lunes, 13 de septiembre de 2010

Opinión pública en el contexto del Bicentenario


Contextualizar la política en el marco de la reconfiguración del espacio público plantea la necesidad de atender las diversas formas de participación en la sociedad actual. Desde esta perspectiva, la investigación y el análisis de opinión pública pueden aportar a la construcción de una ciudadanía crítica, participativa, responsable y comprometida, de cara al Bicentenario y la consolidación democrática que alumbra el nuevo siglo.

En la medida en que la democracia se desarrolla y consolida, se incrementa la necesidad de las investigaciones de opinión, y en regímenes políticos con pretensión de transparencia es bueno que existan canales de expresión de las demandas sociales tanto como formas de conocerla y difundirla, y que la opinión de la gente sea conocida, le guste o no al gobierno. Sin duda, la investigación sirve a los fines de los partidos políticos, pero su divulgación también aporta a la información del ciudadano y le provee elementos para la participación y la decisión, aspectos en los que sin duda los estudios de opinión pública pueden jugar un rol social positivo.

Por otro lado, la presencia de los estudios de opinión tiene que ver con las transformaciones sociales, con el crecimiento de los sectores políticamente independientes y con la tendencia hacia un voto más pragmático, en el contexto de una sociedad caracterizada por formas de participación distintas a las tradicionales. En el contexto de la consolidación democrática en nuestro país que alumbra el nuevo siglo y se inscribe como un hito en el Bicentenario, aunque la Argentina tiene muchísimas cuestiones pendientes en materia institucional, hay algunas señales alentadoras a considerar:

1) desde el 2008 con la discusión de la resolución 125, y más aún a partir de la elección de junio de 2009 y la renovación parlamentaria, el Congreso ha cobrado un destacado protagonismo político, y su funcionamiento, aunque aún ofrece muchas aristas criticables, muestra una dinámica rica en búsqueda de acuerdos, creatividad e iniciativa política para formar coaliciones. Felizmente, hasta ahora, el resultado electoral fue procesado de manera institucional y no apocalíptica, más allá de que muchas veces tanto al oficialismo como a la oposición les cuesta estar a la altura de las circunstancias.

2) la recuperación de la política como discurso ordenador: si bien no ha sido conjurada completamente la amenaza de una corporativización de la política, hay dos elementos alentadores y hasta cierto punto concurrentes. Por un lado, la emergencia de una alternativa opositora donde pueden confluir el socialismo y la corriente radical más atenta a lo institucional, alrededor de la muy probable (aunque no segura aún) candidatura presidencial de Ricardo Alfonsín. La misma no sólo abre la oportunidad a una sana alternancia en el poder, sino que representa fundamentalmente una alternativa política al oficialismo que reivindica su autonomía frente a las corporaciones, a diferencia de las que representan las demás figuras opositoras, cabezas visibles de estructuras partidarias débiles altamente dependientes de los grupos corporativos y mediáticos (rasgo que en el caso de fuerzas conducidas por liderazgos personales hegemónicos se expresa en su máxima intensidad). Un frente constituido por una UCR de cuño alfonsinista y el socialismo puede ser una alternativa de oposición superadora en lugar de ser meramente destructiva y restauradora.

3) por otro lado, el oficialismo ha logrado plantear -no sin falencias ni contradicciones- un modelo donde también se marca la primacía de la política por sobre el discurso tecnocrático y corporativo que marcó la década del 90. Y ha alentado la "politización" de la sociedad, la discusión política: hoy encontramos una opinión pública mucho más politizada que en los 90, y eso es positivo. Hace poco lo dijo el ex director del Buenos Aires Herald y ex presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa, Robert Cox, en la Universidad Nacional de La Plata: “nunca existió tanta libertad de prensa como ahora ni se debatieron todos los temas con tanta libertad en la Argentina".

Entre las cuestiones pendientes, mejorar el funcionamiento democrático, la división de poderes, la legitimidad institucional, el Estado de derecho y la seguridad jurídica en sentido amplio (no restringido a las condiciones para hacer negocios), la transparencia y la rendición de cuentas son condiciones indispensables para un desarrollo sustentable. Como sostiene el premio Nobel Amartya Sen, el ejercicio de los derechos políticos y civiles no sólo tiene el valor democrático intrínseco de ampliar el grado de posibilidades y opciones de la ciudadanía, sino también tiene el valor instrumental de identificar y conceptualizar sus necesidades y estructurar políticas e instituciones para abordarlas con mayor eficacia.

4 comentarios:

  1. Tambien yo he posteado sobre el bicentenario.
    Creo que no hay nada para festejar.

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  2. Estimado, muchas gracias por participar! Leí tu post al respecto y entiendo tu pesimismo, pero no comparto del todo tu postura y te digo brevemente por qué: los festejos del primer centenario se dieron en el marco del modelo de país "granero del mundo", que si bien era económicamente exitoso convivía con el fraude político sistemático (el voto secreto masculino recién se instauró en 1916, y el femenino tuvo que esperar hasta Eva Perón). Por otra parte, era un país rico para el disfrute de pocos, y el hecho de que las oligarquías dominantes no pudieran procesar institucionalmente el advenimiento de la democracia con el ascenso de Yrigoyen al poder es la explicación básica del primer golpe de estado en el país, en 1930. Me parece que la recuperación de la democracia en Argentina sin dudas es un hecho para festejar, más allá de los desaciertos de los sucesivos gobiernos de distinto signo, desde 1983 a la fecha, y las múltiples cuestiones pendientes en materia social, económica e institucional. Saludos cordiales!

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  3. Pienso que a este bicentenario lo tenemos que utilizar como un ejemplo para no seguir, para mejorar las cosas que se hicieron mal; y no esperar de nuestros funcionarios las mejoras, si no que como ciudadanos demos dejar de ser críticos espectadores de lo que no hacen los políticos
    y hacer una reflexión introspectiva sincera acerca de lo que nosotros hacemos o dejamos de hacer negligentemente de hacer respecto de nuestras obligaciones políticas como ciudadanos.

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