jueves, 31 de diciembre de 2015

Convencidos de ambos lados vs “ni-ni”: dónde se juega la suerte del nuevo gobierno y la nueva oposición (3)

Para despedir el 2015, revisar el plexo preexistente de creencias y actitudes respecto a políticas y áreas de gestión evaluadas en la transición del cambio de gobierno permite establecer algunas conjeturas plausibles (incluso con cierto, aunque limitado, valor predictivo) acerca del modo en que la nueva administración debería gestionar el manejo de cartera al que nos referíamos en la entrada anterior. En primer término, en la encuesta que citamos de OPSM es visible una divisoria de aguas en cuanto al control estatal y gestión de Aerolíneas Argentinas al cierre del gobierno de CFK: 27,1% pedía dejarla igual y 23,7% introducir cambios leves (50,8% de acumulado), en tanto que 28,7% pedía cambios profundos y 13,4% dejar de lado la política por entonces vigente (42,1% de acumulado). 

Respecto a las medidas contra la inflación, 4,8% estaba a favor de mantenerlas y 22% pedía cambios leves, de lo que resulta un acumulado de 26,8% que podríamos asimilar al piso del kirchnerismo en su peor elección primaria, la de 2013. Por otro lado, un 37,1% pedía cambios profundos y 34,6% dejar de lado las medidas vigentes (71,7% acumulado). Aquí la tendencia es favorable al cambio, lo que es indicador de que en esta área de gobierno el segmento “ni-ni” se acerca más al núcleo duro anti-K. En el caso de la política energética, un 15,3% pedía dejarla igual y 26,2% pedía cambios leves, lo que suma 41,5%. En cambio, 31,9% cambios profundos y 22,4% dejar de lado las medidas entonces vigentes (54,3% de acumulado en contra de la continuidad, o a favor del cambio, lo que sugiere que también en este punto los “ni-ni” se acercan más a los anti-K). En cuanto a la política de lucha contra el narcotráfico, 2,3% pedía dejarla igual y 4,8% demandaba cambios leves, lo que suma apenas 7,1%; por otro lado, 43,9% demandaba cambios profundos y 48,7% dejar de lado las políticas antes vigentes, un consenso de 97,4% hacia el cambio, muy contundente, lo que perfila un área donde incluso el segmento pro-K pedía un giro copernicano. 

En cambio, existen 8 áreas donde es mayoritario el consenso a favor de la continuidad con cambios leves: en cuanto a la política cambiaria/cepo al dólar, 12,7% pedía dejarla igual y 45,1% pedía cambios leves, lo que acumula un 57,8% más cercano al “polo” de la continuidad que al del cambio. Por contrapartida, 14,3% pedía cambios profundos y 20,9% dejar de lado esas medidas (35,2% de acumulado). En este caso, podríamos asociar ese 35% al núcleo anti-K o fuertemente crítico de la administración saliente, mientras que casi 6 de cada 10 se mostraban más cercanos o proclives a introducir sólo correcciones puntuales a esa política. Esto sugiere que en este punto el segmento “ni-ni” se decantaba más a favor de una continuidad con cambios que a favor de un cambio sensible. Algo similar sucede con el control de importaciones/protección de industrias nacionales: 18,6% pedía dejarlas igual y 36,8% introducir cambios leves (55,4% de acumulado), mientras que 26,9% pedía cambios profundos y 14,6% dejar de lado las medidas por entonces vigentes (41,5% acumulado). En el caso de la gestión estatal de YPF, 36,8% pedía dejarla igual y 23,4% cambios leves (60,2% de acumulado); en asignación universal por hijo (AUH), 48,5% pedía dejarla igual y 27,4% cambios leves (75,9% de acumulado); en política de subsidios a las tarifas de energía y servicios públicos, 32,8% pedía dejarla igual y 44,5% cambios leves (77,3% de acumulado); paritarias salariales, donde 29,3% pedía dejarlas tal cual y 33,6% cambios leves (62,9% de acumulado); participación del Estado en empresas privadas, en la cual el 25,9% estaba a favor de dejarla igual y 33% se pronunciaba por cambios leves (58,9% de acumulado); finalmente, respecto a la normativa electoral/elecciones primarias, 34,6% estaba a favor de dejarla igual y 23,9% por cambios leves (58,5% de acumulado). 

En síntesis, de 12 áreas evaluadas en total (una lista de ninguna manera exhaustiva), se puede inferir que en las últimas 8 los “ni-ni” están más cerca del segmento pro-K que de los anti-K, que en 2 de ellas (inflación y política energética) los “ni-ni” están más cerca de los anti-K, que una (la gestión de Aerolíneas) divide aguas (la posición más cercana a la continuidad con cambios apenas supera el 50%) y que en una de ellas (lucha contra el narcotráfico) había un consenso demoledor a favor del cambio. Con esta hoja de ruta preliminar podremos ir evaluando los datos de las encuestas sobre el nuevo gobierno que ya se van conociendo y las claves para el manejo de cartera del que venimos hablando. 

martes, 29 de diciembre de 2015

Nota publicada en suple Tendencias de La Voz

TECNO 

¡Dale, que se acaba el año!

Tecnología aplicada al trabajo. Apps que potencian la productividad.  

Por Norman Berra / Especial

Con el fin de año cerca, más de uno puede necesitar un plus de productividad para cerrar 2015 con la menor cantidad de “pendientes” posibles hacia el año próximo. Veamos algunos aportes que puede hacer la tecnología en esta materia: 
http://www.lavoz.com.ar/tecno/dale-que-se-acaba-el-ano



lunes, 21 de diciembre de 2015

Convencidos de ambos lados vs “ni-ni”: dónde se juega la suerte del nuevo gobierno y la nueva oposición (2)

A partir de las premisas analíticas elaboradas en función de la hipótesis de los tres tercios como plexo explicativo del resultado electoral, se sigue que la suerte del nuevo gobierno nacional y del pan-kirchnerismo (ahora en un rol opositor) se juega sólo parcialmente en la batalla de percepciones y actitudes políticas de los dos tercios convencidos (anti-k uno, K el otro). Lo que realmente inclinará la balanza será la opinión de ese tercer tercio no espontáneamente polarizado, ni anti-K ni filo-K. El modo en que este segmento procese el impacto y las repercusiones de las medidas del nuevo gobierno será la clave para la dinámica de la opinión pública en estas primeras semanas (y quizá meses) de gestión. 

Está claro que este segmento, aun siendo “ni-ni”, no es políticamente neutro: en el ballotage, optó por Mauricio Macri o por Daniel Scioli, quizá más “en rechazo a que a favor de”: que se inclinó por uno o por otro en partes casi simétricas queda puesto en evidencia por el resultado de 51% a 49%. Sin embargo, como venimos marcando, la configuración electoral de dos polos que dejó el 22-N es un tanto engañosa: la pintura más fiel del electorado argentino la dejó el 25-O, casi un calco perfecto de la hipótesis de los tres tercios. De esto se desprende que el modo en que las creencias y actitudes de esos tres tercios  se articulen con el comportamiento del nuevo gobierno y con la nueva oposición (rechazo o aceptación) será la clave para construir gobernabilidad o desgaste para Macri tanto como declive o resiliencia para el pan-kirchnerismo.

La configuración político-electoral existente amerita entonces un manejo de cartera por parte del nuevo gobierno nacional. Citamos a Felipe Noguera: “es indispensable saber realizar un manejo de cartera. Donde los deseos de la gente y la ideología del gobernante coinciden, ése debe ser el centro del gobierno. Luego será necesario hacer algunas cosas que quizá sean impopulares, y para ello se deberá trabajar más el tema de la comunicación. Por otro lado, el gobernante deberá realizar algunas cosas que no son de su agrado, pero que resultarán indispensables para mantener el apoyo (...) Realizando un cuadro de doble entrada, las cosas que ni los gobernantes ni la gente quieren hacer, no se hacen. Las cosas que ambos quieren hacer, obviamente son las prioridades. Luego, es preciso encontrar un equilibrio entre los otros dos cuadrantes, ir en una dirección ideológica propia, ir construyendo algo que sea coherente, sin dejar por eso descontenta a la gente”.  

En este marco, una encuesta de OPSM en plena transición política marca algunos datos a tener en cuenta para un adecuado manejo de cartera. Según el estudio de la consultora dirigida por Enrique Zuleta Puceiro, las propuestas del nuevo gobierno habrán de tener en cuenta un reclamo casi unánime (89,3%) de presencia activa del Estado. Un 38,6% reclama una presencia e intervención muy activa y un 50,7% una presencia activa. Sólo un 7,5% reclama una acción menos activa y un mínimo 0,2% nada activa. Las demandas mayores de cambios giran en torno a la política hacia el narcotráfico, la política en materia de inflación y la reforma política (ver gráfico arriba). Por otro lado, los temas que inspiran mayor cautela a la hora del cambio o, visto de otro modo, donde existe una posición más bien favorable hacia cierta continuidad, son las políticas sociales (en particular la Asignación Universal por Hijo, AUH), política cambiaria, la gestión estatal de YPF y Aerolíneas, las políticas tarifarias, la protección de la industria nacional y la presencia estatal en las empresas privadas con participaciones públicas. En general, la posición es de un equilibrio moderado y demanda de cambios que profundicen y mejoren la gestión pública, descartándose posiciones extremas, entendiendo por estas tanto el cambio drástico como la continuidad pura sin matices. En fin, insistimos: ni antikirchnerismo ni kirchnerismo "puros", ese es el tono en esta coyuntura. 

domingo, 20 de diciembre de 2015

Nota publicada en suple Tendencias de La Voz

TENDENCIAS 

Galería de regalos de Navidad

Recomendaciones. Dispositivos tecnológicos y otras opciones para tener en cuenta al elegir los obsequios para el arbolito. Datos y precios. Por: Norman Berra. 

http://www.lavoz.com.ar/galerias/galeria-de-regalos-de-navidad


miércoles, 16 de diciembre de 2015

Convencidos de ambos lados vs “ni-ni”: dónde se juega la suerte del nuevo gobierno y la nueva oposición (1)

El plexo cuali-cuantitativo que conforma el mapa político-electoral actual (“un gobierno viene de una elección y va hacia otra. Los gobiernos que olvidan esto cometen un grave y costoso error”; Felipe Noguera, 2001) es el que surge de la tesis de los tres tercios. Esta plantea la existencia de un tercio anti-K, que se confirmó en el 34% obtenido por Mauricio Macri en la primera vuelta del 25-O); uno filo-K, entre el mínimo del 33% obtenido por el FPV en las legislativas de 2009 y 2013 y el 37% que alcanzó Daniel Scioli el 25-O; y un tercero que es “ni-ni”, o sea, ni una cosa ni la otra, constituido por el 29-30% del electorado que resistió la polarización entre Cambiemos y Scioli dos veces, las primarias del 9-A y las generales de octubre, hasta que, obligado por el ballotage, tuvo que optar entre ellos. 

El tercio anti-K que tiene un diagnóstico decididamente negativo del ciclo kirchnerista posee, por contrapartida, una alta expectativa en Macri. En el otro extremo, el tercio que tiene un diagnóstico decididamente favorable del ciclo K tiene, consistentemente, bajas o nulas expectativas en Macri. Cualquier elector que hoy tenga una red políticamente amplia de contactos en redes sociales podrá apreciar que esos dos segmentos son casi impermeables entre sí: los primeros tienden a defender activamente al nuevo gobierno, o bien “callan, pero otorgan” frente a sus primeras medidas. Por el contrario, los segundos tienden a ser acérrimos críticos de los primeros días de Macri y recrean con frecuencia los argumentos de campaña negativa que ya se habían desplegado en las semanas previas al ballotage del 22-N. 3. 

En cierta medida, el diálogo entre estas dos posiciones es tanto un ideal regulador como una quimera; las posiciones discursivas, tanto como las emocionalidades que involucran, con frecuencia se estancan en posiciones irreconciliables (y quizá desembocan allí porque parten de una base antinómica). La “grieta” no es sólo una posición discursiva; cada parte se atrinchera en posiciones semióticas diferentes, y también en intereses y racionalizaciones (más que razonamientos). ¿Cuál es la diferencia o el matiz entre esos términos? Que los electores son seres racionalizadores, más que racionales: un ejemplo claro de esta divergencia se da en las discusiones por la ampliación de la Corte por DNU ejecutada por Macri en su primer lunes de gobierno. Los electores del tercio anti-K justifican la polémica medida o minimizan sus aspectos institucionalmente cuestionables, mientras que cuando Cristina Fernández estaba en el gobierno exacerbaban sus críticas a esos mismos aspectos. En el tercio filo-K, en tanto, la crítica al DNU de Macri tiene una sustancia que nunca tuvo la autocrítica cuando el FPV era oficialismo. 

Esa trinchera también se patentiza cuando el anti-K critica al K su militancia oficialista y su nuevo rol opositor, y cuando el K hace lo contrario, es decir, cuestiona el pasado rol opositor del anti-K y su flamante complacencia (o tolerancia) ante Macri. Lo que subyace a esta discusión se puede traducir en la pregunta (capciosa, por cierto): ¿Quién es el responsable (culpable) de la grieta, quien fue oficialismo y ahora es oposición, o quien fue oposición y ahora es oficialismo? Aquí, resulta muy ilustrativo un concepto de la pragmática de la comunicación desarrollada por Gregory Bateson y Don Jackson. En el estudio de la interacción entre comunicantes, estos autores hablaron de "la puntuación de la secuencia de hechos" como organizadora de la conducta de las personas. El desacuerdo en la puntuación de la secuencia (o incapacidad para metacomunicarse acerca de sus respectivas formas de pautar la interacción) se propone como causa de conflictos en las relaciones: por ejemplo, en una relación de pareja, uno de los cónyuges comienza a puntuar las interacciones en “Me retraigo porque me regañas” y el otro en “Te regaño porque te retraes”. El error de los participantes es la pretensión de que la serie tiene un comienzo: en sentido pragmático, el punto de partida no existe, ya que el modelo de conducta entre los cónyuges se repite desde hace mucho tiempo atrás, y saber quién comenzó la secuencia ha perdido significación también hace ya mucho tiempo. Este mismo concepto vale para la discusión por la responsabilidad/culpabilidad en torno a “la grieta”: es más sano (introducimos a propósito ese término por su resonancia terapéutica) entender que ambas partes conformaron un sistema y patrón de interacción que se realimentó, que tratar de descubrir (infantilmente) “quién empezó”.  

lunes, 14 de diciembre de 2015

Nota publicada en suple Tendencias de La Voz

TECNO 

La pelota no se mancha

Tecnología aplicada al fútbol. Apps generadas en torno al deporte más masivo. 

Por Norman Berra / Especial

Que el futbol sea el deporte más popular en el país (y quizá también a nivel global) ha generado que cada vez más desarrollos tecnológicos giren en torno a él. En esta nota, hacemos un repaso por algunos: 

http://www.lavoz.com.ar/tecno/la-pelota-no-se-mancha


viernes, 11 de diciembre de 2015

Consideraciones preliminares para el nuevo ciclo político

Decíamos en la entrada anterior que, aunque el ballotage muestra un país dividido en mitades (51% a 49%), en rigor la mejor foto política a nivel nacional fue la que arrojaron las elecciones del 25 de octubre. Esos comicios tradujeron una configuración electoral dividida en tres tercios (hipótesis desarrollada varias veces en estos años en este blog): un tercio netamente opositor o antikirchnerista (el 34% obtenido por Mauricio Macri el 25-O), un tercio (en rigor, un poco más) favorable al oficialismo (el 37% obtenido por Daniel Scioli el 25-O) y otro tercio (algo menos, en rigor un 29%) que se mantuvo equidistante de ambos polos en las primarias de agosto y las generales de octubre, hasta que la polarización forzada por el ballotage los obligó a optar entre Macri y Scioli, produciendo así el resultado del 51,34% a 48,66% que vimos en segunda vuelta. 

Decíamos asimismo que esos electores se caracterizaban por una orientación política muy pragmática, que surgía con nitidez de los estudios cualitativos realizados a lo largo de 2015 en la consultora Delfos. A lo ya expuesto en la entrada anterior, podríamos agregar algunos otros datos clave: muchos de esos electores habían votado al FPV en las presidenciales del 2011 (de ahí que Cristina Fernández llegó al 54% en aquellos comicios) y en otras elecciones ejecutivas recientes habían votado a los oficialismos locales o provinciales. El dato sobresaliente es que en las últimas elecciones de gobernador o intendente, la mitad de estos electores terminó eligiendo a candidatos de los respectivos oficialismos de cada distrito, precisamente porque el temor a lo que podía venir proyectaba una posición conservadora en busca de certezas. 

Como vemos, este patrón de comportamiento ya prefiguraba que la elección del 22-N sería reñida y pareja, al contrario de lo que sugerían las encuestas que mostraban una brecha relativamente amplia a favor del vencedor. También es consistente con el hecho de que en la mayoría de los comicios de este año, a nivel general, hubo más continuidad que cambio político (o alternancia de signo partidario gobernante). Una de las sensaciones que describe a este colectivo se puede sintetizar en la frase “es mucho lo que se arriesga”. Esto es, si bien están atravesados por una actitud de descreimiento y preocupados ante la situación actual, la mitad de estos electores valoran logros del kirchnerismo y casi todos coinciden en que la vía para mejorar el país debe transitar por el camino de la apuesta a la educación, la salud, la infraestructura y los servicios del país, y que el gobierno entrante debería sanar heridas y priorizar las coincidencias.  

Este plexo cuali-cuantitativo, insistimos, es el que debemos tener como referencia a la hora de analizar la transición del poder presidencial entre Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri, porque la foto del ballotage es un tanto engañosa: no hay un 51% de antikirchnerismo ni de macrismo, pero tampoco un 49% de kirchnerismo o cristinismo, sino tres tercios, uno anti-K, uno K y un tercero que es “ni-ni”. De esto se desprende que, tanto para el balance del gobierno que se va como para la evaluación de las primeras semanas y meses del gobierno que comenzó ayer gravitan no sólo las percepciones y actitudes políticas de los dos tercios convencidos (por un parte, el tercio que tiene un diagnóstico decididamente negativo del ciclo kirchnerista y una alta expectativa en Macri; por otro, el tercio que tiene un diagnóstico decididamente favorable del ciclo K y bajas o nulas expectativas en Macri). Lo que realmente inclinará la balanza (y el balance) será la opinión de ese tercer tercio no espontáneamente polarizado. 

sábado, 5 de diciembre de 2015

Nota publicada en suple Tendencias de La Voz

TECNO 

Para ponerse en forma de cara al verano

Tecnología aplicada al ejercicio. Herramientas para hacer actividad deportiva en el gimnasio o al aire libre.

Por Norman Berra (Especial)

Los especialistas en salud recomiendan hacer al menos 30 minutos de ejercicio cada día. Aun complicados por el trajín cotidiano, lo bueno de esta época es que contamos con ayuda de la tecnología para esos fines. 
http://www.lavoz.com.ar/tecno/para-ponerse-en-forma-de-cara-al-verano

miércoles, 2 de diciembre de 2015

De una elección plebiscitaria a un “too close to call” : 2011-2015

Del 2011 al 2015, el país pasó de una elección de carácter plebiscitario en la cual Cristina Fernández aventajó al segundo candidato más votado por más de 37 puntos (54,11% a 16,81% de Hermes Binner), la segunda mayor brecha histórica en elecciones presidenciales, a un comicio con ventaja mínima para el ganador, Mauricio Macri. El escrutinio final de la segunda vuelta arrojó un 51,34% (12.988.349 votos) para la fórmula de Mauricio Macri-Gabriela Michetti (Cambiemos) y un 48,66% para Daniel Scioli-Carlos Zannini (Frente para la Victoria), con 12.309.575. De esta manera, el presidente electo ganó por una diferencia de 678.774 votos, sólo 2,68 puntos porcentuales de diferencia, por debajo incluso de la que se había dado en primera vuelta (2,93). 

Este resultado traduce un electorado dividido en dos mitades casi iguales, que sin embargo no es del todo representativo: la configuración más fiel es la que arrojó el 25-O, puesto que traduce electoralmente el plexo político de tres tercios (aproximados) que viene configurando desde hace tiempo el mapa político nacional. Esto es, un segmento cercano al oficialismo (el 37% del FPV el 25-O), otro tercio netamente opositor (el 34% de Cambiemos el 25-O) y otro tercio que resistió la polarización en dos instancias, las primarias de agosto y la primera vuelta del 25 de octubre, hasta que no le quedó más que optar por uno de los dos candidatos a los que había dicho que no tanto el 9-A como el 25-O. Este no es un detalle menor, porque implica que ni el 51% de Cambiemos representa el “antikirchnerismo” ni el 49% del FPV representa la fortaleza del “kirchnerismo”: ambos porcentajes están engordados por dosis relativas de no alineados (ni kirchneristas ni antikirchneristas) que hasta el 25-O sumaron un 29% de los votos, segmento dentro del cual el mayor caudal fue el que captó UNA, con aproximadamente el 21%. 

Respecto al comportamiento de ese segmento, las cifras del ballotage demuestran que las encuestas que sugerían que los electores de UNA se dividían en torno al 70-30 entre Macri y Scioli sobreestimaron la proporción que iba al primero y subestimaron la que iba al segundo. Si la proporción hubiera sido esa, Macri le habría sacado mucha más ventaja a Scioli que los 2,68 puntos que arrojó el escrutinio definitivo. También está claro que fracasó la estrategia del FIT de impulsar el voto en blanco, que apenas rondó el 1%. Tal como había sucedido ya en la segunda vuelta de CABA cuando la estrategia abstencionista la sostuvieron el FPV y otras fuerzas menores, los electores decidieron darle sentido a su voto y optaron por alguna de las dos opciones del ballotage. Los votos de Progresistas y de Compromiso Federal también se dividieron entre ambos más que engrosar el voto en blanco o el abstencionismo. 

Ese comportamiento perfila a electores con una orientación muy pragmática hacia las elecciones, definida en función de un argumento de base que surge con mucha claridad de los estudios cualitativos que a lo largo de 2015 realizamos en la consultora Delfos. De acuerdo a estos diagnósticos, muchos argentinos piensan que si bien la actual situación del país no es buena, también se puede estar peor. Desde el punto de vista del perfil político no se trata de indecisos, sino de ciudadanos que tienen un diagnóstico político sobre la realidad y que en la segunda vuelta, instancia de la cual quedaron fuera los candidatos que habían elegido en las primarias de agosto o bien en las generales de octubre, terminaron decantando su voto en un sentido táctico con un fuerte carácter circunstancial, que buscó influir en el escenario electoral ya no para obtener lo que les convenía sino para evitar que pase lo que no querían. Es decir, hablamos de una racionalidad cruzada por componentes emotivos, una tensión entre dos rechazos y temores: un rechazo a lo que se percibía como la continuidad del kirchnerismo a través de Scioli en quienes se inclinaron por Cambiemos, y un rechazo a lo que se entendía como un cambio con riesgo de retroceso en quienes se decantaron por el FPV.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Derribando mitos del proceso electoral

Dedicaremos este post a analizar lo que entendemos por “mitos” de este proceso electoral y a derribarlos, o bien, más modestamente si se quiere, a plantear nuestras objeciones a ciertas conjeturas o afirmaciones que se han vertido en intensos estos meses de elecciones. Veamos:

Mito 1. "Daniel Scioli no era un buen candidato para el FPV". Argumento: por el contrario, era el que más medía en las encuestas contra todos los demás candidatos del Frente para la Victoria (ya lo vimos a fines de 2014, en un post donde citábamos sondeos de Artemio López, probablemente el más anti-sciolista de todos los consultores cercanos al oficialismo). Superaba por 10 puntos en intención de voto a Florencio Randazzo y por más todavía a precandidatos alternativos como Julián Domínguez o Sergio Urribarri, por ejemplo. Además, era el candidato más potable para tratar de captar votos por fuera del núcleo duro “K” (cuyo techo está en el 30-33%). Claramente, cualquier otro dirigente más cercano al kirchnerismo “puro” hubiera tenido un techo más marcado que Scioli. Desde este punto de vista, la elección de Scioli fue acertada, ya que combinaba mejor las dosis de continuidad y cambio que esta campaña requería para tener chances de victoria respecto a las figuras alternativas. 

Mito 2. "Si Mauricio Macri hubiera aceptado la idea de una gran PASO que incluyera a Sergio Massa (UNA) además de a Ernesto Sanz (UCR) y a Elisa Carrió (Coalición Cívica), hubiera podido ganar en primera vuelta con claridad y no de manera exigua como sucedió en el ballotage". Argumento: por el contrario, si Macri hubiera aceptado una primaria ampliada el 9 de agosto y hubiera derrotado a Massa en esa instancia, el componente de voto de UNA más cercano al oficialismo y a Scioli se habría decantado hacia el candidato del FPV ya el 25-O, desembocando así en una primera vuelta polarizada entre Macri y Scioli, con riesgo incluso de una victoria del segundo si lograba alcanzar los 45 puntos. Por lo tanto, la estrategia de dejar fuera a Massa del acuerdo fue acertada, y la resiliencia de UNA (o, en otros términos, la resistencia de un segmento del electorado a ser polarizado antes de la segunda vuelta) resultó clave para llegar a la instancia del ballotage (por la hipótesis de los tres tercios), que siempre fue la mejor chance de victoria para Cambiemos. Para interesados en ampliar este punto, recomendamos leer nuestras entradas posteriores al 9-A sobre diversas hipótesis de polarización. 

Mito 3. "Si Daniel Scioli hubiera ido a una primaria con Florencio Randazzo, el FPV se hubiera fortalecido y hecho más competitivo". Argumento: por el contrario, ambos hubieran dividido el voto permeable al oficialismo en porciones asimétricas, pero en cualquier caso dejando al vencedor (Scioli) cerca de Macri en porcentaje de votos, en lugar de 14 puntos arriba como sucedió el 9-A (38% a 24%). El desgaste interno y la exigua diferencia hubieran mermado la competitividad electoral del FPV de cara al 25-O. Tanto la “interna competitiva” en provincia de Buenos Aires por la candidatura a gobernador entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez como la “interna poco competitiva” entre Mariano Recalde y candidatos más débiles en ciudad de Buenos Aires resultaron en derrotas electorales para el oficialismo, lo que refuerza nuestro argumento. 

Mito 4. "La campaña negativa fue un bumerán". Argumento: hubo dos, no una campaña negativa, en estas elecciones, ambas cumplieron su objetivo, y no hay nada intrínsecamente malo en una campaña negativa (es un recurso más de comunicación; además, no es lo mismo que campaña "sucia"). La primer campaña negativa, la más larga, fue contra el oficialismo, y fue eficaz en consolidar un polo netamente opositor en torno al 33% de los electores (nuevamente, recordar la hipótesis de los tres tercios). La segunda, más corta, fue la del oficialismo contra Cambiemos y Macri, desplegada sobre todo después del 25-O en intensidad, y fue también muy eficaz, dado que activó el miedo latente a un ajuste y a resonancias negativas del concepto de "cambio". El hecho de que la elección haya sido ajustada no invalida la eficacia de ninguna de las dos campañas, sólo se debe a que una contrarresta a la otra: la contraria al oficialismo fidelizó y aglutinó el voto opositor o contrario al FPV, la contraria a Cambiemos logró captar entre los electores que no habían elegido a Scioli ni a Macri en primarias ni en primera vuelta (entre ellos, el 21% que votó a UNA) suficientes votantes para poner la elección 51% a 49%. 

domingo, 29 de noviembre de 2015

Nota publicada en suple Tendencias de La Voz

TECNO 

Rodeados de ciencia ficción

Tecnología futurista. Inventos y desarrollos que desplazan las fronteras de lo que se creía posible.

Por Norman Berra (Especial)

Según los especialistas, la revolución tecnológica está en proceso de romper límites que parecían infranqueables tiempo atrás. En esta nota, compartimos algunos avances que ya están entre nosotros y adelantamos los que se vienen en los próximos 10 años. 

http://www.lavoz.com.ar/tecno/rodeados-de-ciencia-ficcion



miércoles, 25 de noviembre de 2015

De un “too close to call” a otro: 2,9 puntos el 25-O, 2,8 el 22-N (2)

Decíamos en nuestra lectura pos 25-O que la elección trabada había devenido en un empate técnico o “too close  to call”. ¿Por qué trabada? Porque después de las primarias no se había producido polarización: Sergio Massa había sostenido los votos obtenidos por el frente UNA en agosto (e incluso sumado otros), Daniel Scioli también había fidelizado a los del Frente para la Victoria y sumado nuevos, en tanto que Macri no sólo había fidelizado los del frente Cambiemos sino que había sido el de mayor crecimiento desde agosto, principalmente sumando votantes que no habían asistido en las PASO. 

Superada la instancia de la primera vuelta, un electorado que había resistido la polarización dos veces (en agosto y en octubre) se vio forzado a polarizarse por la legislación electoral: quedaban sólo dos candidatos, Scioli y Macri, por los que optar (sino elegir). En ese marco, la elección trabada del 25-O volvió a trabarse: de acuerdo al escrutinio provisorio (ya veremos si el definitivo implica alguna corrección), la diferencia entre Macri y Scioli fue de apenas 704.860 votos y 2,8 puntos porcentuales (ver arriba mapa elaborado por Andy Tow y las cifras respectivas), aún más estrecha que la que había obtenido en sentido inverso Scioli sobre Macri en la primera vuelta (737.386 votos y 2,93 puntos porcentuales). 

En una serie de entradas previas al ballotage, sobre la base de antecedentes de segunda vuelta en Latinoamérica y análisis electorales de tendencias más allá de la intención de voto reportada por las encuestas, anticipábamos que la elección sería reñida, y así fue. La explicación de base de esta dinámica era que Scioli y Macri tenían consolidados sus votos del 25-O, y puesto que la elección la definirían votantes que les habían dicho que “NO” a ambos dos veces (el 9-A y el 25-O), la segunda vuelta se resolvería más por rechazos relativos que por simpatías relativas (le dirían más que “NO” a uno de los dos, más que decirle “SÍ” a alguno). No hubo vuelco anti-gobierno o, en todo caso, si lo hubo, fue contrapesado con un vuelco anti-Macri de igual intensidad. Otra forma de verlo: ambas campañas negativas (la contraria al FPV entre el 9-A y el 25-O, y la contraria a Macri pos 25-O) fueron igualmente eficaces, y por ello ninguno de los dos pudo sacarle gran diferencia al contricante. Este punto no es menor, dado que muchos análisis de coyuntura tienden a hablar de una campaña negativa, soslayando que en rigor hubo dos de ellas en estas elecciones presidenciales.  

El resultado exiguo en los números también implica para el flamante presidente electo limitaciones en términos del programa de gobierno a llevar adelante: a partir del 10 de diciembre la nueva configuración del Congreso mostrará a Macri sin mayoría en ninguna de las dos cámaras, por lo que estará obligado a negociar en cada sesión para lograr quórum, habilitar los debates y aprobar leyes. En el Senado la situación es aún más desfavorable que en Diputados: el Frente para la Victoria (FPV) tendrá a partir del 10 de diciembre 41 legisladores -cuatro más que el quórum reglamentario-, de los 72 que componen ese ámbito legislativo, contra sólo 15 de Cambiemos. Otro desafío para Macri es gobernar un país en el que más de la mitad de las provincias estarán bajo mandatos kirchneristas y sólo tendrá cinco gobernadores alineados a su espacio desde su asunción: de 24 gobernadores, 16 llegaron al poder con un signo político distinto a Cambiemos. Sin relativizar lo que implica la pérdida del poder, para el FPV hay ciertos ecos del “nunca hubo una derrota tan dulce” del PSOE en 1996, cuando el Partido Popular de José María Aznar aventajó al socialista de Felipe González por menos de 300.000 votos y apenas 1,16 puntos porcentuales. En esa ocasión, sin embargo, el PP superó al PSOE en escaños: 156 a 141. Por contrapartida, Macri tiene a favor que su fuerza manejará los tres presupuestos y distritos principales: Nación, Capital Federal y provincia de Buenos Aires. 

lunes, 23 de noviembre de 2015

De un “too close to call” a otro: 2,9 puntos el 25-O, 2,8 el 22-N (1)

Decíamos en una de las primeras entradas posteriores al 25 de octubre que, para analizar un ballotage inédito en la política argentina (el primero que se concreta desde la reforma constitucional de 1994) había que partir de las enseñanzas que dejaban los ballotages regionales y lo que nos aporta la estadística aplicada al comportamiento electoral. Los repasemos:  1) la incidencia de la covarianza, clave para ponderar las diferencias  -sobre todo a la luz de la experiencia reciente de la segunda vuelta porteña- 2) cada contrincante va a segunda vuelta manteniendo, de mínima, el caudal que obtuvo en primera. Por ello, una buena aproximación alternativa para pronosticar el ballotage fue no quedarnos con la intención de voto reportada por las encuestas, sino tomar los votos efectivos de Daniel Scioli y Mauricio Macri el 25-O y sumarles la distribución de los votos de los candidatos que quedaron fuera del ballotage. 

Con los resultados de anoche, podemos decir con satisfacción que nuestro ensayo resultó mucho más exitoso que todas las encuestas revisadas desde el 25-O hasta ayer considerando la variable de intención de voto. Pruebas al canto: decíamos la semana pasada que la diferencia entre Macri y Scioli en las últimas 7 encuestas iba de un mínimo de 7,6 puntos (Jorge Giacobbe) a un máximo de 16 puntos (consultora Wonder, de Carolina Yelatti). Ipsos y Polldata reportaban diferencias en torno a 12 puntos, González y Valladares entre 10 y 11, en tanto que Elypsis la ubicaba más cerca del mínimo de Giacobbe (8,8 puntos). Es decir, todas esas mediciones subestimaron a Scioli y sobreestimaron a Macri. La mejor aproximación relativa fue la de Giacobbe, que arrojó 53,8% para Macri (obtuvo 51,4%, una sobreestimación de +2,4 puntos porcentuales) y 46,2% para Scioli (alcanzó 48,6%, subestimado en 2,4; aquí vemos el efecto práctico de la covarianza en un escenario de sólo dos candidatos).  Todas las demás mediciones erraron por encima del error muestral. 

¿Por qué funcionó mejor nuestra aproximación basada no en tomar la intención de voto lineal que arrojaban las  encuestas sino la de partir del caudal obtenido por Scioli y Macri en primera vuelta y asignarles las proporciones relativas que capturan de los candidatos que quedaron fuera? Porque casi todas las encuestas pos-25 O fueron vulnerables al “momentum” favorable a la oposición, es decir a Macri. Esto hizo que en las encuestas de intención de voto los electores favorables a quien salió mejor parado de la primera vuelta (Macri, pese a haber quedado 3 puntos detrás de Scioli) reporten su voto de una manera más franca que aquellos electores más inclinados hacia el candidato que quedó peor parado (Scioli, el ganador que parecía haber perdido). Eso hacía que en algunas encuestas pareciera incluso que el candidato del FPV perdía votos respecto a la elección de octubre (algo insostenible, como dijimos cuando analizamos la encuesta de Elypsis que apuntaba eso como dato; y acertamos). 

Como escribimos oportunamente, esta alternativo de cálculo ya había ajustado muy bien los resultados en algunas elecciones en las cuales las encuestas previas implicaban desvíos del escrutinio en el voto declarado, que se corrigieron al estimar por el método de voto anterior ensayado en el blog. No había más que revisar las enseñanzas de otros ballotages en la región (y recordar el antecedente porteño) para estimar que sucedería lo que ayer sucedió: una elección apretada. La hipótesis construida sobre los ballotages en la región decía que, cuando en la primera vuelta la diferencia es menor a 3 puntos, el resultado es reversible (Scioli en primera, Macri en segunda), pero la probabilidad matemática es del 50% para ambos (resultado de 51,4% a 48,6%, o sea, no abultado; la imagen de arriba es un poco anterior al cierre de escrutinio con 99,17% de los votos). 

Por ello, la mejor aproximación de todas las que ensayamos en el blog fue la construida a partir de la primera encuesta pos-25 O, la de González y Valladares, pero no a partir de la intención de voto que arrojaba ese sondeo (le daba 50,5 a 45,5, es decir, 4,5 puntos porcentuales de ventaja) sino sumando al caudal de Scioli y Macri la captura relativa de electores de candidatos que habían quedado fuera del ballotage. Con ese método, el resultado era 48,4% para Scioli y 51,6% para Macri, idéntico al ballotage porteño. El resultado de ayer fue 48,6% a 51,4%: apenas 2 décimas de desvío. Se dice que, cuando Pitágoras confirmó la exactitud de su teorema, ofrendó 100 bueyes a la Musa; en lugar de eso, nosotros enviamos un afectuoso saludo a todos los lectores del blog, algunos de los cuales en estas intensas semanas coincidieron con nuestra apreciación de que el resultado sería apretado. Vale también nuestro agradecimiento a todos los que nos honraron con su visita, aunque desconfiaron de nuestra aproximación alternativa (o la sospecharon sesgada) y creyeron más en las encuestas que arrojaban diferencias abultadas entre ambos (erradas, como se probó ayer). Esperamos que todos sigan participando en este blog.

viernes, 20 de noviembre de 2015

El ritmo cardíaco de la opinión pública: implicancias para el 22-N (2)

Las últimas 7 encuestas realizadas en estos días de veda (no incluidas en nuestro post del pasado lunes 16) arrojan a favor de Mauricio Macri diferencias que van de un mínimo de 7,6 puntos (Jorge Giacobbe) a un máximo de 16 puntos (consultora Wonder, de Carolina Yelatti). Ipsos y Polldata reportan diferencias en torno a 12 puntos, González y Valladares entre 10 y 11, en tanto que Elypsis la ubica más cerca del mínimo de Giacobbe (8,8 puntos). Es decir, en todas estas mediciones hay un consenso sobre Macri como ganador del ballotage. 

Por otro lado, hay un “mirlo blanco” que canta fuera de este coro, una proyección realizada por 7Puentes (Big data Intelligence) que no surge de una encuesta sino de un modelo predictivo basado en los datos del escrutinio oficial, álgebra vectorial y análisis de correlación entre fuerzas electorales y sus electorados respectivos, donde a los votos obtenidos por Cambiemos y FPV se suman los que sacaron las fuerzas que no compiten en el ballotage (UNA, FIT, Progresistas y Compromiso Federal) en función de la cercanía (o mayor correlación lineal) con Cambiemos y FPV, respectivamente (una simulación basada en un modelo de agregación similar al que usamos nosotros en los post anteriores). Con este método, el resultado es absolutamente discrepante de los anteriores: los resultados oscilan entre 5 y 12 puntos a favor de Scioli. Por otro lado, existen otras encuestas, de las cuales no han trascendido datos (es el caso de Raúl Aragón, quien anoche sugirió una brecha más estrecha a favor de Macri que las citadas arriba), por lo cual no entran en nuestro análisis de hoy. 
  
Recordemos, sin embargo, que cerrábamos el post anterior planteando que si la hipótesis de Gonzalo Sarasqueta es correcta (“la espuma polarizante subirá y la participación electoral promete superar su récord de 1983, año en que alcanzó el 85,61%”), eso implica 5 puntos electorales que podrían sumarse, una masa de más de 1.500.000 votos, suficientes para romper cualquier pronóstico o proyección. A favor de esta hipótesis podemos citar la opinión de Hilda Vitar, médica psiquiatra y psicoanalista miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP): “ha habido un efecto de conmoción y de sorpresa a partir de esta primera elección presidencial y sus resultados. Lo que podemos notar es que las personas han salido de una especie de inercia o de letargo y se ha pasado a una militancia mucho más activa de quienes ya eran militantes, pero también de quienes no desarrollaban esas prácticas. Es decir que, en algún sentido, el resultado de estas elecciones ha tocado un punto sensible en cada uno. Es un momento de despertar; hoy todos hablamos de política e incluso esto ha ingresado a los consultorios. Los pacientes hablan del resultado de las elecciones y se preguntan por su participación y su responsabilidad en esto”.

Este imponderable (cuánta participación electoral habrá, si crecerá respecto a primera vuelta o no y, si crece, si lo hará  en rechazo al oficialismo o, al contrario, en resistencia al cambio) en dota de cierta incertidumbre al resultado del 22-N: puede esperarse tanto una victoria de Macri en línea con lo que indican la mayoría de las encuestas, como una elección mucho más competitiva, como sugieren análisis y proyecciones alternativos. Repasemos las últimas evaluaciones de algunos especialistas: según el politólogo Sergio Berensztein, "Hay un consenso bastante amplio. Lo único que está en discusión es la diferencia de votos por la que va a ganar (Macri). Puede ser entre 5 u 8 puntos y algunos se animan hasta una diferencia de 16 puntos". En la misma línea, Carlos Fara afirma: "Hoy es mucho más probable un cambio que una continuidad. Más allá de la intención de voto, hay grandes tendencias. Hay un voto estratégico que es anti Scioli. Pero lo más fuerte fue que sacaron al PJ de la provincia después de 28 años (…) "Parece difícil que la gente elija a Vidal y después vote a Scioil para que jueguen al gato y al ratón... Hay un aprendizaje".

Desde otra mirada, para Enrique Zuleta Puceiro, "es una elección abierta, con ventajas para Macri. Hay algo en esta elección de ‘Pasado vs Futuro’, y planteado de esta forma siempre gana el futuro. Hay un vuelco 'antigobierno', buscando el cambio. Pero Scioli también es parte de ese cambio". A su turno, el consultor Hugo Haime comentó: "Hoy por hoy los números están indicando un resultado a favor de Macri pero con matices". Haime se mostró prudente, ya que consideró que aún hay un amplio sector que parece no haber definido aún su voto (alrededor de un 11%), por lo cual evaluó que las últimas 48 horas antes del balotaje serán cruciales. "Creo que serán definitivas porque hay mucha exposición mediática de ambos", dijo. A su turno, Mariel Fornoni, de Management & Fit, planteó que “tenemos unos 10 puntos de diferencia a favor de Macri. La diferencia no se fue achicando, como escuché. Ayer me llamaban y me preguntaban por eso. Pero en nuestro caso la diferencia no se achicó (…)  "No sabemos quién ganará. En octubre hubo una dispersión del voto, que nos hizo errar. Algo está pasando. Y no es porque las encuestadoras estén operando para algún candidato (…) "El balotaje es más difícil de pronosticar, no más fácil. Porque lo que no tiene uno, se va directo al otro. El error se duplica" (…) "Hay todavía unos 10 puntos de indecisos. Hay que ver qué pasa ahí. También con la asistencia. En la primera vuelta hubo 2,6 millones más de votos positivos y Macri se llevó 1,7 millones" (…) "También será importante si el Frente para la Victoria logra motorizar como siempre en las zonas más postergadas y hay que ver qué pasa con los centros urbanos, más proclives a votar a Macri. Ojo con la asistencia". En síntesis, la elección se resolverá por sístole o diástole: si se profundiza el “vuelco antigobierno” que vimos el 25-O (una mayor afluencia de votantes que en las primarias, a favor del cambio), es esperable una victoria de Macri, con más o menos holgura. Por el contrario, si al vuelco antigobierno que vimos en primera vuelta se le opone un vuelco anti-Macri (por efecto de la campaña negativa del FPV y el activismo pos-25-O ) podríamos entrar en el escenario de elección abierta que sugieren Zuleta Puceiro y Haime y hasta en una ventaja para Scioli, como sugieren modelos alternativos. En sólo 48 horas, veremos cuál de todos los escenarios se acercó más al resultado. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

El ritmo cardíaco de la opinión pública: implicancias para el 22-N (1)

La clave de la estadística aplicada a las ciencias sociales (el área que nos compete como cientistas sociales, ya que esa disciplina también aplica a otras ciencias) es la premisa de que, pese a la irregularidad del comportamiento individual, los resultados promedio tienden a registrar una cierta regularidad, a la que se  conoce como ´regularidad estadística´, según Franco Murat. La regularidad observada empíricamente (en los hechos) puede ser de tipo estadístico, y entonces el modelo matemático deberá tener en cuenta lo esencial en ese tipo de regularidad, y si el modelo elegido logra una confiabilidad suficientemente alta, puede ser utilizado para describir, analizar y en ocasiones prever el fenómeno en cuestión.

Sin embargo, también las oscilaciones son pertinentes. Veamos un ejemplo: la diástole es el período en el que el corazón se relaja después de una contracción, llamado período de sístole, en preparación para el llenado con sangre circulatoria. Conscientes de que la analogía orgánica es epistemológicamente problemática, la sostengamos de todos modos a efectos puramente ilustrativos: en el ballotage se enfrentan dos tendencias centrales, continuidad versus cambio (aunque no es el único clivaje, por supuesto; también hay uno personalizado, es decir, Scioli versus Macri, K vs anti K, peronismo versus antiperonismo, etc). Está muy claro que Daniel Scioli no es una continuidad “pura”, pero representa mucho más la continuidad que el cambio; del mismo modo, Mauricio Macri no es cambio puro (sobre todo desde su ajuste discursivo posterior al ballotage porteño en referencia a que mantendría las medidas del gobierno nacional que cuentan con aprobación mayoritaria), pero representa mucho más el cambio que la continuidad. Una encuesta del consultor Carlos Fara concluida el martes previo a la elección del 25-O en AMBA (área metropolitana de Buenos Aires, es decir, no una muestra nacional) arroja el gráfico que vemos arriba (click para agrandar): la línea roja es la tendencia al cambio, y la azul a la continuidad. Como vemos, hay oscilaciones más que una regularidad: sístole versus diástole, aunque esa misma oscilación puede ser considerada una regularidad en sí misma. Escribe al respecto Fara: “1. La tendencia de cambio – continuidad que había oscilado desde abril, volvía a expandirse la brecha claramente a favor del cambio; 2. El presidenciable más rechazado dejaba de ser Macri y pasaba a ser Scioli, a diferencia de la mayoría de la serie histórica; y 3. En una opción de hierro entre elegir a Scioli o a cualquier otro, la tendencia dejaba de estar empatada y se beneficiaban las opciones opositoras por primera vez desde que comenzó a efectuar la pregunta en julio”.

Las implicancias de estos movimientos son demoledoras para la capacidad de pronosticar; si toda encuesta, como sabemos, es una foto, este movimiento de curvas que se acercan y se alejan implica, ni más ni menos, que el resultado de la elección depende, en última instancia, del momento en el que estén esas curvas en el día de la votación: si la de cambio se despega de la de continuidad favorece a Macri, si la distancia se estrecha favorece a Scioli. Como sabemos por experiencia propia en diversas encuestas en boca de urna, cerca de un 20% de los electores define su voto ese mismo día, porcentaje que claramente puede volcar una elección. Sería esperable que en el ballotage, la tercera instancia de la elección presidencial, ese porcentaje fuera un poco más bajo, dado que el elector ya pasó por el 9-A (primarias) y el 25-O (primera vuelta). Pero, aunque fuera un porcentaje menor, puede resultar decisivo. El analista político Sergio Berensztein destaca la importancia de un grupo singular de electores, a los que se denomina swing voters: “se trata de un pequeño sector de votantes cambiantes, que suelen modificar su decisión a lo largo del proceso electoral, incluso varias veces. No están indecisos, sino que van cambiando su posición y la van alterando a lo largo del proceso electoral. En la últimas semanas, la pueden modificar una o dos veces, sobre todo cuando hay dos opciones. Es un ciudadano bastante informado, pero que no está convencido por ninguno de los dos. Puede cambiar su posición sin que le genere ningún tipo de conflicto, porque no tienen ideas políticas muy fuertes ni están involucrados en algún partido. Con que el 6% del electorado esté dudando, puede modificar la elección. Cuando hay dos opciones, si un votante opta por un candidato, el otro pierde dos sufragios. Si 6% está metido en esta dinámica, la diferencia puede ser de 10 o 12 puntos.  Por eso hay que ser muy prudente en definir este proceso como 'partido liquidado”

El otro punto clave de cara al 22-N (y que articula con el planteo anterior) es la incidencia de la afluencia electoral. El resultado del 25-O se explica por el incremento de 8,5 puntos de concurrencia electoral respecto a las primarias (de 72,4% a 80,9%), ya que los tres candidatos del podio sumaron votos con respecto al 9 de agosto, pero Macri sumó muchos más que Scioli y Massa (1.800.000 votos, contra 600.000 y 740.000, respectivamente). La hipótesis más asentada es que, ante la percepción de que Scioli tenía chances de ganar en primera vuelta (el 9-A lo dejó a menos de 2 puntos del umbral del 40% necesario y a 8 puntos del frente opositor más votado), esa masa electoral se volcó al “mejor segundo” de las primarias (Macri), para forzar el ballotage. A partir de esto, la elección cambia, porque quedan liberados más de 7 millones de votos que se inclinaron por Sergio Massa, Margarita Stolbizer, Nicolás del Caño o Adolfo Rodríguez Saá, cuya característica central es que le no votaron a Scioli ni a  Macri no una, sino dos veces: el 9-A y el 25-O. Si esos electores simplemente no fueran a votar, la concurrencia el 22-N bajaría drásticamente y Scioli ganaría por unos 700.000 votos de diferencia sobre Macri. Como es poco esperable que 7 millones de electores se abstengan de participar, el punto es en qué proporciones se inclinan por Scioli y por Macri (de eso se tratan las encuestas y proyecciones que analizamos hasta el pasado lunes). 

Si dos veces esos electores NO eligieron a Scioli ni a Macri, pero ahora están forzados a optar entre ellos (adviértase que elegir no es lo mismo que optar), es legítimo pensar que votarán más “en rechazo a” que “a favor de”. O sea, el candidato que les genere el NO más grande será el que no voten, y el otro vendrá por descarte. Si ambos les merecen idéntico rechazo, entonces es probable que no concurran a votar o voten en blanco. En este caso, cabría esperar una cierta caída de la concurrencia por debajo del 80,9% que vimos el 25-O. Sin embargo, hay una hipótesis contraria. Según el especialista Gonzalo Sarasqueta, la politización extrema posterior a la primera vuelta favorece una mayor concurrencia: “la espuma polarizante subirá y la participación electoral promete superar su récord de 1983, año en que alcanzó el 85,61%”. Si Sarasqueta acierta y se supera esa participación, tenemos 5 puntos electorales que podrían sumarse, una masa de más de 1.500.000 votos, más que suficiente para romper cualquier pronóstico o proyección.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Repaso de las últimas encuestas publicadas antes de la veda y proyecciones hacia el ballotage: clara ventaja de Macri vs empate técnico

Cerrando la serie de post de cara al 22-N con cuatro encuestas publicadas antes de la veda de consultoras que no habíamos revisado hasta ahora, vemos dos panoramas bien diferentes: en un extremo, tenemos una clara ventaja a favor de Mauricio Macri (Cambiemos), que según la encuesta de Ipsos alcanza el 51,2% de intención de voto contra 39,9% de Daniel Scioli (FPV). La brecha es de 11,3 puntos porcentuales, estadísticamente significativa (es decir, mayor al error muestral) y también por encima de los indecisos (5,4%) y votantes en blanco (2,5%). Al quedar indecisos sin proyectar, la brecha podría acortarse, pero no desaparecer, ya que resulta prácticamente indescontable.

La encuesta del consultor Jorge Giacobbe, en cambio, presenta un panorama más competitivo: Macri con 49% y Scioli con 42,1%. La brecha aquí es de 6,9 puntos porcentuales, estadísticamente significativa (es decir, mayor al error muestral) pero en este caso apenas por encima de los indecisos (4,7%) y votantes en blanco (4,2%). Al quedar indecisos sin proyectar, la brecha podría acortarse y, covarianza mediante, acercarse la elección a un escenario de empate técnico (por el principio de que, con sólo dos candidatos, si uno sube un voto respecto a las estimaciones, se lo resta al otro). La siguiente encuesta, en este caso de Funditra, ingresa decididamente en ese escenario de “too close o call”: 43,56% para Macri (redondeo en 43,6%) y 41,79% para Scioli (41,8%). La diferencia en este caso es de 1,8 puntos porcentuales, menor al error muestral y por lo tanto estadísticamente no significativa; además, se ubica bien por debajo de lo que suman los indecisos (9,69%) y el voto en blanco (4,96). 

En el otro extremo de la gama de encuestas revisadas, aparece la única de todas que le da ventaja a Scioli sobre Macri: 45,55% sobre 42,55%, realizada por la UNSAM (Universidad Nacional de San Martín). La brecha entre ambos es de 3 puntos porcentuales, es decir, apenas significativa estadísticamente. Asimismo, se ubica por debajo de los indecisos (7,41%) y del voto en blanco. Al quedar indecisos sin proyectar, la brecha podría acortarse y aun revertirse, covarianza mediante. Si hacemos la gran “Nate Silver” con estas mediciones, obtenemos 46,6% para Macri y 42,3% para Scioli, una diferencia de 4,3 puntos porcentuales que implica una ventaja para el opositor pero no indescontable, si se atiende a que restarían unos 7 puntos de indecisos (sin entrar en el análisis del voto en blanco). Si armáramos otra serie con las segundas mediciones de consultoras ya revisadas en post anteriores (González y Valladares, Management & Fit, Poliarquía, Polldata y Elypsis, todas las cuales mantienen, casi sin matices, los guarismos de sus encuestas previas), la diferencia se estiraría hasta 9,3 puntos (48,9% para Macri y 39,6%), en este caso más categórica. Cabe acotar que ninguna de las mediciones capta (si lo hubiera) el impacto del debate de ayer. 

Atentos a la veda que nos privará (teóricamente) de encuestas en los próximos días, interesa compartir dos proyecciones alternativas finales. Llamaremos a la primera “hipótesis Alberto Fernández”, un ex funcionario del oficialismo que ahora revista en las filas de UNA y que cuenta con datos propios independientes de los que hemos venido revisando. Según este dirigente (de destacado desempeño en la estrategia del ballotage que llevó a Aníbal Ibarra a derrotar en 2003 a Mauricio Macri en Capital Federal), de los electores de UNA, el 28,5% se inclinaría por Scioli, el 42,5% por Macri y el 29% se muestra indeciso. Sin proyectar esos indecisos, la distribución de este caudal de votos sumado al ya obtenido por Scioli y Macri en primera vuelta arroja 10.873.657 para Scioli y 10.890.408 para Macri, es decir, 49,96% y 50,04%; claramente un empate técnico, aunque en esta hipótesis sólo estamos proyectando parcialmente los electores que votaron a Sergio Massa el 25-O y no los que se inclinaron por las demás fuerzas y candidatos que quedaron fuera del ballotage. 

La segunda hipótesis, finalmente, se construye sobre la base de 4 encuestas entre instancias electorales, 2 de Analogías, una de Ipsos y una de Carlos Fara y Asociados, que indagaron la variable aprobación de gestión nacional entre los electores de todos los candidatos que a la postre quedaron fuera del ballotage. Llamaremos a esta hipótesis “articulación de la tendencia de continuidad/cambio con la aprobación/desaprobación presidencial por efecto polarización”. En este caso, de acuerdo a esta masa crítica de datos, entre los electores que votaron a Massa, el 44% aprueba en general la gestión presidencial, en tanto que el 54% la desaprueba; en el caso de Margarita Stolbizer, el 61% de sus votantes aprueba la gestión; entre los electores de Nicolás del Caño, el 73% la aprueba y el 27% la desaprueba; finalmente, el 47% de los votantes de Adolfo Rodríguez Saá Federal aprueba la gestión y 53% la desaprueba. Si replicamos con estos electores la misma operación que venimos haciendo, resulta que Scioli suma a sus 9.338.449 electores del 25-O, 2.370.146 electores de Massa (los que aprueban la gestión nacional), 593.147 de Del Caño, 385.856 de Stolbizer y 193.911 de Rodríguez Saá; un total de 12.881.509 electores. En el caso de Macri, tenemos 8.601.063 + 2.908.815 + 219.383 + 246.695 + 218.666 = un total de 12.194.622. En valores relativos, 51,4% para Scioli y 48,6% para Macri, una diferencia de 2,8 puntos porcentuales a favor del oficialista, pero en un rango cercano al empate técnico. En pocos días, veremos cuál de todas las aproximaciones funcionó mejor. 

domingo, 15 de noviembre de 2015

Nota publicada en suple Tendencias de La Voz

TECNO 

¡Pum para arriba!

Tecnología aplicada al estado de ánimo. Apps y sitios para relajarnos y hacernos sonreír.

Por Norman Berra (Especial)

La tecnología no sólo se pone al servicio de la funcionalidad y el confort: también hay desarrollos concebidos como ayudas para mejorar el estado de ánimo. En esta nota, repasamos algunos casos destacados. 
http://www.lavoz.com.ar/tecno/pum-para-arriba



viernes, 13 de noviembre de 2015

Encuestas y proyecciones hacia el ballotage: una diferencia de 4 a 5 puntos porcentuales

Por otro lado, la última encuesta terminada esta semana por la consultora Hugo Haime y Asociados achica la diferencia entre Mauricio Macri y Daniel Scioli a un rango entre casi 4 (3,8) y casi 6 (5,7) puntos porcentuales. También se distingue de los anteriores sondeos en que fue realizado de manera presencial domiciliaria, no por teléfono (alternativa de recolección de datos a priori más representativa o preferible para captar mejor el voto en los segmentos bajos, donde la posesión de líneas de telefóno fija es más baja). 

El dato es relevante, ya que en el desagregado por niveles socioeconómicos la encuesta de Haime arroja que el candidato del FPV se impone ampliamente en los sectores más humildes, donde gana 55% a 43%; por contrapartida, pierde en la clase media alta y en el sector de mayores ingresos (60% a 26%). Esa distribución es pertinente de cara a una de las claves del 22-N, que es por cuál de los dos candidatos del ballottage se inclinarán quienes votaron a Massa el 25-O, en particular aquellos pertenecientes los estratos sociales más humildes (hasta ahora, de acuerdo al estudio, Macri recoge casi la mitad de los votantes, pero todavía hay un 16 por ciento que está indeciso). Como gran parte de ellos son electores del Gran Buenos Aires, se supone que en la elección del 2011 votaron al FPV y Scioli debería volver a persuadirlos de acompañar al oficialismo para mejorar sus chances competitivas. 

La encuesta de Haime sugiere que se achica la brecha entre Macri y Scioli: 3,8 puntos, cuando hace una semana era casi el doble, 7,3 puntos (click para agrandar el cuadro de arriba). Realizada en todo el país entre el 4 y el 7 de noviembre, la muestra nacional es de 1.600 personas. Según Haime, Macri conseguiría el 44,2% de los votos, mientras que Scioli llegaría a 40,4%. Un 4,3% votaría en blanco o anularía el voto y el 11,1% se mostró indeciso. Respecto de principios de mes, Macri perdió dos puntos y medio, que se distribuyeron así: un punto fue para Scioli, medio punto al voto en blanco y aumentaron en un punto los indecisos. De todos modos, estas variaciones no son estadísticamente significativas, ya que están dentro del error muestral, que es de +- 2,4%. Considerado este error muestral, la ventaja de Macri sobre Scioli no es estadísticamente significativa; sí lo es con la asignación de indecisos, escenario en el que la ventaja de Macri se estira a 5,7 puntos (también por debajo de los 9 puntos que había a principios de mes), aunque la incidencia de la covarianza en un escenario acotado a sólo dos candidatos obliga a no dar por cerrada la disputa.

Según la encuesta, el candidato de Cambiemos se queda, por ahora, con 46,6% de los votos que el 25 de octubre acompañaron a Sergio Massa, mientras que un 26,6% se inclina por Scioli, el 11,3% por el voto en blanco y el 16,1% todavía está indeciso. Por caudal, claramente este segmento del electorado es del decisivo de cara al ballotage. Los votos de la izquierda tienden a distribuirse en partes iguales y otro tanto sucede con los votantes de Margarita Stolbizer. En la comparación entre las encuestas de principios de mes y la terminada el 7/11, Scioli logró avances entre los votantes de Del Caño y de Stolbizer. 

Al no contar con las cifras precisas de distribución de votantes del 25-O para el caso del FIT, Progresistas y Compromiso Federal, en esta ocasión ensayaremos la proyección sólo con la distribución de los electores de UNA según la encuesta de Haime. Macri toma 46,6% de esos votos (es decir, 2.510.200 electores), en tanto que Scioli capta 26%, es decir 1.400.541 electores. Sumando lo que corresponde al caudal obtenido por ambos el 25-O, tenemos 11.111.263 para Macri y 10.738.990 para Scioli, lo que en términos de porcentaje arroja 50,9% para Macri y 49,1% para Scioli, un “too close to call” o empate técnico. Sin embargo, recordemos que la elección del 22-N se gana con sólo un voto de diferencia…