Concepto acuñado por el filósofo inglés Joseph Glanvill, el clima de opinión nos rodea. Existen ciencias para medirlo, pero también hay lugar para lo inesperado, tal como el aleteo de una mariposa en Pekín puede desatar un huracán en México que contraríe el pronóstico del tiempo. Este blog de tendencias de opinión pública e influencia social pretende aportar elementos al "sensor cuasiestadístico" con que sondeamos el ambiente y ser un foro para intercambiar puntos de vista.
martes, 29 de noviembre de 2016
De los globos amarillos a la alerta roja (1)
En el pasado mes de julio, escribíamos en este blog: “la coexistencia de una caída de la actividad con una caída del salario real podría hacer eclosionar (es decir, poner de manifiesto) el malestar latente que vemos hoy. Contra la promesa de un segundo semestre positivo, 2016 se clausuraría con un franco escenario de estanflación (estancamiento con inflación, o incluso depresión con inflación). Si nos remontamos a los 12 años de la era K, encontraremos sólo un año en el que hubo caída en ambos indicadores. Fue 2014, con -4,2% en el salario real y -2,6% en el PBI. Los primeros 6 meses de 2016 arrojan -12% en el primer indicador e insinúan -1,3% en el segundo; esto perfila un panorama de malestar aún peor que el riesgo de relativa ‘kicillofización’ para el actual gobierno que algunos analistas marcaron oportunamente”. En septiembre pasado, actualizábamos: “no habría que sorprenderse si la caída de la actividad de 2016 supera el 1,5%, en la medida en que el riesgo de ´kicillofización´ oportunamente planteado para la economía nacional se está confirmando”. Luego, el Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) de ese mes arrojó -1,7%, lo cual ratificó que nuestros análisis estaban bien encaminados.
Esta auto-referencialidad resulta necesaria para recobrar una perspectiva de contexto general: el 2015, año que se cerró con el cambio de gobierno, también cerró con una economía que, si bien colisionaba con la cíclica restricción externa, había podido apuntalar un crecimiento (2,4% según el actual Indec, magro si se considera que 2014 había cerrado con una contracción de -2,6%), con empleo estable, con sostenimiento del poder adquisitivo promedio del salario y las jubilaciones y amortiguando los efectos de la crisis internacional. Hoy, el panorama del 2016 es peor que el de hace un año (más inflación, más desempleo, mucha más deuda, menor actividad, más déficit, menos consumo, menor poder adquisitivo, menos inversión), y este año también pierde en la comparación con el 2014, puesto que arroja una redistribución del ingreso más regresiva. El segundo semestre prometido se cierra con penas y sin gloria y con la generalidad de las variables macro y socioeconómicas pasando del color amarillo de los globos al rojo de las alertas.
El 2014 fue un año de malestar socioeconómico (medible en datos reales duros); el 2015, en tanto, combinó dosis de malestar inercial (por efecto arrastre del anterior) con malhumor social (más situado en el terreno de la percepción, que es lo que miden las encuestas), también agitado por una larga campaña electoral. El 2016 está cerrando con malestar socioeconómico neto, similar al del 2014 (o incluso peor en datos reales, aunque, en lo perceptivo está amortiguado por expectativas a futuro, que siguen siendo altas en función del cambio de gobierno). El riesgo que asoma en el horizonte del año electoral para la gestión Cambiemos es que el combustible de las expectativas y el pensamiento desiderativo se está agotando sin que las variables socioeconómicas mejoren: en las últimas semanas, los consultores fueron corrigiendo sus estimaciones apuntando a una caída del PBI para 2016 superior al 2%. Cuanto más se acerque esa caída al -2,6% del 2014, más se confirma la “kicillofización” del primer año de Mauricio Macri en la presidencia, lo cual supone un punto de partida de alto riesgo de cara a las elecciones de medio término del 2017. Repetir un 2,6% de caída no es un número descabellado, como podemos apreciar observando los guarismos del EMAE y del Índice de Actividad General de la consultora de Orlando Ferreres (ver datos arriba; click para agrandar).
Así, el más reciente Informe de Coyuntura del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina de Cifra-CTA apunta que “en el marco del nuevo régimen económico la economía real experimentó una significativa contracción en el nivel de actividad. En los primeros tres trimestres del año la caída en el nivel de actividad económica persiste sin advertirse el punto de inflexión. Pese a una leve recuperación en el mes de agosto en términos mensuales y desestacionalizados, las caídas interanuales siguen siendo significativas en agosto y septiembre. Las perspectivas no son alentadoras, dado que el consumo privado está negativamente condicionado por la caída en el poder adquisitivo de los salarios y la caída de la ocupación. A su vez, no se evidencia una mejora en las oportunidades de inversión en un mercado local en recesión, con apertura externa, apreciación cambiaria y pocas o nulas políticas productivas. En este contexto, el aumento del gasto público ante el escenario electoral del año que viene sólo podrá mitigar dichas tendencias en forma insuficiente”.
viernes, 25 de noviembre de 2016
Malestar socioeconómico (5): dominancia de efectos contractivos
Un error común en los análisis económicos de coyuntura es plantear que la economía argentina no reacciona, aludiendo a la actual recesión. Por el contrario, sí que reacciona: lo que estamos viendo en estos meses es la reacción previsible a un programa económico que castigó el poder adquisitivo y afectó el consumo (2/3 de la actividad dependen de él), lo que se pone en evidencia en indicadores como las ventas minoristas (ver datos arriba; click para agrandar). En esencia, transfirió recursos hacia sectores concentrados de la economía o bien favoreció la rentabilidad de rubros importantes pero de bajo efecto contagio al resto (por ello, no hay brotes verdes a nivel macro, sino bolsones de bienestar). Además, no logró dinamizar la inversión a un punto que pueda compensar el efecto contractivo dominante.
Lo que el gobierno nacional presenta como gradualismo, el tejido social lo percibe como ajuste o shock, que paradójicamente convive con un déficit aún mayor que el del último año de la gestión de Cristina Fernández (por varios factores combinados: en lugar de achicar el gasto para bajar el déficit, lo que se cambió fue el destino del gasto, y además hubo desfinanciamiento relativo, al resignar el gobierno determinados recursos, como el caso de la baja de retenciones a sectores específicos). Así, contra lo que hubiera pedido pensarse, el resultado fiscal primario a nivel nacional viene empeorando (ver datos abajo; click para agrandar). En este marco, un punto crítico es la fragilidad sistémica del programa económico. En lugar de desendeudamiento externo y endeudamiento interno + emisión (la alternativa elegida por el gobierno anterior), Cambiemos ha optado por la vía de un endeudamiento externo rampante, lo cual enfrenta riesgos palpables. Argentina debería crecer a tasas entre 7% y 8% anual para hacer frente a los compromisos que se están tomando a ese nivel de tasas, algo inviable no sólo por la crisis autoinfligida en la que la actual política económica metió al país, sino impensable en un mundo que transita una fase de baja actividad que, de cara al futuro, tiene más chances de profundizarse que de revertirse (efecto Trump mediante).
Por ello, no es extraño que el peligro de colapso señalado por el ex ministro Roberto Lavagna haya calado hondo en la agenda de estos días. El stock de deuda en dólares de las provincias aumentó un 22% en los primeros 8 meses del año y el de la Nación lo hizo casi el 2%. Así, el ratio deuda/PBI ronda el 60% (era del 45% en 2013). Las tasas que pagó la Nación rondan el 7% a plazos de hasta 30 años y las provincias un promedio de 8,5% a 8 años de plazo: después de Trump, lo más probable es que seguir endeudándose se encarezca más. Para un crecimiento sostenible, la industria y los servicios deberían sumarse al incipiente despegue del campo, pero nada en los datos duros actuales sugiere que eso esté cerca de suceder, más bien al contrario. El escenario general oscila entre la estanflación y una recesión abierta; como vimos en el post anterior, la inflación no está domada a tenor de los datos reales ni tampoco a nivel perceptivo (el rebrote inflacionario de octubre disparó la expectativa de inflación a futuro). José Simonella, presidente del Consejo Profesional de Ciencias Económicas (CPCE), planteó oportunamente que “la inflación no está controlada, porque el déficit fiscal no está controlado, y porque en las expectativas de la gente no está que la inflación va a bajar (… ) El nivel de deuda en relación con el PIB (Producto Interno Bruto) no es alarmante, comparado con otros países. Lo preocupante es que sólo se usa sólo para gastos corrientes y no para inversión, que es lo que mejora la competitividad de la economía”.
Para peor, contra la prédica del gobierno de privilegiar la inversión al consumo, la primera tampoco repunta. A principios de este mes, el Centro de Estudios Económicos Orlando Ferreres informó que la inversión bruta interna cayó en septiembre, en términos de volumen físico, un 5,7% en relación a igual mes del año anterior, y acumuló en nueve meses un descenso de 2% interanual. Según la consultora, "con este registro, la inversión se posicionó en el 19,8% del Producto Bruto Interno (PBI) medido a precios constantes", precisando que el volumen invertido en setiembre fue de 7.721 millones de dólares y sumó en nueve meses un monto de 63.505 millones. Así, la inversión "volvió a mostrarse negativa luego de una aparente pero no consolidada recuperación en agosto. Algunos factores que se comportaron positivamente el mes pasado como la inversión en equipos durables de producción de origen importado no lograron sostenerse y cayeron fuertemente (…) el proceso de salida de un período recesivo como el que enfrenta Argentina en los últimos años aún genera incertidumbre, mostrando marcados rasgos de volatilidad", y sostuvo que "ello impacta en la previsibilidad de largo y mediano plazo, afectando los niveles de inversión". En ese marco, frustradas las expectativas de recuperación económica y lluvia de inversiones en el segundo semestre, el concepto sustituto al que apeló el gobierno (el de los “brotes verdes”) se choca contra datos duros contractivos generalizados, lo que instala un horizonte de alto riesgo para los próximos meses y de cara a un año electoral como será el 2017. El 2016 cerrará con caída del PBI, inversión, el consumo y el poder adquisitivo, y una inflación en torno al 40%: un panorama todavía peor al riesgo de “kicillofización” que algunos analistas plantearon oportunamente.
miércoles, 23 de noviembre de 2016
Malestar socioeconómico (4): la expectativa de inflación se aceleró en octubre
Otro síntoma del malestar socioeconómico es la inflación, tanto la real (datos oficiales) como la percibida (captada a través de encuestas y otros estudios privados), así como el modo en que esa percepción construye una expectativa de inflación esperada. En ese marco, el rebrote inflacionario del mes pasado volvió a disparar la inflación esperada por los cordobeses. En octubre de 2016, la media de inflación esperada por los cordobeses para los próximos 12 meses trepó al 37 por ciento, el registro más alto en lo que va del segundo semestre del año. El dato surge de la última encuesta realizada por la consultora Delfos en Córdoba Capital y 13 ciudades del interior provincial, una muestra representativa de toda la provincia con 1.800 casos y un error muestral de +-2,3% (ver datos arriba; click para agrandar).
Ese registro de 37 por ciento se produjo en el mes en el que la inflación oficial (según la Dirección General de Estadística y Censos de la Provincia) alcanzó un 40,5% interanual (es decir, respecto a octubre de 2015); un 30,46% acumulado desde diciembre de 2015, y un 2,25% en octubre propiamente dicho. Así, puede advertirse que el rebrote inflacionario de ese mes aceleró la expectativa de inflación futura, acercándola a los valores de la interanual: en octubre se registró el valor más alto de inflación mensual en lo que va del segundo semestre del año (2,25%). En septiembre de 2016, con una inflación mensual de 1,76% y una interanual de 39,13%, la inflación esperada había sido de 26%; en agosto, la inflación mensual había sido de 0,28% (el valor más bajo de todo el año) y la interanual de 39,15%, mientras que, en julio pasado, una inflación mensual de 1,66% coincidió con una interanual de 41,07%. Como se advierte, en los meses en que la inflación mensual se ubicó en torno al 1,7% (julio y septiembre), la expectativa se ubicó entre 26% y 27%; cuando la inflación mensual bajó cerca del 0% (agosto), la expectativa se acercó al 20%. Por contrapartida, cuando la inflación mensual superó el 2% (octubre), la expectativa se aceleró, acercándose al 40% (ver datos abajo; click para agrandar).
En lo que va del segundo semestre, sólo en agosto pasado se registró una expectativa de inflación descendente (21%). Ese mes, por el efecto del fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que anuló el aumento de tarifas a nivel residencial, el índice de precios a nivel nacional tocó su valor más bajo en todo el año 2016 (0,2% a nivel país y 0,28% en Córdoba). En septiembre, con una inflación de 1,76% a nivel provincia, la expectativa inflacionaria a 12 meses volvió a subir hasta 26%, mientras que en octubre se disparó hasta alcanzar un pico del 37% (la más alta en lo que va del segundo semestre). Esto complica la estrategia del gobierno nacional, que apuntaba a generar expectativas descendentes respecto al aumento de precios para disminuir la conflictividad social de cara al fin de año y contrarrestar la inercia inflacionaria hacia 2017.
En ese marco, una expectativa inflacionaria de 37% para los próximos 12 meses está muy por encima del objetivo oficial de 17% previsto por el presupuesto del gobierno nacional, y pone de manifiesto que, en la percepción de la opinión pública, la administración Cambiemos está lejos de “domar” la inflación. Eso permite entender por qué si bien la creencia a largo plazo en que el presidente Mauricio Macri logrará reducir la inflación se mantiene alta (53% en octubre), el escepticismo al respecto también se ubicó en un valor pico en lo que va del segundo semestre: 36 por ciento.
lunes, 21 de noviembre de 2016
Malestar socioeconómico (3) : caída de la actividad
En el post anterior veíamos datos oficiales generales que arrojaban una caída del empleo a nivel nacional, junto con datos privados confirmando el impacto de esa caída por regiones. Concluíamos que esos indicadores confirman un creciente malestar socioeconómico como impronta del primer año de gestión de Mauricio Macri en la presidencia. El bajón generalizado ya había surgido en los guarismos del Indicador Sintético de Actividad de las Provincias (ISAP), según el cual todas las provincias del país sufrieron el impacto de las políticas económicas que tomó el gobierno de Macri; sólo Córdoba y Santa Fe lograron amortiguar el golpe. Las 23 provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) no pudieron escapar a la tendencia nacional y sus economías cayeron en recesión técnica, de acuerdo al ISAP que elaboró Federico Muñoz & Asociados para el segundo trimestre del año.
En el análisis fino de los números del informe que midió las variaciones interanuales de la actividad en todos los distritos del país entre abril y junio, surge que sólo Córdoba y Santa Fe lograron aminorar el impacto de la caída que se advirtió a nivel nacional. Ambos territorios registraron crecimientos en las comparaciones contra 2015, aunque ya habían ingresado en recesión técnica (dos trimestres seguidos de baja en la medición desestacionalizada). San Juan, en tanto, acumuló cuatro trimestres de retracción, mientras que los demás distritos tuvieron números rojos durante tres trimestres consecutivos. Córdoba y Santa Fe son casos especiales, pues ambas provincias en 2016 vieron crecer sus ingresos por la aplicación del fallo de la Corte Suprema de noviembre de 2015 que le ordenó al Estado Nacional devolver fondos de coparticipación que se habían retenido desde 2006. Sin embargo, San Luis, también fue beneficiada por la sentencia, no evitó una caída de 3% en relación al mismo período del año pasado. La tendencia coincide con los números del Indec, que midió a nivel nacional una caída del PBI de 3,4% por impacto de una sucesión de medidas adoptadas por el gobierno de Cambiemos, entre ellas la salida del cepo, la reducción de las retenciones y la suspensión transitoria de los pagos de la obra pública. Santa Cruz lideró la caída: -9% en el segundo trimestre. Catamarca y La Rioja también mostraron desempeños muy negativos, con retracciones superiores al 6% interanual. Detrás siguieron Neuquén, Jujuy, Mendoza y Misiones (ver datos arriba; click para agrandar).
Contra la expectativa creada por el gobierno nacional, la recesión se mantuvo en lo que va del segundo semestre: un reciente informe de la consultora Economía & Regiones confirma que la actividad sigue contraída por un cóctel de motivos donde convergen la inflación, costos elevados, presión impositiva, caída de los mercados externos y, en algunos caso, el factor climático. Cuyo (-4,7%) y la Patagonia (-3,2%), están en el top tres de las que mayores mermas interanuales presentaron. Como podemos apreciar, coinciden con las dos regiones más afectadas por la pérdida del empleo según el estudio de la consultora E&M Patagonia que citamos en el post anterior, lo cual sugiere una razonable correlación entre la contracción de la actividad y la caída del empleo. En este marco, las dos medidas oficiales que Cambiemos “vendió” (salida del cepo y consecuente devaluación) para mejorar la competitividad de las economías regionales no surtieron efecto: si bien el primer semestre del año amagó con un repunte, la segunda parte de 2016 está cerca de cerrar con un marcado balance negativo. De acuerdo con el indicador de Economía & Regiones (E&R), en el segundo trimestre de 2016 las distintas zonas geográficas del país presentan variaciones en su nivel de actividad, en promedio, del -3,5%, siendo las zonas de Cuyo (-4,7%) y Patagonia (-3,2%) dos de las tres regiones más afectadas, registrando el centro del país los índices más bajos.
Según Pablo Vernengo, director ejecutivo de Economías Regionales de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) "mientras que las empresas frutícolas y vitivinícolas chilenas registran un dinamismo extraordinario en el mercado internacional, en las zonas argentinas de Cuyo y la Patagonia abundan las noticias de cierres de compañías, suspensiones de personal y conflictos sociales". En este marco, las posibilidades de salir de la recesión antes de fin de año se redujeron de 73% en septiembre a 40% en octubre, según el índice elaborado por el Centro de Investigación en Finanzas de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella. “El Índice Líder evidencia una caída de 1,39% con respecto a la medición del mes anterior”, señaló oportunamente Martín González Rozada, investigador del Centro de Investigación en Finanzas. Dicho indicador “cae 12,12% en términos interanuales con respecto a octubre de 2015. Así, la probabilidad de salir de la recesión, que comenzó en junio de 2015, es de 40%”, sostuvo el analista. El informe determinó que los rubros que presentaron descensos más importantes y que conforman la medición sobre el nivel de actividad son el Índice Construya (-3,9%), el Índice de Confianza del Consumidor (-2,66%), la Superficie a Construir en metros cuadrados (-1,4%) y la serie de Ventas en Centros de Compras (-0,98%). “De las 10 series que componen el Índice Líder, siete de ellas mostraron caídas intermensuales; la única serie con un incremento significativo es la Industria de Metales Básicos”, agregó el académico, al explicar las principales variables. Para peor, un trabajo del Ieral de la Fundación Mediterránea que analiza el impacto del triunfo de Donald Trump en las economías regionales argentinas evaluó que ese hecho agrega una dosis adicional de incertidumbre a diversos sectores que ya venían teniendo dificultades para sostener sus envíos al exterior.
viernes, 18 de noviembre de 2016
Malestar socioeconómico (2) : desempleo
Más todavía que la erosión del poder adquisitivo por la inflación, el principal cambio en la agenda social a partir de la gestión Cambiemos es el regreso del desempleo al podio de problemas no sólo percibidos en las encuestas (con la gestión de Cristina Fernández, el mismo había quedado desplazado del foco) sino también validado por los datos duros: de enero a septiembre de 2016 se perdieron más de 127.595 empleos, según los registros del sistema de Seguridad Social. Así, el empleo registrado cayó 1,5%. El sistema releva declaraciones juradas de compañías sobre el número de empleados, y los datos que arroja reflejan el impacto de una recesión que no cede sobre la actividad laboral y la magnitud del ajuste en distintas esferas de la actividad económica tanto pública como privada.
Según las cifras de la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip) había 8.096.281 puestos de trabajo declarados en diciembre de 2015; en septiembre pasado, esa cifra bajó a 7.968.686, lo que marca una caída del empleo registrado. En tanto, en diciembre del 2015 año pasado había 568.737 empresas registradas en la Afip, mientras que en septiembre último llegaban a 566.592, lo que marca una caída del 0,3% y 2.145 empresas cerradas. Sobre 20 sectores productivos desagregados por Afip, 14 registran bajas y 6 incrementos del número de trabajadores. La mayor caída del empleo se verificó en empresas medianas y grandes, que emplean a más de 100 trabajadores. De las 127.595 bajas en los puestos de trabajo 7.719 pertenecen al sector público y 119.876 al sector privado. Por rama de actividad, entre enero y septiembre los sectores que perdieron más puestos de trabajo fueron la construcción (46.163), actividades administrativas (36.578), la industria manufacturera (36.257), servicios de transporte y almacenamiento (11.634), profesionales (7.154) y servicios de alojamiento y comidas (6.389). Los sectores que aumentaron su dotación de personal fueron comercio (4.176), intermediación financiera (9.420), enseñanza (9.114) y Salud (3.747).
La perspectiva que aportan estos datos oficiales a nivel del total nacional puede ser complementada con datos privados que analizan impactos regionales. Según un informe de la consultora E&M Patagonia, las provincias de la Patagonia, en primer lugar, y las de Cuyo, en el siguiente, fueron las más afectadas por la pérdida del empleo registrado en el último año. Pese a la baja densidad poblacional y a que las provincias sureñas aportan apenas un 6,6% del empleo activo, uno de cada cinco despedidos en el país entre agosto de 2015 y el último agosto se hizo efectivo en esa región. Sobre una contracción superior a 97 mil trabajadores formales en todo el país (hasta agosto), la pérdida acumulada de puestos de trabajo en Tierra del Fuego, Santa Cruz, Chubut, Río Negro y Neuquén es de 19.165 empleos. Así, la Patagonia encabeza el listado en cuanto al impacto porcentual en la caída del empleo, con un descenso del 4,7% sobre sus 407 mil trabajadores. Esta cifra representa el triple de la media nacional, que registra un 1,6% de caída total en el mismo período. La situación en Cuyo es apenas menos desfavorable: la retracción del trabajo en blanco fue del 3,7%, más del doble del guarismo nacional. Además, incluye a la provincia que tuvo el descenso más abrupto: San Luis, con el 9,6% de caída (ver datos arriba; click para agrandar).
Las regiones del Nordeste y el Noroeste también presentan, proporcionalmente, retrocesos más agudos que los nacionales. Sólo la región Centro muestra mejores indicadores, con una baja del 0,9%, si bien carga con el mayor volumen nominal de pérdidas de puestos laborales. Las únicas provincias que escapan al contexto y sumaron empleos formales respecto de agosto del año pasado son Córdoba (+738), La Pampa (+772) y Tucumán (+3.394). En conjunto, los datos son sumamente desfavorables para un balance parcial de la gestión Cambiemos en el gobierno, y auguran un creciente malestar socioeconómico. Según el economista y consultor Gastón Utrera (Economic Trends), la línea que muestra el índice de malestar económico (sumatorio de desempleo e inflación, con un peso del desempleo 4 veces mayor que el peso de la inflación) ha evolucionado de manera prácticamente idéntica al modo en que evolucionó la pobreza en las últimas décadas (ver datos abajo; click para agrandar). “El gráfico refuerza la percepción de que la evolución del desempleo y la inflación explica la evolución de la pobreza durante las últimas décadas”, apunta Utrera. Así, el primer año de gobierno de Mauricio Macri cerrará con una generación neta de malestar, de la mano del crecimiento del desempleo (si en el registrado la pérdida rondará el 1,5%, en el no registrado se estima mayor) y con una inflación en torno al 40% en el índice general y alrededor del 60% en alimentos, el rubro que más impacta en los sectores menos favorecidos.
miércoles, 16 de noviembre de 2016
Malestar socioeconómico (1): caída del salario real
El informe del Centro de Estudios Políticos Económicos y Sociales-Observatorio de Precios, Ingresos y Empleo del Instituto de Industria de la Universidad Nacional de General Sarmiento que citamos en el post anterior arroja otros datos relevantes. Utilizando la base de microdatos que difundía el INDEC para la utilización pública de la EPH, la entidad elaboró cálculos que distinguen quiénes son los trabajadores que ocupan los distintos estratos de ingresos en las distintas regiones en las que miden precios. En ese marco, las actividades que más se repiten para el 30% de menores ingresos de la población para los tres aglomerados urbanos analizados (CABA, GBA y Córdoba) son el empleo doméstico y la construcción. En Córdoba, entre ambos explican alrededor del 35% del universo de ocupados y en el Conurbano Bonaerense casi el 29%. Sobre esa base, partiendo de los acuerdos paritarios (en los casos en que los hubo) para la imputación de la evolución del salario nominal entre febrero y agosto calculan la evolución del poder adquisitivo de los ingresos (la evolución de su ingreso real ajustada por la evolución del índice de precios que le corresponde según el estrato de ingreso al que pertenece y el lugar geográfico en el que vive) de los distintos trabajadores.
Ese análisis sugiere que el ajuste sufrido en los ingresos de los estratos más bajos fue sustantivamente mayor. “En ninguno de los casos analizados para los estratos de menores ingresos, el ajuste a los ingresos fue menor al 5%, mientras que en ninguno de los casos en los estratos de mayores ingresos el ajuste fue mayor al 5% (…) hemos visto que la inflación golpea especialmente a los sectores de menores ingresos de la población, en virtud del mayor peso que tienen en sus canastas de consumo los productos alimenticios. Vimos también que este impacto diferencial no es menor. En promedio, incluyendo las distintas zonas en las que hemos realizado mediciones, la inflación del 10% más pobre de la población es un 12% mayor a la del 10% más rico, en los pocos 6 meses en los que hemos realizado mediciones. Ahora bien, como tampoco es homogénea la evolución de los ingresos nominales, podemos decir que los sectores de menores ingresos viven una especie de ajuste doble en relación a los sectores más pudientes de la sociedad: no sólo sus ingresos suben menos, sino que los precios de los productos que consumen suben más en términos relativos”, apunta Germán Pinazo, presidente del Centro de Estudios Políticos Económicos y Sociales (ver datos arriba; click para agrandar). Esto contribuye a explicar por qué va sedimentando la percepción de que el actual gobierno beneficia más a los sectores más acomodados y perjudica relativamente a los menos favorecidos.
Por su parte, el Centro de Estudios para el Desarrollo Nacional Atenea analizó la evolución mensual e interanual de los precios y el salario real de los trabajadores, brecha que se traduce en una pérdida del poder adquisitivo (ver datos abajo: click para agrandar). Según Atenea, los precios en septiembre de 2016 mostraron un ajuste positivo considerable, dado que todavía persiste el impacto de la corrección de las tarifas en los índices de precios. Las distintas fuentes consideradas en el informe arrojaron valores para septiembre que varían entre 0,8% y 1,7%. De esta forma, el año acumula una inflación de entre 26,1% (San Luis) y 32,7% (CABA) y la variación interanual (sep/2015 – sep/2016) asciende a 43,0% según IPC CABA, 42,2% IPC Congreso y 40,0% IPC San Luis. Para el mes de agosto, la remuneración promedio del sector privado fue de $ 19.575 (bruto), dato que refleja una suba del 36% en el año (ago/15 – ago/16). Sin embargo tomando la variación interanual, los precios aumentaron un 42% promedio. Por ello, la entidad concluye que en términos reales, el incremento promedio de los salarios sigue estando por debajo del aumento de los precios. Con respecto al poder adquisitivo de los salarios -deflactados por los distintos índices de precios disponibles- este acumula en los primeros ocho meses del año una caída promedio de 6,3% (-8,0% IPC Congreso e IPC CABA, y -2,8% IPC San Luis), mientras que la variación interanual de los salarios en términos reales mostró en agosto una baja promedio de 7,6% (8,3% IPC Congreso, 8,1% IPC CABA, 6,5% IPC San Luis).
Recordemos que en septiembre la inflación fue de 1,1%, pero en octubre trepó al 2,4%, con lo cual los efectos erosivos del proceso inflacionario en el salario real actualizados a ese mes serán todavía mayores. En ese marco, descartada una reapertura de la negociación salarial para lo que queda del año, se estima que a lo largo del 2016 los trabajadores formales habrán perdido entre 8 y 12 puntos porcentuales de su poder adquisitivo. Ningún trabajador cubierto por convenio de paritarias logró aumentos superiores al 40%, cifra que la inflación anual superará. Los gremios que más incrementos obtuvieron fueron aceiteros (38%) y camioneros (37%); en el otro extremo, el sector que cerró la paritaria más baja fue la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTBA): un magro 27% en tres cuotas y por 13 meses. Los alimentos siguen con alzas en torno del 1,5%, lo que agrava la situación de los más carenciados. En síntesis, este es el cóctel del actual malestar: salarios (que tradicionalmente mueven dos tercios del mercado interno) erosionados, una inflación lejos de ser domada, un déficit igual o incluso mayor al del 2015, inversiones demoradas y, de yapa, el “efecto Trump” (que suma otra dosis de incertidumbre y, por lo tanto, de procastrinación para los agentes económicos).
lunes, 14 de noviembre de 2016
El sustrato socioeconómico de las tendencias preelectorales (3)
En varios posts de este año hemos visto cómo a lo largo de los meses se ha ido asentando la percepción de que el gobierno de Cambiemos beneficia a las clases sociales altas en detrimento de las clases media y baja. La primera en medir esa percepción fue Ibarómetro, allá por febrero de 2016; sin embargo, con el correr de los meses no sólo que esa consultora permitió confirmar en la serie evolutiva esa impronta, sino que el dato fue confirmado por otras encuestas, con lo cual puede decirse que existe un consenso en torno a ese tema.
En el post anterior decíamos, en la misma línea de análisis, que el ajuste de estos meses lo sufrió principalmente el salario real y el poder adquisitivo de las mayorías. Una clave de explicación de estos procesos pasa por la inflación: el 2,4% registrado por el Indec (dirección Todesca) en octubre muestra que, lejos de estar controlado, el aumento generalizado de precios sigue siendo un problema que mina la sustentabilidad general del programa económico del presidente Mauricio Macri y erosiona la imagen de su gestión en la opinión pública. Sucede que la inflación impacta de manera mayor en los sectores menos favorecidos, con lo cual existe un bucle de retroalimentación entre ese problema y la percepción de que el oficialismo gobierna en beneficio de minorías. Según Germán Pinazo, presidente del Centro de Estudios Políticos Económicos y Sociales (articulado desde el mes pasado con el Observatorio de Precios, Ingresos y Empleo del Instituto de Industria de la Universidad Nacional de General Sarmiento), “es lógico que la inflación sea distinta según se trate de individuos ubicados en la base de la pirámide de ingresos o en la cima. Simplemente porque esos individuos no consumen ni el mismo tipo de productos ni en la misma cantidad. Una fuerte suba del pan reducirá en mayor medida el poder adquisitivo de los ingresos de aquellas personas en cuya estructura de consumo el pan tenga un mayor peso relativo”.
Esa entidad viene realizando desde febrero de 2016 una medición propia de las variaciones de algunos precios minoristas. Para ello, tomó la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) en 2013 (la última que aporta información sobre consumo de los hogares), y eligió unas 80 variedades de productos de distintos rubros; más específicamente, alrededor de 30 variedades de alimentos y bebidas, 10 de vestimenta, alquileres, servicios públicos (gas, luz, agua y transporte público) y el resto correspondientes a productos medicinales. Por el peso que tienen estas variedades en el consumo de los hogares, las mismas representan entre el 50 y el 60% del gasto que los mismos realizan en dichos rubros. El Observatorio de Precios, Ingresos y Empleo del IdeI-UNGS realiza actualmente mediciones en la ciudad de Córdoba, de Buenos Aires, de Mar del Plata, Corrientes, Chaco y en los partidos de Malvinas Argentinas y La Matanza del Conurbano Bonaerense, lo que le permite también realizar un análisis territorial.
Sobre esa base, y a partir del conocimiento del impacto diferencial que la variación de cada rubro tiene sobre los distintos estratos de ingreso (información que surge de la ENGHo), la entidad elaboró una informe que muestra cuál ha sido la “inflación particular” de algunos de esos estratos entre febrero y agosto de 2016 para 4 grupos de ingresos (el 10% y el 30% de menores ingresos de la población y el 10% y el 30% de mayores ingresos), en 3 lugares distintos; Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Córdoba y Malvinas Argentinas (GBA). En todos los casos, la inflación acumulada del conjunto de variedades relevadas para los estratos de ingresos más bajos es mayor a la de los estratos más altos. En el caso de Malvinas Argentinas, la inflación del 10% más pobre de la población fue un 8% superior a la del 10% más rico; para CABA fue del 7% y para Córdoba llegó al 20% (ver datos arriba; click para agrandar). Esto tiene que ver sobre todo con el peso diferencial que tienen los alimentos en las estructuras de consumo de los estratos más bajos, y confirma que la inflación perjudica relativamente más a los sectores menos favorecidos. Asimismo, según las mediciones, las variaciones de la CABA para todos los estratos parecen haber sido más bajas que en los otros dos conglomerados que se midieron; dato clave, dado el diferencial de ingreso percibido por los habitantes de CABA en relación a los otros distritos. Según el último dato disponible de la ENGHo, en CABA el ingreso promedio por el total de ocupaciones, percibido por mes, era un 69% superior al del aglomerado Gran Córdoba y un 88% superior al registrado en los partidos del Conurbano Bonaerense donde se realizó la encuesta (donde se ubica Malvinas Argentinas). Por lo tanto, la variable territorial termina profundizando el sesgo clasista al que nos referíamos antes.
miércoles, 9 de noviembre de 2016
El sustrato socioeconómico de las tendencias preelectorales (2)
En el post anterior citábamos proyecciones que estimaban que el primer año de gestión de Cambiemos concluirá indefectiblemente con una pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores del orden de 7 puntos porcentuales. Otros estudios estiran esa pérdida hasta los 2 dígitos (entre 10% y 12%), con matices que pueden variar por perfiles (ver datos arriba; click para agrandar). Más allá de eso, hay consenso en que la inflación afecta más a los sectores menos favorecidos. Según Nicolás Trotta, rector de la Universidad Metropolitana del Trabajo (UMET),"si no se reabren las paritarias, los salarios van a perder 12% este año (…) los trabajadores con ingresos menores sufrieron 10 puntos más de inflación que los de mayor poder adquisitivo". Las publicaciones de esta institución (fundada por el sindicato de encargados de edificios, Suterh) arrojan que aquellos empleados que están entre el 10% de menores salarios tuvieron una inflación de 52%, mientras que para los que más ganan (arriba de 40 mil pesos por mes) fue del 42% hasta septiembre (con un promedio de inflación interanual que arrojó un aumento de 46%). Trotta remarcó que el impacto inflacionario sobre los empleados de menor ingreso está vinculado con el aumento de los alquileres, las tarifas (transporte, luz y gas) y los alimentos, lo que hace que ese segmento termine siendo el más vulnerable a la actual coyuntura.
Según los cálculos de UMET, “una estimación preliminar de la distribución funcional del ingreso en Argentina proyecta para 2016 una caída de la participación asalariada en el PBI del orden del 5,4% en relación a 2015". De acuerdo a Trotta, ese bajón es similar a la que hubo "al año siguiente al derrocamiento del presidente Juan Perón (-6% en 1956), aunque más moderada que la registrada en episodios caracterizados por mega devaluaciones como las ocurridas en 1959, 1976, 1982, 1989 o 2002”. Es a ese nivel donde el efecto socioeconómico del primer año de la gestión presidencial de Mauricio Macri se está traduciendo en un ajuste, aunque ese concepto no sea detectable en términos fiscales: de hecho, el déficit de Cambiemos este año estará por encima del que dejó la gestión del kirchnerismo. Esto obedece a una combinación de razones: por un lado, el costo fiscal de medidas como la baja de retenciones a determinados sectores; por otro, la decisión de relajar la política fiscal por necesidades políticas (acordar con legisladores y gobernadores de otras fuerzas en un Congreso en el que no tiene mayoría) y de no profundizar la depresión de la economía, de cara al próximo año electoral.
Según Jorge Carrera, ex economista jefe del Banco Central durante el kirchnerismo, cuando el actual gobierno nacional vio que su esquema original de redistribución a favor del capital no se traducía en inversión ni en crecimiento “decidió un cambio drástico en la política fiscal, con aumento a los jubilados, a las provincias y con un mega-anuncio de obras públicas. Este volantazo fiscal es la mayor confirmación de que la esperanza de un crecimiento no estaba funcionando y una comprobación directa de la que expectativa de que la inversión privada lidera un crecimiento suficiente es lejana". En la misma línea, Ecolatina planteó oportunamente que "si bien se avanzó en el proceso de recorte de subsidios, ello no alcanza para compensar la quita/reducción de retenciones, el aumento del mínimo no imponible de Ganancias, los incrementos de asignaciones familiares, y la reducción del IVA próximamente, entre otras medidas". Para más datos, si unos meses atrás el recorte de subsidios no alcanzaba a compensar las medidas expansivas, mucho menos luego de que la justicia frenó los aumentos de tarifas para usuarios domiciliarios.
En cualquier caso, el ajuste de estos meses lo sufrió el salario real y el poder adquisitivo de las mayorías; la política económica ha perjudicado a los sectores populares y ha fracasado en impulsar el crecimiento, ya con el segundo semestre agotando sus últimos cartuchos. En este marco, un ajuste fiscal parece inviable, pues debilitaría aún más a una demanda agregada ya afectada por la caída del consumo y de las exportaciones y por el dato de que, salvo excepciones sectoriales, la inversión privada no está respondiendo como Cambiemos esperaba. A futuro, lo que termina entrando en cuestión aquí es la sustentabilidad general del esquema económico de Cambiemos. Por tomar sólo un caso, el plan denominado de reparación histórica para los jubilados implica un incremento del gasto previsional seguro, contra un financiamiento incierto o inseguro, y se trata de alrededor de un 1,2% por ciento del PIB que se agrega para el futuro, según estimaciones del economista Dante Sica. Para peor, la victoria de Donald Trump en Estados Unidos implicaría un ambiente menos favorable para algunos negocios, en especial en los productos transables. La Reserva Federal (Fed) ya había dado señales que subiría en 25 puntos básicos (0,25%) la tasa de referencia de los bonos norteamericanos, que en épocas de incertidumbre actúan como la aspiradora del dinero global (vuelo a la calidad o “fly to quality”). La suba puede ser mayor por “efecto Trump”; un eventual fortalecimiento del dólar sería una mala noticia para el precio de las materias primas, que tiende a bajar en esos casos, y para países emergentes como Argentina, fuertemente dependiente de esas exportaciones.
martes, 8 de noviembre de 2016
Nota publicada en suple Tendencias de La Voz
Viajar, alojarse, comer, limpiar y hasta curarse: todo con un clic
De la "servitización" a la "uberización". El desarrollo tecnológico atraviesa la vida cotidiana y en la economía. Su impacto en diversos ámbitos: movilidad, alojamiento y otros.
Por Norman Berra (Especial)
En el último Mobile World Congress (MWC), el presidente y CEO (ejecutivo en jefe) de Ericsson, Hans Vestberg, fijó a 2016 como el año en el que la disrupción digital llegaría a todas las industrias. Predicó con el ejemplo: hoy, el 66 por ciento del negocio de Ericsson proviene del software y servicios, cuando hace unos pocos años venía del hardware, y la mayoría de sus principales competidores son TIC en lugar de firmas proveedoras de infraestructura.
http://www.lavoz.com.ar/tecno/viajar-alojarse-comer-limpiar-y-hasta-curarse-todo-con-un-clic
lunes, 7 de noviembre de 2016
El sustrato socioeconómico de las tendencias preelectorales (1)
Habiendo dedicado todos los posts de octubre y los primeros de noviembre al repaso de las tendencias de coyuntura política e intención de voto, resulta pertinente volver al sustrato que les subyace y ver cuáles son los efectos socioeconómicos de base. Esto es, recuperar la premisa central de análisis (explicitada oportunamente por el consultor Carlos Fara): a mediano y largo plazo, los efectos socioeconómicos son los que construyen las tendencias de opinión pública, más allá de los vaivenes de la coyuntura. Veamos:
En primer término, hay que destacar los efectos socioeconómicos de la devaluación. El gobierno subestimó el pass-through, es decir, la transferencia a precios de la devaluación. Como planteó Marcelo Capello, economista-jefe del Ieral, “creyó que iba a ser menor. El dólar a 14-15 pesos no había sido incorporado en todos los alimentos y en ciertas importaciones. La inflación le ganó al salario, por lo que cayó el consumo. Además, se demoraron las inversiones”. Esto generó una inflación mucho más alta que la planteada oficialmente (en el orden del 40% anual, contra el 20% o 25% previsto o prometido). Esto, por supuesto, erosionó el poder adquisitivo de los ingresos y desplomó el consumo; una economía con consumo contraído y sin una inversión que lo sustituya como motor arroja el resultado que estamos viendo hoy: estanflación, esto es, estancamiento económico (o peor aún, recesión/caída) con inflación.
¿Por qué la recesión no generó una caída sostenible de la inflación? Sólo agosto, y gracias a que la Corte volteó la suba de tarifas para domicilios, mostró una inflación del 0,2%; en septiembre fue del 1,1% (la no aplicación de la suba del gas redujo en 60 centésimas el índice, que hubiera alcanzado a 1,7%) y en octubre las estimaciones superan el 2%. Mary Acosta, economista del Consejo Profesional de Ciencias Económicas (CPCE) lo explicó así: “hasta el año pasado, el impulso al nivel general de precios provenía de una demanda sostenida, en muchos casos fortalecida desde el sector público, que hizo del consumo interno el eje sobre el que se mantenía el nivel de actividad. Por el contrario, a partir de las nuevas medidas, en particular la modificación del tipo de cambio, el proceso mutó a una inflación que se podría llamar de costos”. Para peor, la resultante del proceso es una inflación más fuerte en los alimentos, aquellos que más pesan en la canasta de consumo de los sectores populares, los que terminan siendo los más perjudicados por los aumentos de precios: aunque el Indec destacó que en septiembre la “inflación núcleo” fue de sólo 1%, en alimentos y bebidas trepó 2,3%.
“La característica de los bienes alimentarios es su inelasticidad relativa a las variaciones de precios, a diferencia de otro tipo de bienes de los cuales los consumidores pueden prescindir de manera temporal. En estos argumentos se pueden encontrar las causas de la resistencia a la desaceleración de los precios en alimentos que parecía haberse alcanzado en los últimos dos meses, pero que, en un contexto de leve mejora en la capacidad de compra por efecto de las paritarias y la actualización de otras transferencias (asignaciones, jubilaciones) y por las características de los perceptores que la destinan casi en su totalidad a los productos básicos de subsistencia, no logra su sostenimiento en el tiempo”, apunta Acosta. En síntesis, con una inflación que se estima estará cerca del 40% y paritarias que cerraron en promedio a un 33% (ver datos arriba; click para agrandar), el primer año de gestión de Cambiemos concluirá indefectiblemente con una pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores del orden de 7 puntos porcentuales, que la aplicación de un bono (cuya generalización no está para nada garantizada) está muy lejos de compensar.
viernes, 4 de noviembre de 2016
Promedios de cara a la elección de medio término (2)
El mismo repaso de promedios que hicimos a nivel nacional podemos ensayarlo para distritos clave. El primero de ellos es provincia de Buenos Aires (PBA), que implica un 38% de los votos a nivel nacional. Como hemos visto, PBA arroja un escenario complicado para el oficialismo: considerando el promedio de encuestas revisadas (Rouvier, Burdman, Dicen), hoy Cambiemos está disputando el segundo lugar con el Frente Renovador (22,1% a 27,9%). La diferencia de 5,8 puntos porcentuales apenas puede considerarse estadísticamente significativa; lo mismo puede decirse de la diferencia de 4,1 puntos porcentuales entre el FPV y el Frente Renovador (ver datos arriba; click para agrandar).
Como consuelo para el oficialismo, Cambiemos aparece mejor posicionado en los escenarios medidos por signo político (es lo que vimos en el estudio de Julio Burdman) que en aquellos donde se miden precandidatos. En ese marco, un problema central para el gobierno es que las figuras opositoras que pueden ser cabezas de lista en 2017 son de mucho peso (Sergio Massa, Cristina Fernández de Kirchner, Daniel Scioli, Margarita Stolbizer, es decir, una presidenta mandato cumplido y ex candidatos a la presidencia). En la misma línea, la historia electoral muestra que un revés electoral en PBA suele comprometer la gobernabilidad a nivel nacional. Asimismo, pese a la imagen positiva de la gobernadora María Eugenia Vidal, tradicionalmente las elecciones en ese distrito se resuelven por el clivaje nacional (recordemos que en las legislativas de medio término de 2009 el kirchnerismo perdió en PBA llevando como candidato testimonial al gobernador Daniel Scioli, pese a que él estaba menos desgastado que CFK y Néstor Kirchner en aquella coyuntura).
En tercer término, la falta de una figura política de peso propia que pueda ser candidato en esa elección (la alternativa Vidal estaría descartada en función de su cargo ejecutivo, salvo que Cambiemos quisiera emular la fallida experiencia de candidatura testimonial del FPV con Scioli) hace al gobierno relativamente dependiente de una figura díscola dentro de Cambiemos, como es la de Elisa Carrió. Por contrapartida, en Capital Federal (CABA), el panorama es más favorable al oficialismo. Cambiemos aparece firme como primera minoría, aunque la incógnita pasa por la definición de candidatos, dado que uno de los que mejor mide en ese distrito (Martín Lousteau) tiene una posición incierta dentro del frente (de hecho, en el ballotage del jefe de gobierno del 2015 puso en riesgo la victoria del PRO). Con matices, la situación tiene ciertos paralelismos con la que presenta Carrió respecto a Cambiemos en PBA. Pero, en principio el predominio electoral del PRO en el distrito debería permitirle conservarlo como bastión en la elección del 2017.
En Córdoba, en tanto, el panorama es abierto. Como en PBA, Cambiemos mide mejor como signo político que cuando se sondean precandidatos, escenarios en los cuales hoy aparece en clara desventaja frente al ex gobernador José Manuel De la Sota (quien llega a duplicar a los precandidatos de Cambiemos en las encuestas), aliado nacional de Sergio Massa en UNA. Pese a que Córdoba acompañó masivamente a Macri en el ballotage, el resultado testigo de cara al 2017 es el de las primarias de 2015, puesto que esa provincia es bastión de Unión por Córdoba desde 1999 y su sello político integra en frente UNA a nivel país. Siendo la elección de 2017 nacional y con Massa y De la Sota sosteniendo sus proyectos presidenciales de cara al 2019, no hay chances de que Cambiemos puede aplicar en Córdoba una suerte de “teoría de las dos canastas”. Asimismo, la alta fragmentación que arrojan las encuestas allí también augura un panorama reñido. Finalmente, en Santa Fe, bastión del socialismo desde el 2007 (como Capital para el PRO), el ascenso de Omar Perotti en el peronismo (visible en las elecciones del 2015 y también en las encuestas) obtura las chances de que Cambiemos pueda consolidarse como alternativa en un distrito en el que no gobierna.
miércoles, 2 de noviembre de 2016
Promedios de cara a la elección de medio término (1)
Con toda la información de tendencias preelectorales recolectada hasta fines de octubre, estamos en condiciones de hacer un post de repaso y síntesis con el promedio de las tendencias nacionales de cara a la elección de medio término del 2017. A nivel nacional presentamos dos escenarios, uno construido a partir de las encuestas del Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP, que midió posturas frente al oficialismo) y de Ibarómetro (que midió cercanía respecto a espacios políticos). De aquí surge un promedio de electores permeables al Cambiemos de 32%, permeables al FPV de 33% y permeables a otros signos políticos de 35% (ver datos arriba; click para agrandar) .
El segundo se construye a partir de los estudios de Management & Fit, Synopsis y Gustavo Córdoba y Asociados; las dos primeras consultoras midieron si hoy los electores votarían a legisladores nacionales oficialistas u opositores, y en el tercer caso, si votarían de acuerdo o en desacuerdo con una reelección de Macri. En este caso, como las opciones son más polarizadoras, el resultado es algo menos fragmentado: 36,6% a favor de Cambiemos, 41,9% de opositores duros (permeables al FPV) y 21,5% de permeables a otros signos políticos (ver datos arriba; click para agrandar). Con los antecedentes de elecciones legislativas anteriores, si tuviéramos que elegir al más representativo de estos 2 escenarios, nos quedaríamos sin dudas con el primero (32%-33%-35%), puesto que las elecciones legislativas de medio término tienden a fragmentar la representación política. Veamos los datos que justifican nuestro planteo...
En 2013, la primer minoría nacional (FPV) no llegó al 35% en todo el país; otro tanto pasó en 2009. Para encontrar en el siglo 21 una elección de medio término en la cual un signo político haya alcanzado el 40%, hay que remontarse hasta el año 2005, cuando el FPV alcanzó 40,31% de los votos a nivel nacional y superó a la segunda minoría (la UCR, que sumó 15,59%) por casi 25 puntos porcentuales. El PJ no K y sus aliados alcanzaron 12,77%; recordemos que, en esa elección, el presidente Néstor Kirchner enfrentó al duhaldismo por el control del aparato justicialista, Cristina Fernández derrotó a Hilda Duhalde por la senaduría en provincia de Buenos Aires (45,77% a 20,43%) y así el kirchnerismo plebiscitó la primera gestión K, que venía del magro 22% de los votos que había consagrado presidente a NK en la primera vuelta del 2003 (por la decisión de Carlos Menem de no competir en el ballotage).
Antes de esa elección, en la primera de medio término del nuevo siglo, el panorama fue aún más fragmentado: en el aciago 2001, el PJ alcanzó en senadores nacionales 31,2% de los votos, contra 21,2% de la Alianza UCR-Frepaso; en diputados, el resultado fue 27,1% a 25%. De cara a la legislativa de medio término del 2017, podríamos ensayar un nuevo promedio entre los dos escenarios que presentamos. En ese caso, el resultado sería 34,3% para Cambiemos, 37,4% para el FPV y 28,2% para otros signos políticos. En tren de buscar regularidades estadísticas, hay que decir que este es un resultado casi calcado a la primera vuelta del 2015, que en su momento calificamos como un resultado más propio de una elección legislativa pura (y no de una ejecutiva presidencial+legislativa). En cualquier caso, estos datos nos devuelven hoy un panorama abierto para la próxima elección.
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