martes, 29 de agosto de 2017

Pos-PASO: del 13-A al 22-O

Decíamos en el post anterior que el resultado de las PASO fue más fragmentario de lo que parece, pese a que la polarización reforzó a las dos identidades políticas más nítidas (Cambiemos vs kirchnerismo) en detrimento de las demás posiciones. Sin embargo, no puede hablarse de una polarización nítida, puesto que la sumatoria de las dos fuerzas más votadas no llega al 60%, lo cual es una distribución propia de una elección legislativa o de su antesala, las primarias. Con el resultado de las PASO puesto (más allá de los matices que puede arrojar el escrutinio definitivo), existe un solo cálculo posible a hacer para forzar una polarización nítida: contraponer a los votos de Cambiemos una sumatoria de los votos del FPV (reciclado en FUC) y los del PJ, que nos daría una mínima diferencia a favor del oficialismo; ver cuadro arriba; click para agrandar (*). 

Sin embargo, como dijimos, esa lectura es forzada, ya que, como planteó el consultor Ricardo Rouvier, “la tentación de hacer una sumatoria del peronismo se ve imposibilitada por las dificultades de formalizar una unidad. No hay suma, hay división”Por lo tanto, la unidad del espacio pan-justicialista es, en todo caso, algo a construir de cara al 2019 y del todo prematura de cara a las elecciones de octubre. Sin embargo, lo que sí podría producirse en octubre es una polarización mayor, por tres vías principales: 1) que electores que se quedaron sin candidatos o listas por haber elegido algunos que no alcanzaron el mínimo del 1,5% definido en las PASO se decanten por los candidatos o fuerzas principales en la elección general de octubre 2) que algunos electores que, aun habiendo elegido candidatos o fuerzas que pasaron el filtro de las PASO, decidan cambiar su voto en favor de candidatos o fuerzas principales en la elección general de octubre -este punto es clave en provincia de Buenos Aires (PBA) en el tramo de senador nacional, dado que parte de los electores de Florencio Randazzo y Sergio Massa podrían migrar a Cambiemos o a CFK en la elección general, dado que en esos comicios sólo ingresan dos senadores por la fuerza más votada y uno por la segunda fuerza- y 3) que se incremente la participación electoral, es decir, que en octubre concurran votantes que no asistieron en las PASO.  

Respecto a la reorientación del voto a la que se refieren los puntos 1 y 2, ya existen algunos estudios relativos a qué puede suceder en distritos clave, como PBA y Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), que revisaremos pronto. En cuanto al tercer punto, más allá de los datos “blandos” de las encuestas que circulan y las que se vienen, dentro de los “datos duros” de la estadística electoral hay que tener en cuenta que, en términos de participación, la PASO del domingo 13 de agosto fueron las de menor afluencia desde que se estrenaron las primarias. En 2011 (presidenciales) concurrió el 78,67% del padrón, en 2013 (antesala de legislativas de medio término) el 75,01%, en 2015 (presidenciales) el 74,91%, y este año asistió alrededor del 74% (hasta que el escrutinio definitivo confirme el guarismo exacto). Teniendo en cuenta la concurrencia en las elecciones generales, en 2011 asistió el 79,38% (0,71 punto porcentual más que en las PASO del mismo año), en 2013 el 77,17% (2,16 puntos porcentuales más que en las primarias) y en 2015 el 81,07% (6,16 puntos porcentuales más que en las PASO). 

Como puede apreciarse, mientras que en cada primaria asistió un porcentaje menor del padrón total, la participación siempre fue creciente en la general respecto a la PASO y, previsiblemente, mayor en aquellos comicios en los que se votaron cargos ejecutivos (presidente en 2011 y 2015) que en las legislativas de medio término puras o sus antesalas, como en el 2013. En 2011, el principal efecto de las generales fue que la ola ganadora oficialista amplió la ya contundente victoria que había obtenido CFK en las PASO, con lo cual la ex presidenta creció del 50,24% al 54,11%. En 2015 sucedió lo inverso: el hecho de que el oficialismo tuviera chances de ganar en primera vuelta (obtuvo 38,67% en las PASO, contra 24% del segundo candidato más votado y 30,12% de la sumatoria del principal frente opositor) actuó como revulsivo y el incremento de participación electoral benefició relativamente más a Mauricio Macri que a Daniel Scioli del FPV, con lo cual el primero forzó un ballotage que terminó ganando. Mientras Cambiemos sumó alrededor de 1.590.000 votos (23% más que los obtenidos en agosto), el candidato del FPV incrementó su caudal en alrededor de 280.000 votos (un aumento de sólo el 3%). Simplificando, se podría decir que en 2011 los electores que se sumaron en las generales votaron privilegiando lo que querían que pase (la continuidad del oficialismo liderado por CFK), mientras que en 2015 los electores que se sumaron en las generales votaron por lo que no querían que pase (es decir, en contra de la continuidad del FPV en el poder). 

 (*) el cálculo fue elaborado por un analista y retwiteado. No hemos podido rastrear la fuente original y por ello no lo citamos aquí. 

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