Es un axioma de las ciencias sociales que las elevadas expectativas constituyen tanto una oportunidad como un riesgo. Por un lado, el optimismo puede traccionar el acompañamiento político tanto como una confianza en el consumo, generando un círculo vicioso; por otro, expectativas demasiado elevadas pueden derivar en una desilusión cuando las condiciones objetivas de mejora marchan por detrás de las expectativas subjetivas de mejora, dando lugar a un proceso de deterioro. Esto tiene implicancia a varios niveles: uno de ellos se refiere a las posibilidades de trazar pronósticos fiables. Nate Silver es uno de los especialistas que destaca que la confianza del consumidor es problemática como predictor: “A veces los consumidores pueden ser los primeros en detectar los síntomas de que la economía flaquea, pero también pueden ser los últimos en percatarse de las señales de recuperación. De hecho, el público suele tener la percepción de que la economía está en recesión hasta mucho después de que esta se haya terminado técnicamente. Por ello, los economistas no se ponen de acuerdo sobre si la confianza de los consumidores es un indicador de tendencia o atrasado, una respuesta que posiblemente dependa del ciclo en que se encuentre la economía en cada momento. No sólo eso, sino que como la confianza de los consumidores afecta al comportamiento de los consumidores, es más que posible que existan todo tipo de bucles de retroalimentación entre las expectativas sobre la economía y la realidad de la misma”. Esta introducción es pertinente para analizar el momento bisagra que atraviesa la gestión del gobierno nacional. Por un lado, el actual gobierno empezó con una razonable expectativa positiva, como suele suceder con cada cambio de gestión; sin embargo, con apenas 3 meses de gestión, la coyuntura cambió abruptamente por la llegada de la pandemia del Covid-19 en marzo. El 19 de ese mes, el gobierno tomó la decisión de implementar una cuarentena para aplanar la curva de contagios, estrategia que contó con un acompañamiento inicial muy alto a partir del consenso de privilegiar la salud, aun con un costo económico alto en términos del nivel de actividad. Esa estrategia, que logró aplanar la curva de contagios por varios meses y preparar el sistema de salud para evitar el colapso que sufrieron otros países, aplanó simultáneamente la curva de expectativas, dado que la reactivación se postergó en el tiempo: así, el aplanamiento de la curva de contagios se correspondió con el aplanamiento de las expectativas de mejora. Según la última encuesta de OhPanel realizada entre fines de octubre y principios de noviembre, el optimismo respecto a las posibilidades del gobierno de mostrar resultados positivos en el manejo de la economía se ubicó en 57%, el valor más bajo de la serie evolutiva desde la asunción de Alberto Fernández al poder en diciembre de 2019. Respecto al inicio de la gestión, el optimismo descendió 16 puntos porcentuales, mientras que el pesimismo ascendió 14 pp. Apenas 8% tenía expectativas de mejora en el plazo de un trimestre, 13% era optimista en el plazo de un semestre y la mayor proporción de optimismo se daba en el plazo más largo de un año, mientras que 33% se mostraba pesimista (gráfico arriba).
Entre mayo y junio, con la pandemia básicamente acotada al Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y algunos distritos del interior, la presión empresaria y mediática de los medios hegemónicos contra la cuarentena junto con algunas fallas de la estrategia sanitaria nacional dieron paso a un panorama de segmentaciones geográficas y flexibilizaciones de las medidas de aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) que, al aumentar la circulación de las personas y de la actividad económica, aumentó al mismo tiempo la circulación del coronavirus. Así, la aceleración de la economía se correspondió con la aceleración de la pandemia, si bien en dos velocidades diferentes, al punto que octubre marcó los niveles pico del la pandemia en nuestro país. Ese pico se corresponde con un momento de pesimismo perceptivo a fines de octubre: según la encuesta realizada por Giacobbe & Asociados, mientras que un 24% consideraba que lo peor del coronavirus ya había pasado, un 38,2% pensaba que lo peor estaba por venir y casi la misma proporción se mantenía en estado de incertidumbre (gráfico arriba).
Tan intenso es el microclima anticientífico (y antigobierno) en determinados nichos del sistema de medios, que llega a impregnar parcialmente incluso las percepciones de quienes cumplen funciones de liderazgo de opinión en sus posiciones. Según un estudio realizado en octubre por la Revista Imagen entre profesionales de la comunicación, un 21,4% de ese segmento no se aplicaría ninguna de esas vacunas, misma proporción que la de quienes se inclinan por la vacuna de Oxford/Astrazeneca. Un 20% responde que no sabe, por encima de quienes se vacunarían con "cualquiera" y casi 13% que prefiere la de Pfizer, en tanto que las vacunas rusa y china tienen menos de 10% de adherentes (gráfico arriba).
Ya con la mayor parte del país dejando detrás al ASPO y transitando el DISPO (distanciamiento social preventivo y obligatorio), las cifras del Covid-19 en lo que va de noviembre siguen en niveles altos, aunque relativamente amesetados en el acumulado nacional y con algunos movimientos a la baja (no siempre sostenidos en el tiempo). Sin embargo, las cifras en algunos países europeos y en Estados Unidos, sumidos ya manera evidente en una segunda ola, ubican a Argentina con el potencial de salir relativamente mejor parada al término de la pandemia de lo que parecía hasta hace poco tiempo. Esto, junto con la noticia de los avances en el desarrollo de diversas vacunas, varias de las cuales podrían llegar a la Argentina, marcan la posibilidad de cambios en las expectativas. Si se concreta la llegada de alguna de las vacunas entre fines de 2020 y principios de 2021, el pesimismo detectado en mediciones como las de Giacobbe podría resultar "sobregirado" (por excesivo). Si los electores son más pesimistas y la realidad los sorprende "gratamente", eso podría generar un momento bisagra, en el cual las expectativas socioeconómicas que repasamos en el posteo anterior reboten, favoreciendo una transición hacia el "momento cero" de la pospandemia (que no llegaría sino cuando al menos la población de riesgo esté vacunada). Según la encuesta realizada por la consultora OhPanel entre fines de octubre y principios de noviembre (antes de las primeras noticias sobre la potencial llegada de la Sputnik rusa, que luego que acompañada por novedades sobre otras vacunas), apenas 5% de los electores creían que una vacuna exitosa contra el Covid-19 podía llegar antes de fin de año; un 46% tenía expectativas positivas para el primer semestre de 2021, 32% para el segundo (17% no sabía). Asimismo, apenas 2% esperaba una implementación masiva de la vacuna antes de fin de año, 39% la esperaba para el primer semestre de 2021 y 42% en el segundo semestre (con 17% de ns; gráfico arriba).
En función de las últimas novedades, es probable que la llegada de las vacunas se adelante a fines de 2020 y el primer trimestre de 2021, y esto tendrá, sin dudas, un impacto en las creencias y actitudes al respecto. Según la encuesta más reciente de la consultora Opinaia sobre el tema, aun antes de los anuncios de las últimas semanas ya el 56% de los electores argentinos se mostraba dispuesto a vacunarse, apenas 17% aparecía como renuente y 26% no sabía, una tendencia bien diferente a la que se veía en el sondeo segmentado de la Revista Imagen. Para más datos, en el estudio de Opinaia el 17% se inclinaba por la vacuna rusa, 15% por una de procedencia alemana, 14% por una de origen inglés, 10% por una desarrollada en Estados Unidos, 4% de Israel y 3% de China (gráfico arriba). En síntesis, esta posibilidad de la actual coyuntura no sólo impacta en la expectativa respecto a la vacuna, sino que también puede repercutir en las socioeconómicas. Como vimos en la encuesta de OhPanel, en ambas variables el optimismo se desplaza hacia plazos semestrales: si la vacuna llega, aunque de manera progresiva, antes de fin de año y se difunde en el plazo de un trimestre, el clima de opinión podría cambiar sensiblemente en el tránsito del 2020 al 2021.
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