Concepto acuñado por el filósofo inglés Joseph Glanvill, el clima de opinión nos rodea. Existen ciencias para medirlo, pero también hay lugar para lo inesperado, tal como el aleteo de una mariposa en Pekín puede desatar un huracán en México que contraríe el pronóstico del tiempo. Este blog de tendencias de opinión pública e influencia social pretende aportar elementos al "sensor cuasiestadístico" con que sondeamos el ambiente y ser un foro para intercambiar puntos de vista.
jueves, 17 de febrero de 2011
Modelos para explicar el voto (2)
En el post anterior nos referimos a modelos de explicación del voto desarrollados entre las décadas del ´40 y del ´60, principalmente. Existe un tercer cuerpo de teorías -más reciente en la literatura sobre el tema, desarrollada principalmente entre los ´60 y los ´80- que trabaja con una perspectiva de votante racional, en el cual el voto es analizado como una toma de decisión (no determinada por su pertenencia a grupos sociales o por sus actitudes previas). Según este modelo, los factores que intervienen son las posibilidades de elegir, la información, la incertidumbre y el modo en que los votantes relacionan su voto con el de los demás y con la labor del gobierno; en este enfoque, la comunicación y la información que proporcionan los medios y los candidatos durante la campaña tienen mayor protagonismo que en los dos modelos precedentes.
Anthony Downs propone que el votante reconoce su propio interés, evalúa las alternativas en función de cuál le servirá mejor ese interés y vota por la alternativa que evalúa como más favorable. El autor sugiere que en el proceso de toma de decisión el elector adquiere la información que considera necesaria y la interpreta de manera racional. La teoría ha sido llamada “teoría económica del voto” porque el acto de votar tiene costos (por ejemplo, en términos de tiempo, o de riesgos corridos al participar) y beneficios (lo que obtendría a favor si el candidato que vota cumple con lo que promete y que dio lugar a la elección por parte del votante en cuestión). Otras variantes del modelo consideran que el votante es un consumidor informado que elige entre distintos “productos” (electorales) dentro de la oferta (política) disponible, comparando racionalmente las alternativas. Esto presupone una cierta diferenciación entre las alternativas disponibles, lo que permite que los electores ejerciten su reflexión selectiva. Otra perspectiva de voto racional es la del votante “retrospectivo”, según la cual el elector interpreta la elección como un referéndum sobre quien ocupa el poder, juzgando así con su voto la gestión que el gobierno en funciones llevó adelante en un período dado: los votantes que lo juzgan positivamente lo premian con su voto, los que lo valoran negativamente lo castigan.
En estos modelos, el votante actúa de forma racional porque su conducta es el resultado de una toma de decisiones; sin embargo, eso no excluye la intervención de variables emocionales: lo que al votante le gusta o le disgusta se racionaliza como información para tomar la decisión de elegir entre alternativas, aunque “está demostrado que las abstracciones ideológicas, habitualmente consideradas un factor racional, ejercen su mayor influencia cuando están arraigadas en los afectos”, como destaca Lourdes Martín Salgado, es decir, cuando existe un cierto compromiso emocional con ideas políticas (y con la pertenencia a un espacio o partido).
Las teorías de decisión racional del voto guardan una relación más estrecha con la persuasión que las tradiciones de Columbia y Michigan, las cuales minimizaban la influencia de los medios y la comunicación de campaña.
Un cuarto modelo, también reciente en la literatura (desarrollado a partir de los ´70) es el que propone la espiral del silencio. La particularidad de este modelo es que comparte con el del votante racional la consideración de que los medios de comunicación pueden tener un gran protagonismo e influencia en el elector, pero discrepa del enfoque individualista que presupone, remarcando en cambio la presión social del entorno como factor clave (lo que la acerca parcialmente a la perspectiva sociológica de Columbia).
La teoría de la espiral del silencio plantea que una clave del proceso de formación de la opinión pública es el temor al aislamiento: en la medida en que la gente tiende a arroparse en el clima de opinión dominante, cada uno de nosotros experimenta una presión grupal hacia la conformidad, lo que condiciona nuestro comportamiento. La teoría considera asimismo que los medios de comunicación pueden crear un clima de opinión a través de la consonancia, omnipresencia y acumulación, y así conseguir tanto efectos directos e indirectos, manifiestos y latentes, cognitivos y persuasivos, a corto y largo plazo: al favorecer ciertas posiciones en detrimento de otras, los medios crean la impresión de que ciertas opiniones son dominantes, con lo que en cierta medida éstas quedan revestidas como la versión “correcta” de la realidad, en tanto que las versiones alternativas quedan confinadas como expresiones minoritarias o son directamente silenciadas. Así, se genera un clima de opinión.
En sus investigaciones, Noelle-Neumann ha recogido evidencia empírica acerca de cómo funciona el proceso, mostrando en qué condiciones la gente está dispuesta a apoyar en público una posición o discutirla con quienes piensan distinto, y cuándo prefiere guardar silencio porque percibe que su opinión es minoritaria. Durante años, la autora realizó mediciones, encuestas y diversos estudios y test empíricos donde registró fenómenos de opinión pública como las “corridas electorales de último momento”, la “definición de los indecisos”. Además, verificó la existencia de un “efecto del carro ganador” en distintas situaciones (aunque sin llegar a constituir un efecto lineal inexorable), lo que arroja evidencia empírica de que el elector es vulnerable a la presión del entorno en el proceso de definir su voto.
Refiriéndose a la corriente de investigación de opinión pública dominante en el paradigma de la sociología (especialmente de cuño norteamericano), Noelle Neumann destacó que lo que impedía la elaboración de la teoría no era el hecho de que la unidad de análisis fuera el individuo, como señalaban algunos críticos de esa corriente, sino el hecho de que la investigación empírica ignorara la naturaleza social del mismo: “lo que faltaban, especialmente en la investigación electoral, eran preguntas sobre el clima de opinión (…) La causa de la transformación de la suma de las opiniones individuales en opinión pública es la continua interacción entre personas debido a su naturaleza social".
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario