jueves, 23 de enero de 2014

Discusión: entre la incertidumbre y un momento gramsciano (1)

Con el anuncio del Plan Progresar y el regreso de Cristina a la escena pública, el gobierno recuperó (al menos por un tiempo, cuya duración está por verse) el manejo de la agenda que venía perdiendo a manos de una coyuntura desafiante (inflación, devaluación, crisis energética, etc). El signo de los tiempos es este: un gobierno sin dudas afectado por el síndrome de la “pingüina renga” (versión local del archiconocido en la literatura síndrome del pato rengo, que ya hemos tratado en este blog), que sumó a las restricciones económicas las limitantes políticas derivadas del magro resultado electoral del 2013, y al mismo tiempo suficientemente fuerte como para aventajar a una diversidad de expresiones opositoras.

En este sentido, el fin de ciclo institucional de cara al 2015 ofrece una postal bien distinta al cierre del menemismo, cuando la Alianza UCR-Frepaso triunfante en las legislativas de 1997 no sólo ponía a punto la coalición para hacerse con el poder en 1999 (efímeramente, como se vio después) sino que además lograba instalar agenda a través de la fortaleza de sus figuras y de su “gabinete en las sombras”, una suerte de estructura ministerial que competía con la del menemismo en retirada. Hoy no sólo se observa fragmentación opositora, sino que la agenda de la oposición (más allá de algunos ensayos esporádicos de Sergio Massa) oscila entre los flancos que abren las deficiencias de gestión del oficialismo y la agenda del sistema de medios críticos del gobierno (cuando no abiertamente opositores).

Esa neta diferencia también es consistente con otra presunción: mientras que antes de 1999 claramente se insinuaba que el fin de ciclo se motorizaría a través de un cambio en el signo político del gobierno, hoy campe, en cambio, una idea de continuidad, como lo expuso recientemente el analista Julio Burdman: “que el kirchnerismo se debilita pero el próximo presidente será peronista es una idea contradictoria pero muy difundida en Buenos Aires. Es que si todos creen que el próximo presidente provendrá de la coalición que sostiene a la Presidenta, es porque tan débil el kirchnerismo no debe estar. Después de todo, y a diferencia de los gobiernos democráticos anteriores, que llegaron muy débiles a sus últimos años, la actual administración conservará hasta el final una importante cuota de poder institucional y capacidad de implementación. Eso explica, en parte, por qué este gobierno pareciera tener "el cuero más duro" que otros”.

En esa línea, Burdman habla de la "previsidumbre" (previsibilidad de la coalición, incertidumbre del gobierno) como el dato político central de este año. “Lo más interesante es lo que sucederá dentro de la coalición gobernante. Surgirán nuevos liderazgos y se multiplicarán las demandas "desde adentro" (desde los gobiernos provinciales, intendencias, sindicatos) dirigidas al propio gobierno. Que deberá hacer un equilibrio entre los problemas del presente y la hegemonía del futuro. Así, el gobierno intentará -otra vez- satisfacer a todos en las negociaciones salariales, y dar credibilidad a las estadísticas oficiales de inflación sustituyendo el viejo índice de inflación por uno nuevo, que se estrenará en febrero. También, comenzará a aplicar la ley de medios para abril o mayo. Y hacia fines de 2014, planteará una estrategia para las elecciones de 2015. El oficialismo probablemente irá hacia una primaria abierta para definir a su candidato. Para el peronismo, esto implicaría el lanzamiento de varias candidaturas simultáneas”, afirmó el analista.

En rigor, esos movimientos ya son más que visibles, como lo venimos tratando en las recientes entradas. La proliferación de candidatos que aspiran a heredar al oficialismo construyendo una coalición distinta a la que gobernó estos 10 años pero sin romper con el kirchnerismo pone en evidencia la fortaleza relativa de ese proyecto político, que no sólo revalidó títulos a lo largo de varias elecciones sino que construyó una militancia, (tarea que el menemismo resignó, dado que la matriz neoliberal que abrazó era incompatible con su persistencia política). Su protagonismo como actor en la escena es relevante porque su caudal electoral remanente puede obturar cualquier ensayo que lo enfrente desde adentro del PJ y porque en sí mismo constituye, aun, una primera minoría con despliegue en todo el país, lo que lo convierte en una plataforma electoral formidable, sino en una colectora de las candidaturas de recambio hacia el 2015 (desde la hipótesis de continuidad del PJ en el poder). Sin embargo, al mismo tiempo que CFK conserva su carácter de Gran Electora, en este momento en particular el proceso de sucesión refleja los límites y las restricciones del proyecto, lo que revela la debilidad relativa del oficialismo desde que dirigentes del riñón kirchnerista, o no tanto, como Scioli, Urribarri, Urtubey, los “ich” (Alperovich, Capitanich) Randazzo y Fernández se sienten habilitados para ensayar movidas propias bajo la mirada (pero no necesariamente con la anuencia) presidencial, algo hasta hace un tiempo impensable en un oficialismo que hacía un culto de la verticalidad no sólo en ejercicio ejecutivo cotidiano del gobierno sino también en la construcción diaria del armado de poder. Entonces, uno se siente tentado a problematizar si el neologismo de "previsidumbre" acuñado por Burdman no podría ser decodificado en términos de un momento gramsciano, donde lo viejo no muere y lo nuevo no puede todavía nacer. 

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