viernes, 29 de agosto de 2014

Precandidaturas y modelos de voto (2)

Para Burdman, las encuestas realizadas a un año de las PASO y 15 meses de las elecciones generales no tienen poder predictivo (punto en el que coincidimos) y además subestiman la fuerza de los partidos; aquí, planteamos un matiz. Veamos su argumento: “El justicialismo, como señalábamos en esta columna meses atrás, está experimentando señales de institucionalización. Y ello se confirma con el correr del tiempo: pese al flojo desempeño electoral de 2013 y a los problemas económicos de 2014, se mantiene unido y retuvo la mayoría parlamentaria”. Nuestros matices diferenciales: la categoría “justicialismo” es problemática, pues incluye a justicialistas no K, anti K y K; el gobernador De la Sota, por poner un ejemplo, es justicialista, pero a nadie se le ocurriría hoy sumar los votos ni los diputados nacionales de UPC a la mayoría parlamentaria con la que (y esto es cierto) cuenta el kirchnerismo. Otro tanto puede decirse de referentes justicialistas como los Rodríguez Saá; estos potenciales precandidatos de origen justicialista amagan con postularse por fuera de la estructura del PJ, lo que erosiona al menos parcialmente la institucionalización de ese partido a los efectos competitivos. 

Seguidamente, Burdman afirma: “A su vez, la oposición radical-progresista pudo rearmar una alianza electoral amplia y competitiva”. Aquí, nuestra discrepancia es todavía mayor: es cierto que es una coalición amplia, pero no está claro que sea competitiva, y cada día que pasa está más claro que su denominación de "progresista" es al menos discutible (pensemos que hasta el socialista Hermes Binner reivindicó recientemente la “mano invisible” del mercado). Lo que sí es indiscutible es que es opositora. Burdman plantea que “una vez que ambas estructuras muevan sus piezas, lo harán en direcciones claras, y se organizarán redes de listas locales en apoyo de sus presidenciables en todo el país, que traccionarán votos de abajo hacia arriba, y viceversa”. Esto también está por demostrarse, ya que tanto el espacio pan-oficialista como el FAU muestran hoy superabundancia de precandidatos: al menos 6 en el FPV (Daniel Scioli, Florencio Randazzo, Julián Domínguez, Sergio Urribarri, Agustín Rossi, Juan Urtubey) y al menos 5 en el FAU (Julio Cobos, Hermes Binner, Elisa Carrió, Ernesto Sanz, “Pino” Solanas). Con tantos matices, no está para nada claro que los votos que cada candidato recoja por sí mismo en la instancia de las PASO luego se encolumnen detrás del ganador de las primarias a efectos de la elección general (eso dependerá de las "sinergias" y "alergias" entre candidatos). Si además hay elecciones “desenganchadas” (es decir, distritos que voten en una fecha para gobernador y cargos locales, y en fecha distinta para cargos nacionales) nada garantiza la tracción recíproca de la que habla Burdman. 

Burdman admite “que el sistema partidario argentino no tiene la fuerza que en otros países, pero sigue siendo un actor significativo de las elecciones, y hoy se encuentra más robusto que hace unos años. Mediciones que no contemplen eso, carecen de sentido. De hecho, lo habitual en otras democracias es que las encuestadoras investiguen la intención de voto de los electores una vez que los partidos determinaron la oferta. La grilla, sin esa determinación, no tiene sustento”.  Nuevamente, discrepamos: sondear la intención de voto es ya un hábito de las democracias modernas, y nada obsta para hacerlo aunque las candidaturas no estén definidas; el error es pretender que una encuesta realizada a tanto tiempo de la elección efectiva tenga valor de pronóstico, pero eso no invalida la necesidad de “tomar una foto” de las tendencias. No por eso se trata de “encuestas metodológicamente inválidas”. 

El argumento del politólogo a  favor de los partidos como ordenadores del voto amerita sumar elementos de análisis. Sobre la base de la “grounded theory” (teoría incrementada o “alimentada” por la contrastación empírica) existen cuerpos de teorías orientados a explicar la conducta de los votantes. Hay al menos 4 modelos; de ellos, dos son consistentes con el planteo de Burdman acerca de la fuerza de los partidos. Veamos: según la tradición sociológica de la Universidad de Columbia, votar es una experiencia de grupo, resultado del impacto combinado de factores sociales como la clase, la renta, la profesión, la religión y el hábitat -urbano o rural-. Según este modelo, las pertenencias sociales determinan las preferencias políticas. Interesan especialmente, a los fines del análisis, los grupos primarios (como la familia y las amistades), los grupos secundarios (partidos políticos, sindicatos), y grupos de referencia (clase, raza, religión). La familia y las amistades influyen tempranamente en las preferencias políticas y partidarias, de acuerdo a esta perspectiva: algunos autores hablan incluso de un “voto hereditario”, planteando que la socialización familiar contribuye a que los niños se identifiquen con determinados partidos, sesgo que influye en su conducta al alcanzar la mayoría de edad. En cuanto a las amistades, otros estudios enfatizan que la identificación política o partidaria se refuerza en la adolescencia, por la necesidad de aprobación y presión que lleva a los jóvenes a adaptarse por temor al aislamiento. Otros enfatizan la lealtad partidaria en términos de identificación, o bien la inscripción laboral y pertenencia sindical como los elementos que definen el comportamiento electoral. En cualquier caso, este es un modelo que le asigna fuerza a los partidos como determinantes de un voto más “duro”, en el sentido que plantea Burdman, y que favorecería a las dos mayores estructuras partidarias nacionales, esto es, el justicialismo y la UCR, en detrimento de fuerzas netamente "personalistas" como el PRO de Mauricio Macri y el Frente Renovador de Sergio Massa. 

Por su parte, la Universidad de Michigan desarrolló entre las décadas del ´50 y el ´60 una perspectiva más individualista, a partir de la tesis de que las actitudes, percepciones, valores y creencias de los individuos son los determinantes del voto. Entre esos determinantes, gravita la lealtad partidaria, entendida no en el sentido de una pertenencia a un grupo sino en términos de una "conexión psicológica" con el partido, que actúa como filtro en la percepción de información, influyendo así en las percepciones y juicios de los votantes. Del mismo modo, en esta corriente –de fuerte desarrollo entre los años 50 y 60-, la ideología (en sentido amplio, incluyendo por ejemplo cuestiones de valores y moral, no sólo los tradicionales rótulos de izquierda-derecha) y los temas de campaña (impuestos, seguridad, transporte, y las creencias y propuestas que circulen en torno a ellos antes de la elección, por ejemplo) pueden resultar decisivos y orientadores del voto. La tradición de Michigan coincide con Columbia en que las campañas políticas no tienen una influencia significativa en el voto; asimismo, no considera el entorno político como una variable independiente y subestima la importancia de los factores de corto plazo (que son precisamente los que Burdman cuestiona en las encuestas conocidas hasta ahora, dado que son de “coyuntura” y previas a la definición de los candidatos). Sin embargo, aunque hay dos modelos de voto a favor del argumento de Burdman, existen otros dos modelos contrarios al mismo, que desarrollaremos en una próxima entrada. 

3 comentarios:

  1. Hola Norma, gracias por tu comentario. Sin dudas, hay varios marcos de análisis electoral, y diferentes motores del voto. Uno siempre termina simplificando un poco cuando escribe una columna. Yo enfatizo el aspecto territorial, porque la nacionalización de la oferta parece ser un requisito en un país extenso y políticamente federal como el nuestro. Candidatos metropolitanos sin buenas alianzas provinciales, en Argentina no han funcionado. Ojo, algún día las cosas pueden cambiar. Pero todavía no veo por qué ese día será en 2015. Por eso, por ahora, prefiero ser conservador y creer que los "partidos", o lo que sea que tengamos acá y que responda a esa idea, serán otra vez las claves de la elección presidencial. Saludos!

    ResponderEliminar
  2. Perdón, NormaN... se me chispoteó la N y no se cómo editar el comentario

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias por tu aporte, Julio, me pareció interesante tu planteo, de ahí que quise plantear algunos matices para debatir al respecto... seguramente volveré en breve sobre la cuestión. No problem por la "n" faltante, pasa a menudo! Saludos y un gusto verte por acá!

    ResponderEliminar