En este sentido, la lectura del
consultor Carlos Fara sobre las elecciones merece citarse, dado que mantiene
convenientemente separada la dimensión del análisis del pensamiento
desiderativo que impregna otras opiniones circulantes. Escribe Fara: “Número más, número menos, el electorado
terminó confirmando al menos 5 mensajes que ya había dado en las PASO: 1) no
re-reelección de Cristina, 2) severa advertencia a la continuidad del
kirchnerismo en el poder, 3) quitarle poder al gobierno para no dárselo a nadie
en especial, 4) la conformación de la grilla de presidenciables 2015, pero sin
candidato favorito aún, y 5) la demanda de un polo no peronista”.
La situación objetiva pos elección –un kirchnerismo
en condición de primera minoría nacional, seguido por diversas fuerzas
opositoras de desigual despliegue territorial – expresa fragmentación, a diferencia de elecciones de medio término anteriores donde la victoria
opositora en el agregado nacional (el peronismo en 1987, la Alianza en 1997)
anticipaba el cambio en el signo político que habría de concretarse en el
siguiente turno presidencial (con la victoria de Menem en 1989 y de Fernando de
la Rúa en 1999). Por eso, decimos, no debe darse por seguro el cambio de signo político en el poder en 2015, aunque sea probable que se de y se exprese en una variante política no K.
Es más problemático, en cambio,
dilucidar cómo debe entenderse el concepto de “poskirchnerismo”. Veamos: según el especialista en comunicación
política Rubén Weinsteiner,"todo discurso con vocación hegemónica debe incluir
y superar a aquel (discurso) al
que intenta desplazar y esto es uno de los fundamentals del
posicionamiento marcario de Massa". Como evidencia, Weinsteiner señala
que sólo uno de cada diez electores del
intendente de Tigre justificó su
voto por el perfil opositor, mientras que la mayoría destacó sus
cualidades en la gestión (lo que incluye su paso por la gestión kirchnerista).
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