Concepto acuñado por el filósofo inglés Joseph Glanvill, el clima de opinión nos rodea. Existen ciencias para medirlo, pero también hay lugar para lo inesperado, tal como el aleteo de una mariposa en Pekín puede desatar un huracán en México que contraríe el pronóstico del tiempo. Este blog de tendencias de opinión pública e influencia social pretende aportar elementos al "sensor cuasiestadístico" con que sondeamos el ambiente y ser un foro para intercambiar puntos de vista.
miércoles, 28 de diciembre de 2011
A una década de la crisis del 2001
Hace 10 años atrás, Argentina se sumía en una combinación de crisis política y económica. La convertibilidad había agotado hace mucho tiempo su ciclo virtuoso y se había transformado en un corsé que mantenía baja la inflación a costa de un desempleo galopante, de la destrucción de amplios sectores de la industria nacional y de un endeudamiento insostenible. El fallido gobierno de la Alianza presidido por Fernando de la Rúa estiró la agonía con la clásica receta neoliberal: flexibilización laboral vía compra de voluntades (la "Banelco"), ajuste y la restauración de Domingo Cavallo en el ministerio de Economía, que con la implementación del corralito precipitó el fin de un gobierno que ya había sido derrotado contundentemente en las elecciones legislativas de octubre del 2001, donde la irrupción de un caudal inédito de voto negativo, nulo y en blanco operó como el preludio del "Que se vayan todos" de diciembre de ese año.
Una década después de ese repudio a la política entendida como la gestión tecnocrática de las demandas del mercado por encima de las necesidades de la comunidad, el último informe de la Corporación Latinobarómetro correspondiente al 2011 arrojó que Argentina es uno de los países de la región donde creció el apoyo a la democracia en el último año(pasó del 66% al 70%). Otros países donde creció ese indicador son Paraguay (del 49% al 54%) y República Dominicana (del 63 al 65%). En Uruguay ese apoyo, si bien es alto, se mantuvo en el 75% registrado el año pasado.
Por contraste, en los demás países de la región ese apoyo bajó, incluidos (del 54% al 45%), Chile (del 63% al 61%, si bien es un descenso que puede ser atribuido a error muestral) Bolivia (del 68% al 64%). En Latinoamérica, en general, el apoyo cayó del 61% al 58%, también una diferencia mínima o estadísticamente no significativa, aunque en sentido evolutivo muestra un cambio de tendencia luego de haber registrado sucesivos incrementos entre el 2008 y el 2010. El 58% de los ciudadanos de la región cree que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, frente al 61% que pensaba lo mismo en el 2010, mientras que un 17% prefiere un gobierno autoritario, siempre que éste mejore sus condiciones de vida, dos puntos más que el año pasado. Latinobarómetro basa su estudio en los resultados de 20.204 entrevistas realizadas en el marco de encuestas en 18 países entre el 15 de julio y el 16 de agosto de este año.
En este contexto, el crecimiento del apoyo a la democracia en nuestro país es una muy buena noticia y que cobra mayor valor a una década de la crisis política quizá más seria de la historia democrática del país. Otra buena noticia es que nuestro país haya logrado resolver institucionalmente las consecuencias de esa crisis: en este sentido, es oportuno insistir en el papel que tuvo la sanción de la ley 26.571 de “reforma política” (que modificó varios artículos del Código Nacional Electoral, de la ley de partidos políticos y de la que prevé el financiamiento de los mismos)
en diciembre del año 2009.
Entre las disposiciones de esta ley se destacan las que modificaron el sistema de “internas” de las agrupaciones políticas: hasta su sanción, cada partido político designaba a sus candidatos para ocupar cargos públicos nacionales del modo que lo establecieran sus estatutos, pero a partir de ella están obligados a utilizar el sistema de internas abiertas, obligatorias y simultáneas. Este nuevo régimen electoral, además de funcionar como un método de selección de candidaturas y de habilitación de partidos y alianzas para competir produjo en todas las provincias una sensible reducción de partidos políticos: mientras en diciembre de 2009 se computaban 713 partidos, en abril de este año esa cifra se redujo a 494, lo que implica una disminución del 30,71% en todo el país.
Esas cifras implican un retorno a los niveles previos a la crisis política del 2001, que derivó en una fragmentación de los partidos. Según datos de la Dirección Nacional Electoral, para los comicios del 14 de agosto se presentaron 206 listas de diputados nacionales, “que eran las cifras de las elecciones de 1999, números que eran tradicionales antes de la crisis del 2001 que generó la fragmentación y proliferación de las fuerzas”. A nivel nacional, las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) dejaron más de 40 partidos fuera de la carrera hacia octubre. En el año en que se cumple una década de la crisis sociopolítica del 2001, cuyo leitmotiv "Que se vayan todos" simbolizó el fin de una época, el sistema democrático argentino probó una herramienta que permitió reprocesar institucionalmente el escenario de fragmentación partidaria que dejó esa crisis.
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