miércoles, 23 de marzo de 2011

La dimensión económica de una coyuntura favorable al gobierno (1)


Según el Centro de Investigación en Finanzas (CIF) de la Universidad Torcuato Di Tella, las expectativas de inflación de los argentinos para los próximos 12 meses bajaron en marzo a un 32,8% en promedio, desde el 33,3% del mes anterior. Asimismo, la mediana de las expectativas de inflación cayó también en marzo, ubicándose en un 25%, desde el 30% del mes anterior, según el informe del CIF. "La inflación esperada según la mediana es la misma al distinguir por grupos de mayores y menores ingresos", indicó Guido Sandleris, director del CIF.

La encuesta de expectativas de inflación fue elaborada por la consultora Poliarquía entre el 3 y el 15 de marzo, sobre 1.201 casos en todo el país. La baja que muestran los registros es una "buena noticia", pero dentro de una "mala noticia" mayor: las expectativas se mantienen muy por encima de lo reportado por las desacreditadas cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), que reportó una inflación del 10,9% para el año pasado, cuando mediciones privadas estiman que el aumento de los precios al consumidor fue de aproximadamente el 26%.

La creciente brecha entre ambos datos, que hasta el año pasado no iba más allá de cruces e impugnaciones entre el gobierno y los privados, en las últimas semanas escaló hasta el pedido de informes oficial a las consultoras económicas locales, para que informen qué metodología usan para calcular la inflación y advirtiendo que las multaría si no cumplen con el pedido. El Gobierno argentino cuestiona, entre otras cosas, que las consultoras privadas carecen de la infraestructura técnica y operativa para medir precios, lo que es cierto, pero no es menos cierto que las consultoras privadas no serían referentes alternativos en cuanto a esa información si no existieran sospechas de manipulación de los índices oficiales (mamarracho que es responsabilidad del gobierno, más allá de los intereses cruzados que puede haber en torno a las lecturas sobre la inflación).

Aunque la presidenta Cristina Fernández ha dado algunas señales en el sentido de aplacar los aumentos de precios, como el pedido de no activar “pujar irracionales” en las paritarias y tratar de llamar a la calma a empresarios y sindicatos, ese llamado apenas aparece como un dejá vu de lo que en su momento fue la idea de concertaciones de precios y salarios, ya en la campaña presidencial pasada del 2007; carece, por lo tanto, de novedad, más allá de que la portavoz de esa convocatoria hoy goce de un buen momento en las encuestas y del concepto remozado (pero no operativo) de "Pacto social". Otras señales, como el hecho de que el Indec acepte trabajar junto al FMI en la elaboración de un nuevo indicador, corren a una velocidad demasiado lenta como para que llegar a tener un impacto positivo en el corto plazo.

Los sectores empresarios y muchos economistas ponen el grito en el cielo y plantean que no es sustentable a largo plazo convivir con una inflación que si bien no está espiralizada es más alta de lo recomendable. Una referencia usual es Brasil, cuyo gobierno activó planes para reducir la inflación cuando la misma se insinuó cerca del 6% (mucho menos que el casi 11% reconocido oficialmente por el Indec y más lejos todavía de las estimaciones privadas).

Sin embargo, el oficialismo nunca se sale del libreto de minimizar el problema, confiado en que el mismo no reviste suficiente gravedad para amenazar lo que defienden como "el modelo K", desoyendo las advertencias de que a largo plazo el problema sí erosiona la sustentabilidad macroeconómica. ¿Por qué? Ensayemos algunas hipótesis o explicaciones posibles (no todas ellas excluyentes entre sí).

1) el gobierno nacional no tiene claro cómo resolver el problema.

2) el gobierno sabe que hay una receta para resolver el problema, pero no la abrazará, porque es la solución ortodoxa: enfriar la economía, siguiendo el manual "monetarista", algo incompatible con el ADN o la esencia del modelo K.

3) el gobierno prefiere avanzar con una receta heterodoxa: estimular más la inversión y desactivar los núcleos altamente concentrados y formadores de precios en la economía, lo que, por razones elementales de tiempo, pasaría a la agenda de una nueva gestión, a contar desde diciembre de 2011. En este marco, la consigna sería "zafar" este año, patear la cuestión y esperar que no se desmadre conservando el manejo de ciertos resortes (por caso, mantener tranquilo el tipo de cambio).

4) el gobierno cree que tiene tiempo para resolverlo pues adhiere a la teoría sostenida por toda una corriente de expertos que resaltan el hecho de que, más que cualquier otra variable, la condición fundamental para motorizar la demanda interna es la sensación de estabilidad en el empleo. En este sentido, mientras el "ranking" de temores (que no es lo mismo que preocupaciones) de los argentinos esté liderado por la posibilidad de quedarse sin trabajo, mientras que la inflación ocupa recién un rezagado sexto lugar, el énfasis del kirchnerismo estará puesto en sostener el nivel de actividad y generar certeza ocupacional, aventando por lo tanto el temor de quedarse sin empleo.

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