Concepto acuñado por el filósofo inglés Joseph Glanvill, el clima de opinión nos rodea. Existen ciencias para medirlo, pero también hay lugar para lo inesperado, tal como el aleteo de una mariposa en Pekín puede desatar un huracán en México que contraríe el pronóstico del tiempo. Este blog de tendencias de opinión pública e influencia social pretende aportar elementos al "sensor cuasiestadístico" con que sondeamos el ambiente y ser un foro para intercambiar puntos de vista.
lunes, 16 de abril de 2018
La primacía de la hipótesis de una dinámica polarizadora hacia el 2019: fundamentos
Uno de los fundamentos del método de pronóstico del estadígrafo Nate Silver es pensar en términos probabilísticos y recopilar información variada. Mientras el gurú del tipo “erizo” tiende a jugarse todo a un pleno (ejerce un rol de “tirapostas”), el pronosticador del tipo “zorro” piensa en términos de escenarios con grados de probabilidad. “Casi todas las predicciones que publico, sean sobre política o sobre otro campo, son probabilísticas. En lugar de escupir un número y fingir que sé exactamente qué va a suceder, presento diversos resultados posibles (…) Los pronósticos de FiveThirtyEight, por ejemplo, combinan a menudo datos de sondeos con información económica y demografía de cada estado”. Silver remarca que los modelos que adoptan un enfoque que combina datos económicos, datos de sondeos y otro tipo de información (un enfoque más propio de un zorro) han obtenido resultados muchos más fiables que otros. Un buen tip es presentar un abanico de no menos de tres escenarios: el mejor posible, el peor posible y el más probable, es decir, un abanico de posibilidades, más sensato que plantear un “pleno”. Humildemente, en este blog tratamos de trabajar del mismo modo.
Dicho esto, veamos los fundamentos de porqué creemos que de cara al 2019 la dinámica de polarización (asimétrica o simétrica) es más probable que la de fragmentación. En primer lugar, porque ya en 2017 vimos una dinámica de polarización, si bien asimétrica, diferente de la fragmentación y dispersión que mostraron las elecciones de medio término inmediatas anteriores (2013 y 2009), en las cuales la primera minoría no llegaba al 40% y la representación opositora estaba distribuida en más de una fuerza, cada una de ellas con más de un dígito del total de votos. Nada de eso sucedió en 2017: Cambiemos superó el 40% y la representación opositora estuvo nítidamente concentrada en Unidad Ciudadana y aliados, con casi 24%; ninguna de las demás fuerzas alcanzó siquiera del 10% de los votos. Aquí ya se ve una polarización asimétrica, que si se dio en una legislativa de medio término tiene altas chances de replicarse en 2019, ya que se trata de una elección ejecutiva antes que nada (instancias que de por sí favorecen polarizaciones simétricas o asimétricas).
Otro argumento de peso es que esa polarización asimétrica es evidente cuando se miran los números y caudales de voto desde las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) a las generales de octubre: Cambiemos pasó de 36% a 42% (+6 puntos porcentuales) y Unidad Ciudadana y aliados de 21,1% a 23,5% (+2,4 pp). Es decir, el oficialismo y la principal fuerza opositora crecieron. En cambio, las demás fuerzas cayeron: 1País (massismo y aliados) pasó de 8,8% a 5,9% (-2,9 pp), el peronismo no K pasó de 10,1% a 9,5% (-0,6 pp) y el peronismo filo K de 6,6% a 4,8% (-1,8 pp). Es decir, las posiciones opo-oficialistas y las opositoras más moderadas perdieron fuerza entre agosto y octubre de 2017. El saldo resultante: la dinámica de polarización asimétrica se impuso contra la tradición de dispersión y fragmentación de anteriores elecciones de medio término. Un principio de explicación a por qué sucede esto (y que también podría fungir como quinto argumento) tiene que ver con la dinámica del discurso. Como bien planteó el twittero y analista @Gonzalo, los issues clave en la opinión pública, más que provocar cambios, refuerzan posiciones previas: “lo que sucede es que se logra movilizar a los duros aumentando, de esta manera, la confrontación sin generar grandes procesos de desplazamiento que modificarían la distribución de la capacidad de representación de los actores/entes políticos”.
Agregamos nosotros: la elección de 2017 reforzó las posiciones de los afines al oficialismo y la posición contraria de los opositores, licuando al segmento de “ni-ni”. Si eso sucedió en una elección intermedia, difícilmente no suceda en una ejecutiva como la del 2019. En síntesis, la dinámica polarizadora no es inexorable, pero sí el escenario más probable, sobre todo en una elección que, aun si no hubiera ballotage, tiene de mínima dos vueltas: PASO y octubre. Esa dinámica favorece que el oficialismo y la principal fuerza opositora crezcan desde los duros hacia los blandos, desde los decididos hacia los indecisos, desde los intensos hacia los moderados, desde los alineados a los desalineados (nunca al revés). Al polarizar, cada polos crece tomando elementos del medio, nunca del otro polo. Y es por eso que las terceras vías no pueden prosperar cuando hay dos polos intensos que son primera y segunda minoría (le sucedió Massa en 2015, y a Massa y el peronismo no K en 2017). En este marco, no sorprende que las encuestas que ya se están haciendo de cara al 2019 muestren un escenario de preferencia electoral que preanuncia polarización, con Cambiemos en 35,4%, Unidad Ciudadana con 28,2% y un frente común entre el massismo y los gobernadores en apenas 12,2%, como arroja un estudio nacional de Haime y Asociados (ver datos arriba; click para agrandar). En ese marco, la única chance de crecimiento de ese tercer espacio depende de que CFK salga de la competencia, como se ve en el segundo escenario planteado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario