viernes, 11 de noviembre de 2011

Medios, política y construcción de la realidad (1)


Ya durante el año pasado dedicamos algunas entradas al concepto de "doble clima de opinión" de Noelle-Neumann, que consiste en una diferencia significativa entre el clima percibido por la población y el representado por medios y periodistas. Habíamos especulado si era posible que ese fenómeno fascinante e infrecuente se estuviera produciendo en nuestro país, es decir, si era posible que el clima francamente contrario al gobierno nacional en muchos medios de comunicación se estuviera distanciando del clima de opinión entre la población, discusión que por supuesto no era ajena a la "batalla comunicacional" planteada por el gobierno con la aprobación de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (SCA) y también a través de su red de medios propios o afines.

Decíamos entonces que la puesta en crisis del escenario comunicativo a partir del debate político por la nueva Ley de SCA modificó la capacidad de los medios dominantes (mayoritariamente opositores o al menos críticos del gobierno nacional) conservaban un enorme poder de agenda pero enfrentaban dificultades para configurar a su antojo el clima de opinión. Bajo ninguno de los anteriores gobiernos desde la restauración democrática en 1983 la disputa comunicacional fue tan intensa como los últimos tres años del kirchnerismo, contribuyendo así -más allá de la polémica sobre las formas, que no es un detalle menor- a "blanquear" o poner en evidencia cómo la línea editorial de los medios está permeada por intereses (políticos y económicos).

De eso se han hecho eco incluso medios internacionales como Radio Nederland, a los que a priori no se puede sospechar de parcialidad interna (ni alineados con el gobierno nacional ni con las posturas críticas u opositoras). Así, en los meses preelectorales de 2011 hemos podido leer párrafos como el siguiente: "según se acercan las elecciones presidenciales en Argentina, se hace patente la diversidad en la forma que tienen los medios de presentar las informaciones relacionadas con un posible segundo mandato de Cristina Fernández. En Argentina, a nueve días de las elecciones presidenciales, los diarios publican los resultados de una encuesta realizada a los hombres de negocios más importantes del país durante el Coloquio de IDEA, un tradicional encuentro anual de empresarios. Aunque se trata de los mismos datos, cada uno elige un enfoque particular: mientras que La Nación titula que “Las empresas preparan un ajuste por la crisis global” y Clarín asegura que lo que más les preocupa a los empresarios es la inflación, Tiempo Argentino consigna que “8 de cada 10 empresarios confían en el rumbo económico” y Página/12 reza que las expectativas “son favorables pese a la crisis mundial”, ya que la mitad de los encuestados prevé que “se mantendrán la demanda interna y el nivel de empleo”. El ejemplo ilustra cómo los diarios argentinos construyen la noticia conforme a su línea editorial, con el objetivo de impactar en la percepción pública acerca de lo que podría suceder durante un probable segundo mandato de la presidenta Cristina Fernández, a quien las encuestas y el resultado de las primarias de agosto señalan como la gran favorita para ganar las elecciones presidenciales del próximo domingo" (http://www.rnw.nl/espanol/article/los-medios-argentinos-ante-las-elecciones-presidenciales).

Es por eso que uno de los aportes centrales de la disputa comunicacional en estos años ha sido acercar la noción de "construcción de la realidad" por parte de los medios más allá del ámbito académico, problematizando la noción ingenua de los medios como "reflejo de la realidad". En este sentido, recientemente, Ernesto Espeche -doctor en Comunicación, docente, director de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Cuyo y de Radio Nacional Mendoza- pasó por Córdoba y, entrevistado por Comercio y Justicia, dejó también reflexiones pertinentes: " Dos años después de su aprobación, la ley de SCA comenzó a impactar en la emergencia de nuevos contenidos. Se llamó a concurso de 220 canales de aire después de décadas en las que se naturalizó la idea de que la diversidad de señales sólo venía por cable y había que pagar. Vamos a encontrar en poco tiempo una oferta amplia y gratuita. Otro avance que se relaciona con el debate instalado por la ley es la relativización del impacto de los mensajes emanados de los monopolios: pudimos reconocer como sociedad que los discursos mediáticos no son neutrales, que una pretendida verdad incuestionable enmascara posiciones parciales y que todo hecho susceptible de ser transformado en noticia es, al mismo tiempo, una interpretación, una mirada posible".

Por supuesto, es totalmente legítimo que existan medios críticos (sino abiertamente opositores) a cualquier gobierno, independientemente del signo que este tenga, pero también es sano entender que existen, diríamos en términos habermasianos, "intereses" detrás del "conocimiento", o de la versión de realidad que esos medios ofrecen al público. Sin embargo, respetar la diversidad de miradas (o de construcciones posibles de la realidad) no equivale a decir que "todo vale", porque aunque el periodista sepa que no existe la objetividad como absoluto (todo el que escribe, lo hace desde una mirada inevitablemente parcial) sí es posible velar por la veracidad, algo que algunos medios han violado por acción u omisión: el 3 de agosto pasado La Nación publicó una nota referida al caso del juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni titulada “El Gobierno respaldará al juez”, en la que señaló que, en medio del escándalo, el magistrado “se reunió con el secretario legal y técnico, Carlos Zannini, el hombre más cercano a Cristina Kirchner”. Esa nota fue desmentida por el propio Zaffaroni: "No hablo con Alak, no he hablado con Zanini, no estuve en Casa de Gobierno. Esa noticia de La Nación es absolutamente falsa. Le ruego al señor (Adrián) Ventura que por favor tenga la amabilidad de informarse con mejores informantes”. El magistrado dijo que el periodista no se hizo cargo del error y culpó al diario: “su respuesta fue que él había dejado esa nota escrita, y que luego alguien le habría agregado los datos de mi supuesta visita a la Casa Rosada”. Aquí ya no hablamos de construcción de la realidad, sino de ficción. Por fortuna, el dato fue corregido por Joaquín Morales Solá el domingo siguiente, aunque sin hacer referencia a la nota de Ventura: “Debe subrayarse que Zaffaroni no mantuvo reuniones con funcionarios nacionales en los días recientes”.

Otro ejemplo reciente fue la falsa noticia que aseguraba que la presidenta Cristina Fernández había comprado 20 pares de costosos zapatos franceses en ocasión de su asistencia a la Asamblea de las Naciones Unidas. Ese invento no nació en un medio extranjero, sino que se originó en un portal de noticias argentino (el Informador Público, del periodista Guillermo Cherashny) que inclusó confesó después su incredulidad porque un diario extranjero hubiera levantado esa información publicada en su sitio web. La cadena de falencias periodísticas fue larga: primero la reprodujo el diario sensacionalista New York Post del magnate Rupert Murdoch (quien ha estado en la picota en estos meses por escándalos protagonizados por medios pertenencientes a su conglomerado en Gran Bretaña), sin chequear la información: el portal Hispanically Speaking News también la replicó (nuevamente sin chequear), otro tanto hizo la CNN y a su turno lo hicieron Clarín, La Nación y Perfil, cometiendo la misma falla profesional que los primero citados, contribuyendo así a instalar y propalar una mentira. Al periodismo crítico, llamativamente, le falta a veces autocrítica. Volveremos sobre este punto en breve.

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