martes, 12 de junio de 2018

Efectos socioeconómicos de gestión: el malestar en el consumo 2016-2018

Con frecuencia, insistimos en nuestras premisas analíticas de base: una de ellas, tomada del consultor Carlos Fara, es que a mediano y largo plazo son los efectos socioeconómicos los que construyen las tendencias de la opinión pública. Así, efectos socioeconómicos de bienestar generarán a mediano y largo plazo imagen positiva, buenos niveles de aprobación e intención de voto, y lo contrario sucederá con efectos socioeconómicos de malestar. Otra premisa analítica básica es que no existen electores por un lado y consumidores por otro, sino una comunidad que consume y que vota; por lo tanto, hay vasos comunicantes entre ambas dimensiones de la conducta, pero entenderla implica evitar lecturas lineales. Dicho esto, hay que remarcar que el desgaste y envejecimiento prematuro de la marca Cambiemos son inescindibles de los efectos socioeconómicos de malestar que la gestión está generando. A los datos que ya hemos compartido en esa línea, podemos sumar otros más recientes, que hacen foco en cómo el consumo acusó el impacto del modelo Cambiemos. 




A partir del escenario económico surgido a fines de 2015, los hogares fueron optando por reestructurar sus compras habituales no sólo en términos de volúmenes sino también de comercios y canales, favoreciendo a los mayoristas en detrimento de los supermercados e hipermercados: mientras que los primeros acumularon un alza cercana a 25% en cantidades a lo largo de los dos primeros años de la gestión Cambiemos, los supermercados e hipermercados redujeron sus ventas en 12%, según estimaciones de Kantar WordPanel (ver datos arriba; click para agrandar). Luego de un año de neto ajuste como 2016 (con inflación del 40%, caída de la actividad mayor al 2% y consumo retrocediendo un 4%), en el 2017 el boom de créditos (hipotecarios, prendarios y personales) modificó la estructura del consumo, atenuando el deterioro que la alta inflación de 2016 provocó en el poder adquisitivo. Así, en los primeros nueve meses del 2017 creció el turismo en el exterior (19% contra el mismo período de 2016), las ventas de motos (47%), las de autos (28%), las de notebooks y tablets (15%) y las de pequeños electrodomésticos (22%). Sin embargo, el consumo masivo siguió a contramano y cerró el 2017 con una caída del 1%, según Kantar Worldpanel-Ecolatina (ver datos arriba; click para agrandar) “por varias causas: la inflación se aceleró en los últimos meses producto de la fuerte suba de tarifas y del tipo de cambio; las turbulencias en los mercados de financieros impactando en la suba de tasas de interés que desincentivan el gasto de los hogares; y la sequía que generó fuertes pérdidas en la cosecha de soja y maíz", según Kantar Worldpanel-Ecolatina. En tanto, según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), tomando como base el consumo minorista de 2014, todo el año 2016 se ubicó debajo de ese nivel, en 2017 sólo 3 meses estuvieron por encima de ese nivel y la previsión para 2018 es que todo el año se ubique por debajo de ese nivel (ver datos abajo; click para agrandar). 




Es previsible que la persistencia de condiciones más desfavorables durante todo el primer semestre de 2018 (con una acentuación desde mayo pasado, en especial por el aumento de tarifas y precios clave como el de los combustibles) impacte nuevamente en el paradigma de consumo. En 2017, la inflación en descenso (comparada con 2016) y el mayor acceso al crédito indexado reforzaron un patrón en el cual la comunidad no adelantaba consumo y las decisiones de gastos y ahorro sacrificaban el consumo masivo presente en favor de bienes más durables, al menos dentro de los segmentos con acceso a ellos. Ese “modo austero” del consumidor asumía el mayor costo de los servicios públicos con menores subsidios y administraba su economía doméstica privilegiando pagos al contado o el valor de las cuotas según el caso, y en consumo masivo se inclinaba por precios más bajos y duraderos en las góndolas en lugar de descuentos puntuales o promociones por cantidad. Sin embargo, en 2018 el descenso de la inflación se estancó y hasta podría revertirse con una nueva suba, pasando del 25% del 2017 a un guarismo más cercano al 30%. Eso generaría una merma en el poder adquisitivo, contrariando la recuperación que habían mostrado los primeros tres trimestres del 2017 en ese sentido.    



Si analizamos el comportamiento del consumo masivo, se detecta que en 2016 las ventas de alimentos, bebidas, cosmética y limpieza se contrajeron un 4%, medidas en unidades; en 2017, cayeron un 1%, y en el primer trimestre de 2018 mostraron una contracción moderada del 1%, según Kantar Worldpanel (ver datos arriba; click para agrandar). En este marco, el deterioro relativo de la coyuntura macroeconómica desde mayo sugiere que el entorno del consumo pasará del estancamiento (predominio de un consumidor cauteloso) a la contracción (protagonismo de un consumidor asustado). Se puede esperar que el nivel bajo superior (el de mayor participación en la pirámide total) resigne consumo ante un escenario de mayor restricción presupuestaria real, motivada especialmente por la aceleración de la inflación y el impacto del aumento en tarifas y transporte. En términos marcarios, el primer trimestre de este año mostró una baja de 1 punto en las primeras marcas en el consumo masivo, contra un avance de tres puntos en las segundas marcas, según Kantar Worldpanel. Esto perfilaría un consumo “low cost”. Ya con el mes de junio corriendo, los términos del acuerdo con el FMI estaría refrendando un 2018 con estanflación, es decir, una inflación superior al 25% del 2017 y una actividad que crecería por debajo del 2% en el mejor de los casos y que incluso podría variar por debajo del 1%. En cualquier caso, esas condiciones mantendrían al consumo contraído. 

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