martes, 5 de julio de 2016

Del malhumor al malestar (1)

A propósito de una encuesta de CEOP revisada en post recientes, habíamos planteado un matiz respecto a una de las conclusiones del director de esa consultora, Roberto Bacman. Decía el sociólogo que “el peor humor social es el que acompaña todos los días a los habitantes de las grandes ciudades de nuestro país”. En ese punto, nos interesaba desentrañar si el sentimiento que atraviesa la coyuntura es el malhumor, o si, en cambio, se trata de malestar. Retomemos este tema a partir de datos adicionales que proporcionaba ese estudio, además los revisados oportunamente, y otros elementos contextuales.

Según Bacman, el estudio permitió descubrir una nueva variable clave para entender y explicar los resultados, la demográfica: “hoy, el principal enojo y la mayor decepción con las promesas de campaña de Cambiemos se centran entre los habitantes de los grandes centros urbanos de nuestros país, circunscribiendo entre ellos al principal enclave demográfico, que es la región metropolitana, la ciudad y el Gran Buenos Aires y sus tres cordones”. La gravitación política de este dato es crucial, puesto que, como hemos analizado en otras entradas, se trata de la “zona núcleo” en términos electorales (alrededor de un 34% del padrón nacional reside en ese conglomerado urbano). Agrega Bacman: “Entre la mayor parte de estos ciudadanos urbanos la realidad ha superado al deseo, el cambio dejó de ser un significante vacío y sus consecuencias no representan a la Argentina que ellos esperaban. En las ciudades más pequeñas y en el interior, todavía el deseo sigue latente, y la esperanza –aunque golpeada por algunas circunstancias– aún no está perdida de modo concluyente. Y esta fuerte dicotomía demográfica va más allá del género, la edad y hasta el nivel socioeconómico del entrevistado. En las grandes ciudades es donde más se siente la crisis y en donde también más les cuesta ver la luz al final del túnel”.

Asimismo, el estudio del CEOP le pone un techo al que se asumen como el otro gran sostén del gobierno de Cambiemos: “la pesada herencia”, es decir las críticas al gobierno anterior de Cristina Fernández de Kirchner y la ola mediático-judicial (excavadoras, allanamientos en Santa Cruz, despliegue en torno a Lázaro Báez y José López), francamente adversa al kirchnerismo que, sin embargo, a tenor de la encuesta de CEOP, no modifica en lo estructural la imagen positiva de CFK, que sigue algo por encima del 41%. Aunque este dato puede parecer contraintuitivo, a modo de referencia, en la provincia de Córdoba (el distrito más anti-K si se consideran los resultados electorales del 2015) la imagen de la ex presidenta en las encuestas de Delfos está estancada en torno al 20% de positiva y 60% de negativa desde hace meses, y aun el caso López no movió esos registros de manera estadísticamente significativa. 

“Las prioridades de la gente no cambian por la agenda de Comodoro Py: sí se modifican las proporciones en picos donde corrupción gana espacio. Sin embargo, los efectos socioeconómicos son los que siempre mandan, por razones obvias”, dijo en su momento el consultor Carlos Fara (y citamos oportunamente en este blog). En ese marco, si en los motivos de desgaste de la imagen del presidente Mauricio Macri gravitan centralmente cuestiones como la inflación, el empleo y el impacto del ajuste de tarifas (mucho más que el affaire Panamá papes y sus derivados), con una caída de más de 6 puntos del consumo minorista como uno de los principales efectos socioeconómicos (ver datos arriba; click para agrandar); y si la mirada de la coyuntura económica actual es negativa al punto de ir permeando progresivamente en las expectativas a futuro, entonces lo que tenemos no es ya malhumor sino un malestar latente, consecuencia anímica de una pirámide social que, hoy, muestra una estructura social peor que la de fines de 2015.

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