viernes, 5 de febrero de 2016

El impacto de la agenda económica en la opinión pública (1)

Al cierre del post anterior, dos consultores (Manuel Mora y Araujo y Analía del Franco) apuntaban a la pertinencia de la agenda económica en la opinión pública. Mientras que el primero evaluaba que el gobierno contaba con respaldo, pero “inflación, tarifas, desempleo son una bomba de tiempo”, la titular de Analogías distinguía entre las expectativas -hasta mediados de enero un 60% de los consultados era optimista frente al futuro económico del país, lo que implicaba un voto de confianza al nuevo gobierno- y la evaluación de las medidas económicas, segunda dimensión en la que el optimismo descendía al 48%, “con un crecimiento de los que rechazan esas medidas y dudan respecto al beneficio que las mismas podrían acarrear a la sociedad”, señalaba la consultora. 

Otros especialistas también marcaron recientemente esa pertinencia. Ignacio Ramírez, director de Ibarómetro, señaló que el gobierno de Mauricio Macri transitó sus 2 primeros dos meses dotado de buenos niveles de aprobación, fundamentalmente basados en las expectativas que envuelven todo comienzo (lo que hemos tratado en los recientes posts referidos a la “luna de miel”) y el despliegue de una gestualidad, un estilo y una hoja de ruta distintas a las del gobierno de Cristina Fernández, lo que satisface por ahora las pulsiones de cambio que tenía un sector de la sociedad. Sin embargo, Ramírez planteó que el desafío de Macri es estabilizar ese núcleo de apoyos y convertir simpatías circunstanciales en adhesiones. “La simpatía automática hacia algo nuevo tiene rendimiento decreciente con fecha de vencimiento. Asimismo el nuevo gobierno aún no ha construido un vínculo emocional con sus simpatizantes, de manera que resulta un interrogante saber si un vínculo más bien transaccional –“si vos me das, yo te quiero”– podrá sostenerse en la medida en que la economía no tenga un buen desempeño”.

A su turno, Eduardo Fidanza, de Poliarquía, evaluó que la nueva administración enfrenta un dilema: cómo racionalizar la economía, conservando el empleo y el salario, con un plafond de apoyo popular sostenido en expectativas favorables sobre la situación del país en el corto y mediano plazo, pero con el interrogante del cercano impacto que habrán de tener medidas difíciles, como el aumento de las tarifas de los servicios públicos. “El Gobierno sabe que dispone de este año, no electoral, para hacer las correcciones que considere necesarias. Levantó el cepo sin mayores consecuencias y ahora aumentó las tarifas (…) la cuestión clave es el empleo. Si la pérdida de trabajos es un hecho aislado, la chance de superar la prueba es mayor, aunque se pierdan unos puntos en el valor del salario. De lo contrario, el conflicto social será difícil de controlar”. En tanto, Ricardo Rouvier, de la consultora homónima, advirtió que las primeras medidas de Macri implicaron una gran transferencia de ingresos a favor de los exportadores y grandes productores. “La inflación permite la recuperación de la tasa de ganancia, en detrimento de los ingresos de los trabajadores y jubilados (…) Macri, luego de la legitimidad de origen, tiene que construir legitimidad de gestión, para lo cual la relación entre las medidas que se van tomando y el efecto en la sociedad es crítico”

En este punto, Rouvier introduce una metáfora, según la cual los primeros meses muestran a la administración Macri caminando por un desfiladero entre la presión de las propias corporaciones que apostaron a su candidatura y la realidad. Esta hipótesis insinúa una tensión en el tránsito por un camino angosto, tanto más riesgoso si se atienden los datos de la última encuesta de la consultora Management & Fit, que arrojan para el presidente un apoyo mucho más ajustado que el de otros estudios para la primera mitad de su luna de miel de 100 días: un 49% de aprobación contra un 47% en contrario, cifras que, comparadas la variable voto efectivo según el resultado del ballotage del 22 de noviembre (51,34% a 48,66%) arrojan diferencias estadísticamente no significativas, como si la aprobación no fuera más allá del porcentaje que lo ungió presidente en segunda vuelta. Además, ese porcentaje del 47% resulta bastante consistente con el 45,2% de la población argentina que se definía como oficialista según la encuesta de Roberto Bacman (CEOP) que citamos en el post anterior. En síntesis, esto ubica a Macri cerca de la zona de riesgo que señala el consultor Dick Morris en su libro El Nuevo Príncipe: “En la actualidad, las encuestas políticas califican a los políticos todos los días de su período  (...) un presidente no es elegido y sigue siendo poderoso durante 4 años. Su fuerza funcional sube y baja con su popularidad, según la miden las encuestas semanales de rastreo a lo largo de su período. Hoy en día, un político no sólo necesita apoyo público para ganar las elecciones: lo necesita para gobernar. Un ejecutivo electo –sea presidente, gobernador o alcalde- necesita una mayoría popular todos los días de su período (...) un presidente sin popularidad también carece de poder. Cuando cae por debajo del 50%, está funcionalmente fuera del cargo”

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