negativa (gráfico abajo). El evolutivo muestra el desgaste desde el pico registrado apenas comenzada la pandemia, pero aun así Fernández cuenta con un diferencial favorable de 16,9 puntos porcentuales de imagen en ese estudio.

Así, hoy la imagen presidencial tiene un excedente de positiva por encima del caudal obtenido el año pasado, mientras que la calificación negativa está en el mismo orden de magnitud del voto obtenido por JxC, es decir, alrededor del 40%. En cambio, Macri, su contrincante en aquella elección, tiene una imagen positiva del 32% y una negativa del 66% en el promedio de las últimas 10 encuestas nacionales. Eso ubica el estudio más reciente de Move como el más representativo de la serie: allí, Macri alcanza 31% de positiva vs 67% de negativa (gráfico abajo).


Según el mismo estudio, las últimas reapariciones mediáticas del expresidente no mejoraron su credibilidad, que está 5 puntos porcentuales por debajo de su valoración positiva: 26% (gráfico arriba). 
Su descrédito se profundizó en el marco de la coyuntura de pandemia: apenas 27% del total de electores cree que la situación sanitaria del país sería mejor con Macri en la presidencia, vs 45% que cree que sería peor (gráfico abajo).

En el evolutivo, el ex presidente está en el pico de su imagen negativa, según la serie de Rouvier & Asociados (gráfico abajo). De acuerdo al último relevamiento, realizado entre fines de septiembre y principios de octubre, Macri tiene un saldo desfavorable de -27 puntos porcentuales. 

En tanto, el promedio de imagen de la expresidenta y actual vicepresidente en las últimas encuestas nacionales es de 40% positiva y 56% negativa. En la última medición de Rouvier & Asociados, CFK obtiene un saldo desfavorable menor al de Macri, de -20 puntos porcentuales (gráfico abajo).

Sin embargo, quizás el mayor desafío para Macri no está en la comparación con Alberto Fernández ni con CFK, sino con el ascenso del jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, que lo supera en imagen positiva y como referencia opositora. Según la encuesta más reciente de Taquion, aventaja a Macri en esa variable por 10,4 puntos porcentuales, al mismo tiempo que también se impone sobre Patricia Bullrich por 12,5 puntos porcentuales y María Eugenia Vidal por 19,7 puntos porcentuales, entre otras figuras opositoras (gráfico abajo).


Con matices en las cifras, el mismo panorama se observa en el estudio más reciente de M&F: Larreta supera a Macri como principal referente de la oposición por 10,6 puntos porcentuales, a Bullrich por 20,6 puntos porcentuales y a Vidal por 24,3 puntos porcentuales (gráfico abajo).


En tanto, según la encuesta más reciente de Clivajes, las brechas a favor de Larreta son más amplias aún: 28,5 puntos porcentuales sobre Bullrich, 32,62 pp sobre Macri y casi 35 pp sobre Vidal, para hacer foco en las figuras que más se repiten en los tres sondeos citados. Al igual que el estudio de Taquion, este también incorpora al referente radical Alfredo Cornejo, muy rezagado en el posicionamiento relativo (gráfico abajo).

Este escenario instala la disputa por el liderazgo en Juntos por el Cambio de cara al turno electoral de 2021, donde Larreta, como jefe de gobierno, puede ser armador y referencia pero no candidato, ya que tiene que completar su mandato en CABA, mientras que el ex presidente sí puede competir. Sin embargo, hoy claramente la figura de Macri polariza opiniones en forma asimétrica desfavorable, aún más que CFK. En cambio, sucede lo contrario con las figuras de Fernández y de Rodríguez Larreta, que captan adherentes también entre los electores “moderados”. En ese marco, este octubre, a medio camino entre la elección pasada y las legislativas de medio término que se vienen, muestra a un oficialismo en la transición de dos liderazgos, el de la expresidenta (que definió la arquitectura electoral al correrse al segundo lugar y volcar su capital político a favor de Fernández) y el del actual presidente, que hoy la supera en imagen positiva. En cambio, JxC tiene que reprocesar su posicionamiento futuro, con un expresidente que fue desde el 2015 el líder del espacio pero que enfrenta, además del lastre de la derrota de 2019 y una imagen muy desgastada, un nuevo liderazgo emergente en la figura del jefe de gobierno de CABA, distrito que desde 2007 es el bastión del PRO.

https://www.cba24n.com.ar/opinion/oficialismo-y-oposicion-en-las-encuestas--a-un-ano-de-las-elecciones_a5f9c26b053c62d265fd06c14

lunes, 26 de octubre de 2020

Latinoamérica gira: clases populares vs élites


Hace una semana Bolivia, ayer Chile: Latinoamérica se mueve, y un clivaje de los desplazamientos es la puja entre los sectores populares y las élites económicas dominantes. El MAS boliviano se impuso sin necesidad de ballotage, al contrario de lo que divulgaban los medios hegemónicos de aquí y de allá, por una diferencia contundente: 26,27 puntos porcentuales de ventaja sobre la segunda fuerza más votada (gráfico arriba, clic para agrandar). Aun con esa nitidez, el clivaje geográfico, que se articula con el étnico y el socioeconómico en ese país, se reprodujo con nitidez: el masismo ganó en sus bastiones habituales 
(Pando, La Paz, Oruro, Potosí y Cochabamba) y sumó en esta elección el triunfo en Chuquisaca (49% a 46% de Luis Arce sobre Carlos Mesa, que en 2019 se había impuesto con 44,2%). A su turno, Mesa, el candidato de Comunidad Ciudadana, ganó los departamentos de Beni y Tarija, mientras que Luis Camacho (alianza Creemos) volvió a ganar en Santa Cruz de la Sierra. Así, el mapa electoral muestra la división histórica del país entre Oriente y Occidente (gráfico abajo, click para agrandar). 

Ayer, Chile plebiscitó la reforma de la Constitución heredada del pinochetismo, que desde hace décadas funciona como un corsé para el avance de derechos sociales en el país transandino y es, al mismo tiempo, aplaudido por las derechas como una garantía para ese "modelo" de neoliberalismo. Desde las protestas de 2019 quedó claro que el alumno modelo no funciona para las mayorías, al punto que el 78,25% de los electores chilenos que votaron aprobó la reforma de la Carta Magna y el 79,22% se inclinó por una nueva convención en lugar de una mixta (que incluyera a alguno de los representantes actuales, entre ellos los senadores vitalicios, una figura creada en su momento por el dictador Augusto Pinochet). Apenas 21,75% rechazó la reforma y casi 21% se inclinó por una convención mixta (gráfico abajo, click para agrandar). 

Sin embargo, en Chile también se expresa la brecha entre las mayorías y las clases acomodadas: mientras que en las 5 comunas más pobres por ingreso el "Apruebo" oscila entre un piso del 63,59% y un pico del 88,65%, siempre imponiéndose sobre el rechazo, en dos de las 5 comunas más ricas el "Rechazo" se impone sobre el Apruebo con guarismos entre el 56% y el 67%. En las otras 3, en cambio, vuelve a tomar ventaja la posición mayoritaria (gráfico abajo, click para agrandar). 



Este hecho implica un giro histórico y también un desafío, dado que desde las protestas del 2019 afloraron diversos movimientos progresistas y reivindicativos por el derecho a la educación, por la sanidad o las pensiones públicas, por mejoras laborales, para que los ricos paguen más impuestos, contra la corrupción, por la gratuidad de los estudios universitarios, por demandas de autonomía regional, por el derecho al agua, por la defensa del medio ambiente, por los derechos del pueblo mapuche, por la democratización del Parlamento, contra la explotación minera o hidroeléctrica, contra los elevados costos del transporte público o incluso contra los peajes de las autopistas urbanas, entre otros. Cada una de esas demandas chocó con la Constitución vigente: aunque ya fue reformada varias veces desde la reinstauración democrática de 1990, aún blinda la propiedad privada y el derecho al libre mercado hasta niveles extremos. “La dictadura tenía el problema de cómo asegurar la subsistencia del modelo económico que estaba implantando a sangre y fuego cuando el poder lo tuviera la democracia; y la solución fue la Constitución, que fijó un régimen político que no podía tomar decisiones transformadoras. Cuando se trata de derechos sociales, educación, salud, seguridad social, la Constitución asegura las condiciones del mercado y le impone al estado el deber de velar porque haya mercado”explica Santiago Atria, profesor de Derecho de la Universidad de Chile, y agrega que el texto fundamental “declara que hay derechos de propiedad privada sobre los derechos de aprovechamiento de aguas y eso ha llevado a una regulación de las aguas puramente de mercado; eso es prácticamente inexistente en el resto del mundo”.


En tanto, Ecuador votará presidente en febrero de 2021 y la encuesta más reciente realizada por la consultora Atlas Intel en ese país arroja que, luego del giro neoliberal del presidente Lenin Moreno (una traición al contrato electoral, dado que resultó electo y asumió el cargo por la fuerza liderada por el ex presidente Rafael Correa), si la elección fuera ahora Andrés Arauz, representante de Correa, aventajaría al candidato preferido por el sector empresario, el ex banquero Guillermo Lasso, por casi 46% a 32% (gráfico arriba, click para agrandar). 


Arauz también corre con ventaja d
e cara a una eventual segunda vuelta : 48,2% vs 39,4% (gráfico arriba, click para agrandar). El dato es consistente con otro del mismo estudio: Correa aparece como el dirigente nacional con más imagen positiva entre los principales, con 50%, muy por encima del actual presidente (apenas 12% de positiva con 81% de negativa). Correa también es el único con diferencial positivo de imagen, como puede apreciarse (gráfico abajo, click para agrandar). 



En este marco, la región en 2020 aparece atravesada por un malestar con las gestiones de gobierno de orientación neoliberal. En nuestro país, el giro ya se produjo el año pasado, con la victoria del Frente de Todos; la actual coyuntura de pandemia confirmó un sentimiento dominante contrario a las grandes empresas, ya que casi 70% percibe que están colaborando poco o nada para que el país se recupere, mientras que apenas 19,4% piensa lo contrario, según la última encuesta nacional de la consultora Analogías (gráfico abajo, click para agrandar). 


Ese es el marco en el que se discute hoy el impuesto a las grandes fortunas, demorado en el Congreso por la actitud reluctante de la oposición, principalmente Juntos por el Cambio. 
Sin embargo, el problema de fondo en el caso de las grandes empresas argentinas no es de coyuntura ni se agota en la pandemia: según la investigación Elite Quality Report 2020: 32 Country Scores and Global Rank, el problema es que la élite económica argentina es básicamente rentista y no agrega valor (gráfico abajo, click para agrandar). 



Ese estudio incluye un ránking de elites económicas: sobre 32 países medidos, la élite económica argentina quedó 31 (penúltima), sobre la base de un patrón de producción muy extractivista y/o orientado a la especulación financiera. 

Este dato permite completar el contexto que vimos en la entrada de la semana pasada, donde se ponía de manifiesto que, luego del golpe militar de 1976, sólo en los gobiernos de base peronista el Producto Interno Bruto per cápita podía lograr períodos de crecimiento sostenido. Para más datos, desde el regreso de la democracia, el período más virtuoso en términos de actividad medida por el PBI es el de Néstor Kirchner entre 2003 y 2007, dato que cobra actualidad, dado que esta semana se cumplen 10 años de su fallecimiento (gráfico abajo, click para agrandar). 


viernes, 23 de octubre de 2020

Expectativas y agenda económica según las encuestas (columna publicada en CBA 24N)

En las últimas semanas, pese al pico de casos de Covid-19 la agenda social se reconcentró más en los temas económicos que en los sanitarios. Esto queda en claro al revisar las encuestas nacionales más recientes: según la consultora Clivajes, a título individual la posibilidad de un colapso del sistema de salud disputa el primer lugar con la inflación (la diferencia entre 24,37% y 22,48% no es estadísticamente significativa), mientras que la posibilidad de contagiarse de coronavirus apenas bordea el 10% de las respuestas (gráfico arriba). Así, agrupando los problemas por afinidad, las preocupaciones económicas suman 45% y las sanitarias 34%, una brecha de 11 puntos porcentuales que activa la agenda social más allá del Covid-19.

En el caso de la encuesta nacional más reciente de la consultora Opina, la preeminencia de la agenda económica es aún mayor: desocupación más inflación acumulan 58% de las menciones, vs 10% del coronavirus (gráfico abajo). Así, el Covid-19 se ubica en el mismo orden de magnitud que la posibilidad de contagio en el estudio que vimos arriba, mientras que la inseguridad también lo hace (las diferencias entre el 18,85% que vimos en Clivajes y el 14% de este estudio no resulta estadísticamente significativa). 

En este marco, casi 46% se muestra optimista respecto a una mejora de la economía pos pandemia, según la encuesta más reciente de Ricardo Rouvier & Asociados. Así, el optimismo triplica al pesimismo, aunque un 27,3% se muestra neutro, con una expectativa de estabilidad futura respecto a la situación actual (gráfico abajo).  

El evolutivo del mismo informe arroja que el optimismo se mantiene por encima del 45% desde que comenzó el segundo semestre del año, aunque insinúa una baja en la última medición. En tanto, el pesimismo y la perspectiva estable tienden a crecer en la encuesta más reciente; al mismo tiempo, baja la incertidumbre, como lo evidencia la caída del ns/nc (gráfico abajo). 


Así, el promedio de optimismo económico del segundo semestre ronda el 46%, un guarismo que está en el mismo orden de magnitud del caudal del Frente de Todos hace casi un año: 48,24%. Sin embargo, es menor el porcentaje de quienes creen que el oficialismo es el sector político más preparado para reactivar la economía luego del coronavirus: 38% (gráfico abajo), esto es, unos 10 puntos porcentuales por debajo de aquel resultado. 

Con todo, el gobierno tiene a su favor que la expectativa económica positiva en el oficialismo según esta variable, aunque insinúa una baja, casi duplica a la de Juntos por el Cambio, que en la serie evolutiva permanece estable en torno al 20%. Por contrapartida, crece el pesimismo, que se expresa en el 33% que en la última medición responde “ninguno” y llega a un pico en el longitudinal histórico. 

Parte de ese pesimismo tiene que ver con la creciente tensión cambiaria de las últimas semanas. Las medidas que oportunamente implementó el Banco Central de la República Argentina (BCRA) comandado por Miguel Pesce no sólo no lograron tranquilizar al dólar “blue”, pequeño en volumen de operaciones pero muy gravitante en la agenda social, sino que tampoco convencieron a la opinión pública: mientras un 36,5% calificó de manera positiva a esas medidas en la última encuesta de Clivajes, el 40% las evaluó negativamente y 23,46% de manera regular (gráfico arriba).


Ese dato es consistente con la encuesta de Rouvier & Asociados, donde el porcentaje que confía en que el gobierno podrá controlar el dólar coincide casi exactamente con el que opina positivamente de aquellas medidas según Clivajes (36,7% y 36,5%, respectivamente). En sentido contrario, un 43,5% no cree que el gobierno puede controlar el dólar y casi 20% no sabe o no contesta. Haciéndose eco de este tema, el gobierno nacional decidió esta semana un golpe de timón: empoderó al ministro Martín Guzmán, quien negoció exitosamente el acuerdo de la deuda con los bonistas privados, para que defina la estrategia y comande las acciones respecto al “blue” y las demás alternativas financieras al dólar oficial. El Fondo Monetario (FMI), que apoyó la estrategia negociadora de Guzmán respecto a la deuda externa, también avaló las medidas del ministro para contener la brecha cambiaria: habrá que esperar un tiempo para ver cómo reaccionan el mercado (y las encuestas) al nuevo enfoque. 

https://www.cba24n.com.ar/opinion/expectativas-y-agenda-economica--segun-las-encuestas_a5f92fab9128e1f62314db809


miércoles, 21 de octubre de 2020

Dossier 360 o cómo identificar la señal en medio del ruido circundante (el caso Bolivia en el espejo argentino)



Al igual que sucedió con las PASO de 2019 en Argentina, los grandes medios hegemónicos nacionales volvieron a sesgar su mirada sobre el proceso electoral boliviano este año: en las primarias argentinas pronosticaban una primaria ajustada, pero en las urnas el Frente de Todos se impuso por más de 16 puntos porcentuales sobre Juntos por el Cambio. Análogamente, en Bolivia daban por sentada una segunda vuelta que nunca se produjo (ver imágenes arriba y abajo). 



Lejos de esos pronósticos, el gobierno de facto boliviano admitió la victoria del Movimiento al Socialismo (MAS) sobre la base de las encuestas en boca de urna, dada la demora del escrutinio oficial (ver imágenes abajo). 





Dos de las bocas de urna realizadas el domingo 18 de octubre le adjudican al MAS un caudal superior al 50% de los votos y una ventaja en torno a los 20 puntos porcentuales sobre la segunda fuerza (ver imágenes arriba). Sin embargo, la victoria en primera vuelta del candidato del socialismo, Luis Arce, ya se perfilaba como un escenario de alta probabilidad en el informe que compartimos la semana pasada en Dossier 360. Realizado por CELAG, ese estudio arrojaba que el MAS superaba el 44% de intención de voto y le sacaba más de 10 puntos porcentuales de ventaja a la segunda fuerza, condición suficiente para evitar el ballotage de acuerdo a la legislación electoral de Bolivia (ver gráfico abajo). 


Así, el informe publicado en Dossier 360 claramente acertó en identificar la señal en medio del ruido circundante. Cabe destacar que CELAG también tuvo una buena aproximación a las PASO del 2019 en nuestro país el año pasado: lejos de las encuestas que auguraban un resultado ajustado y replicaban los medios hegemónicos, su encuesta domiciliaria perfiló una brecha en torno a los 9 puntos porcentuales a favor del Frente de Todos, aun habiendo sido realizada varias semanas antes del comicio (ver gráfico abajo). 



Análogamente, en el caso boliviano el estudio del CELAG estuvo entre las dos mediciones que más se aproximan al resultado oficial junto con la de CIESMORI (ver gráfico abajo), pese a ser la que se realizó con más antelación respecto a la fecha de la elección. Con casi el 82% de las actas de las mesas de sufragio escrutadas hacia la madrugada de hoy miércoles 21 de octubre, Luis Arce está consiguiendo el 53,58% de los votos, escoltado por el exmandatario Carlos Mesa, con 29,59%. En tercer lugar se ubica el derechista Luis Fernando Camacho, con 14,73%.




Cabe destacar que la pandemia del coronavirus limitó la posibilidad de realizar mediciones presenciales en el proceso preelectoral boliviano, mientras que la metodología de boca de urna se basa en encuestar a la salida de los lugares de votación. Eso puede explicar el relativo desvío entre el promedio de las encuestas, que daban 42,32% al MAS y 34,84% a la segunda fuerza, y los boca de urna, que ubican al MAS por encima del 50% y a su escolta más cerca del 30% que del 35%. 

Esa misma limitación afecta al contexto argentino, por lo cual la mayoría de las encuestas realizadas en nuestro país en el marco de la pandemia se basan en relevamientos en plataformas web y telefónicas. Para corregir el sesgo de representatividad asociado a esa captura (no todos los electores tienen internet o pueden ser captados por vía telefónica), Dossier 360 ha desarrollado un algoritmo que calcula el desvío que pueden tener las mediciones web y telefónicas respecto a una encuesta presencial. Ese algoritmo se aplica al promedio de las encuestas analizadas para un mejor ajuste de las mediciones. 

Algunos datos clave: el vencedor de los comicios bolivianos, Luis Arce, es un economista de 57 años que fue ministro de Economía y Finanzas durante casi todo el período de gobierno del expresidente Evo Morales (con una pausa de 18 meses). Durante su gestión, Bolivia elevó su Producto Interno Bruto (PIB) de U$S 9.500 millones de dólares anuales a U$S 40.800 millones y redujo la pobreza del 60% a 37%, según datos oficiales. Esa bonanza permitió pagar bonificaciones a miles de mujeres embarazadas, escolares y ancianos, y realizar inversiones millonarias para avanzar en la industrialización del litio y el gas natural, dos de las principales riquezas naturales de Bolivia. 

Por eso, en Dossier 360 hacemos un seguimiento de las encuestas sobre opinión pública y política junto con las mediciones de consumo y tendencias del mercado, dado que la comunidad que vota es la misma que consume: cualquier fenómeno político-electoral no se entiende desprendido del contexto socioeconómico, sino en conjunto con él. Con este método, Dossier 360 ayuda a identificar la señal en medio del ruido circundante. 

Más información: https://enredaccion.com.ar/dossier360/

domingo, 18 de octubre de 2020

17 de octubre: una lectura en clave socioeconómica del peronismo y el kirchnerismo


Una de las premisas analíticas recurrentes de este blog se basa en el consultor Carlos Fara y plantea que, a mediano y largo plazo, son los efectos socioeconómicos los que construyen las tendencias de la opinión pública, más allá de los vaivenes de la coyuntura. Así, un efecto socioeconómico de bienestar en una mayoría o al menos en la primera minoría de la sociedad (la que más se acerque al 50%+1 que define una mayoría electoral neta) construye acompañamiento en las urnas a mediano y largo plazo; en sentido contrario, el malestar socioeconómico genera desgaste y termina decantando en deslegitimación electoral. Entonces, un gobierno que genere efectos socioeconómicos de bienestar tiende a permanecer más tiempo en el poder, mientras que uno que genera malestar tiende a durar menos tiempo, ya que pierde las elecciones más temprano que tarde. Proponemos que esta aproximación nos proporciona una clave de lectura de la vigencia del peronismo en la historia argentina y, al mismo tiempo, de la gravitación de la experiencia kirchnerista en la historia más reciente. Veamos si hay correspondencia con los indicadores de bienestar socioeconómico. El bloguero Adán de Ucea sistematizó los datos de crecimiento del PBI del World Bank (Banco Mundial) por períodos presidenciales en el gráfico de arriba desde 1980 en adelante. Desde la recuperación de la democracia, el PIB (Producto Interno Bruto) crece durante los gobiernos peronistas (Carlos Menem 1989-1999) y el kirchnerismo (NK 2003-2007 y  CFK 2007-2015), mientras que cae durante los no peronistas: Alfonsín (1983-1986), De la Rúa (1999-2001) y Macri (2015-2019). Sin embargo, los crecimientos no son idénticos: tendencialmente, el de los gobiernos del FPV de 2003 a 2015 es más fuerte que el de Menem. Lo mismo sucede con las caídas: el descenso durante el gobierno de Alfonsín es menos marcado que los visibles durante la Alianza de 1999 a 2001 y Cambiemos de 2015 a 2019 (gráfico arriba, click para agrandar).  



Si tomamos los datos de PIB per cápita y ampliamos la serie histórica (gráfico arriba, click para agrandar), podemos ver cómo las experiencias del kirchnerismo y del menemismo se articulan con la del peronismo. El indicador presenta algunos vaivenes durante los 12 años del kirchnerismo: crece de manera sostenida de 2003 a 2007, terminando con la victoria de CFK en la elección presidencial de ese año; en 2008 hay una caída en 2008, coincidiendo con la crisis global, y una nueva suba luego de ese valle, que culmina en la reelección histórica de 54% de CFK en 2011. Luego, se percibe un amesetamiento desde 2012, pero de todos modos logra sostener una tendencia ascendente que deja al registro por encima del que recibió Néstor Kirchner en 2003. En 2015, el FPV pierde en ballotage por apenas 2,68 puntos porcentuales luego de 12 años de gestión. En el caso del menemismo, el PBI per cápita crece sostenidamente hasta el efecto tequila en 1995, sin poner en riesgo de todos modos la reelección de Carlos Menem; se recupera luego de esa crisis global, pero hacia 1997 entra nuevamente en decadencia, lo que culmina con la victoria de la Alianza en 1999 luego de 10 años de gobierno del Frejupo. En el caso del peronismo, el crecimiento del PBI per cápita comienza entre 1944 y 1945 (el GOU que integraba Perón llega al poder en 1943, y el 17 de octubre se produce en 1945) y gana fuerza de 1946 a 1949 (cuando el salario real llega a crecer un 62%). Luego se percibe una caída, un amesetamiento y un nuevo ciclo de crecimiento desde 1952 que se estira hasta 1956, luego del golpe de Estado de 1955 que derroca a Perón. Recién en 1964-65 se abre un nuevo ciclo de crecimiento, en medio de la inestabilidad política generada por la sucesión de golpes militares y la proscripción del peronismo. Con la breve vuelta al poder del peronismo en 1972 se perciben dos picos de suba, ciclo que culmina con el golpe militar de 1976 (gráfico arriba). El sociólogo Daniel Schteingart destaca que desde 1945 a 1975, período que abarca los seis años del primer peronismo y los dos años de su vuelta al poder en la década del 70, el ingreso per cápita de Argentina creció al 2% anual, una tasa similar a la de Estados Unidos, Australia y el Reino Unido. "De haber continuado con esa tendencia desde mediados de los ´70, hoy tendríamos el PBI per cápita de Europa Occidental", afirma el analista. Así, el ciclo "virtuoso" de crecimiento de la economía que se inicia con el ascenso de Perón en 1945 y se identifica con el ascenso de las clases trabajadoras y la ampliación de derechos sociales y electorales (como el voto femenino) durante una década de elecciones libres luego de la "Década Infame" (que en rigor se inicia en 1930 con el golpe al gobierno democrático de Yrigoyen y se clausura en 1943 con el golpe del GOU al régimen fraudulento instaurado desde 1930) se cierra en 1975, en la víspera del golpe de 1976, aún más atroz que el de 1955. 

Claramente, el golpe del 76 contra el gobierno de la viuda de Perón no sólo funcionó como una dictadura genocida sino que además generó un costo socioeconómico gravoso para el desarrollo del país. Peor todavía, la dictadura atacó de tal modo la matriz productiva y el tejido social del país en aras de la financiarización especulativa, que luego del retorno de la democracia en 1983 sólo durante los gobiernos peronistas el indicador del PIB logra crecer, mientras que retrocede en los gobiernos no peronistas (gráfico arriba, click para agrandar). Como puede verse, el registro, si bien presenta vaivenes, logra sostener tendencialmente un crecimiento luego del golpe contra Perón en 1955, aunque atravesado por una sucesión de gobiernos militares junto con algunos años de gobiernos civiles electos con el peronismo proscripto (es decir, sin funcionamiento pleno de las instituciones democráticas). En cambio, a partir de 1976, el PIB en general y per cápita sólo crece durante el gobierno de Menem y durante los gobiernos kirchneristas (gráfico arriba), mientras que cae durante las gestiones del radicalismo, de la Alianza y de Cambiemos. No obstante, dado que la serie se interrumpe en 2016, ampliemos el panorama para completar la mirada y comparar la experiencia de Cambiemos de 2015 a 2019, contrastarla con la experiencia kirchnerista de 2003 a 2019 y comprender el por qué de la derrota electoral de Macri el año pasado. Como vemos, el golpe de 1976 genera un patrón a partir del cual sólo durante los gobiernos de base peronista el PBI y el PBI per cápita logran períodos de crecimiento sostenidos lo suficientemente prolongados en el tiempo como para generar efectos socioeconómicos de bienestar que se traducen en el acompañamiento electoral necesario para vencer en más de una elección presidencial, como sucedió con Menem en 1995 y con CFK en 2007 y 2011; de ahí que las experiencias peronistas de gobierno llegaran a durar dos mandatos presidenciales con Menem y tres con NK y CFK. En cambio, las experiencias alternativas de gobierno no logran generar efectos socioeconómicos de bienestar que se prolonguen más allá de la elección de medio término (1985 con Alfonsín y 2017 con Macri), y en el caso de la Alianza ni siquiera eso: esa fuerza perdió las legislativas de 2001, lo que anticipó su salida del poder en diciembre de ese año.



Como se observa en la serie de gráficos, el PBI crece 4 años seguidos durante la gestión kirchnerista con tasas superiores al 8% (8,8% en 2003 y 9% en 2004). Se desacelera a la mitad en 2008 y cae en 2009 (pos crisis global de Lehman Brothers). El crecimiento de 2005 se corresponde con el triunfo electoral en las legislativas de ese año, en las cuales Néstor Kirchner le arrebata el control del PJ a Eduardo Duhalde, mientras que el de 2007 se corresponde con la victoria de CFK en las presidenciales. La caída de 2009 le sigue a la crisis del campo en 2008 y se corresponde con la victoria pírrica del oficialismo, que conserva la primera minoría electoral a nivel país pero pierde por dos puntos en la estratégica provincia de Buenos Aires, con NK encabezando la boleta oficialista. Comparando el primer mandato de NK con los dos de CFK, hay crecimiento a "tasas chinas" durante los 4 años de 2003 a 2007. En cambio, durante los 8 años de mandato de CFK el crecimiento se desacelera y sólo en 2010 logra anotar una tasa de crecimiento "china" superior al 8% (gráfico arriba, click para agrandar). El economista Osvaldo Kacef confirma este análisis y plantea dos momentos bien diferenciados, una década caracterizada por un crecimiento acumulado y otra de elevada volatilidad, en la que se suceden alzas y bajas alternadas a partir de 2011 (reelección de CFK). "Los dos primeros años de la década (2010 y 2011, durante la gestión CFK-cursivas mías) fueron los últimos dos años seguidos en los que se registró un crecimiento y los últimos dos (2018 y 2019) fueron los primeros en los que se verificaron contracciones consecutivas" (ya en el mandato de Cambiemos, cursivas mías), apunta el especialista, que analiza la evolución del PIB en los tres subperíodos señalados incorporando dos indicadores extra: el PIB por habitante y el Indicador de Bienestar de SEN, que toma en cuenta no sólo la evolución del PIB promedio por habitante sino también su distribución, a partir del coeficiente de desigualdad de Gini. De acuerdo con esta expresión, el bienestar de la sociedad (S), crece con el producto por habitante (PIBph) y disminuye a medida que aumenta el coeficiente de Gini (G), indicando una mayor desigualdad en la distribución del ingreso. La evolución de las tres variables que se analizan está sintetizada en el gráfico de abajo: en los primeros dos años de la década la economía crece fuertemente y supera los impactos de la crisis financiera internacional. La rápida mejora del escenario externo, sumada a medidas expansivas tomadas desde la política económica, permiten una recuperación de la demanda y un crecimiento de 10% en 2010 y de 6% en 2011. A su vez, el producto por habitante crece a una tasa anual promedio de 6,8% y al mismo tiempo mejora la distribución del ingreso (el coeficiente de Gini cayó de 0,413 a 0,406), por lo que el indicador de bienestar creció más que el PIB por habitante, a una tasa anual promedio de 7,4% (gráfico abajo, click para agrandar). 


"En los cuatro años siguientes (2012-2015), que coinciden con el período que corresponde al segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner, la economía entró en un período de estancamiento en el que se alternaron años impares (coincidentes con elecciones) de crecimiento con años pares de caída del PIB. El único elemento dinámico de la demanda agregada en esos cuatro años fue el consumo público. Acompañando el ciclo electoral, el crecimiento del consumo público fue mayor en los años impares que en los años pares, lo que contribuyó a explicar las subas y bajas alternadas del PIB", apunta Kacef. En 2015, el FPV pierde el poder en el ballotage ante Cambiemos, lo que abre un nuevo ciclo en el cual el PIB cae de punta a punta: entre 2015 y 2019 se contrae alrededor de 4% y en los dos últimos años del mandato de Macri se registran contracciones consecutivas, algo que no ocurría desde 2002 (entre 1999 y 2002 se registraron cuatro años consecutivos de caída del PIB). El PIB por habitante se contrajo en los cuatro años de la gestión de Mauricio Macri un 8% (2,1% anual promedio). La disminución del ingreso promedio por habitante se agravó por el deterioro de la distribución del ingreso, razón por la cual el indicador de bienestar se redujo en 11,1% (a una tasa promedio de 2,9% por año). El PIB se contrajo 2,1% en 2016 pero aumenta 2,7% en 2017, lo que coincide con la victoria de Cambiemos en las legislativas de medio término de ese año; en el acumulado del bienio se verifica un aumento de 0,5% en el PIB pero una disminución de 1,6% en el PIB por habitante. Con la crisis de 2018 el PIB vuelve a caer (2,4%) y repite una caída mayor al 2% en 2019 (2,2%), contracción económica que es acompañada por la aceleración de la inflación que, impulsada por la depreciación de la moneda, alcanzó al 53,8%. El efecto socioeconómico de malestar generado por la gestión Macri termina en la derrota del oficialismo en las PASO de agosto de 2019 y la victoria del Frente de Todos en la primera vuelta electoral de octubre del mismo año; aunque el gobierno de Cambiemos alcanza el logro (modesto pero institucionalmente relevante) de ser el primer gobierno no peronista en completar un mandato presidencial desde 1983 y el segundo no peronista en hacerlo desde Alvear en 1928, al mismo tiempo resulta el primero en buscar la reelección y no obtenerla. La performance socioeconómica del macrismo en el poder resulta tan deficiente que puede ser comparada incluso con la pandemia de este año: el gráfico debajo (click para agrandar) muestra el deterioro del poder adquisitivo de los hogares entre el cuatro trimestre de 2017 (único año en que crece la economía durante el mandato de Macri), el segundo trimestre de 2019 y la pandemia: en ambos casos, el ingreso promedio de los hogares cae 16%. 



Cuando ampliamos la serie para incluir los datos de pobreza, vemos que la gestión Macri también cumple con el patrón de los gobiernos no peronistas: al igual que Alfonsín y De la Rúa, deja más pobreza que la que recibe. En la comparación de gestiones peronistas, Menem logra bajar la pobreza desde 1989 a 1994, esta vuelve a crecer con la crisis del tequila hasta 1996, luego desciende por poco tiempo y vuelve a crecer hacia el fin de su mandato, síntomas relevadoras de una gestión que alternó las mejoras que supuso el control de la hiperinflación respecto al cierre del mandato de Alfonsín con reformas de tipo neoliberal que supusieron un retroceso en derechos sociales respecto a la experiencia del peronismo histórico. En cambio, el ciclo del kirchnerismo es el único desde la vuelta de la democracia que pudo lograr una baja sostenida de la pobreza durante 10 años (2003-2013) junto con la ampliación de otros derechos. Con Macri, sólo en 2017 se logra una baja de la pobreza, y al cierre de su gestión esta vuelve a quedar en niveles superiores a la que había recibido Cambiemos en 2015 (gráfico abajo, click para agrandar).  



Otra manera de visualizar este proceso es visualizar la evolución de los niveles socioeconómicos (NSE) de la Asociación Argentina de Marketing (AAM), otro indicador que es un buen "proxy" de bienestar o malestar relativos: entre 2004 y 2014, el ciclo kirchnerista logra una movilidad social ascendente, ya que la clase media crece de 25,3% a 30,8% (+ 5,5 puntos porcentuales), mientras que la clase marginal desciende de 21% a 13,4% (- 7,6 pp) y la baja inferior cede de 33,5% a 32,4% (-1,1 pp; gráfico abajo, click para agrandar)


En sentido contrario, la consultora Moiguer detectó, sobre la base de la misma metodología de la AAM, que la clase C3 cayó a 28% al cierre de la gestión Macri (- 2,8 pp respecto al 2014), mientras que la E creció de 13,4% en 2014 a 20% en 2019(+ 6,6 pp). Por su parte, la D1 cedió de 32,4% a 30% (-2,4 pp; comparar gráficos arriba y abajo, click para agrandar). De esa forma, mientras la década K dejó como legado movilidad social ascendente, si bien con matices, los 4 años de Cambiemos legaron un nuevo deterioro y un malestar socioeconómico que sellaron su suerte en las urnas. 
 



La estimación de Moiguer para 2020 añade el efecto pandemia, que aparece como una nueva caída de la clase media y una suba de la baja. Habrá que esperar para mensurar si la aproximación es correcta, pero como vimos arriba la suba de la pobreza durante este año es un hecho con el que la gestión de Alberto Fernández tendrá que lidiar. El apoyo que recibió el gobierno nacional este 17 de octubre permite entender por qué el Frente de Todos ganó la elección de 2019: pese al blindaje mediático-judicial y a la ayuda externa del FMI, los efectos de malestar de gestión de Cambiemos eran tan fuertes que, a la luz del recorrido histórico que planteamos, la derrota aparecía como inevitable una vez unificado el espacio pan-justicialista, y ese proceso aún está fresco en la memoria, a casi un año de aquella elección. Sin embargo, en 2021 el Frente de Todos enfrentará su primera elección de nuevo término, con el desafío de dar vuelta la página a la segura caída del PBI que dejará este año (estimada en torno al 12%). En contra, le juega una pandemia que le "llovió de arriba"; a favor, tiene que, como oportunamente señaló Schteingart, el dato de pobreza del segundo trimestre de 2020 condensa todos los efectos negativos juntos: a la brutal caída del empleo por la pandemia (similar a la registrada por Colombia, Chile o México), se suma que la EPH captó muy poco IFE, ya que "la EPH pregunta por los ingresos del mes anterior. Es decir, en el 2do trimestre se preguntan por ingresos de marzo-abril-mayo. El IFE empezó a pagarse a fines de abril y la primera ronda terminó en junio. De este modo, no llegó a entrar ni una ronda entera del IFE en la medición actual del INDEC. La medición del 3er trimestre debería dar algo diferente: más IFE captado (ya que se pagó mucho más IFE en junio-julio-agosto) y reactivación parcial del empleo. Cuando la pandemia haya terminado (y, por tanto, el paquete de asistencia como el IFE también) sabremos a ciencia cierta las consecuencias del COVID-19 en los indicadores sociales, que ya venían deteriorándose producto de los malísimos 2018-19". He aquí el desafío para el oficialismo: el presupuesto presentado prevé una suba del PIB de 5,5% para 2021. Si la mejora tiene efectos socioeconómicos de bienestar visibles para la temporada electoral que se viene, el Frente de Todos podrá decir que cerró la página de la pandemia hacia un período de crecimiento. Caso contrario, sus chances electorales se complicarán. 

viernes, 16 de octubre de 2020

17 de octubre, de la lealtad a la fidelización según las encuestas (columna publicada en CBA24N)

Este 17 de octubre el espacio pan-justicialista se prepara para celebrar el Día de la Lealtad, un evento caro a la liturgia de ese movimiento político. La circunstancia es oportuna para repasar un concepto de la comunicación política que, si bien no es un equivalente exacto al de lealtad, sí nos permite hacer una aproximación a ella: el de fidelización. El especialista Philippe Maarek se refiere a una “comunicación de mantenimiento” que se dirige a electores que son partidarios de una fuerza o candidato, que apunta a darles confianza y reforzarlos o, en términos marketineros, “fidelizarlos”. Una manera de medir la fidelización por espacio político es comparar el caudal pasado con el que cada uno obtendría si hubiera elecciones ahora: según la encuesta nacional más reciente de Opina Argentina, el Frente de Todos (FdT) captaría 42% de los votos y Juntos por el Cambio un 31% (gráfico arriba).

Así, el oficialismo “fideliza” 87% del caudal que obtuvo en la elección de octubre de 2019 (48,24%), mientras que Juntos por el Cambio (JxC) “fideliza” el 77% del suyo (40,28%; gráfico arriba). Esa ventaja en términos de fidelización le permite al FdT ampliar la brecha que obtuvo el año pasado de casi 8 puntos porcentuales a los 11 que arroja el estudio de Opina, del cual se desprende otro fenómeno: el espacio liberal, que en octubre de 2019 apenas alcanzó 1,47% de los votos, trepa en esta ocasión al 10%. En una medición alternativa, en este caso de la consultora Taquión, ese mismo espacio roza el 13%, mientras que JxC queda mejor parado que en el estudio de Opina, al registrar un empate técnico con el oficialismo (gráfico abajo).

Para evitar el riesgo de sobreponderar a esa fuerza (recordemos que en 2019 también había expectativas de una performance muy superior a la que concretó luego en las urnas), tomemos el promedio de las últimas 10 encuestas que sondean escenarios de cara al 2021: el FdT alcanza una media de 42% y JxC queda en 27%, lo que arroja una ventaja de 10 puntos porcentuales a favor del oficialismo, mientras que el espacio liberal llega a 4,5%, bastante menos que el 10% del estudio de Opina o el casi 13% de Taquion pero aun así triplicando su caudal del año pasado.

La encuesta realizada por la consultora Move en agosto aporta una señal respecto a este tema: a futuro, el 37% prefiere que siga gobernando el peronismo, un guarismo que coincide con el promedio del oficialismo. En cambio, quienes se inclinan por una vuelta al poder de JxC son el 22%, 5 puntos porcentuales por debajo del promedio para esa fuerza (gráfico arriba). ¿Por dónde pasa la merma para la principal fuerza opositora? Sucede que un 30% de votantes de Mauricio Macri en 2019 está depositando sus expectativas en un partido nuevo, según Move; ese 30% no está muy lejos del 23% de votos que JxC no logra fidelizar de su caudal del 2019, como repasamos en el cálculo más arriba.

¿Por qué el FdT no sólo tiene la ventaja de un caudal mayor sino de una mayor fidelización o “lealtad”, de acuerdo a este cruce de datos duros de resultados electorales con datos blandos de encuestas? Una pista la aporta otra variable que permite medir la fidelización: la “identificación política”. Según la encuesta nacional más reciente de Zuban Córdoba & Asociados, casi 22% se define como peronista y 11,3% como kirchnerista, con lo cual el espacio pan-justicialista suma 33% de identificación política positiva. En cambio, "macrista" alcanza apenas 7,1% de identificación positiva, mientras que otras identidades rondan el 11%. Por otro lado, 7,4% se siente antiperonista y 20% se define como antikirchnerista, lo que acumula 27,4%; apenas 4% se identifica como antimacrista (gráfico arriba). 


Así, mientras el espacio pan-justicialista/filo-oficialista se constituye como una identificación positiva, el espacio anti-gobierno/anti-peronista/anti-K se constituye como una negatividad; como aquello que "no es", más que como lo que es. Parafraseando a Julio Cobos, es un voto "no positivo"; una negación, más que una afirmación o proposición. Eso se confirma al sondear la variable “representación política”: Cambiemos + radicalismo suma 21,6%, menos que la identificación por la negativa (27,4%). En cambio, la suma de representación peronista + kirchnerista (35,1%) prácticamente coincide con la identificación positiva (33%). Para más datos, esa debilidad relativa de JxC también se confirma con la variable “cercanía política”: mientras que el FdT roza el 35% de las respuestas (en el mismo orden de magnitud que el 33% de la variable identificación positiva), la fuerza opositora ronda el 24% y queda casi 11 puntos porcentuales atrás (gráfico abajo).


En conclusión, el promedio de las encuestas que sondean escenarios de cara a la elección de medio término insinúa que Juntos por el Cambio podría ceder electores a manos de la derecha liberal-libertaria. He aquí el dilema de JxC: al haber corrido su posicionamiento a la derecha del espectro discursivo para “fidelizar” su voto duro, hoy está disputando agenda con un sector donde convergen electores anti-gobierno que también tienen una mirada crítica de la gestión de Macri. En situación de ballotage o cuasi-ballotage ese caudal probablemente volvería a JxC, pero en una elección legislativa como la de 2021 podría dispersarse y volcarse a una fuerza más nueva.

https://www.cba24n.com.ar/opinion/17-de-octubre--de-la-lealtad-a-la-fidelizacion-segun-las-encuestas_a5f88645dfa2b4132bc130106