viernes, 29 de abril de 2011

Economía y consumo en un modelo heterodoxo (1)


En pleno año electoral, las expectativas económicas de los argentinos tocan su pico máximo: las percepciones de los argentinos sobre la marcha de la economía alcanzaron en marzo su récord histórico.

El Indice General de Expectativas Económicas (IGEE) registró en marzo su valor histórico más alto desde el inicio de su confección en febrero de 2004, con una variación positiva de 5,5% con respecto al mes anterior y de 32,1% frente al mismo período del año pasado. Realizado entre 1.010 personas de 26 localidades de todo el país a fines de marzo, el IGEE elaborado por la Escuela de Negocios de la UCA y TNS Gallup, se ubicó en su mayor nivel desde el inicio de las mediciones. Como dato significativo, se desprende que las decisiones del gobierno en materia económica parecen ser percibidas de manera favorable por parte de la población, y principalmente en las clases bajas.

El IGEE alcanzó 116 puntos en la última medición, registrando una variación positiva de 5,5% respecto al mes anterior y un 32,1% interanual, el mejor registro desde que comenzó la serie histórica (en febrero de 2004). Esto confirma la clara reversión del panorama de expectativas detectado ya el año pasado: mientras que 2008 fue un año de expectativas en baja por el conflicto del campo y el estallido de la crisis internacional (por entonces, el IGEE registró una caída del 11%), tendencia que se arrastró hasta el 2009 (año en el que alcanzó su mínimo histórico de 76 puntos), el año pasado el IGEE alcanzó un promedio de 95 puntos, con una mejora del 16% respecto a 2009. En lo que va de 2011, el indicador arroja un promedio de 111 puntos, lo que representa una mejora del 16% con respecto al año anterior.

Una fuerte mejora de todos los subindicadores que lo componen traccionó hacia arriba al índice general: respecto a la situación económica actual, el 33% de los argentinos considera que es muy o bastante buena, creciendo 8 puntos desde la anterior medición (25%), en tanto que el 42% piensa que no es buena ni mala y el 23% opina que es bastante mala o muy mala.

En una lectura por segmentos poblacionales, las opiniones positivas tienen mayor incidencia en los sectores bajos con estudios primarios. En cuanto a las perspectivas para los próximos 6 meses, el 34% de los entrevistados considera que la situación económica mejorará, un 43% opina que permanecerá igual y sólo un 17% cree que empeorará. En este item, las apreciaciones positivas aumentan entre los entrevistados más jóvenes.

En cuanto al empleo, el 27% estima que hay muchos o bastantes puestos de trabajo disponibles, un 33% opina que no hay muchos ni pocos y el 37% afirma que hay pocos o muy pocos. Sobre las proyecciones a 6 meses del mercado laboral, el 32% de los entrevistados estima que el empleo crecerá, el 48% estima que se mantendrá y sólo un 11% considera que habrá menos puestos de trabajo. Las opiniones optimistas crecen entre los entrevistados con educación primaria, en la clase alta (38%) y en el Gran Buenos Aires (42% vs. 29% en el interior del país y 21% en la Capital Federal).

Respecto al ingreso previsto para los próximos 6 meses, el 30% de los argentinos sostiene que aumentará, mientras que el 57% considera que éste será igual que el actual y sólo un 9% que disminuirá. En cuanto a compra de bienes durables, el 32% de los entrevistados opina que es un buen o muy buen momento, el 35% opina que no es un buen ni mal momento y el 27% considera que es un mal o muy mal momento para esos consumos.

Sobre este cuadro de expectativas optimistas se asienta gran parte de la lógica del gobierno nacional, que apuesta a que la economía de este año no provoque ningún sobresalto. El Gobierno aspira a transitar el período prelectoral sosteniendo el impulso al consumo, una fuerte dosis de gasto público (creciendo entre 25% y 30%) intensa inversión en obra pública y rol intervencionista en exportaciones e importaciones, para sostener el superávit de la balanza comercial, con un tipo de cambio controlado, redondeando un cóctel heterodoxo de política económica.

Subyacen, sin embargo, desequilibrios que en algún momento reclamarán más atención del gobierno nacional que la que reciben hasta ahora: por un lado, la pérdida de competitividad del tipo de cambio, que va achicando los márgenes de la industria y del sector externo, dos claves que caracterizaron al modelo durante todos estos años; por otro, la inflación, que erosiona el poder de compra de los sectores menos favorecidos y presiona al alza los índices de pobreza e indigencia. Pero, pese a estas amenazas, el oficialismo se aferra a "recetas" heterodoxas.

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