viernes, 29 de agosto de 2014

Precandidaturas y modelos de voto (2)

Para Burdman, las encuestas realizadas a un año de las PASO y 15 meses de las elecciones generales no tienen poder predictivo (punto en el que coincidimos) y además subestiman la fuerza de los partidos; aquí, planteamos un matiz. Veamos su argumento: “El justicialismo, como señalábamos en esta columna meses atrás, está experimentando señales de institucionalización. Y ello se confirma con el correr del tiempo: pese al flojo desempeño electoral de 2013 y a los problemas económicos de 2014, se mantiene unido y retuvo la mayoría parlamentaria”. Nuestros matices diferenciales: la categoría “justicialismo” es problemática, pues incluye a justicialistas no K, anti K y K; el gobernador De la Sota, por poner un ejemplo, es justicialista, pero a nadie se le ocurriría hoy sumar los votos ni los diputados nacionales de UPC a la mayoría parlamentaria con la que (y esto es cierto) cuenta el kirchnerismo. Otro tanto puede decirse de referentes justicialistas como los Rodríguez Saá; estos potenciales precandidatos de origen justicialista amagan con postularse por fuera de la estructura del PJ, lo que erosiona al menos parcialmente la institucionalización de ese partido a los efectos competitivos. 

Seguidamente, Burdman afirma: “A su vez, la oposición radical-progresista pudo rearmar una alianza electoral amplia y competitiva”. Aquí, nuestra discrepancia es todavía mayor: es cierto que es una coalición amplia, pero no está claro que sea competitiva, y cada día que pasa está más claro que su denominación de "progresista" es al menos discutible (pensemos que hasta el socialista Hermes Binner reivindicó recientemente la “mano invisible” del mercado). Lo que sí es indiscutible es que es opositora. Burdman plantea que “una vez que ambas estructuras muevan sus piezas, lo harán en direcciones claras, y se organizarán redes de listas locales en apoyo de sus presidenciables en todo el país, que traccionarán votos de abajo hacia arriba, y viceversa”. Esto también está por demostrarse, ya que tanto el espacio pan-oficialista como el FAU muestran hoy superabundancia de precandidatos: al menos 6 en el FPV (Daniel Scioli, Florencio Randazzo, Julián Domínguez, Sergio Urribarri, Agustín Rossi, Juan Urtubey) y al menos 5 en el FAU (Julio Cobos, Hermes Binner, Elisa Carrió, Ernesto Sanz, “Pino” Solanas). Con tantos matices, no está para nada claro que los votos que cada candidato recoja por sí mismo en la instancia de las PASO luego se encolumnen detrás del ganador de las primarias a efectos de la elección general (eso dependerá de las "sinergias" y "alergias" entre candidatos). Si además hay elecciones “desenganchadas” (es decir, distritos que voten en una fecha para gobernador y cargos locales, y en fecha distinta para cargos nacionales) nada garantiza la tracción recíproca de la que habla Burdman. 

Burdman admite “que el sistema partidario argentino no tiene la fuerza que en otros países, pero sigue siendo un actor significativo de las elecciones, y hoy se encuentra más robusto que hace unos años. Mediciones que no contemplen eso, carecen de sentido. De hecho, lo habitual en otras democracias es que las encuestadoras investiguen la intención de voto de los electores una vez que los partidos determinaron la oferta. La grilla, sin esa determinación, no tiene sustento”.  Nuevamente, discrepamos: sondear la intención de voto es ya un hábito de las democracias modernas, y nada obsta para hacerlo aunque las candidaturas no estén definidas; el error es pretender que una encuesta realizada a tanto tiempo de la elección efectiva tenga valor de pronóstico, pero eso no invalida la necesidad de “tomar una foto” de las tendencias. No por eso se trata de “encuestas metodológicamente inválidas”. 

El argumento del politólogo a  favor de los partidos como ordenadores del voto amerita sumar elementos de análisis. Sobre la base de la “grounded theory” (teoría incrementada o “alimentada” por la contrastación empírica) existen cuerpos de teorías orientados a explicar la conducta de los votantes. Hay al menos 4 modelos; de ellos, dos son consistentes con el planteo de Burdman acerca de la fuerza de los partidos. Veamos: según la tradición sociológica de la Universidad de Columbia, votar es una experiencia de grupo, resultado del impacto combinado de factores sociales como la clase, la renta, la profesión, la religión y el hábitat -urbano o rural-. Según este modelo, las pertenencias sociales determinan las preferencias políticas. Interesan especialmente, a los fines del análisis, los grupos primarios (como la familia y las amistades), los grupos secundarios (partidos políticos, sindicatos), y grupos de referencia (clase, raza, religión). La familia y las amistades influyen tempranamente en las preferencias políticas y partidarias, de acuerdo a esta perspectiva: algunos autores hablan incluso de un “voto hereditario”, planteando que la socialización familiar contribuye a que los niños se identifiquen con determinados partidos, sesgo que influye en su conducta al alcanzar la mayoría de edad. En cuanto a las amistades, otros estudios enfatizan que la identificación política o partidaria se refuerza en la adolescencia, por la necesidad de aprobación y presión que lleva a los jóvenes a adaptarse por temor al aislamiento. Otros enfatizan la lealtad partidaria en términos de identificación, o bien la inscripción laboral y pertenencia sindical como los elementos que definen el comportamiento electoral. En cualquier caso, este es un modelo que le asigna fuerza a los partidos como determinantes de un voto más “duro”, en el sentido que plantea Burdman, y que favorecería a las dos mayores estructuras partidarias nacionales, esto es, el justicialismo y la UCR, en detrimento de fuerzas netamente "personalistas" como el PRO de Mauricio Macri y el Frente Renovador de Sergio Massa. 

Por su parte, la Universidad de Michigan desarrolló entre las décadas del ´50 y el ´60 una perspectiva más individualista, a partir de la tesis de que las actitudes, percepciones, valores y creencias de los individuos son los determinantes del voto. Entre esos determinantes, gravita la lealtad partidaria, entendida no en el sentido de una pertenencia a un grupo sino en términos de una "conexión psicológica" con el partido, que actúa como filtro en la percepción de información, influyendo así en las percepciones y juicios de los votantes. Del mismo modo, en esta corriente –de fuerte desarrollo entre los años 50 y 60-, la ideología (en sentido amplio, incluyendo por ejemplo cuestiones de valores y moral, no sólo los tradicionales rótulos de izquierda-derecha) y los temas de campaña (impuestos, seguridad, transporte, y las creencias y propuestas que circulen en torno a ellos antes de la elección, por ejemplo) pueden resultar decisivos y orientadores del voto. La tradición de Michigan coincide con Columbia en que las campañas políticas no tienen una influencia significativa en el voto; asimismo, no considera el entorno político como una variable independiente y subestima la importancia de los factores de corto plazo (que son precisamente los que Burdman cuestiona en las encuestas conocidas hasta ahora, dado que son de “coyuntura” y previas a la definición de los candidatos). Sin embargo, aunque hay dos modelos de voto a favor del argumento de Burdman, existen otros dos modelos contrarios al mismo, que desarrollaremos en una próxima entrada. 

martes, 26 de agosto de 2014

Precandidaturas y modelos de voto (1)

Recientemente, el politólogo Julio Burdman planteó que “desde hace varios meses, un grupo de consultoras de opinión pública, a partir de estudios publicados en los principales medios de comunicación, vienen planteando una competencia presidencial tan anticipada como irreal. Estas encuestas sostienen que las elecciones de 2015 se dirimirán entre tres nombres: Sergio Massa, Daniel Scioli y Mauricio Macri. Tres dirigentes de innegable trayectoria política. Y que tienen algo en común, más allá de una aparente afinidad ideológica: carecen de una fuerza política nacional que respalde sus aspiraciones. Y nadie, cabe aclarar, nominó sus candidaturas”. A partir de este argumento, Burdman afirma que asistimos a “una guerra por la construcción de la oferta”, en la cual las encuestas muestran a esos tres precandidatos en situación competitiva en tanto que las dos principales fuerzas políticas nacionales (el oficialismo y el Frente Amplio UNEN) quedan excluidas de la lista, “pese a que ningún politólogo avalaría un escenario de candidatura presidencial exitosa sin el concurso de alguna de ellas. Algo no cierra”

Es un interesante y provocativo planteo, que vamos a discutir aquí. En primer lugar, el asunto de la nominación: “nadie nominó sus candidaturas”. Como se sabe, para establecer la grilla definitiva de candidatos están las PASO (primarias abiertas, simultáneas y obligatorias). Sin embargo, en lo que al PRO y el Frente Renovador respecta, ni Macri ni Scioli necesitan que nadie nomine al interior de sus espacios sus candidaturas, dado que son los líderes naturales de sus respectivas fuerzas. Por lo tanto, salvo que declinen su candidatura, es altamente probable que participen, de mínima, de las Paso y, si obtienen el caudal mínimo de votos necesario, también de las elecciones generales de octubre, sin que nadie los haya “nominado”. Burdman, por supuesto, admite esto cuando escribe que ambos “son líderes de partidos de distrito, el Frente Renovador y el PRO respectivamente, con escasa implantación fuera de los territorios en que supieron ser ganadores. Aún no sabemos si serán realmente capaces de perforar sus fronteras y proyectarse al orden nacional. Ciertas encuestas sugieren que sí, pero no explican en qué momento y bajo qué circunstancias los alcaldes de Buenos Aires y Tigre se convirtieron en los líderes preferidos de tucumanos o rionegrinos”.  Ante esto, hay que decir que las encuestas, en general, tienen bajo poder explicativo, pero alto poder descriptivo, y efectivamente muestran tanto a Macri como a Massa como referencias nacionales desde hace un tiempo, lo que no quiere decir que sean necesariamente “preferidos” (lo de Massa, por supuesto, es más reciente: podemos decir que se convirtió en dirigente “nacional” a partir de su triunfo en las PASO y las generales de 2013 sobre los candidatos del FPV). Con todo, es cierto que son figuras todavía fuertemente metropolitanas, y con partidos débiles. Veremos más adelante, en el desarrollo de los modelos de voto, que esta debilidad es relativa en el actual contexto electoral y político. 

Pasemos a Scioli. Es cierto que nadie lo nominó aún, pero Scioli se ha lanzado sin esperar la bendición presidencial (algo de lo que, en cambio, parecen depender fuertemente la mayoría de sus contricantes internos, en especial aquellos que se plantean como opciones “K” más puras que el gobernador bonaerense). En este punto, Burdman marca que el encuadre partidario de los tres protagonistas de las encuestas no es el mismo: "Scioli forma parte del Frente para la Victoria y tiene claras condiciones para ser su candidato. Es el que más mide. Pero, como sabemos, no es la primera opción del núcleo duro del kirchnerismo". Sin embargo, sus pergaminos para ser candidato del FPV no son menores: fue vicepresidente de Néstor Kirchner, 2 veces (y actual gobernador) de la estratégica provincia de Buenos Aires (distrito de peso decisivo), candidato testimonial en el 2009 y virtual jefe de campaña en provincia de Buenos Aires en 2013 (dos derrotas, por cierto, pero si fue elegido en ambas estrategias de campaña seguramente fue porque se calculó que su aporte era positivo en términos de votos; caso contrario, en 2013 el jefe de campaña habría sido un “K” puro, por ejemplo el vicegobernador bonaerense Gabriel Mariotto, por decir un nombre). Con respecto a la resistencia que tiene en el núcleo duro, el permanente “ninguneo” kirchnerista a Scioli le viene facilitando las cosas al bonaerense, dado que le ahorra esfuerzos de diferenciación en un contexto en el que el kirchnerismo ya no es mayoría como en 2011 (54%), sino primera minoría como en 2013 (33% de los votos a nivel nacional, con Scioli adentro, no afuera): se sabe que la “propuesta de venta” (en términos de marketing político) de Scioli es “la continuidad con cambio”, con lo cual cierta dosis de diferenciación no sólo no lo perjudica, sino que le viene bien. 

En cuanto a la afirmación de Burdman de que asistimos a “una guerra por la construcción de la oferta”, en la cual las encuestas muestran a esos tres precandidatos en situación competitiva y relegan a las principales fuerzas políticas nacionales (el FPV y el Frente Amplio UNEN), “pese a que ningún politólogo avalaría un escenario de candidatura presidencial exitosa sin el concurso de alguna de ellas”, decimos que seguramente un politólogo haría tal objeción: desde la consultoría de opinión pública, sin embargo, esa diatriba pierde peso relativo, toda vez que, en los últimos años, las figuras de los candidatos han ganado peso en detrimento de los sellos políticos (sellos que tienen peso en dos modelos de voto bien asentados en la literatura, como lo son el de la “tradición sociológica” de Columbia y la “conexión psicológica” de Michigan, pero mucho menos en los otros dos modelos de voto, el utilitario y el de clima de opinión). En el FPV, por caso, el mismo Burdman admite que Scioli es "el candidato que más mide" dentro del espacio pan-oficialista (sin que, por supuesto, las actuales tendencias sean definitivas; son fotos, y como tales, limitadísimas en términos de valor predictivo). En cuanto al FAU, a nadie le escapa que vive una crisis interna que pone en jaque sus chances competitivas de cara al 2015, y que ha amesetado el posicionamiento electoral de sus principales figuras (Hermes Binner y Julio Cobos; Ernesto Sanz, Elisa Carrió y “Pino” Solanas marchan relegados en la carrera, a tenor de las encuestas conocidas) en favor de otras opciones opositoras al kirchnerismo, como Sergio Massa y Mauricio Macri. 

lunes, 25 de agosto de 2014

Nota publicada en suple Tendencias de La Voz

TENDENCIAS 

Desarrollos de película

Tecnología en clave futurista. Diversos desarrollos están pasando de las pantallas de cine a la realidad. Casos y novedades recientes.
Por Norman Berra (Especial)

Gracias a la innovación, la ciencia ficción se transforma en tecnología aplicada. Veamos algunas novedades recientes en diversos campos, tanto para delirio de los cinéfilos como para el futuro disfrute de los usuarios.
http://www.lavoz.com.ar/tendencias/desarrollos-de-pelicul
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viernes, 22 de agosto de 2014

Buitres: convicciones, consenso y agenda

En relación al futuro de la economía, la medición de Poliarquía arrojó que 68% de los argentinos prevé que la falta de acuerdo con los holdouts tendrá “un fuerte impacto” negativo en los próximos meses: para 37% de los consultados, el conflicto “afectará mucho”, 31% dijo que será “bastante”, otro 19% opinó que la economía “se verá afectada poco”, y 7% dijo “nada”. Sin embargo, la opinión sobre el impacto económico del tema varía según el posicionamiento respecto del gobierno nacional; aquí interesan algunos matices, dado que las repercusiones del tema no son simétricas en todo el electorado, sino segmentadas de acuerdo a la postura que existe con respecto al gobierno. Así, entre quienes se oponen a la gestión de CFK, 90% consideró que la economía nacional va a verse afectada “mucho o bastante” por la indefinición de los pagos de la deuda, mientras que entre los simpatizantes con el oficialismo sólo 43% cree que tendrá ese efecto; de ahí que la cuestión tenga un efecto fuertemente “fidelizador” del votante duro o más permeable al oficialismo. 

Otro punto donde se advierte una divisoria de aguas: para 47% de los entrevistados, se llegó a la actual situación por el “mal manejo del Gobierno” (lectura en la línea “opositora”), en tanto que 42% juzgó que la responsabilidad principal del default “recae en el sector financiero internacional que pretende perjudicar a la Argentina” (lectura alineada con el oficialismo). Aunque el tema holdouts aumenta la incertidumbre económica y realimenta expectativas negativas (que el gobierno necesita reducir cuanto antes), persiste una funcionalidad política positiva del issue para el kirchnerismo. Esto se advierte en que la posición de acatar el fallo de Griesa y pagar la deuda a los holdouts (sostenida por opositores como Mauricio Macri, líder y precandidato presidencial del PRO) “ha ido perdiendo apoyo social de manera lenta pero sostenida”, de acuerdo a la encuesta de Poliarquía que venimos citando: desde mediados de junio, esa postura se contrajo desde 65% a 49%. En el mismo sentido, el accionar de Griesa fue calificado como “tendencioso” por algo más de la mitad de los consultados: 51%. Es decir, el juez neoyorkino sigue siendo el villano perfecto para el gobierno de Cristina Fernández. 

En 2003, cuando se inició el mandato de Néstor Kirchner, un modo eficaz de crear consenso favorable al gobierno en la opinión pública (y necesario, dado que por la defección de Carlos Menem de participar en segunda vuelta NK asumió con el 22% de votos en primera vuelta como capital político tangible) fue tomar decisiones políticas que marcaron agenda con un “enemigo” o contendiente cuya imagen era francamente negativa, concitando así adhesión por contraste. El ejemplo más claro de esa estrategia fue la iniciativa de NK de propiciar la destitución de los miembros integrantes de la llamada “mayoría automática” de la Corte Suprema (incorporados por el ex presidente Carlos Saúl Menem y alineados con sus políticas a lo largo de esa década). La remoción de esos miembros de la Corte era una medida que coincidía con las convicciones del gobierno, era pragmáticamente necesaria para avanzar en la agenda de reformas del kirchnerismo (amenazadas por Julio Nazareno, el titular de la Corte, que amagaba con un fallo “dolarizador”), y resultaba redituable en términos de opinión pública. Con matices, lo mismo sucede ahora con el fallo de Griesa: 1) cumplirlo es contrario a las convicciones del gobierno, 2) pragmáticamente es peligroso (puede activar la cláusula RUFO y detonar el proceso de reestructuración de deuda) y 3) la opinión pública se inclina más por la posición oficial de eludir el fallo que por pagar, dado que tanto Griesa como los fondos buitre son “enemigos”, con alta imagen negativa, mientras que la postura del gobierno es “soberanista” y “patriótica”.

Estas precisiones son importantes, porque en el debate de coyuntura hay un error perceptivo que consiste en sostener que el gobierno mantiene la puja con Griesa y los holdouts porque le resulta rentable en las encuestas. Esa lectura es simplista: en rigor, el gobierno la sostiene por los tres elementos citados antes, no por uno solo de ellos. En este sentido, resulta pertinente citar al consultor Felipe Noguera: “es indispensable saber realizar un manejo de cartera. Donde los deseos de la gente y la ideología del gobernante coinciden, ése debe ser el centro del gobierno. Luego será necesario hacer algunas cosas que quizá sean impopulares, y para ello se deberá trabajar más el tema de la comunicación. Por otro lado, el gobernante deberá realizar algunas cosas que no son de su agrado, pero que resultarán indispensables para mantener el apoyo (...) Realizando un cuadro de doble entrada, las cosas que ni los gobernantes ni la gente quieren hacer, no se hacen. Las cosas que ambos quieren hacer, obviamente son las prioridades. Luego, es preciso encontrar un equilibrio entre los otros dos cuadrantes, ir en una dirección ideológica propia, ir construyendo algo que sea coherente, sin dejar por eso descontenta a la gente”

martes, 19 de agosto de 2014

Pingüina vs buitres: convergencias y matices (2)

La falta de nitidez en términos de opinión pública que caracteriza a las lecturas económicas sobre las consecuencias de la cesación de pagos realimentan la funcionalidad política del tema para el oficialismo. Las quejas de Sanz y de Prat Gay sobre el “uso político” del issue buitres por el gobierno son un reconocimiento de que la persistencia de ese tema en la agenda les ha resultado francamente desfavorable a los opositores, y más todavía al FA-Unen que integran esos referentes, sumido hoy en una puja intestina (entre sectores pro-Pro y no Pro) que amenaza con hacerlo estallar por los aires. 

Sin embargo, no sólo el FAU se ha visto afectado en su posicionamiento por la omnipresencia del tema buitres en la agenda: también Sergio Massa, del Frente Renovador, viene haciendo ingentes esfuerzos por desplazar el tema del centro de la discusión (su último intento al respecto fue la declaración “los buitres también son la inflación, los impuestos, la inseguridad y la droga”). El esfuerzo es un tanto infructuoso, toda vez que la pésima imagen de los holdouts en la opinión pública (sintetizable en la definición “los buitres son aves… rapaces de cualquier cosa”) los coloca en un campo semántico bien diferente de esos problemas acuciantes para los argentinos pero del orden doméstico, mientras que aquellos son del orden externo (caso contrario, el gobierno no hubiera tenido éxito en su campaña propagandística “patria vs buitres”). 

Para peor, en términos de lectura económica del tema holdouts el ex ministro de Economía Roberto Lavagna, hoy cercano a Massa, dijo preferir el “tifón” que representaría este default al “tsunami” que provocaría el hecho de que se dispare la cláusula RUFO (el tigrense debe haber pensado que Lavagna le hacía un flaco favor a la causa opositora con esa declaración, pero hay que reconocerle al economista su sinceridad, más allá de que una afirmación de ese calibre es un espaldarazo a la posición del gobierno con el que Massa hoy confronta). El consenso negativo sobre la imagen de los buitres, asimismo, encuentra a Daniel Scioli francamente alineado con la postura del gobierno nacional: el gobernador bonaerense aseguró que “los fondos buitre representan al capitalismo salvaje que hay que desterrar”, y manifestó su adhesión al modo en que viene negociando el gobierno nacional en el litigio en los tribunales de Nueva York, al afirmar que las autoridades argentinas están “trabajando con total responsabilidad”. Scioli reclamó “racionalidad y sentido común” al juez federal de Nueva York, Thomas Griesa, para cerrar un acuerdo que no tenga connotaciones negativas para el país, y calificó como “pavadas” los comentarios publicados en la página web de la American Task Force Argentina, el grupo de lobby de los fondos buitre, que lo mostraban junto a los precandidatos presidenciales Sergio Massa y Mauricio Macri, como “más amistosos con el mercado” y que “quieren negociar” con ellos, la deuda que reclaman.

La ecuación es simple: en la medida en que el gobierno nacional se fortalece relativamente, se fideliza el voto kirchnerista duro y se amplía el continente pan-oficialista más amplio, cantera de la que se alimentan la intención de voto de Scioli, Randazzo y demás precandidatos de ese espacio. Con todo, la funcionalidad política del issue buitres en la opinión pública no es un recurso inagotable:  según la consultora Poliarquía, el último estudio de opinión marca que la Presidenta vio reducida en 6 puntos porcentuales la consideración “positiva” del manejo que está haciendo de la situación respecto a la medida antes de la declaración del default "sui generis". Ante la pregunta “¿Cómo evalúa usted el modo en que el gobierno de Cristina Kirchner está actuando con los holdouts?”, 41% respondió “positivo”, mientras que 27% la evaluó como “negativo” y otro 19% lo tildó de “regular”. “Estos guarismos son inferiores a los registrados a mediados de julio, días antes de que el mercado declarara el default selectivo de la deuda reestructurada”, destacó Poliarquía en un informe, en el que recordó que la medición anterior le otorgaba a la Presidenta 47% de opiniones “positivas”. La consultora puntualizó además que “el diferencial entre la evaluación positiva y la negativa es (en la nueva medición) de +14 puntos cuando a mediados de julio era de +22 puntos”. Con todo, el efecto neto sigue siendo favorable al gobierno, aunque con intensidad decreciente, de acuerdo a este estudio. 

sábado, 16 de agosto de 2014

Comunicación política y marketing electoral

https://www.youtube.com/watch?v=M4g7ms0gYUM


Nota publicada en suple Tendencias de La Voz

TENDENCIAS 

Por qué no charlamos un ratito, ¿ah?

Tecnología aplicada a las relaciones. Cupidos virtuales y sitios de citas amplían las posibilidades de conocer gente y encontrar pareja ocasional o con “fines serios”. 
Por Norman Berra (Especial)

Para quienes están sol@s o con ganas de encontrar a su media naranja, la Web puede ser una buena aliada en la búsqueda. Veamos ayuditas “tecno” en esta materia:
http://www.lavoz.com.ar/tendencias/por-que-no-charlamos-un-ratito-ah




lunes, 11 de agosto de 2014

Pingüina vs. buitres: convergencias y matices (1)

Si hasta poco una encuesta de Management & Fit citada en recientes post era la única que cantaba como un mirlo blanco (mostraba, a diferencia de los sondeos de CEOP e Isonomía, un impacto desfavorable del tema holdouts sobre el gobierno y a un alto porcentaje de la opinión pública responsabilizando al gobierno por esa crisis), el último estudio de esa consultora a nivel nacional (concluido el 29 de julio pasado y difundido por estos días) achica la brecha con las otras mediciones y va entrando en zona de convergencia. Así, según M&F, el nivel de aprobación de la forma en que la presidenta Cristina Fernández conduce el gobierno subió de 25,8% en junio a 32,4% en el último mes, una alza de casi 7 puntos que, aun siendo de menor cuantía que las mejoras reportadas en su momento por el CEOP (allí está el matiz) coinciden con esa consultora en detectar una mejoría del oficialismo (he aquí la convergencia).

En el mismo sentido, según M&F, el nivel de desaprobación de la presidenta cayó del 66,5% registrado en enero a 57,6% en la última medición (casi 9 puntos). En tanto, la imagen positiva de CFK muestra una pequeña mejoría, pasando del 26,4% de junio al actual 28,9% (+2,5; aquí la variación no puede considerarse estadísticamente significativa, aunque puede ser significativa en términos de semántica, es decir cualitativamente, pues resulta consistente con las otras mejorías marcadas en ese mismo estudio y la "espiral favorable ascendente" en las encuestas de CEOP e Isonomía citadas en post anteriores). En el mismo período, la imagen negativa de CFK cae de 42,2% a 36,9% (-5,3%), aun cuando (siempre según este estudio de M&F) el 60,9% presagia que la situación económica empeorará en los próximos seis meses. 

Este dato es clave, porque ratificaría que el mayor apoyo al oficialismo coincide con su postura frente a los fondos buitre, más allá de que la expectativa económica sigue siendo negativa. Si bien este matiz no es una buena noticia para la gestión económica del oficialismo, sí es positivo al efecto de evaluar la adhesión al gobierno, dado que esa adhesión sería más emotiva (o, si se quiere, incluso "ideológica") que utilitaria (entendiendo "utilitaria" en un sentido de racionalidad instrumental: "me beneficia/no me beneficia"). Decimos que es clave, porque sugiere que hoy el elector adhiere más allá de si el conflicto con los buitres (o su persistencia, y por lo tanto sus efectos eventuales en la economía real) puede impactar negativamente en su situación futura (la expectativa económica negativa puede implicar que esa posibilidad entra dentro del horizonte de sucesos esperados por el elector); y aun así, apoya la la postura del oficialismo. 

Por supuesto, este es un indicador de la coyuntura que puede variar en un futuro (los matices entran en la consideración de si es sostenible la adhesión ante un franco empeoramiento de la situación, si esto se diera). Pero, hoy, lo que el gobierno observa es que la persistencia del tema "buitres" en la agenda le resulta tan favorable a sí mismo como desfavorable a la oposición. En ese marco, las críticas del economista Alfonso Prat Gay en el sentido de que “al Gobierno no le importa si nos tiran otro default si ellos suben tres o cuatro puntos en las encuestas” y las quejas del senador y precandidato presidencial del radicalismo, Ernesto Sanz, quien acusó al gobierno nacional de "hacer política" con el tema de los holdouts, resultan un tanto bizarras: el conflicto es eminentemente político, además de tener, por supuesto, aristas económicas, jurídicas, y diplomáticas. El uso político del tema por parte del kirchnerismo es legítimo, y como tal es entendible su maximización, toda vez que si hay algo en que las encuestas convergen hoy es en poner a los fondos buitre y a Griesa del lado de los “malos”, y, por contraste, al gobierno del lado "correcto" (lógica binaria altamente pregnante para la opinión pública, además de ser la preferida por el kirchnerismo en sus principales “batallas” desde que es gobierno: pensemos en la reforma de la Corte en el mandato de Néstor Kirchner y la estatización de las AFJP y la ley de medios con CFK, por sólo nombrar algunos hitos). 

Mientras esa lógica binaria simplifica y “factura” en términos de opinión pública (es decir, permite capitalizar adhesión, al menos hasta ahora; ya se verá qué sucede más adelante) las críticas a la estrategia judicial del oficialismo (Sanz, por ejemplo, cuestionó que el gobierno encare la puja con los fondos buitre a partir de vías judiciales "largas y difíciles", como la decisión de recurrir a la Corte Internacional de la Haya) y las variopintas lecturas de los economistas sobre las consecuencias del conflicto se pierden en sutilezas, hipótesis y detalles que, para el común de los electores, exceden la categoría del indecidible filosófico. De allí que la oposición no pueda capitalizarlas; independientemente de la mayor o menor solidez técnica de la postura del oficialismo, esta se impone por su mayor peso sustantivo, no por su coherencia formal. 

Nota publicada en suple Tendencias de La Voz del Interior

AUTOS 

A bordo del auto fantástico

Tecnología aplicada a la conducción. Las automotrices avanzan con prototipos y ensayan variantes, mientras incorporan sistemas de asistencia ya probados en modelos de alta gama.
Por Norman Berra (Especial)

Autos que estacionan solos, toman el control en embotellamientos o ante impactos inminentes ya son realidades presentes. Más aún, hay fabricantes que ya ponen fecha de salida al mercado para las primeras unidades de vehículos con la capacidad de autoconducirse. Veamos algunos hitos y novedades recientes en esta materia:
http://www.lavoz.com.ar/autos/bordo-del-auto-fantastico



viernes, 8 de agosto de 2014

Épica y pragmatismo (3)

En la misma línea que el estudio del CEOP citado en el post anterior, la encuesta realizada por la consultora Ibarómetro reflejó el respaldo a la gestión oficial, traducida en una la mejoría de la imagen positiva de la presidenta. Adicionalmente, Ibarómetro destacó que el 48,9% de los consultados evalúa 'bien' o 'muy bien' el desempeño del ministro Axel Kicillof en la negociación del conflicto con los buitres. Respecto al juez Thomas Griesa, fue calificado por un 34,5% como "principal responsable" de una falta de salida racional a la cuestión; si a esa respuesta se suma la que define a los buitres como "principales responsables de la situación", la sumatoria supera el 57%. El comportamiento del juez también es evaluado de manera desfavorable: para el 55,2%, "ha favorecido a los fondos buitre".

Ambos estudios confirman algo que en su momento analizamos en este blog: la permanencia del tema fondos buitre en la agenda, en términos de opinión pública, es favorable al oficialismo. Por un lado, confirma su núcleo duro de votantes, y por otro, le quita visibilidad a los temas que la oposición suele emplear para machacar al gobierno. Eso le permite al kirchnerismo manejar la iniciativa política y reactualizar el “relato”, ante enemigos perfectos como los holdouts y el juez Griesa. A esto se suma la falta de tino de algunos referentes opositores: el caso de Massa es emblemático, ya que logró un triunfo descollante en las legislativas de 2013, acertó en un tema de gran visibilidad y sensibilidad como la reforma al Código Penal, pero luego perdió asertividad en los temas de agenda que propuso (al punto que su última “novedad” de posicionamiento pasa por la aplicación Massapp… la nada misma, en términos de impacto). Según el titular de CEOP, Roberto Bacman, “lo que vemos es una cantidad de ciudadanos a los que les parece bien lo que está haciendo la Presidenta, no es que la vota. El fenómeno que está ocurriendo es que vuelve a reunirse un conjunto de ciudadanos, críticos de los años `90 y que en 2011 votaron a CFK. Por distintas razones una parte se fue alejando, aunque siempre quedó ese núcleo duro que acompañó al Frente para la Victoria aun cuando la Presidenta le pidió que vote a candidatos que apenas conocía, como Martín Insaurralde. Ahí respondió un 33 por ciento, aproximadamente. Ahora vuelve a reunirse el 54 por ciento, aunque no para votar. La gente tiene claro que no hay reelección y valora la postura de la Presidenta, porque no hay especulación electoral. Sea como fuere, el porcentaje de imagen positiva es altísimo.”

Quienes creyeron ver en el tema buitres el golpe de gracia al kirchnerismo hoy asisten azorados a un escenario en el que el oficialismo siempre se movió a sus anchas: el despliegue de un campo discursivo y una estrategia propagandística que plantea una división tajante entre nación vs. buitres, Argentina vs. la justicia de Estados Unidos. Los carteles “Ayer Perón o Braden; hoy Griesa o Cristina” patentizan esa elección, resultado de una estrategia en la que los analistas destacan tres principios clave (definidos por Cristina y su entorno): un desarrollo apresurado de su política exterior, la identificación de Griesa como gran enemigo nacional y el claro predominio de su relato dentro de la política doméstica. En ese marco, los respaldos regionales y de foros como la OEA, la Cepal, la Celac y el Grupo de los 77 más China prepararon el terreno para una contraofensiva del gobierno en la que la funcionalidad política se impone por encima de la técnica jurídica: atacar la figura del magistrado del distrito de Nueva York,  que ya recibió cuestionamientos incluso en medios donde Argentina está lejos de tener buena prensa, como The New York Times y The Financial Times. Ambos diarios comparten una preocupación de fondo: que el veredicto de Griesa pueda encerrar el riesgo de demostrar ineficacia de la justicia estadounidense para resolver conflictos derivados de bonos emitidos por países emergentes bajo su jurisdicción. 

Gran parte de la apuesta del gobierno pasa por machacar sobre ese flanco, e involucrar al gobierno de Estados Unidos (seguramente, lo más difícil de lograr). Sin embargo, de alguna manera ese último punto importa menos que otros beneficios colaterales del tema buitres: invisibilizar a la oposición doméstica al gobierno. Incluso referentes como los ex ministros de Economía Roberto Lavagna, Jorge Remes Lenicov y Martín Lousteau -hoy ubicados en la orilla de enfrente del gobierno- coincidieron en que la posición oficial es razonable, aun con reparos y críticas. Según Remes Lenicov, si el país no paga "no pasa nada (...) puede haber algunas turbulencias, pero las principales tendencias macroeconómicas continuarán como hasta ahora". Lavagna, uno de los mentores del canje, planteó que el Gobierno debe optar por un "tifón" y no por el "tsunami" que significaría pagar la totalidad del juicio y gatillar la cláusula RUFO. Hasta el ex presidente Eduardo Duhalde, feroz crítico del kirchnerismo, coincidió con la línea oficial:  “Estoy de acuerdo con el gobierno, no podemos pagar”. Sobre el fallo de Griesa consideró que fue “increíble, ridículo e inesperado”. Con todo, se mostró permeable a alentar la posibilidad de que los privados resuelvan el tema con los fondos buitre (una puerta que no aparece del todo cerrada). 

El domingo pasado Andrés Oppenheimer, periodista de Miami Herald, sorprendió con una columna de opinión al declarar su apoyo a la posición argentina frente a los fondos buitre y el fallo de Griesa. El columnista, otro acérrimo crítico del kirchnerismo, coincidió con uno de los argumentos centrales de su estrategia (de la que se han hecho eco, además, referentes de la talla del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz): que el fallo del juez Griesa genera un riesgo a nivel global en los procesos de reestructuración de deuda. "Odio tener que estar de acuerdo con el gobierno de Argentina, pero tiene la mayor parte de la razón en su disputa con los tenedores de bonos que llevaron al default de la Argentina". En ese marco, la apuesta es que las complicaciones del proceso se traduzcan en crecientes incomodidades para el juez (sin descartar que pueda recibir presiones de diversa índole). Esa fue la lectura de base de Remes Lenicov, quien reconoció como una buena señal que el juez autorizara a JP Morgan a pagar por única vez bonos argentinos: "Griesa trata de dar alguna señal de enmendar el fallo, que fue muy malo", afirmó.

A fines de diciembre de 2012, el Tribunal del Mar ordenó la liberación de la Fragata Libertad, dictamen que representó un triunfo y un alivio para el gobierno nacional, que durante casi tres meses libró una batalla jurídica y discursiva planteada en los términos que deseaba: un símbolo de soberanía nacional versus la voluntad de un fondo buitre. Una resolución del conflicto a lo “Fragata” sería, sin dudas, ideal para el oficialismo como coronación del proceso. Este caso es diferente, porque no hay un equivalente a ese Tribunal, pero el kirchnerismo parece decidido a sostener una postura que le resulta redituable en las encuestas, funcional para un "refresh" de la épica del relato y pragmáticamente razonable, al menos hasta que caduque la RUFO.

lunes, 4 de agosto de 2014

Épica y pragmatismo (2)

Cerrábamos la entrada anterior con una cita en la que Mora y Araujo mencionaba ámbitos en los que el gobierno aplicaba “sabiduría convencional”: sostener los mercados financieros, abrir expectativas de inversiones, redefinir las oportunidades del país en el área de los hidrocarburos y, en el plano electoral, proporcionar al Gobierno una candidatura competitiva. 

Si a lo que el sociólogo citado define como sabiduría convencional lo traducimos a nuestra semántica de análisis, lo llamaríamos pragmatismo; y si tuviéramos que personalizar cuáles figuras encarnan ese pragmatismo, diríamos que son Juan Carlos Fábrega respecto a los mercados financieros (desde su asunción al frente del Banco Central, donde logró frenar el drenaje de reservas que signó la gestión de su antecesora en el cargo, Mercedes Marcó del Pont), Axel Kicillof en cuanto a reabrir expectativas de inversiones (con los acuerdos ante el Club de París y Repsol como hitos), redefinir las oportunidades del país en el área de los hidrocarburos (a partir de la llegada de Miguel Galuccio como CEO en la reestatizada YPF) y, en el plano electoral, proporcionar al Gobierno una candidatura competitiva (centralmente, con la candidatura de Daniel Scioli y, más recientemente, con la de Florencio Randazzo, que hoy se insinúan como las figuras más competitivas del oficialismo de cara al 2015).

Planteábamos en el post anterior que el gobierno venía recreando esa combinación de dosis de confrontación (revestida de épica) y pragmatismo en el último año, y que Axel Kicillof era tanto un eficaz instrumento de esa dialéctica como un cabal intérprete de la funcionalidad política que revisten tanto la épica como el pragmatismo. Creemos que en ese mismo marco se lee la decisión del gobierno ofrecerle a los buitres lo mismo que a los bonistas que entraron a los canjes 2005 y 2010 y no acatar el fallo, al menos hasta 2015. Esta definición tiene un componente claramente pragmático: el gobierno evalúa que hasta que venza la cláusula RUFO, no se puede hacer ninguna oferta diferenciadora (aunque Kicillof dejó sentada la posición oficial de no oponerse a un acuerdo “entre privados”). La interpretación sería que los buitres, teniendo un fallo a favor, no aceptarían esas condiciones y además, al contar con CDS (seguros de default), su interés es que las calificadoras declaren un default para que ellos puedan cobrar sus seguros; efectivamente, es lo que se ha visto en los últimos días. 

Pero la postura del gobierno también tiene un componente épico: los fondos buitre, y el juez Griesa, son enemigos perfectos para el gobierno: los primeros están aislados desde el punto de vista internacional (si bien cuentan con aliados poderosos en la extrema derecha republicana de Estados Unidos), y el segundo es caracterizado con un semblante que oscila entre el juez gagá que no entiende las implicancias del caso que tiene entre manos (el The New York afirmó: "el Juez Griesa no entiende las transacciones de bonos de la Argentina sobre las que decidió durante años", mientras que la periodista mexicana Silvina Sterin Pensel dijo: "queda claro que el Juez Griesa no puede seguir el nivel de charlas en su propio recinto") y el de un magistrado sospechado de parcialidad. Eso le ha permitido al oficialismo capitalizar el tema buitres en términos de opinión pública, a tenor de lo que señalan diversos estudios.  

La única encuesta que escapó a esa tendencia fue la realizada por la consultora Management & Fit, según la cual un alto porcentaje de la opinión pública responsabilizaría al Gobierno por una caída en default (la pregunta que efectuó la consultora fue: “si el país finalmente cae en default, a quién responsabilizaría más”: un 44,2% de los encuestados respondió al “gobierno argentino”, detrás quedó el porcentaje que culpó por la situación al juez estadounidense Thomas Griesa, con un 17,6%; mientras que un 18,1% indicó que la responsabilidad le compete a todas las partes. Esa encuesta también indagó la opinión de los participantes sobre el manejo que tuvo el Gobierno en el asunto: un 60,1% consideró en forma negativa las gestiones del gabinete de Cristina Fernández de Kirchner. En concreto, un 31,6% la calificó como “regular”, mientras un 28,5% la consideró “mala”. En tanto, un 34,2% tuvo una evaluación positiva de las negociaciones llevadas a cabo por el equipo económico comandado por el ministro de Economía, Axel Kicillof. Un 8,6% lo señaló como “muy bueno”, mientras que un 25,6% indicó como “bueno” el manejo. 

Sin embargo, ese estudio realmente canta como un mirlo blanco: los demás datos, publicados o filtrados (incluso los referidos por periodistas abiertamente críticos del gobierno, como Luis Majul, quien admitió que “la Presidenta está ganando la batalla semántica contra los fondos buitre”) hablan de tendencias favorables al gobierno en este tema. Por caso, según las encuestas del CEOP, la imagen positiva de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner viene subiendo en forma notoria desde hace dos meses y pegó un salto grande durante julio, a raíz del conflicto con los fondos buitre. CFK llegó nuevamente a más del 54% de opiniones positivas, mientras que el 43% opina negativamente. “Nosotros venimos diciendo desde hace mucho que hay un núcleo duro que apoya a la Presidenta y que nunca bajó del 33 o 34 por ciento. Y también dijimos siempre que existe una periferia, que votó a CFK en algún momento y que llevó esa votación al 54 por ciento de 2011. Ahora percibimos que alrededor del caso de los fondos buitre, la imagen positiva, no los votos, abarca a toda esa gente que estuvo cerca de la Presidenta”, explicó el titular del CEOP, Roberto Bacman. Ese estudio también arroja un crecimiento de las opiniones positivas respecto del ministro de Economía, Axel Kicillof: alcanzó el 52% de opiniones positivas, contra un 40% de negativas. A contrapelo de lo señalado por M&F, según el CEOP el 57,4% por ciento de los consultados afirmó que los únicos responsables de que no haya un acuerdo para salir de la encrucijada son los fondos especulativos, mientras, el 30,6% atribuye esa responsabilidad al Gobierno. 

Nota publicada en suple Tendencias de La Voz

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