miércoles, 23 de febrero de 2011

Luces y sombras del panorama económico (2)


Pero no dejemos de considerar las sombras:

El mismo informe de la UCA (Universidad Católica Argentina) que arroja el incremento de las expectativas económicas de los argentinos muestra que 8 de cada 10 consideran que los precios seguirán aumentando durante los próximos doce meses. Asimismo, el rubro Expectativas Macroeconómicas que releva la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) subió 2%, pero la confianza de los consumidores retrocedió 3,1%: según el estudio de la UTDT, Capital Federal registró el mayor descenso (-7,3%), seguida de lejos por el Interior (-2,9%) y el Gran Buenos Aires (-2%). El subíndice de Bienes Durables e Inmuebles se contrajo un 9,2%, mientras que Situación Personal disminuyó 2,6%.

Asimismo, según el indicador que realiza la Fundación Getulio Vargas (FGV) y la Universidad de Munich, en la Argentina empeoró el clima para los negocios: mientras a nivel de América Latina el Índice de Clima Económico (ICE) se mantuvo estable en los últimos tres meses -en enero fue de 5,8 puntos, la misma puntuación medida en octubre del año pasado y sólo 0,2 puntos por debajo del de julio de 2010, cuando con 6 puntos alcanzó su mejor nivel en una década- el clima de negocios mejoró en países como Chile (llegó a 8 puntos), Paraguay (7,5), Perú (7,3) y Uruguay (7,9) y retrocedió en Argentina (5,8), Bolivia (4,2), Brasil (6,7), Colombia (5,8) y Venezuela (1,8).

Con todo, Bolivia y Venezuela son los dos únicos países de la región considerados en situación desfavorable, al tener una puntuación por debajo de 5. El Índice de Clima Económico es el promedio de la evaluación que 149 especialistas de 17 países de la región hacen sobre la actual coyuntura económica, llamado Índice de Situación Actual (ISA) y las expectativas para el futuro, denominadas Índice de Expectativas (IE).

También hay que considerar que parte de la explicación a la reducción en el stock de deuda de los asalariados (a la que nos referimos en el post anterior) se encuentra en el cambio de la composición de los préstamos a los individuos, ya que en los últimos años se fue incrementando el segmento de créditos destinado al consumo (en forma de préstamos personales y de tarjetas de crédito) que es por montos menores que el financiamiento prendario o hipotecario y en plazos más acotados. En este sentido, la amenaza es que el boom del consumo revierta en un desahorro de los argentinos (tentados en gastar dinero en la compra de electrodomésticos, celulares y bienes de consumo rápido en lugar de ahorrar o capitalizarse con bienes más durables) y que los nuevos ingresos generados sean destinados de manera creciente a cancelar deudas contraídas con anterioridad. Miguel Kiguel, de la consultora Econviews, plantea que "en el largo plazo esta estrategia conlleva una dinámica que será insostenible, pero hoy resulta muy útil para promover el consumo en el corto plazo y, por ende, muy atractiva para el Gobierno de cara a las elecciones".

Coincidentemente, Alicia Caballero, economista de la UCA, remarca que “la alarma es tener deudas más allá del poder adquisitivo, que es un fenómeno de la sociedad de consumo occidental. El nivel de consumo debe mantener una relación con el nivel de ingreso promedio del consumidor”. Caballero interpreta que las elecciones presidenciales de octubre pueden funcionar como un incentivo a la demanda porque el argentino de a pie es cortoplacista (´mientras puedo compro, después veremos’); en cambio, esa incertidumbre "sí afecta a la inversión, porque cuesta hacer una proyección, un flujo de fondo, encontrar una tasa de descuento".

En esa línea, la UIA reclamó en estos días políticas públicas para impulsar la inversión, interpretando que es necesario expandir la capacidad productiva. Si bien la entidad destacó las expectativas de crecimiento para este año, llamó la atención sobre el aumento notable de las importaciones durante 2010 (46% interanual) que según la central fabril indica un fuerte crecimiento de la actividad y de la inversión pero también muestra que una parte significativa del incremento de la demanda no se está traduciendo en producción nacional.

Casi simultáneamente, la presidenta del Banco Central de la República Argentina, Mercedes Marcó del Pont, defendió en un acto en Chaco el "modelo de valorización productiva" que impulsa el actual gobierno nacional: si bien admitió que hay mucho por avanzar en el desarrollo de un sistema financiero que esté al servicio del financiamiento productivo, la funcionaria consideró que hay buenas perspectivas de inversión en el país pues el actual modelo "llegó para quedarse". Un anuncio en ese sentido fue el lanzamiento del Plan Estratégico Industrial, que apunta a aumentar fuertemente las exportaciones de las Manufacturas de Origen Industrial (MOI), así como sustituir importaciones. El primer paso del plan es convocar a representantes de diversos sectores de todas las provincias del país para integrar foros de análisis en rubros productivos como alimentos, calzado, textiles y confecciones, madera, papel y muebles, material de construcción, bienes de capital, maquinaria agrícola, autos y autopartes, medicamentos, software y químicos y petroquímicos.

Los objetivos principales del plan son lograr un crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) de 5% anual hasta 2020, lograr un superávit comercial de u$s 25 mil millones, una inversión del 28% sobre el PBI y reducir la tasa de desempleo al 4%, cuestiones clave pues hacen a las materias pendientes (estructurales) que el actual modelo no ha resuelto: en ese sentido, no hay que perder de vista la persistencia de una pobreza relativamente elevada en "un escenario económico de alto crecimiento y bajo desempleo", como remarcó recientemente un estudio privado realizado por SEL (la consultora de Ernesto Kritz) según el cual uno de cada 4 trabajadores en negro es pobre: "una estimación en la que se admiten como válidos (no se cuestionan) los ingresos de los ocupados publicados por el INDEC y la canasta básica se valúa con los precios relevados en forma independiente, arroja para estas categorías informales una incidencia de la pobreza del orden de 25%". El mismo estudio destaca que entre los asalariados formales, en cambio, la pobreza es apenas de 5%.

La incidencia en los segmentos informales la pobreza parece estar próxima a un piso todavía muy alto respecto a lo que sugiere la evolución del nivel de actividad y el empleo. "Esto hace pensar en determinantes de más largo plazo, que posiblemente tienden a reproducirse entre generaciones. Uno de esos determinantes, es la calidad de la inserción laboral" destacó el informe, en el sentido de que si bien la informalidad está disminuyendo respecto del pico post-crisis, "no parece aún haber un cambio en el patrón estructural, sobre todo en el amplio espectro de unidades de muy baja productividad (...) la informalidad es mucho más alta en los establecimientos más pequeños", ya que en las unidades de hasta 5 personas, dos de cada tres no están registrados.

Es decir, pese a que la mayoría de los empleos creados en la reciente década son formales, si se admite la asociación entre informalidad y pobreza, ésta persiste aún en un contexto de alto crecimiento y reducción del desempleo, ya que "la caída de la tasa de informalidad desde el pico de 2003 se concentró a partir del tercer quintil de ingreso, es decir donde se ha agrupado la creación de empleo registrado", sin alcanzar a los dos quintiles más bajos (los segmentos sociales menos favorecidos).

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