Ayer martes 28 de noviembre se publicaron los resultados del escrutinio definitivo de la elección del 19 de noviembre. Javier Milei, de La Libertad Avanza (LLA) obtuvo 55,65% de los votos y Sergio Massa, de Unión por la Patria (UP) 44,35%. Pese a la amplia diferencia sobre su contrincante (11,3 puntos porcentuales), el presidente electo enfrenta un gran desafío, con poco menos de 50% de alta expectativa inicial vs casi 49% de poco o nada según la última encuesta nacional de CB Consultora, lo que confirma que persiste una situación polarizada (gráfico arriba).
A eso se suma que sólo el núcleo duro de votantes de LLA avala la posibilidad de implementar un gran ajuste: menos del 30% (porcentaje que se ubica en el mismo orden de magnitud del voto que obtuvo en primarias y en primera vuelta): más de la mitad (53%) sólo apoya un ajuste moderado que no afecte educación, salud ni ayuda social, y 15,4% rechaza cualquier ajuste (gráfico arriba). Esto limita la posibilidad de llevar adelante un programa de “shock” como el que Milei pretende para evitar los riesgos de lo que él concibe como “gradualismo” y al cual atribuye el fracaso de la gestión de su reciente aliado, el ex presidente Mauricio Macri.
En ese marco, Milei enfrenta el riesgo de que su capital político se diluya rápidamente en un contexto de ajuste, dado que la negatividad en redes sociales se mantiene como el sentimiento ampliamente dominante, según Metadata (gráfico arriba). La positividad apenas arañó el 40% durante el lunes pos elecciones, pero rápidamente volvió a ubicarse en torno al 30% en la primera semana después del 19-N, duplicada por el pesimismo.
El frente “de apuro” estructurado entre LLA y la fracción del PRO que lidera el ex presidente Macri es otro flanco que Milei debe atender a efectos de estructurar una alianza que evolucione desde el éxito electoral del 19-N hacia una coalición de gobierno capaz de sortear las dificultades de la coyuntura. Una primera minoría de casi 36% cree que el ex presidente no debe tener nada de participación en el gobierno de Milei, lo que se ubica en el mismo orden de magnitud del voto de UP en la primera vuelta (casi 37%). Por otro lado, apenas 25,3% de los electores cree que el ex presidente tiene que tener mucha participación (guarismo que se ubica en el orden de magnitud del voto obtenido por Juntos por el Cambio en octubre, 23,8%). Así, el presidente electo debe calibrar la injerencia y los espacios que le asigne a Macri, dado que el segmento de 34,1% que se inclina por darle “algo de participación” es seguramente el que mejor expresa el caudal propio de LLA (gráfico arriba).
Esas tensiones también se trasladan a la coalición parlamentaria que Milei necesita estructurar para su gobierno. Tanto en la Cámara de Senadores como en la de Diputados, UP tiene la primera minoría (gráfico arriba). En el Senado, LLA necesitaría alinear a todo JXC para alcanzar 31 bancas y aun así quedaría a 6 del quórum, con lo cual depende de tres condiciones 1) que JXC no se fracture 2) ser capaz de lograr aliados provinciales para sus proyectos 3) que esas alianzas provinciales no entren en conflicto con la alianza inicial con Macri.
En la Cámara de Diputados, LLA sólo podría alcanzar el quórum alineando a todo JXC. De ahí las tensiones instaladas por consagrar al próximo presidente de ese recinto: Macri reclama ese cargo para JXC (con preferencia para Cristian Ritondo) mientras que Milei negocia con el peronismo disidente, pero la diferencia que le aportaría Juntos en términos de escaños está muy por encima de la que podría acercar una figura como Florencio Randazzo, ex candidato a vicepresidente de Juan Schiaretti. En cualquier caso, sólo si se dieran las hipótesis de máxima Milei tendría una gobernabilidad relativamente viable; según un reciente informe de Llorente y Cuenca, eso podría construirse apelando a una estrategia dialoguista en la Cámara Baja, pero sería relativamente más difícil de lograr en la Alta (gráfico arriba).
En síntesis, esto perfila una gobernabilidad difícil de construir para el flamante presidente electo, a lo que se suma un mapa de gobernadores sin referencias propias (gráfico arriba). Esto perfila un gobierno que tendrá un período de gracia muy corto, en un contexto de volatilidad político-electoral de máxima intensidad, como demostró el turno electoral 2023.