Este lunes 17 de agosto se conmemora el paso de la inmortalidad del general José de San Martín. Según una encuesta reciente de la consultora RTD, el Libertador es la figura histórica más admirada por los argentinos, con 27% de las respuestas; en segundo lugar, hay un empate entre Manuel Belgrano y Eva Perón, con 15%, mientras que el tercero está disputado en situación de empate técnico entre Raúl Alfonsín (12%) y Juan Perón (9%; la diferencia de tres puntos porcentuales entre ambos no es estadísticamente significativa). En cuarto término aparece Arturo Frondizi (4%), mientras que el Che Guevara, René Favaloro y Arturo Illia alcanzan o superan el umbral del 1% pero se ubican por debajo del error muestral, con guarismos entre 2% y 1%. Finalmente, varias figuras no llegan al 1% de las menciones y un 7% ns/nc (gráfico arriba; click para agrandar).
Hoy, los grupos anticuarentena convocan a una marcha de protesta apelando a la figura de San Martín; parte de la movida está fogoneada por el ala dura del gobierno anterior, que siendo gestión sacó al Libertador de los billetes y se ufanó de reemplazarlo a él y a otros referentes por fauna, con el tortuoso "argumento" de reemplazar muertos por vivos. Ahora, desde la oposición, en el peor momento de la pandemia a nivel país, esos sectores agitan el parche bastardeando una figura como la del Libertador y poniendo en peligro la salud colectiva. Hay que decir, sin embargo, que gran parte de los referentes del gobierno anterior vienen de una tradición política de carancheo: la llegada de Mauricio Macri al poder en la ciudad de Buenos Aires tiene como antecedente la tragedia de Cromañón y su llegada a la presidencia también se basó fuertemente en el uso político de la muerte del fiscal Alberto Nisman. Al mismo tiempo, existe en esa fuerza una relación oscura con la muerte, que permite entender por qué ex funcionarios del anterior gobierno como el secretario de Cultura (sic) Pablo Avelluto se permitían celebrar a la asonada fusiladora del ´55 llamándola "Revolución Libertadora". Esa fue la etiqueta que quisieron imponer los promotores de ese golpe de Estado que abrió una época aciaga para el país y que culminó en la dictadura a la que llamaron "Proceso de Reorganización Nacional", tratando de emular a la época histórica predemocrática que añoran y que, como se aprecia en la encuesta de RTD, no puede anotar en la memoria colectiva de las mayorías a ningún referente lo suficientemente sustantivo o representativo.
A esa "comunidad del carancheo" se contrapone el concepto de la comunidad del cuidado a la que apela el gobierno nacional y que muestra a los sectores anticuarentena a contramano de las mayorías. De acuerdo a la última encuesta de Udesa, esos grupos están entre los peor posicionados en la opinión pública (gráfico arriba, click para agrandar). Así, pese a su visibilidad mediática, su imagen está por el piso, con lo cual su representatividad social es francamente minoritaria respecto a las mayorías que sostienen, con esfuerzo y gran desgaste socieconómico, la comunidad del cuidado, acompañando con sus conductas las representaciones sociales que comparten y a las que adhieren. Contra lo que se pretende agitar, no hay aquí estrictamente una grieta política: la conciencia de pandemia es fuerte incluso en Córdoba, un distrito que en las elecciones nacionales viene acompañando con su voto a Cambiemos/Macri desde la primera vuelta presidencial de 2015. Según la encuesta más reciente de la consultora Delfos en la provincia, el 66% de los cordobeses adultos, esto es, 2 de cada 3, consideran grave la situación del coronavirus en nuestro país, vs apenas 28% que lo considera poco grave; 6% ns/nc (gráfico arriba, click para agrandar). El mismo estudio muestra, contra las fantasías negadoras de los grupos anticuarentena, que el Covid-19 sigue al tope de la percepción de los problemas para los cordobeses, con 26% de las respuestas, si bien la baja en la actividad económica y la corrupción también pesan fuerte en el podio de la coyuntura (gráfico abajo, click para agrandar).
En este contexto, el ala anticuarentena del gobierno anterior (Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Fernando Iglesias, con la incorporación más reciente a esas filas de Miguel Pichetto), además de bastardear la figura de San Martín desvirtúan el derecho de protesta, un recurso legítimo y caro a la historia democrática del país pero que pierde razonabilidad en tiempos de pandemia, por el riesgo epidemiológico que conlleva. El hecho de que el Código Penal prevea la posibilidad de prisión de 6 meses a dos años al que violare las medidas adoptadas por las autoridades competentes para impedir la introducción o propagación de una epidemia (Art. 205 del Código Penal) generó que en las últimas horas uno de los agitadores de estas marchas, el actor Luis Brandoni, tratara de relativizar su rol como convocante, mientras que el ala institucional de Juntos por el Cambio, el gobernador de Jujuy Gerardo Morales y el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, se despegaron de la movida, lo cual es razonable: los distritos que ellos gobiernan están entre los más complicados por el Covid-19. Así, mientras la prensa antigobierno semana a semana se esmera en tratar de instalar grietas adentro del oficialismo (en rigor, una coalición electoral que está efectuando el tránsito hacia coalición de gobierno), sí tienen frente a sus narices una grieta política evidente en la coalición opositora: aquella que se evidencia entre quienes tienen responsabilidad de gobierno y quienes no. Al mismo tiempo, con los matices del desgaste anímico y del impacto socioeconómico de la pandemia, la gestión presidencial del tema coronavirus sigue teniendo acompañamiento mayoritario: según Poliarquía, en la primera semana de agosto alcanzó 60% de aprobación, un guarismo similar al que arroja la última medición de Aresco: 60,8%.
En este contexto, no sorprende que en el Área Metropolitana, que hoy es el principal foco del Covid a nivel país, según la medición más reciente de la consultora Circuitos la imagen positiva de referentes como Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof supere el 50% y ronde picos del 60%, mientras que la de positiva de Macri no llegue al 20% y su negativa supere el 60% (gráfico arriba, click para agrandar). Así, como en su momento destacó la politóloga María Esperanza Casullo, dentro de la oposición hay dos bloques bien diferenciados entre aquellos que tienen responsabilidades con alguna "constituency" concreta (con la jurisdicción a la que representan por voto popular) y aquellos que no: aun con matices no menores, hoy todos los que cumplen funciones de gobierno están en una posición de articulación con el Ejecutivo nacional, mientras que los que no la tienen agitan en redes sociales y trasladan la disputa por el liderazgo opositor a las calles en el momento de mayor riesgo.