Si, como planteamos en la entrada anterior, 2001 no
es un rostro anticipado de las elecciones legislativas del 2013, la pregunta
que surge es con qué año (mutatis mutandis) sería pertinente la comparación.
Muchos, tomando nota del desgaste presidencial en este año, piensan en las
elecciones legislativas de medio término del 2009.
Veamos: el kirchnerismo registró en 2009 su peor
desempeño en las urnas desde que está en el poder (2003 no cuenta, dado que fue
la llegada a la presidencia de Néstor Kichner con el 22% por la decisión de
Menem de no competir en segunda vuelta, pero el kirchnerismo no estaba todavía
construyendo desde el poder, sino que el camino le fue allanado por Eduardo
Duhalde). Si bien en 2009 el FPV se mantuvo como primera minoría electoral (con
un 30% de los votos en todo el país) la elección fue marcada por la derrota de
Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires (el distrito electoral de más
peso en todo el país) perdiendo por 2 puntos con Francisco de Narváez, entonces
aliado de Mauricio Macri: la fugaz alianza Unión-PRO se coronó con 34% de los
votos seguido por Néstor Kirchner con el 32% y el Acuerdo Cívico y Social (otro
efímero frente entre radicales, socialistas y el ARI/Coalición Cívica de Elisa
Carrió) sumò 21% de los votos.
De las 35 bancas que estaban en pugna en provincia
de Buenos Aires, la oposición se alzó con 23, distribuidas entre Unión PRO
(13), ACyS (8) y otros (2). Ese resultado implica que en 2013 el kirchnerismo
arriesga sólo 12 bancas, mucho menos que las que pone en juego una oposición
que tiene un año para llegar a la próxima elección menos deshilachada
de lo que presentó en las presidenciales del 2011.
La derrota del kirchnerismo en la Ciudad de Buenos
Aires (la otra gran vidriera electoral del país y el segundo distrito más
gravitante) fue aún más estrepitosa: Gabriela Michetti (PRO, macrismo) ganó con
31%, seguida por Pino Solanas (de Proyecto Sur, que fue la sorpresa al alcanzar
24% e introducir cuatro legisladores en el Congreso). El Acuerdo Cívico y
Social logró 19% y sumó tres bancas. El oficialismo, de la mano del Frente
Encuentro Popular para la Victoria (encabezado por Carlos Heller) obtuvo sólo una banca. En 2013 se renuevan todas
esas bancas. La apuesta para la oposición en ese distrito es si puede mantener
las 12 bancas de las 13 que se ponen en juego, más las 23 de la provincia de Buenos Aires, un desafío importante. Por otra parte, en
Córdoba, el tercer distrito electoral más importante del país, sucedió algo
parecido en 2009: el FPV obtuvo sólo una banca en diputados nacionales y ninguna en el
Senado, que quedaron para dos fuerzas opositoras tanto al kirchnerismo como al
gobierno provincial conducido por UPC (Luis Juez y Norma Morandini del Frente
Cívico, y Ramón Mestre de la UCR).
Con este panorama, aún repitiendo un flojo comicio
como el del 2009, el gobierno nacional podría mantener el control del Congreso
con quórum propio en Diputados, si bien en el Senado los números son más
estrechos. Claro que una elección de ese tipo no le serviría de nada al
oficialismo de cara al objetivo de máxima -planteado por algunos de sus
referentes, aunque nunca explicitado por CFK- de reformar la constitución para
habilitar, entre otros cambios, la posibilidad de una re-re.
Tenemos entonces dos desafíos distintos: para la
oposición, comicios donde se juega las bancas que obtuvo en su mejor elección
reciente, pero con un presente donde está mucho más fragmentada que en 2009. Para el oficialismo, el hecho de que si quiere
sostener el objetivo de máxima (reforma constitucional con re-re) no le basta
con una mejora discreta (menos con mantener) de su performance de 2009.
En medio de estos objetivos, cabe retener un dato
clave: la elección de 2009 fue la coronación de un proceso de desgaste político
oficialista que había comenzado en 2008, con la llamada “crisis de la 125”
(resolución referida a las retenciones móviles). Analistas como Julio Burdman
destacaron al respecto la exitosa construcción del “sujeto agromediático”, a partir del acompañamiento
que los medios contrarios al oficialismo hicieron de la protesta rural y que
llevó incluso a que muchos referentes ligados a los cortes de ruta engrosaran las
listas opositoras en las elecciones del 2009 (los llamados “agrodiputados”).
Sin embargo, luego de la derrota del 2009, el oficialismo impulsó la ley
de medios, con una sagaz lectura del escenario mediático: la próxima vez que el
gobierno enfrentara una elección, no lo haría con la guardia comunicacional baja,
sino en un nuevo contexto mediático que
pusiera de manifiesto la trama de intereses corporativos detrás de los medios,
para que no fuera posible repetir un escenario “destituyente”.
En Venezuela, después del golpe de 2002, cuando retomó las riendas del
poder, Hugo Chávez sentenció: «La revolución seguirá siendo pacífica, pero ya
no será desarmada». Las Fuerzas Armadas
fueron purgadas de sus elementos golpistas y se impulsó la Milicia Bolivariana,
un cuarto brazo que opera como reaseguro del régimen. Con menos dramatismo que
el planteado por el escenario venezolano, el kirchnerismo entendió que sostener
el modelo requería librar una “batalla cultural” en el terreno mediático, y en
ese proceso está desde 2009. Esta es una diferencia no menor respecto del 2009,
cuando esa batalla cultural aún era latente. Hoy, el modelo “K” tiene medios y
tiene relato, algo que no tenía en 2009 (por supuesto, hay que ver cómo llegan
ambos a las elecciones del año próximo).
¿Y la oposición? En 2009, tenía al “sujeto agromediático”. En 2011 no
pudo articular un sujeto exitoso, y perdió, fragmentada en diversas expresiones
de variopinta ideología. Nuestra hipótesis es que en estos meses se viene
ensayando la constitución de un nuevo sujeto “opositor” al oficialismo: si en
2008-09 ese significante fue “el campo”, la
intención ahora es que sea “la clase media”. Esta conjetura, creemos, es clave
para entender al 8-N (y, porqué no, también al 7-D).