viernes, 22 de junio de 2012

Pulseada política (1)




A principios de junio, la consultora Poliarquía medía 50%  de imagen positiva para Cristina Fernández, con 25% de regular y 25% de negativa. Como principal problema en la agenda social se destacaba la situación económica para el 30% de la población mayor de 18 años, seguida por la inflación (15%), con lo cual el analista Eduardo Fidanza destacaba que el desgaste de la imagen presidencial en un contexto donde aún seguía alta obedecía a una combinación de varios factores, dentro de los cuales la situación del dólar no era más que un síntoma.


Por esos días, también circuló una encuesta de la consultora Management & Fit (con un historial menos prolijo que el de Poliarquía en cuanto aciertos en sus diagnósticos) según la cual el 50,4%  por ciento  desaprobaba su gestión y el 42,1% la aprobaba (con un 7,5% de "no sabe/no contesta"). M&F también exploraba las expectativas económicas como contexto del balance de gestión: la pregunta relativa a "cómo cree que estará la economía en los próximos seis meses" arrojaba que el 59% consideraba que la situación económica empeoraría, frente al 24,5% por ciento que estimaba que seguiría "igual" y un 15% que esperaba una mejoría.


Esos datos enmarcaron una serie de cacerolazos en los días en los que las restricciones a la compra de dólares se ubicaron al tope de la agenda mediática. Por su carácter francamente minoritario (hubo una brecha evidente entre el “ruido” de la protesta en las redes sociales y la presencia de la misma en la calle, acotada a sectores de la clase media alta porteña, visceralmente contraria al kirchnerismo) la acción no tuvo una entidad lo suficientemente representativa como para que el gobierno se preocupara.


La protesta también se desinfló, ya que después de la concurrencia a algunas miles de personas a Plaza de Mayo (la cual coincidió sugestivamente con la decisión de bajar la candidatura de Reposo a la Procuraduría General de la Nación) la semana siguiente la convocatoria fue notablemente inferior tanto en la Plaza como en algunos puntos de la zona norte de la Capital (Recoleta, Barrio Norte y Belgrano).  Incluso Beatriz Sarlo, reconocida crítica del gobierno, a la vez que cuestionó a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner por el traslado en avión de su hijo Máximo a raíz de un cuadro de artritis séptica, se refirió a la vuelta de los cacerolazos a las calles de la Argentina afirmando que "es gente que carece de organización y son muy pocos, sin ninguna experiencia de calle. El espacio público se ocupa con una experiencia de calle. No se puede aprender en Facebook cómo saltar y gritar para que una aparición tenga el espíritu de una manifestación".


Es decir, se trató de episodios con un impacto potencial muy disminuido respecto a los cacerolazos históricos del 2001 y también de las manifestaciones del conflicto del campo en 2008: mientras la primera de esas acciones coincidió con un contexto de deslegitimación de todo el sistema político y de crisis económica (“que se vayan todos” + corralito y caída de la convertibilidad) y la segunda con una crisis de confianza en el gobierno detonada a partir de la protesta de un sector legitimado por la opinión pública (y mediáticamente promovido, el “campo”), los  cacerolazos de junio no contaron ni con un contexto de dramatismo comparable al del 2001 ni con un actor articulador de la protesta como el 2008 (como así tampoco con alguien en condiciones de capitalizar dicha manifestación). 

En estos días, el secretario general del Sindicato de Camioneros y titular de la CGT, Hugo Moyano, acaba de levantar un paro de la rama del transporte de combustibles que comenzó el martes pasado y que afectó el abastecimiento de naftas y gas a 18 provincias, y al mismo tiempo convoca a todos los trabajadores "afectados" por la aplicación del Impuesto a las Ganancias a movilizarse el próximo miércoles a Plaza de Mayo (día en el que volverá a haber un paro nacional de camioneros). Estas medidas de protesta, a diferencia de los anteriores cacerolazos, tienen un potencial impacto muy diferente en la opinión pública. Volveremos sobre este tema en un próximo post.   

2 comentarios:

  1. "En la cancha se ven los pingos", dicen. Quedo debiendo un comentario más serio, en realidad estoy buscando el libro de Silvia Bleichmar "Dolor país" para citar lo que fue el 2001 para los argentinos y ponerlo en contraste con lo que pasa hoy... mientras busco aprovecho y comparto la entrada.

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  2. Hola Marina! Sí, yo también pienso volver sobre este tema... gracias por participar y compartir.

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