miércoles, 5 de septiembre de 2018

De la crisis en “U” a la crisis en “L”: implicancias

En una entrada publicada el 10 de agosto de 2018 descartábamos el escenario de crisis en “V” (rápida caída e igual velocidad de recuperación) al que el gobierno le jugaba todas las fichas de cara al 2019 electoral. Planteábamos que la duda era si la crisis era en “U” (caída no tan brusca y recuperación más lenta) o en “L” (caída brusca sin recuperación visible a mediano plazo) y citábamos cifras de la consultora Eco Go, según las cuales la caída acumulada de la serie desestacionalizada daba 4,3% comparando el tercer trimestre del 2017 frente al primero del 2018, “aún mayor a la recesión del segundo trimestre del 2016 que terminó en el 3,4% comparado con el mismo período del año anterior", apuntaba Federico Furiase, director de Eco Go. Decíamos por entonces que en 2016 la economía cayó 2,3%, pero que hasta ese momento las estimaciones marcan que 2018 podría cerrar en torno al 0% en el mejor de los casos y en una caída de 1 punto en el peor. Sin embargo, dejamos planteada en esa entrada la siguiente pregunta: ” ¿Y si se quedan cortas esas previsiones y la caída es mayor, es decir similar a la del 2016?”




Ya podemos decir que esa hipótesis tuvo valor anticipatorio: un pie de página en el PPT que presentó esta semana el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne con las medidas propuestas para cerrar el déficit fiscal y un nuevo acuerdo con el FMI reveló el escenario base que ahora espera el gobierno nacional. Para 2018 se prevé una inflación de 42% en diciembre y caída del PBI de 2,4%: es decir, una performance casi calcada a la del 2016, que hasta ahora era el más duro de la gestión Cambiemos. Peor todavía, para el 2019 se prevé un crecimiento de 0% e inflación del 25%, es decir, estanflación. Esto ya no es una crisis en “U”, sino en “L”: caída fuerte de la actividad sin recuperación a la vista. En los escenarios trazados por la consultora Poliarquía en su informe de julio posterior a la primera corrida cambiaria, se trata del más desfavorable para la continuidad de Cambiemos en el poder y el más favorable para un potencial regreso de CFK a la presidencia. Incluso antes de la presentación del ministro, las últimas estimaciones del BCRA (el Relevamiento de Expectativas de Mercado, REM) para ya perfilaban ese escenario 2018: inflación de 40,3% (en septiembre de 4% y 3,5% en octubre), tasa de interés de referencia en 60% hasta fin de año, caída del PBI de -1,9% y dólar a $ 41,9 a fin de año. El mes pasado arroja una caída de la actividad, del consumo, de la industria y un estancamiento de la construcción (ver datos arriba; click para agrandar). En tanto, según CAME, las ventas minoristas de los comercios minoristas cayeron 8% en ese mismo mes frente a agosto del 2017, medidas a precios constantes, y acumulan una baja anual de 3,7 % en los primeros ocho meses del 2018 (ver datos abajo; click para agrandar).




En cualquier caso, el cóctel es de alto riesgo para Cambiemos: 42% de inflación para 2018 supone que el dólar se estabiliza en los rangos actuales y que acompaña la inflación hasta fin de año (con una coincidencia numérica significativa, que ya marcaron algunos economistas: dólar alrededor de los $ 40 e inflación en torno al 40%). Con la inflación en niveles del 40% y paritarias salariales con techo en torno al 25%, el derrumbe de poder adquisitivo salarial y del consumo dejan un panorama mucho peor al que enfrentó el FPV en la antesala del 2015 electoral: si nos remontamos a los 12 años de la era K, hubo sólo un año en el que hubo caída en ambos indicadores, PBI y salario real. Fue 2014, con -4,2% en el salario real y -2,6% en el PBI. En la misma línea, como apuntó el periodista Maximiliano Montenegro, “el cero de crecimiento para 2019, un año electoral, sería todo un desafío para el Gobierno: el primer año electoral desde 2009 en el que la economía no crece. Pero además, como se espera una cosecha mucho mayor del campo para el año próximo, ese número implica que la recuperación esperada en el resto de los sectores sería muy lenta o incluso nula. En particular por el lado del consumo. El 25% de inflación para el año próximo –en el acuerdo con el FMI se había fijado como meta 17%- también será difícil de alcanzar y le fijaría en todo caso un techo a la reactivación del poder adquisitivo salarial y del consumo”




Básicamente, el gobierno no tendría logros socioeconómicos para mostrar al momento de las elecciones de 2019, ya que la actividad a lo largo de su gestión mostraría una caída, al igual que el consumo. Si hoy hiciéramos un semáforo con 10 indicadores, habría sólo 3 verdes contra 7 rojos (ver datos arriba; click para agrandar) y la previsión para 2019, año electoral, podría incluso empeorar. En ese marco, el único recurso que podría quedarle al oficialismo es “la grieta”, esto es, polarizar con CFK y apelar nuevamente al discurso de “pasado vs cambio”. Sin embargo, ya se ha dicho, polarizar con CFK en el escenario de crisis en “L”, el más favorable a la ex presidenta, no dejaría de ser una apuesta riesgosa, puesto que el malestar, principal efecto socioeconómico de la gestión Cambiemos y constructor de tendencias a mediano y largo plazo (por encima de los vaivenes de la coyuntura) está gestando un consenso negativo “anti-Macri”. Como apuntó el politólogo Mario Riorda, “Si apuesta a la grieta, Mauricio Macri debe saber que ya no está en 50 y 50; hoy es 70 y 30”.  Sin ya en agosto hubo encuestas que mostraron un empate técnico entre CFK y Macri en un eventual ballotage, como vimos en el informe de M&R (ver datos abajo; click para agrandar), esa tendencia podría profundizarse conforme la crisis confirme el escenario en "L". 





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