Del 2011 al 2015, el país pasó de una elección de carácter plebiscitario en la cual Cristina Fernández aventajó al segundo candidato más votado por más de 37 puntos (54,11% a 16,81% de Hermes Binner), la segunda mayor brecha histórica en elecciones presidenciales, a un comicio con ventaja mínima para el ganador, Mauricio Macri. El escrutinio final de la segunda vuelta arrojó un 51,34% (12.988.349 votos) para la fórmula de Mauricio Macri-Gabriela Michetti (Cambiemos) y un 48,66% para Daniel Scioli-Carlos Zannini (Frente para la Victoria), con 12.309.575. De esta manera, el presidente electo ganó por una diferencia de 678.774 votos, sólo 2,68 puntos porcentuales de diferencia, por debajo incluso de la que se había dado en primera vuelta (2,93).
Este resultado traduce un electorado dividido en dos mitades casi iguales, que sin embargo no es del todo representativo: la configuración más fiel es la que arrojó el 25-O, puesto que traduce electoralmente el plexo político de tres tercios (aproximados) que viene configurando desde hace tiempo el mapa político nacional. Esto es, un segmento cercano al oficialismo (el 37% del FPV el 25-O), otro tercio netamente opositor (el 34% de Cambiemos el 25-O) y otro tercio que resistió la polarización en dos instancias, las primarias de agosto y la primera vuelta del 25 de octubre, hasta que no le quedó más que optar por uno de los dos candidatos a los que había dicho que no tanto el 9-A como el 25-O. Este no es un detalle menor, porque implica que ni el 51% de Cambiemos representa el “antikirchnerismo” ni el 49% del FPV representa la fortaleza del “kirchnerismo”: ambos porcentajes están engordados por dosis relativas de no alineados (ni kirchneristas ni antikirchneristas) que hasta el 25-O sumaron un 29% de los votos, segmento dentro del cual el mayor caudal fue el que captó UNA, con aproximadamente el 21%.
Respecto al comportamiento de ese segmento, las cifras del ballotage demuestran que las encuestas que sugerían que los electores de UNA se dividían en torno al 70-30 entre Macri y Scioli sobreestimaron la proporción que iba al primero y subestimaron la que iba al segundo. Si la proporción hubiera sido esa, Macri le habría sacado mucha más ventaja a Scioli que los 2,68 puntos que arrojó el escrutinio definitivo. También está claro que fracasó la estrategia del FIT de impulsar el voto en blanco, que apenas rondó el 1%. Tal como había sucedido ya en la segunda vuelta de CABA cuando la estrategia abstencionista la sostuvieron el FPV y otras fuerzas menores, los electores decidieron darle sentido a su voto y optaron por alguna de las dos opciones del ballotage. Los votos de Progresistas y de Compromiso Federal también se dividieron entre ambos más que engrosar el voto en blanco o el abstencionismo.
Ese comportamiento perfila a electores con una orientación muy pragmática hacia las elecciones, definida en función de un argumento de base que surge con mucha claridad de los estudios cualitativos que a lo largo de 2015 realizamos en la consultora Delfos. De acuerdo a estos diagnósticos, muchos argentinos piensan que si bien la actual situación del país no es buena, también se puede estar peor. Desde el punto de vista del perfil político no se trata de indecisos, sino de ciudadanos que tienen un diagnóstico político sobre la realidad y que en la segunda vuelta, instancia de la cual quedaron fuera los candidatos que habían elegido en las primarias de agosto o bien en las generales de octubre, terminaron decantando su voto en un sentido táctico con un fuerte carácter circunstancial, que buscó influir en el escenario electoral ya no para obtener lo que les convenía sino para evitar que pase lo que no querían. Es decir, hablamos de una racionalidad cruzada por componentes emotivos, una tensión entre dos rechazos y temores: un rechazo a lo que se percibía como la continuidad del kirchnerismo a través de Scioli en quienes se inclinaron por Cambiemos, y un rechazo a lo que se entendía como un cambio con riesgo de retroceso en quienes se decantaron por el FPV.
Concepto acuñado por el filósofo inglés Joseph Glanvill, el clima de opinión nos rodea. Existen ciencias para medirlo, pero también hay lugar para lo inesperado, tal como el aleteo de una mariposa en Pekín puede desatar un huracán en México que contraríe el pronóstico del tiempo. Este blog de tendencias de opinión pública e influencia social pretende aportar elementos al "sensor cuasiestadístico" con que sondeamos el ambiente y ser un foro para intercambiar puntos de vista.
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