Como veíamos en el posteo anterior, el promedio de 8 estudios nacionales (Dicen, QPA, Córdoba & Asociados, OhPanel, CIGP, Synopsis, CEOP y Rouvier &; Asociados), 4 de ellos realizados en enero de 2019 y los otros 4 realizados en febrero, resulta en 31,1% de intención de voto para CFK, 28,7% para Macri y 9,2% para Sergio Massa, el precandidato de Alternativa Federal más medido (hay menos encuestas que incluyen a Roberto Lavagna en intención de voto). La diferencia de 2,4 pp a favor de CFK es estadísticamente no significativa y sigue implicando empate técnico, con lo cual asistimos por ahora a un escenario de polarización simétrica entre Cambiemos y Unidad Ciudadana. Este es el resultado considerando todas las encuestas que hacen la clásica pregunta "¿Si las elecciones presidenciales fueran hoy, a quién votaría en las PASO/o en primera vuelta?".
Sin embargo, existen aproximaciones alternativas a la intención de voto. Desde hace tiempo, los analistas repasan y plantean una mirada más ligada a lo emotivo. Según la investigadora Diana Maffia, "la teoría de la elección y la acción racional –que surge a mediados del siglo pasado buscando sobre todo aplicaciones a la economía– produce un modelo cuantificable donde las razones (estableciendo grados de probabilidad) y las emociones (estableciendo un orden de preferibilidad) permiten calcular el máximo valor esperable de una acción o elección. Es muy importante la incidencia de las emociones en este modelo, que procura medir la racionalidad en la toma de decisiones: ponderar la probabilidad de un resultado y el beneficio que pueda producir sobre agentes individuales permitiría explicar por qué las personas actuamos como actuamos ante una góndola o en un cuarto oscuro (....) ¿Votamos por el candidato o candidata que más nos gusta o por el que nos parece que tiene probabilidades reales de conducirnos a un beneficio? La respuesta sería: el que en el contexto no nos repugne y no ponga en riesgo nuestros logros y probablemente los aumente. Es decir, una negociación". El historiador inglés Niall Ferguson lleva la apuesta más allá y afirma: “Ya no vivimos en democracia, sino en emocracia. Hubo un tiempo en que las apelaciones a la emoción sobre los hechos se consideraban un atributo del populismo”. Hoy, dice este autor, atraviesan todo el espectro político.
¿Qué sucede si en lugar de hacer la clásica pregunta de intención de voto hacemos preguntas más orientadas al vector emocional? Poliarquía lo viene haciendo: "¿Podría decirme un político que le guste?". El resultado en su última medición es la siguiente: CFK 15%, Mauricio Macri 11%, Sergio Massa 7%, María E. Vidal 6%, Axel Kicillof 3%, Alfredo Olmedo 3%, Elisa Carrió 2%, Juan Urtubey 2% y Roberto Lavagna 2%. Si agrupamos por afinidad de espacio político, tenemos 19,9% para Unidad Ciudadana (CFK+AK+ otras figuras con menos de 1%), 20,8% para Cambiemos (MM+MV+EC + figuras con menos de 1%; no sumamos a Olmedo, que si bien hoy participa en el oficialismo amaga con ser competidor de Macri) y 11% para Alternativa Federal (SM+JU+RL). En el evolutivo, el gusto por Cambiemos se muestra en pendiente descendente, el relativo a UC en leve descenso y el asociado a AF en ascenso (ver datos al inicio del posteo; click para agrandar).
En un análisis comparativo a partir de estas sumatorias, vemos que el "gusto" por figuras de Unidad Ciudadana está 11 pp por debajo de la intención de voto, que el "gusto" por Cambiemos está 8 pp por debajo de su intención de voto y que el "gusto" por AF está alineado con la intención de voto. En conjunto, el dato más "emocional" es ilustrativo pero de menor poder de diagnóstico, dado que las dos principales fuerzas miden mejor en intención de voto que en emocionalidad positiva. Si además comparamos el gusto con las encuestas en las cuales la intención de voto por esas fuerzas se ubica mucho más alta, como en la de CIGP de febrero (ver datos más arriba), la brecha es muy amplia: más de 17 pp en Unidad Ciudadana y más de 11 pp en Cambiemos. Por otro lado, la sumatoria emocional desemboca en un nuevo empate técnico entre UC (casi 20%) y Cambiemos (casi 21%), es decir que tampoco aporta un diferencial en esa línea.
En síntesis, los datos sugieren que el enfoque emocional es útil pero complementario, no sustitutivo de la intención de voto más clásica. En ese marco, se impone seguir indagando ambas variables y también cruzarlas con las más clásicas de calificación de gestión y calificación de gestión comparada, que Poliarquía también incluye en sus estudios y que vienen mostrando un fuerte desgaste del oficialismo, con 65% de negatividad en enero pasado (mismo valor que el pico negativo de la serie en 2018) y 34% de positividad (cerca del piso de la serie evolutiva el año pasado; ver datos arriba y abajo; click para agrandar). Después de todo, en la calificación de gestión, como en la intención de voto, también interviene la emocionalidad.
Concepto acuñado por el filósofo inglés Joseph Glanvill, el clima de opinión nos rodea. Existen ciencias para medirlo, pero también hay lugar para lo inesperado, tal como el aleteo de una mariposa en Pekín puede desatar un huracán en México que contraríe el pronóstico del tiempo. Este blog de tendencias de opinión pública e influencia social pretende aportar elementos al "sensor cuasiestadístico" con que sondeamos el ambiente y ser un foro para intercambiar puntos de vista.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario