miércoles, 27 de octubre de 2010

Un legado político


Para quienes crecimos militando en la universidad contra el menemismo -siempre en un marco democrático- la figura de Kirchner en 2003, desde su promoción de una Corte Suprema independiente, despertó expectativas que en sus primeros 2 años de gobierno se vieron cumplidas con creces, cuando no excedidas.

Rodolto Terragno, un interesante intelectual radical, decía en los ´90 que Menem le había dado una identidad definitiva al peronismo, la de un movimiento populista de derecha o centroderecha. Kirchner demostró el error de esa afirmación: el peronismo se reinventó nuevamente, y así como Menem había coaligado el populismo con el neoliberalismo de centroderecha, Kirchner conjugó el populismo con una corriente progresista de centroizquierda. Esta combinación, por supuesto, tampoco supuso darle una identidad definitiva al peronismo, que resiste el encasillamiento ideológico, pero sí configuró una suerte de "bloque histórico", para usar un concepto gramsciano, que implicó un giro copernicano respecto al menemismo.

Quienes conocen la microhistoria política saben que el proyecto presidencial de Kirchner no era para el 2003 sino para el 2007; sin embargo, una combinación inédita de circunstancias aceleró los tiempos, sin que Kirchner pudiera madurar un equipo técnico a la altura del desafío que representaba gobernar el país después del estallido del 2001. El patagónico tenía mucha experiencia de gobierno, pero en un distrito chico como Santa Cruz, nada que ver con la inconmensurabilidad de gobernar un país amplio, complejo, contradictorio y profundamente desigual. En ese escenario, la salida natural fue combinar su fuerte temperamento con la costumbre (nacida de su experiencia en el Sur) de concentrar el poder y las decisiones, delegando poco y nada: dormía muy pocas horas por día, estaba encima de las cifras clave como la recaudación impositiva, el resultado de la Tesorería y el nivel de las reservas. En términos de estilo de poder (no siempre de contenido) manejó el país con un criterio radial similar al que aplicó en su provincia.

Para peor, asumió apenas con 22% de los votos por la defección de Menem, quien no quiso ponerle el cuerpo a una derrota segura en la segunda vuelta del 2003. Desde esa debilidad de inicio, su determinación y habilidad lo llevaron a reconstruir la autoridad presidencial, desgajada desde el 2001.

En lo social, el principal legado de Kirchner es un país mejor que el que él se encontró: asumió con una desocupación del 24%, más de 50% de pobreza, casi 30% de indigencia. En 2007, al finalizar su mandato, la desocupación rondaba el 8,7%, la pobreza había caído al 26%, la indigencia no llega al 9%. Con el hábil Roberto Lavagna como ministro de Economía, reestructuró la deuda en default, en la mayor operación de su tipo nunca realizada en los mercados mundiales: se logró un recorte del 65% (el mayor de la historia) aceptado por el 74% de los bonistas y la deuda pasó de representar 166% el PBI del país en 2002 a equivaler al 74% del producto en 2005. Meses después, canceló toda la deuda con el FMI en un solo pago por u$s 9.500 millones, en el marco de su rechazo a la injerencia del organismo en la economía interna.

Los bajos niveles de actividad de los que partía el país ayudaron a la recuperación y también el contexto externo, pero su decisión de sostener un tipo de cambio competitivo, relanzar las exportaciones, impulsar la industria y el consumo interno permitieron que en sus 4 años de mandato la Argentina creciera 44%, alrededor de 9% por año, tasas chinas. Según sus detractores, que en vida no le reconocieron apenas mérito, todo eso fue sólo "viento de cola" o capitalismo de amigos. Hubo ambas cosas, pero de ninguna manera eso fue todo.

Para aquellos que tenemos en el centro de nuestra agenda ideológica los derechos humanos, la anulación de las leyes de la impunidad y la derogación de la flexibilización laboral fueron mucho más que un soplo de aire fresco. Su decisión de no reprimir la protesta social en ninguna de sus formas también fue un hito en esa línea. Pese a su retórica encendida, nunca acudió a la violencia como método de construcción política. Ni hablar de la firme decisión de avanzar con los juicios a represores, demostrando con claridad que la justicia sólo se mueve en casos así cuando hay un contexto político que lo promueve. Según sus detractores, Kirchner sólo "cazaba en el zoológico"; veremos si los gobiernos por venir siguen cazando en el zoológico, completando la tarea iniciada durante su mandato y avanzando sobre los cómplices civiles de la dictadura.

Su entrega total a la política, incluso con desprecio de su propia salud, lo acerca (lo acerca, no lo iguala) a la mítica Eva Perón. Animal político hasta el paroxismo, murió con las botas puestas, haciendo política y caso omiso a las advertencias de los médicos y las señales de su propio cuerpo.

En su proceso de construcción política, por supuesto, cometió enormes errores, muy probablemente (¿lo dirá la justicia?) hizo negocios, tuvo agachadas, entró en la "rosca" y tuvo aliados "impresentables", como cualquier político que gestiona poder y gobierna sin quedarse sólo en lo testimonial o en la denuncia. Otro déficit pasa por diversos estropicios institucionales, por una serie de políticas arbitrarias e inconsistentes a mediano y largo plazo (entre ellas, la energética) y por no haber acometido antes, con más seriedad, o no haber acometido directamente, desigualdades económicas y asimetrías que aún persisten pese a los años de crecimiento.

Quienes corren al gobierno por izquierda, muchos de ellos aquejados de pereza intelectual, miran el vaso medio vacío o, peor aún, dicen que Néstor Kirchner fue "más de lo mismo". Los empresarios, por supuesto, más lúcidos que la mayoría de la izquierda argentina, no le dieron ni 1% de votos en la encuesta que Ámbito Financiero hizo en IDEA, y consagraron a Menem como el mejor presidente de las últimas décadas (lo que nos llevaría a la siguiente conclusión extrema: si el crecimiento económico de los 4 años de Kirchner en la presidencia no se derramó ni a la sociedad como dice la izquierda ni a las empresas como dice la derecha, todo debe haber pasado a engrosar el patrimonio familiar K).

En este momento, yo miro la mitad llena, y me pregunto si alguna de las alternativas opositoras existentes tiene la más remota idea de cómo hacer lo que falta sin destruir lo que se hizo. En poco más de un año hemos perdido a los dos mejores ex presidentes desde la restauración democrática.

Me están pidiendo un panorama sobre cómo queda el escenario después de esto. En breve.

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