viernes, 11 de julio de 2014

De “la Grieta” a “La Griesa” (2)

A lo largo del kirchnerismo, pueden identificarse distintos elementos que funcionaron como claras divisorias de aguas en términos de opinión pública: la discusión por Ganancias es una de ellas, toda vez que se asume (con una cierta base empírica) que el hecho de que ese tributo alcanza progresivamente a cada vez más asalariados dentro de la clase media (en parte) y (sobre todo) media alta le ha hecho perder apoyo al gobierno en esos segmentos sociales, que a la postre se traducen en desgaste electoral. Aquí, “la grieta” funciona en realidad como una metáfora para expresar la “enajenación” de ciertos sectores respecto del oficialismo. Otra divisoria de aguas reciente fue la ley de medios, que a la vez que le granjeó al gobierno el apoyo de algunos segmentos sociales, lo alejó de otros (fundamentalmente aquellos permeables al discurso crítico respecto del estilo de gobierno K, más que de la sustancia del mismo). Fue otro hito de “la grieta”, además convenientemente fogoneado desde los grupos mediáticos contrarios a la ley.

Más lejos en el tiempo, otra clara divisoria de aguas fue la resolución 125, caída tras el voto “no positivo” del por entonces vicepresidente Julio Cobos, tema al que hemos dedicado múltiples entradas en este blog. Esa divisoria, coincidente con un fenómeno de espiral del silencio adverso al gobierno (la corriente ascendente era la contraria, y la descendente correspondía a los adherentes al oficialismo) también operó como una “enajenación” o distanciamiento de segmentos electorales que en las elecciones del 2009 terminaron votando listas opositoras al kirchnerismo. Como se sabe, esa espiral se desarrolló hasta junio de 2009, coincidiendo con las elecciones, cuando alcanzó su cenit, y luego remitió, al tiempo que ascendía la espiral favorable al gobierno, detectada a fines de 2009, claramente visible a mediados de 2010 (coincidente con el Bicentenario) y francamente dominante en las elecciones presidenciales del 2011. Por entonces, “la grieta” estaba en su mínima expresión, toda vez que el oficialismo pasa de ser primera minoría electoral en 2009 (con alrededor del 33% de los votos en todo el país) a mayoría neta, con más del 54%.

Podría argumentarse, no obstante, que “la grieta” persistía, dado que un 46%, más o menos, no votó al oficialismo en esa elección. Discrepamos con esa lectura, amparados en la estadística y en Laclau: no es posible el consenso total, pero si hay una mayoría neta (una del 54% lo es) “la grieta”, en el peor de los casos, está en situación de latencia, no manifiesta, puesto que ese 46% no oficialista no convergía de ninguna manera en una expresión política sólida, sino dispersa en varias fuerzas y candidatos (recordemos que el segundo candidato más votado en esa elección fue Hermes Binner, con apenas 17%, esto es, a 37 puntos porcentuales de CFK). En 2011, el oficialismo “sutura” la grieta recuperando apoyo perdido en el 2009, y a caballo de eso, gana las elecciones presidenciales de manera indiscutida. Desde esta línea interpretativa, entonces, “la grieta” sí fue visible en las legislativas del 2009 (con la 125 como gran divisoria de aguas, aunque no como único tema de campaña, ciertamente) y en las legislativas de 2013 (con Ganancias como divisoria de aguas principal, pero tampoco la única).

Ahora bien, esas divisorias, a la vez que “enajenan” apoyo de la opinión pública al gobierno (que se traduce en pérdida de consenso a lo largo de la gestión y desgaste electoral cuando llega la elección) también tienen otro efecto: reconfirman el apoyo del núcleo “duro” del oficialismo (pensemos que en 2009 y 2013 el kirchnerismo obtiene prácticamente el mismo porcentaje de votos nacionales, alrededor de un tercio). Es decir, cuando “la grieta” es manifiesta y palpable, el oficialismo se “repliega” hacia su núcleo “duro” (la composición de este núcleo “duro”, por supuesto, es más compleja de lo que parece en esta exposición; esto amerita ser tema de otra entrada). En cambio, cuando “la grieta” se sutura, el oficialismo crece por encima de su núcleo duro y construye una coalición ganadora mínima que históricamente osciló entre el 45% de CFK en las presidenciales del 2007 o la mayoría neta del 54% en 2011. Este planteo es pertinente, toda vez que en la actual coyuntura hay dos elementos (de sustancia y gravitación diversa, ya que no operan al mismo nivel ni tampoco con los mismos plazos en el tiempo) cuyo procesamiento por parte de la opinión pública es clave para profundizar la grieta o para morigerarla: la puja con los fondos buitre, y el clima “nacionalista” alimentado por la performance de la selección en el Mundial de Brasil. 

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