martes, 15 de noviembre de 2011

Medios, política y construcción de la realidad (2)


La disputa comunicacional ha problematizado también los vínculos entre el gobierno, los medios de prensa (en tanto empresas) y los periodistas. En este sentido, recientemente pudimos asistir a un contrapunto entre la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) versus las asociaciones de periodistas de Argentina. En Lima, la Asamblea General de la SIP, que agrupa a los dueños de cerca de 1300 medios impresos, emitió una resolución crítica hacia el gobierno de Cristina Fernández, en la que “alerta a la sociedad sobre el proceso de ‘colonización mediática’ que se viene desarrollando por parte del gobierno con cuantiosos recursos del Estado y otras herramientas, intentando monopolizar los canales de acceso a la información".

Los titulares de los medios instaron al gobierno argentino “a que ponga fin al hostigamiento administrativo contra la empresa Papel Prensa que obstaculiza el normal funcionamiento de la empresa” y solicitaron al Congreso “que impida la intervención estatal en la producción y comercialización del papel, para que no se constituya en un elemento de presión para el libre ejercicio del periodismo, preservando la política de libre comercialización que rige desde hace largos años en el país”.

Los editores que forman parte de la SIP también solicitan que el gobierno argentino “finalice la escalada de agresiones contra los medios críticos, que lejos de atenuarse sigue sumando nuevas agresiones de manera ininterrumpida”, y exhortan al Poder Ejecutivo “a que cesen las presiones a la Justicia en temáticas vinculadas a la actividad de los medios de comunicación, lo que contraría la división de poderes y pone en riesgo el rol del Poder Judicial como garante de los derechos constitucionales”.

Aquí tenemos una "construcción de la realidad" referida a la libertad de expresión que plantea al gobierno como una "amenaza" a dicha libertad. Es obvio decir que el kirchnerismo no comparte dicha visión, pero resulta que tampoco la comparten entidades que agrupan a periodistas: por ejemplo, al conocer el comunicado emitido por la SIP, el secretario general de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN), Gustavo Granero, aseguró que Argentina goza “de muy buena salud” en cuanto a libertad de expresión y sostuvo que “la SIP da espacio a sus socios, como Clarín y La Nación, en cuyas páginas se leen crónicas sobre la Argentina que nada tienen que ver con lo que pasa en el país, sino que son artificios destinados a sostener su posición dominante”.

A su turno, la secretaria general de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA), Lidia Fagale, denunció que “lo que está haciendo la Sociedad Interamericana de Prensa es lo que ha hecho toda la vida: defender intereses corporativos asociados a grupos económicos”. En declaraciones al informativo del Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCO), Fagale agregó que la SIP “nació como una herramienta del sector empresarial que ha jugado a lo largo de la historia, como lo está haciendo ahora, un partido asociado a los proyectos más conservadores que uno pueda concebir en el terreno no sólo de la política comunicacional, sino de la política general, enfrentando los cambios que se han dado en la región latinoamericana”.

Veamos otro contrapunto: tiempo atrás, Silvio Waisbord, profesor de Periodismo y Comunicación Política en la George Washington University, escribió en La Nación un artículo titulado "El error de la prensa militante", del que extraigo algunos párrafos: "Idealmente, el periodismo debe ser escéptico frente al poder y no ser crítico según el color político o ideológico de quien detente el poder. Debe mostrar los datos de la realidad porque los gobiernos y partidos tienden a producir y creer en sus realidades. Debe investigar los pliegues del gobierno porque el poder inevitablemente mantiene lugares oscuros. Debe poner la lupa sobre problemas que necesitan atención pública y no justificar la noticia según la razón partidaria. Debe estimular a los ciudadanos a conocer lo que ignoran en vez de confirmar sus preconcepciones militantes (...) Que el periodismo mantenga distancia del poder no implica que jamás indique aciertos oficiales o tenga convicciones y posiciones claras sobre determinados asuntos (...) Asimismo, las experiencias en otras democracias muestran que el "periodismo militante" privilegia la opinión frente a los datos". Waisbord da incluso cuenta del "relativismo" que tiene la construcción periodística de la realidad en un párrafo en el que afirma "El periodismo siempre informa desde un lugar determinado, no desde un utópico Olimpo alejado de la vida política y moral de la ciudadanía. Reconocer esta situación no implica abandonar la idea de que el periodismo debe procurar mantener distancia frente a los gobiernos y ser crítico de los dogmas perpetuados por quienes recitan sus verdades".

Por contraste, Santiago Diehl, (psicólogo y Master en Política y Comunicación) cuestiona a Waisbord en un artículo que titula "La falacia de la prensa comercial" : "Su producción, como ahora la crítica a la prensa militante que reproduce el diario La Nación, cae en una falacia fundamental: confunde poder con Gobierno, y se olvida de las corporaciones y trasnacionales. El punto ciego es, justamente, el de los negocios y los intereses comerciales permanentes, el poder consolidado que no va a elecciones. Como el diario que lo publica (...) Waisbord naturaliza sus premisas liberales como si estuvieran fuera del campo de disputa. La política mirada desde arriba, se llama un libro de Portantiero que señala con justeza esa arrogancia aristocrática del periodismo -y, agregamos, la academia- "independiente", que responde al statu quo. Desarraigado de su tierra y los intereses nacionales, y aun continentales, Waisbord combate contra molinos de viento imaginarios a la vez que ignora cambios sustanciales en la relación entre medios y democracia. Por ejemplo, no emite opinión sobre el modelo novedoso que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA) significa no sólo para el desarrollo nacional sino también para las libertades del resto de la humanidad. Se pregunta por ejemplo si la prensa militante ignora lo complejo de una sociedad de múltiples demandas, necesidades, conflictos e intereses, cuando es precisamente al revés. Es la LSCA la que vino a garantizar la pluralidad y diversidad de voces, y a posibilitar que actores históricamente silenciados tengan posibilidades de emitir. Y es desde los intereses concentrados de los medios "profesionales" -aglutinados en entidades como la SIP a nivel continental y ADEPA a nivel nacional-, que se la resiste (...) Desde su limbo teórico, Waisbord no se hace cargo de que es la tribuna liberal-conservadora la que prescinde del conflicto en nombre de un falso consenso que perpetúa las desigualdades. En el continente más inequitativo del planeta, resulta más interesante que plantearse inquietudes abstractas, preguntar por el rol de los medios en la producción y reproducción de la desigualdad".

Vemos entonces, dos líneas de "relatos" contrapuestos, dos "visiones" de la realidad reclamando cada una su legitimidad en un campo más amplio que el de la comunicación masiva: lo que está en juego es la construcción de la realidad en las interacciones de los diversos actores (en primer término, empresas periodísticas y periodistas; en una discusión más amplia, intelectuales, organizaciones de la sociedad civil y gobierno) y las definiciones que en sociedad se hacen de aquella realidad. Las afirmaciones de Waisbord suenan razonables y "políticamente correctas", pero concuerdo con Diehl en que hay ese académico simplifica la problemática al basarse en la ecuación poder = gobierno (cuando el gobierno es, en todo caso, una de las formas del poder, pero está claro que los medios o, más precisamente, las empresas periodísticas, son otro) y también me parece pertinente la prevención de Diehl contra el "falso consenso que perpetúa las desigualdades" porque el mismo pareciera querer reprimir los intereses y el conflicto entre los mismos, que no sólo es inevitable sino característico de la democracia.

No obstante, también es necesario prevenirse contra los peligros del periodismo entendido como propalador del relato oficialista; profundizaremos en este tema en una próxima entrada.

4 comentarios:

  1. Aporto declaraciones recientes del candidato presidencial Alberto Rodríguez Saá: una semana antes de las elecciones del 23 de octubre y ante los micrófonos de Radio Continental, afirmó que “Clarín estaba acostumbrado a poner presidentes y luego sacarlos” y afirmó que no se siente parte de la oposición ni del oficialismo sino “una alternativa” de gobierno. Rodríguez Saá aseguró también que “no me siento en ninguna foto con la oposición” que “acepta formar parte de la agenda `M´ que propicia Héctor Magnetto” desde el grupo Clarín. “En la Argentina, desde hace mucho tiempo el multimedio Clarín ponía los presidentes y un día el multimedio Clarín empezó a sacar los presidentes”, afirmó, y puntualizó que “en la oposición decidieron que había que poner un solo candidato que le guste al señor Magnetto”. Como consecuencia de ello “se produjo un vaciamiento ideológico; los editoriales del domingo (último) no hablaron de la elección”, aseguró, y manifestó que “yo no soy parte de la oposición ni del oficialismo, soy una alternativa de gobierno” para el país.

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  2. Gracias por el aporte, Anónimo! Te correspondo con palabras de Ernesto Espeche (doctor en Comunicación, docente, director de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Cuyo y de Radio Nacional Mendoza, a quien hemos citado antes en este blog) que me parecen muy pertinentes para esta discusión: "la principal batalla se da en el terreno de las ideas. Creo que, más allá de la democratización del sistema de medios, el eje filosófico es “autonomizar” la política de los medios de comunicación. Por años, la política sólo fue comprendida desde una matriz mediática, espacio fundamental donde se desarrollaba bajo una lógica no ingenua que la banalizó y la redujo a su mínima expresión. El desafío es romper definitivamente con la subordinación de la política bajo la lógica de los medios. Éstos deben ser, claro, espacios diversos en los cuales la política se desarrolle, pero no únicos ni esenciales. En esa batalla nos jugamos las posibilidades transformadoras de la política. Creo que vamos en buen camino".
    Saludos!

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  3. Interesante el debate, muy actual y muy abierto. Encuentro un punto concluyente en esta idea: "La disputa comunicacional se da hoy en el terreno de las ideas"; al respecto quisiera compartir un fragmento muy lacaniano de Alain Badiou (filósofo, actor político contemporáneo de relevancia) referido a la relación del sujeto con lo "verdadero" de un hecho político con proyección histórica:
    "No es pues que podamos proyectar "realmente" lo real de un procedimiento de verdad en lo simbólico narrativo de la historia. Solo podemos hacerlo imaginariamente, lo cual no equivale a decir, de ninguna manera, que sea inútil, negativo o que produzca ningún efecto. Muy por el contrario, la operación de la Idea es lo que le permite al individuo encontrar el recurso de constituirse en "sujeto" - sujeto como "vivo como inmortal" y también como "vivo en el cuerpo de una verdad" - ".

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  4. Excelente aporte, Marina, como siempre riquísimo y de altura lo tuyo! Un placer leer tus comentarios aquí...

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