Con el anuncio del Plan Progresar y el regreso de
Cristina a la escena pública, el gobierno recuperó (al menos por un tiempo,
cuya duración está por verse) el manejo de la agenda que venía perdiendo a
manos de una coyuntura desafiante (inflación, devaluación, crisis energética,
etc). El signo de los tiempos es este: un gobierno sin dudas afectado por el
síndrome de la “pingüina renga” (versión local del archiconocido en la
literatura síndrome del pato rengo, que ya hemos tratado en este blog), que sumó
a las restricciones económicas las limitantes políticas derivadas del magro
resultado electoral del 2013, y al mismo tiempo suficientemente fuerte como
para aventajar a una diversidad de expresiones
opositoras.
En este sentido, el fin de ciclo institucional de
cara al 2015 ofrece una postal bien distinta al cierre del menemismo, cuando la
Alianza UCR-Frepaso triunfante en las legislativas de 1997 no sólo ponía a
punto la coalición para hacerse con el poder en 1999 (efímeramente, como se vio
después) sino que además lograba instalar agenda a través de la fortaleza de
sus figuras y de su “gabinete en las sombras”, una suerte de estructura
ministerial que competía con la del menemismo en retirada. Hoy no sólo se
observa fragmentación opositora, sino que la agenda de la oposición (más allá
de algunos ensayos esporádicos de Sergio Massa) oscila entre los flancos que
abren las deficiencias de gestión del oficialismo y la agenda del sistema de
medios críticos del gobierno (cuando no abiertamente opositores).
Esa neta diferencia también es consistente con otra
presunción: mientras que antes de 1999 claramente se insinuaba que el fin de
ciclo se motorizaría a través de un cambio en el signo político del gobierno,
hoy campe, en cambio, una idea de continuidad, como lo expuso recientemente el
analista Julio Burdman: “que el
kirchnerismo se debilita pero el próximo presidente será peronista es una idea
contradictoria pero muy difundida en Buenos Aires. Es que si todos creen que el
próximo presidente provendrá de la coalición que sostiene a la Presidenta, es
porque tan débil el kirchnerismo no debe estar. Después de todo, y a diferencia
de los gobiernos democráticos anteriores, que llegaron muy débiles a sus
últimos años, la actual administración conservará hasta el final una importante
cuota de poder institucional y capacidad de implementación. Eso explica, en
parte, por qué este gobierno pareciera tener "el cuero más duro" que
otros”.
En esa línea, Burdman habla de la "previsidumbre"
(previsibilidad de la coalición, incertidumbre del gobierno) como el dato político
central de este año. “Lo más interesante
es lo que sucederá dentro de la coalición gobernante. Surgirán nuevos
liderazgos y se multiplicarán las demandas "desde adentro" (desde los
gobiernos provinciales, intendencias, sindicatos) dirigidas al propio gobierno.
Que deberá hacer un equilibrio entre los problemas del presente y la hegemonía
del futuro. Así, el gobierno intentará -otra vez- satisfacer a todos en las
negociaciones salariales, y dar credibilidad a las estadísticas oficiales de
inflación sustituyendo el viejo índice de inflación por uno nuevo, que se
estrenará en febrero. También, comenzará a aplicar la ley de medios para abril
o mayo. Y hacia fines de 2014, planteará una estrategia para las elecciones de
2015. El oficialismo probablemente irá hacia una primaria abierta para definir
a su candidato. Para el peronismo, esto implicaría el lanzamiento de varias
candidaturas simultáneas”, afirmó el analista.
En rigor, esos movimientos ya son más que visibles,
como lo venimos tratando en las recientes entradas. La proliferación de
candidatos que aspiran a heredar al oficialismo construyendo una coalición
distinta a la que gobernó estos 10 años pero sin romper con el kirchnerismo
pone en evidencia la fortaleza relativa de ese proyecto político, que no sólo
revalidó títulos a lo largo de varias elecciones sino que construyó una
militancia, (tarea que el menemismo resignó, dado que la matriz neoliberal que
abrazó era incompatible con su persistencia política). Su protagonismo como
actor en la escena es relevante porque su caudal electoral remanente puede
obturar cualquier ensayo que lo enfrente desde adentro del PJ y porque en sí
mismo constituye, aun, una primera minoría con despliegue en todo el país, lo
que lo convierte en una plataforma electoral formidable, sino en una colectora
de las candidaturas de recambio hacia el 2015 (desde la hipótesis de
continuidad del PJ en el poder). Sin embargo, al mismo tiempo que CFK conserva
su carácter de Gran Electora, en este momento en particular el proceso de sucesión
refleja los límites y las restricciones del proyecto, lo que revela la
debilidad relativa del oficialismo desde que dirigentes del riñón kirchnerista,
o no tanto, como Scioli, Urribarri, Urtubey, los “ich” (Alperovich, Capitanich)
Randazzo y Fernández se sienten habilitados para ensayar movidas propias bajo
la mirada (pero no necesariamente con la anuencia) presidencial, algo hasta
hace un tiempo impensable en un oficialismo que hacía un culto de la
verticalidad no sólo en ejercicio ejecutivo cotidiano del gobierno sino también
en la construcción diaria del armado de poder. Entonces, uno se siente tentado
a problematizar si el neologismo de "previsidumbre" acuñado por
Burdman no podría ser decodificado en términos de un momento gramsciano, donde
lo viejo no muere y lo nuevo no puede todavía nacer.
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