viernes, 25 de noviembre de 2011

Medios y política: la lucha por la agenda (2)


La hipótesis de la fijación de agenda por parte de los medios de comunicación se expresa del siguiente modo: el público "tiende a incluir o excluir de sus propios conocimientos lo que los media incluyen o excluyen de su propio contenido (...) a asignar a lo que incluye una importancia que refleja el énfasis atribuido por los mass media a los acontecimientos, a los problemas, a las personas" (Shaw). En esta línea, la investigación en comunicación de masas plantea que los medios presentan un menú de todo aquello acerca de lo que hay que tener una opinión y discutir; no tienen tanto éxito cuando le dicen a la gente qué pensar, pero sí lo tienen cuando dicen sobre qué pensar, "en torno a qué temas deben pensar algo" (Cohen).

La hipótesis de la fijación de la agenda se emparenta con la teoría de la dependencia cognosctiva de los medios, conformada "a partir de dos niveles: a) el orden del día de los temas, argumentos, problemas, presentes en la agenda de los media; b) la jerarquía de importancia y de prioridad con la que dichos elementos son dispuestos en el orden del día" (Wolf). Existe entre los investigadores un consenso relativo a que los medios no tienen el poder de determinar con uniformidad el contenido exacto de las interpretaciones o definiciones de la situación que construya cada miembro del público (lectores, audiencia de radio o de TV) pero sí pueden, al controlar qué información es o no transmitida, limitar la gama de interpretaciones posible por parte de ese público (De Fleur-Ball Rokeach). La omisión o no cobertura de determinados temas (o incluso la cobertura restringida) es un poder que comparten los medios (una suerte de fijación de agenda por omisión) : al dedicar espacio a determinados temas y situaciones y no a otros (o al dedicarles menos, relegándolos) los medios delimitan el campo de opinión para la audiencia, preselección temática que es ya una fijación de agenda.

Como ya lo hemos planteado, el kirchnerismo (que, por supuesto, tiene intereses políticos en el tema) ha sido en el poder político el gobierno que más abiertamente ha planteado y cuestionado la necesidad de limitar el poder de agenda de los grandes medios. Recordemos, por caso, que en la presentación del informe sobre Papel Prensa el año pasado la presidenta Cristina Fernández de Kirchner declaró: "quiero una democracia sin tutelajes y sin que los políticos tengan temor a ver qué dice tal diario o tal otro de uno, si aparezco o me borran o si me arman una operación. Quiero una sociedad sin miedos". En la misma línea, Marcela Cardillo, subsecretaria de Gestión Cultural de la Nación, afirmó en el Foro de Contenidos Culturales en Televisoras Públicas y Comunitarias de la UNASUR que "la construcción de comunicación hegemónica tiene un interés concreto que es el del dueño del medio y que termina marcando la agenda, por eso la difusión de distintos contenidos por parte de los organismos públicos permite mover el eje".

Sin embargo, como también hemos discutido antes, la diversidad informativa no puede quedar presa del enfrentamiento entre medios opositores vs. medios oficialistas: por el contrario, la misma necesita generar miradas alternativas con capacidad de escapar de ese dilema, como claramente lo ha planteado Gustavo Bulla (también citado oportunamente) a quien su cercanía al gobierno no le quita lucidez intelectual para señalar que los medios emergentes del nuevo estado de situación promovido a partir de la sanción de la nueva ley de medios (SCA) deberían promover "una agenda alternativa que no es sólo agarrar la tapa de Clarín y criticarla, sino introducir otros temas. Eso significa producción periodística propia".

Es decir, no hacer sólo crítica de los medios dominantes pero tampoco sólo defensa del gobierno, sino armar una agenda propia, dando así cumplimiento al espíritu de democratización que impulsó a la Coalición para una Radiodifusión Democrática (algo así como un "think thank" alternativo) al sostener la noción de "pluralidad de voces" como superadora de la tradicional "libertad de prensa" .

Bulla remarca además que la defección de los opositores al gobierno, que en lugar de aportar al proceso apostaron a vaciarlo: "los partidos de la oposición, como un modo de ningunear a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, no han integrado todavía la Comisión Bicameral para el seguimiento de la Ley (...) No han nominado a los dos directores, por la 2da y 3era minoría, que les corresponde en la Autoridad de Aplicación y en Radio y Televisión Argentina (RTA). Además, la Comisión Bicameral debe elegir el Defensor del Público de los Medios Audiovisuales de la Nación, y no se ha podido elegir. Es decir, pensando que le hacen un daño al Poder Ejecutivo Nacional o a la Ley, están privando a los ciudadanos que dicen representar de tener una participación. Hoy dicen que Canal 7 y Radio Nacional son partidarios, son oficialistas. Y ellos tienen dos sillas en RTA para criticar, ponerlo en cuestión, disputar e incluso hacer las denuncias que quisieran sobre los supuestos desmanejos (...) . Ellos decían que la Ley era demasiado gubernamental. Les decíamos que había una participación inédita en la historia de la Radiodifusión argentina. Ellos no participan y luego, entonces, es gubernamental y es la profecía autorrealizada".

En ese sentido, recientemente Leopoldo Moreau (un referente histórico de la UCR) llamó a un debate interno en ese partido y admitió que "el radicalismo cometió algunos errores estratégicos como por ejemplo haber votado en el Parlamento en contra de las estatizaciones de las AFJP, no sólo porque contradijo nuestra historia más reciente y no sólo la más reciente porque el artículo 14 bis de la Constitución del año 57 consagra a la seguridad social como un sistema público de reparto fue una creación del radicalismo. También fue un error del radicalismo oponerse a la ley de medios, que seguramente podría ser perfectible, pero esas negativas cerradas, irreductibles, como dijera Raúl Alfonsín llevaron que también contradijéramos nuestra propia historia". Sería deseable que la oposición política al gobierno aporte su mirada al proceso en lugar de sustraerse al debate por una especulación electoral que el resultado del 23 de octubre reveló como errónea. El país no sólo requiere un mejor gobierno, sino también una oposición mejor; más aún, quizá el país no pueda tener un gobierno mejor sin que la oposición mejore a su vez.

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