miércoles, 14 de abril de 2010

“Espiral del silencio”: conflicto por retenciones en 2008


En opinión pública existe una teoría llamada “la espiral del silencio”, cuya autora es la alemana Elisabeth Noelle-Neumann. Dicha teoría plantea que una clave del proceso de formación de la opinión pública es el temor al aislamiento, en la medida en que la gente tiende a arroparse en el clima de opinión dominante. Así, cada uno de nosotros experimenta una presión grupal hacia la conformidad, lo que condiciona nuestro comportamiento.
La teoría considera asimismo que los medios de comunicación pueden crear un clima de opinión a través de la consonancia, omnipresencia y acumulación, y así conseguir tanto efectos directos e indirectos, manifiestos y latentes, cognitivos y persuasivos, a corto y largo plazo. Al favorecer ciertas posiciones en detrimento de otras, los medios crean la impresión de que ciertas opiniones son dominantes, con lo que en cierta medida éstas quedan revestidas como la versión “correcta” de la realidad, en tanto que las versiones alternativas quedan confinadas como expresiones minoritarias o son directamente silenciadas. Así, se genera un clima de opinión.
En sus investigaciones, Noelle-Neumann ha recogido evidencia empírica acerca de cómo funciona el proceso, mostrando en qué condiciones la gente está dispuesta a apoyar públicamente una posición o discutirla con quienes piensan distinto, y en qué condiciones prefiere guardar silencio porque percibe que su opinión es minoritaria.
¿Qué tiene que ver esta teoría con el conflicto suscitado en su momento por la resolución 125 (de retenciones móviles) que tuvo lugar en 2008 y cuyas repercusiones aún se perciben)? Hagamos un breve análisis comunicacional, sin entrar en terreno económico. En su momento, el lock out agropecuario incluyó el bloqueo de rutas por 21 días, con piquetes que operaron filtrando las cargas de camiones, obstruyendo el transporte de alimentos e insumos, afectando múltiples actividades (económicas y de otra índole: por caso, la Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba registró niveles de inasistencia de alumnos del 40 por ciento durante los cortes).
Conceptualmente, la metodología de protesta implicó que un sector que se sintió perjudicado por una medida oficial –las retenciones móviles- empleó resortes coercitivos de una escala inédita, excediendo el derecho constitucional de peticionar a las autoridades; con el agravante, además, de que al mismo tiempo el agro siguió trabajando “tranqueras adentro” (no detuvo su producción, pero sí impidió la de muchos otros).
Sin embargo, la metodología de protesta fue convalidada por importantes medios de comunicación del país, configurando un clima de opinión contrario al oficialismo. Esto se puso de manifiesto en un discurso mediático que legitimó a quienes protestaban y puso en la picota al gobierno: así, el desabastecimiento fue presentado como “la lógica consecuencia de la inflexibilidad gubernamental” en lugar de ser el corolario de las acciones del sector que protestaba. Con una palpable diferencia de tratamiento respecto a los cortes de ruta realizados por otros actores sociales (por ejemplo, piqueteros) casi ningún medio de comunicación esgrimió la necesidad de respetar la libertad de tránsito.
Por otra parte, los cacerolazos en Olivos, Recoleta y el Barrio Norte fueron cubiertos con un generoso despliegue, pero casi nadie se enteró de que en esos días también hubo movilizaciones en distintos puntos del país (Capital Federal, Campana, Chaco, Salta, Mendoza, Córdoba, Mar del Plata, Santiago del Estero, Neuquén, Tucumán, Entre Ríos, Corrientes, Rosario) a favor del gobierno nacional. Por una sencilla razón: los medios (particularmente los medios electrónicos) no les brindaron cobertura.
No pretendemos realizar aquí un análisis de las razones que asisten (o no) a los principales actores involucrados en este conflicto, sino poner en evidencia que se trata de un caso práctico de creación de clima de opinión: la postura favorable al “campo” se hizo dominante, en tanto que la contraria (proclive al gobierno nacional) se silenció.Con el correr de los días, se instaló la percepción de que la gestión de gobierno de Cristina Fernández de Kirchner salió seriamente debilitada del conflicto. Gran parte de la explicación de este fenómeno pasa por el proceso en espiral descripto antes: las críticas al oficialismo arreciaron, por lo cual los sectores enfrentados a él se sintieron envalentonados y legitimados en su accionar, mientras que las voces favorables al gobierno y sus medidas se replegaron en el silencio.

Norman Berra

6 comentarios:

  1. POR FINNNN!! Qué buena noticia la llegada de este blog!!! Felicitaciones y dale duro, Normankeriden!!!

    Un abrazo largo desde Radio Tosco. Este comentario está siendo escrito desde una computadora kirchnerista llamada "Esperanza", que me presta Marcela...

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  2. Recuerdo otro caso de la creación de un "clima de opinión" con la nueva ley de medios. Lo estoy oyendo a Mario Pereyra...ya le cerraban cadena 3. jejeje! Muy interesante la temática, incluso trasciende lo social para ingresar en la construcción social de subjetividades. Al respecto te recomiendo la obra de Castoriadis. Y como dice Radio Tosco, POR FINNN!! UN ABRAZO FUERTE

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  3. Gracias Horacio y Marta, un abrazo grande a ambos.

    Norman

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  4. hjkhjhkhhhjhkj es un comentario aportado por mi hijo joaquín, de 4 años, jeje.

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  5. Norman, muy enseñante la definición del clima de opinión. Lo asombroso para mí, de la mal llamada crisis del campo, fue como los medios se aprovecharon del significado imaginario (pero no político) de términos como "cacerolazos" y "piquetes" para maquillar el lock out.
    Acá comparto una cita, para pensar la participación de la "moral" cuando se quiere crear un clima de opinión y/o de oposición.

    Cita de Slavoj Žižek, de El espinoso Sujeto:

    "Encontramos otro ejemplo de la misma inversión en el hecho de que la moralización directa de la política necesariamente termina en su opuesto: en una no menos radical politización de lo moral. Quienes traducen directamente a términos morales el antagonismo político en el que participan (lucha entre el Bien y el Mal, entre la honestidad y la corrupción) se ven obligados, un poco antes o después, a instrumentar políticamente el ámbito de lo moral, y a subordinar sus evaluaciones morales a las necesidades reales de la lucha política. El "respaldo a X porque es moralmente bueno" se va convirtiendo imperceptiblemente en "X debe ser bueno porque yo lo respaldo". "

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