En el cierre de la entrada anterior sobre consumo quedaba pendiente el análisis de las implicancias que el perfil de consumo tiene sobre la lógica política para un modelo que durante todos estos años apostó fuertemente al fomento del consumo y la demanda interna como pilares del crecimiento, dentro de una matriz heterodoxa e intervencionista de cuño contrario al vigente durante la década del `90.
En ese marco, el gobierno ha seguido insistiendo en estos meses con medidas que apuntan a sostener el consumo, en especial en sectores socialmente desfavorecidos, como el programa de créditos Argenta, destinado a jubilados y pensionados (dotado con un total de 5.000 millones de pesos del Fondo de la Garantía de Sustentabilidad de la Anses).
Desde 2003, ésta ha sido una línea continua de política económica, que parte de la premisa de que cualquier mejora para sectores desfavorecidos traccionará el consumo, teniendo así un efecto dinamizador de la actividad económica, ya que la situación de esos sectores hace inviable que puedan destinar esos fondos a otro fin que el consumo, pues carecen de capacidad de ahorro o atesoramiento (menos aún en el actual contexto inflacionario, mal que le pese a las desacreditadas estadísticas del Indec, que esta semana llegó a un pico de ridículo con sus cifras sobre el gasto familiar diario).
De hecho, este año el gobierno volvió parcialmente sobre sus pasos en lo que a fines del 2011 había definido: avanzar en la quita de subsidios. A nivel general, nuevamente el gasto público mantuvo un ritmo ascendente, con el protagonismo de una polìtica contracíclica para morigerar la desaceleración del PBI en el marco de recrudecimiento de la crisis internacional. Así, el gasto público social ejecutado al primer trimestre del año ascendió a 65.038 millones de pesos, un 34,2% por encima del mismo período del 2011 (que fue un año netamente electoral, y por lo tanto expansivo en el gasto).
La lógica política del modelo K (y del gobierno) es la siguiente: en un año más que complicado por el contexto internacional, el efecto contagio y las medidas oficiales activadas al respecto, es preferible sostener el incremento del gasto público para compensar la caída de la actividad inducida por las mencionadas complicaciones, una receta diametralmente opuesta a la que se aplica en Europa (con Grecia como caso testigo, que acaba de reportar una caída de su PBI superior al 20%). De manera nada inocente, en esta línea el gobierno capitaliza su cercanía y feeling con referentes de la heterodoxia económica como el premio Nobel Joseph Stiglitz, que pasó por Argentina y por Córdoba recientemente.
¿Pero qué sucede con otros pilares de lo que fue el modelo K, como los superávits gemelos fiscal y comercial, especialmente durante la presidencia de Néstor Kirchner? La respuesta que se da el gobierno es pragmática: este no es un año para privilegiar el superávit fiscal sino para sostener la actividad. La apuesta es que 2013, con optimistas proyecciones de ingresos de divisas por la próxima campaña agrícola y con las perspectivas de una repunte de la actividad (se insinúa un segundo semestre de 2012 mejor que el primero) permitan recuperar un colchón fiscal un poco más holgado y aliviar el gasto (aunque, recordemos, 2013 es también un año electoral, con elecciones legislativas nacionales). Y, para el superávit comercial, está Moreno (todo lo contrario a un concepto de sintonía fina) procurando garantizar un piso de entre 10.000 y 12.000 millones de dólares.
Revisemos algunos números que alimentan cierto optimismo en las filas del gobierno: por la soja que falta exportar en lo que queda de 2012 y considerando las últimas subas de precios, el gobierno podría recaudar alrededor de 24.000 millones de pesos, ingresos extras que equivalen al 70% de los pagos de deuda en dólares a afrontar en 2013. Asimismo, la próxima campaña puede ser "superlativa, y no sólo es muy esperada por los productores sino también por el gobierno" sostiene un informe de la consultora Delphos Investment, dirigida por Martín Benegas Lynch.
O sea, en año de elecciones el kirchnerismo en su fase cristinista pura estará menos apretado en sus compromisos externos: ahora tiene menos reservas en el Central pero ya despejó al Boden 2012 (2.197 millones de dólares) de los vencimientos de deuda, por lo que de aquí a un año puede disfrutar de mayor margen de maniobra en ese terreno. De ahí la defensa que la presidenta hizo de esa decisión al anunciar el pago en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires.
Los cálculos preliminares sobre las necesidades
financieras del 2013 indican que si bien hay vencimientos por capital e
intereses cercanos a 13.000 millones de dólares, lo único
que necesitará cumplimiento estricto son los 4.550
millones de dólares en manos de tenedores privados y otros 2.000
millones de dólares que corresponden a vencimientos con organismos multilaterales. El
resto de los vencimientos de deuda en 2013 será principalmente con organismos
públicos, como el Banco Central y la Anses, entre otros, gracias a la política de desendeudamiento y conversión de deuda aplicada en los últimos años.
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