jueves, 31 de diciembre de 2015

Convencidos de ambos lados vs “ni-ni”: dónde se juega la suerte del nuevo gobierno y la nueva oposición (3)

Para despedir el 2015, revisar el plexo preexistente de creencias y actitudes respecto a políticas y áreas de gestión evaluadas en la transición del cambio de gobierno permite establecer algunas conjeturas plausibles (incluso con cierto, aunque limitado, valor predictivo) acerca del modo en que la nueva administración debería gestionar el manejo de cartera al que nos referíamos en la entrada anterior. En primer término, en la encuesta que citamos de OPSM es visible una divisoria de aguas en cuanto al control estatal y gestión de Aerolíneas Argentinas al cierre del gobierno de CFK: 27,1% pedía dejarla igual y 23,7% introducir cambios leves (50,8% de acumulado), en tanto que 28,7% pedía cambios profundos y 13,4% dejar de lado la política por entonces vigente (42,1% de acumulado). 

Respecto a las medidas contra la inflación, 4,8% estaba a favor de mantenerlas y 22% pedía cambios leves, de lo que resulta un acumulado de 26,8% que podríamos asimilar al piso del kirchnerismo en su peor elección primaria, la de 2013. Por otro lado, un 37,1% pedía cambios profundos y 34,6% dejar de lado las medidas vigentes (71,7% acumulado). Aquí la tendencia es favorable al cambio, lo que es indicador de que en esta área de gobierno el segmento “ni-ni” se acerca más al núcleo duro anti-K. En el caso de la política energética, un 15,3% pedía dejarla igual y 26,2% pedía cambios leves, lo que suma 41,5%. En cambio, 31,9% cambios profundos y 22,4% dejar de lado las medidas entonces vigentes (54,3% de acumulado en contra de la continuidad, o a favor del cambio, lo que sugiere que también en este punto los “ni-ni” se acercan más a los anti-K). En cuanto a la política de lucha contra el narcotráfico, 2,3% pedía dejarla igual y 4,8% demandaba cambios leves, lo que suma apenas 7,1%; por otro lado, 43,9% demandaba cambios profundos y 48,7% dejar de lado las políticas antes vigentes, un consenso de 97,4% hacia el cambio, muy contundente, lo que perfila un área donde incluso el segmento pro-K pedía un giro copernicano. 

En cambio, existen 8 áreas donde es mayoritario el consenso a favor de la continuidad con cambios leves: en cuanto a la política cambiaria/cepo al dólar, 12,7% pedía dejarla igual y 45,1% pedía cambios leves, lo que acumula un 57,8% más cercano al “polo” de la continuidad que al del cambio. Por contrapartida, 14,3% pedía cambios profundos y 20,9% dejar de lado esas medidas (35,2% de acumulado). En este caso, podríamos asociar ese 35% al núcleo anti-K o fuertemente crítico de la administración saliente, mientras que casi 6 de cada 10 se mostraban más cercanos o proclives a introducir sólo correcciones puntuales a esa política. Esto sugiere que en este punto el segmento “ni-ni” se decantaba más a favor de una continuidad con cambios que a favor de un cambio sensible. Algo similar sucede con el control de importaciones/protección de industrias nacionales: 18,6% pedía dejarlas igual y 36,8% introducir cambios leves (55,4% de acumulado), mientras que 26,9% pedía cambios profundos y 14,6% dejar de lado las medidas por entonces vigentes (41,5% acumulado). En el caso de la gestión estatal de YPF, 36,8% pedía dejarla igual y 23,4% cambios leves (60,2% de acumulado); en asignación universal por hijo (AUH), 48,5% pedía dejarla igual y 27,4% cambios leves (75,9% de acumulado); en política de subsidios a las tarifas de energía y servicios públicos, 32,8% pedía dejarla igual y 44,5% cambios leves (77,3% de acumulado); paritarias salariales, donde 29,3% pedía dejarlas tal cual y 33,6% cambios leves (62,9% de acumulado); participación del Estado en empresas privadas, en la cual el 25,9% estaba a favor de dejarla igual y 33% se pronunciaba por cambios leves (58,9% de acumulado); finalmente, respecto a la normativa electoral/elecciones primarias, 34,6% estaba a favor de dejarla igual y 23,9% por cambios leves (58,5% de acumulado). 

En síntesis, de 12 áreas evaluadas en total (una lista de ninguna manera exhaustiva), se puede inferir que en las últimas 8 los “ni-ni” están más cerca del segmento pro-K que de los anti-K, que en 2 de ellas (inflación y política energética) los “ni-ni” están más cerca de los anti-K, que una (la gestión de Aerolíneas) divide aguas (la posición más cercana a la continuidad con cambios apenas supera el 50%) y que en una de ellas (lucha contra el narcotráfico) había un consenso demoledor a favor del cambio. Con esta hoja de ruta preliminar podremos ir evaluando los datos de las encuestas sobre el nuevo gobierno que ya se van conociendo y las claves para el manejo de cartera del que venimos hablando. 

martes, 29 de diciembre de 2015

Nota publicada en suple Tendencias de La Voz

TECNO 

¡Dale, que se acaba el año!

Tecnología aplicada al trabajo. Apps que potencian la productividad.  

Por Norman Berra / Especial

Con el fin de año cerca, más de uno puede necesitar un plus de productividad para cerrar 2015 con la menor cantidad de “pendientes” posibles hacia el año próximo. Veamos algunos aportes que puede hacer la tecnología en esta materia: 
http://www.lavoz.com.ar/tecno/dale-que-se-acaba-el-ano



lunes, 21 de diciembre de 2015

Convencidos de ambos lados vs “ni-ni”: dónde se juega la suerte del nuevo gobierno y la nueva oposición (2)

A partir de las premisas analíticas elaboradas en función de la hipótesis de los tres tercios como plexo explicativo del resultado electoral, se sigue que la suerte del nuevo gobierno nacional y del pan-kirchnerismo (ahora en un rol opositor) se juega sólo parcialmente en la batalla de percepciones y actitudes políticas de los dos tercios convencidos (anti-k uno, K el otro). Lo que realmente inclinará la balanza será la opinión de ese tercer tercio no espontáneamente polarizado, ni anti-K ni filo-K. El modo en que este segmento procese el impacto y las repercusiones de las medidas del nuevo gobierno será la clave para la dinámica de la opinión pública en estas primeras semanas (y quizá meses) de gestión. 

Está claro que este segmento, aun siendo “ni-ni”, no es políticamente neutro: en el ballotage, optó por Mauricio Macri o por Daniel Scioli, quizá más “en rechazo a que a favor de”: que se inclinó por uno o por otro en partes casi simétricas queda puesto en evidencia por el resultado de 51% a 49%. Sin embargo, como venimos marcando, la configuración electoral de dos polos que dejó el 22-N es un tanto engañosa: la pintura más fiel del electorado argentino la dejó el 25-O, casi un calco perfecto de la hipótesis de los tres tercios. De esto se desprende que el modo en que las creencias y actitudes de esos tres tercios  se articulen con el comportamiento del nuevo gobierno y con la nueva oposición (rechazo o aceptación) será la clave para construir gobernabilidad o desgaste para Macri tanto como declive o resiliencia para el pan-kirchnerismo.

La configuración político-electoral existente amerita entonces un manejo de cartera por parte del nuevo gobierno nacional. Citamos a Felipe Noguera: “es indispensable saber realizar un manejo de cartera. Donde los deseos de la gente y la ideología del gobernante coinciden, ése debe ser el centro del gobierno. Luego será necesario hacer algunas cosas que quizá sean impopulares, y para ello se deberá trabajar más el tema de la comunicación. Por otro lado, el gobernante deberá realizar algunas cosas que no son de su agrado, pero que resultarán indispensables para mantener el apoyo (...) Realizando un cuadro de doble entrada, las cosas que ni los gobernantes ni la gente quieren hacer, no se hacen. Las cosas que ambos quieren hacer, obviamente son las prioridades. Luego, es preciso encontrar un equilibrio entre los otros dos cuadrantes, ir en una dirección ideológica propia, ir construyendo algo que sea coherente, sin dejar por eso descontenta a la gente”.  

En este marco, una encuesta de OPSM en plena transición política marca algunos datos a tener en cuenta para un adecuado manejo de cartera. Según el estudio de la consultora dirigida por Enrique Zuleta Puceiro, las propuestas del nuevo gobierno habrán de tener en cuenta un reclamo casi unánime (89,3%) de presencia activa del Estado. Un 38,6% reclama una presencia e intervención muy activa y un 50,7% una presencia activa. Sólo un 7,5% reclama una acción menos activa y un mínimo 0,2% nada activa. Las demandas mayores de cambios giran en torno a la política hacia el narcotráfico, la política en materia de inflación y la reforma política (ver gráfico arriba). Por otro lado, los temas que inspiran mayor cautela a la hora del cambio o, visto de otro modo, donde existe una posición más bien favorable hacia cierta continuidad, son las políticas sociales (en particular la Asignación Universal por Hijo, AUH), política cambiaria, la gestión estatal de YPF y Aerolíneas, las políticas tarifarias, la protección de la industria nacional y la presencia estatal en las empresas privadas con participaciones públicas. En general, la posición es de un equilibrio moderado y demanda de cambios que profundicen y mejoren la gestión pública, descartándose posiciones extremas, entendiendo por estas tanto el cambio drástico como la continuidad pura sin matices. En fin, insistimos: ni antikirchnerismo ni kirchnerismo "puros", ese es el tono en esta coyuntura. 

domingo, 20 de diciembre de 2015

Nota publicada en suple Tendencias de La Voz

TENDENCIAS 

Galería de regalos de Navidad

Recomendaciones. Dispositivos tecnológicos y otras opciones para tener en cuenta al elegir los obsequios para el arbolito. Datos y precios. Por: Norman Berra. 

http://www.lavoz.com.ar/galerias/galeria-de-regalos-de-navidad


miércoles, 16 de diciembre de 2015

Convencidos de ambos lados vs “ni-ni”: dónde se juega la suerte del nuevo gobierno y la nueva oposición (1)

El plexo cuali-cuantitativo que conforma el mapa político-electoral actual (“un gobierno viene de una elección y va hacia otra. Los gobiernos que olvidan esto cometen un grave y costoso error”; Felipe Noguera, 2001) es el que surge de la tesis de los tres tercios. Esta plantea la existencia de un tercio anti-K, que se confirmó en el 34% obtenido por Mauricio Macri en la primera vuelta del 25-O); uno filo-K, entre el mínimo del 33% obtenido por el FPV en las legislativas de 2009 y 2013 y el 37% que alcanzó Daniel Scioli el 25-O; y un tercero que es “ni-ni”, o sea, ni una cosa ni la otra, constituido por el 29-30% del electorado que resistió la polarización entre Cambiemos y Scioli dos veces, las primarias del 9-A y las generales de octubre, hasta que, obligado por el ballotage, tuvo que optar entre ellos. 

El tercio anti-K que tiene un diagnóstico decididamente negativo del ciclo kirchnerista posee, por contrapartida, una alta expectativa en Macri. En el otro extremo, el tercio que tiene un diagnóstico decididamente favorable del ciclo K tiene, consistentemente, bajas o nulas expectativas en Macri. Cualquier elector que hoy tenga una red políticamente amplia de contactos en redes sociales podrá apreciar que esos dos segmentos son casi impermeables entre sí: los primeros tienden a defender activamente al nuevo gobierno, o bien “callan, pero otorgan” frente a sus primeras medidas. Por el contrario, los segundos tienden a ser acérrimos críticos de los primeros días de Macri y recrean con frecuencia los argumentos de campaña negativa que ya se habían desplegado en las semanas previas al ballotage del 22-N. 3. 

En cierta medida, el diálogo entre estas dos posiciones es tanto un ideal regulador como una quimera; las posiciones discursivas, tanto como las emocionalidades que involucran, con frecuencia se estancan en posiciones irreconciliables (y quizá desembocan allí porque parten de una base antinómica). La “grieta” no es sólo una posición discursiva; cada parte se atrinchera en posiciones semióticas diferentes, y también en intereses y racionalizaciones (más que razonamientos). ¿Cuál es la diferencia o el matiz entre esos términos? Que los electores son seres racionalizadores, más que racionales: un ejemplo claro de esta divergencia se da en las discusiones por la ampliación de la Corte por DNU ejecutada por Macri en su primer lunes de gobierno. Los electores del tercio anti-K justifican la polémica medida o minimizan sus aspectos institucionalmente cuestionables, mientras que cuando Cristina Fernández estaba en el gobierno exacerbaban sus críticas a esos mismos aspectos. En el tercio filo-K, en tanto, la crítica al DNU de Macri tiene una sustancia que nunca tuvo la autocrítica cuando el FPV era oficialismo. 

Esa trinchera también se patentiza cuando el anti-K critica al K su militancia oficialista y su nuevo rol opositor, y cuando el K hace lo contrario, es decir, cuestiona el pasado rol opositor del anti-K y su flamante complacencia (o tolerancia) ante Macri. Lo que subyace a esta discusión se puede traducir en la pregunta (capciosa, por cierto): ¿Quién es el responsable (culpable) de la grieta, quien fue oficialismo y ahora es oposición, o quien fue oposición y ahora es oficialismo? Aquí, resulta muy ilustrativo un concepto de la pragmática de la comunicación desarrollada por Gregory Bateson y Don Jackson. En el estudio de la interacción entre comunicantes, estos autores hablaron de "la puntuación de la secuencia de hechos" como organizadora de la conducta de las personas. El desacuerdo en la puntuación de la secuencia (o incapacidad para metacomunicarse acerca de sus respectivas formas de pautar la interacción) se propone como causa de conflictos en las relaciones: por ejemplo, en una relación de pareja, uno de los cónyuges comienza a puntuar las interacciones en “Me retraigo porque me regañas” y el otro en “Te regaño porque te retraes”. El error de los participantes es la pretensión de que la serie tiene un comienzo: en sentido pragmático, el punto de partida no existe, ya que el modelo de conducta entre los cónyuges se repite desde hace mucho tiempo atrás, y saber quién comenzó la secuencia ha perdido significación también hace ya mucho tiempo. Este mismo concepto vale para la discusión por la responsabilidad/culpabilidad en torno a “la grieta”: es más sano (introducimos a propósito ese término por su resonancia terapéutica) entender que ambas partes conformaron un sistema y patrón de interacción que se realimentó, que tratar de descubrir (infantilmente) “quién empezó”.  

lunes, 14 de diciembre de 2015

Nota publicada en suple Tendencias de La Voz

TECNO 

La pelota no se mancha

Tecnología aplicada al fútbol. Apps generadas en torno al deporte más masivo. 

Por Norman Berra / Especial

Que el futbol sea el deporte más popular en el país (y quizá también a nivel global) ha generado que cada vez más desarrollos tecnológicos giren en torno a él. En esta nota, hacemos un repaso por algunos: 

http://www.lavoz.com.ar/tecno/la-pelota-no-se-mancha


viernes, 11 de diciembre de 2015

Consideraciones preliminares para el nuevo ciclo político

Decíamos en la entrada anterior que, aunque el ballotage muestra un país dividido en mitades (51% a 49%), en rigor la mejor foto política a nivel nacional fue la que arrojaron las elecciones del 25 de octubre. Esos comicios tradujeron una configuración electoral dividida en tres tercios (hipótesis desarrollada varias veces en estos años en este blog): un tercio netamente opositor o antikirchnerista (el 34% obtenido por Mauricio Macri el 25-O), un tercio (en rigor, un poco más) favorable al oficialismo (el 37% obtenido por Daniel Scioli el 25-O) y otro tercio (algo menos, en rigor un 29%) que se mantuvo equidistante de ambos polos en las primarias de agosto y las generales de octubre, hasta que la polarización forzada por el ballotage los obligó a optar entre Macri y Scioli, produciendo así el resultado del 51,34% a 48,66% que vimos en segunda vuelta. 

Decíamos asimismo que esos electores se caracterizaban por una orientación política muy pragmática, que surgía con nitidez de los estudios cualitativos realizados a lo largo de 2015 en la consultora Delfos. A lo ya expuesto en la entrada anterior, podríamos agregar algunos otros datos clave: muchos de esos electores habían votado al FPV en las presidenciales del 2011 (de ahí que Cristina Fernández llegó al 54% en aquellos comicios) y en otras elecciones ejecutivas recientes habían votado a los oficialismos locales o provinciales. El dato sobresaliente es que en las últimas elecciones de gobernador o intendente, la mitad de estos electores terminó eligiendo a candidatos de los respectivos oficialismos de cada distrito, precisamente porque el temor a lo que podía venir proyectaba una posición conservadora en busca de certezas. 

Como vemos, este patrón de comportamiento ya prefiguraba que la elección del 22-N sería reñida y pareja, al contrario de lo que sugerían las encuestas que mostraban una brecha relativamente amplia a favor del vencedor. También es consistente con el hecho de que en la mayoría de los comicios de este año, a nivel general, hubo más continuidad que cambio político (o alternancia de signo partidario gobernante). Una de las sensaciones que describe a este colectivo se puede sintetizar en la frase “es mucho lo que se arriesga”. Esto es, si bien están atravesados por una actitud de descreimiento y preocupados ante la situación actual, la mitad de estos electores valoran logros del kirchnerismo y casi todos coinciden en que la vía para mejorar el país debe transitar por el camino de la apuesta a la educación, la salud, la infraestructura y los servicios del país, y que el gobierno entrante debería sanar heridas y priorizar las coincidencias.  

Este plexo cuali-cuantitativo, insistimos, es el que debemos tener como referencia a la hora de analizar la transición del poder presidencial entre Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri, porque la foto del ballotage es un tanto engañosa: no hay un 51% de antikirchnerismo ni de macrismo, pero tampoco un 49% de kirchnerismo o cristinismo, sino tres tercios, uno anti-K, uno K y un tercero que es “ni-ni”. De esto se desprende que, tanto para el balance del gobierno que se va como para la evaluación de las primeras semanas y meses del gobierno que comenzó ayer gravitan no sólo las percepciones y actitudes políticas de los dos tercios convencidos (por un parte, el tercio que tiene un diagnóstico decididamente negativo del ciclo kirchnerista y una alta expectativa en Macri; por otro, el tercio que tiene un diagnóstico decididamente favorable del ciclo K y bajas o nulas expectativas en Macri). Lo que realmente inclinará la balanza (y el balance) será la opinión de ese tercer tercio no espontáneamente polarizado. 

sábado, 5 de diciembre de 2015

Nota publicada en suple Tendencias de La Voz

TECNO 

Para ponerse en forma de cara al verano

Tecnología aplicada al ejercicio. Herramientas para hacer actividad deportiva en el gimnasio o al aire libre.

Por Norman Berra (Especial)

Los especialistas en salud recomiendan hacer al menos 30 minutos de ejercicio cada día. Aun complicados por el trajín cotidiano, lo bueno de esta época es que contamos con ayuda de la tecnología para esos fines. 
http://www.lavoz.com.ar/tecno/para-ponerse-en-forma-de-cara-al-verano

miércoles, 2 de diciembre de 2015

De una elección plebiscitaria a un “too close to call” : 2011-2015

Del 2011 al 2015, el país pasó de una elección de carácter plebiscitario en la cual Cristina Fernández aventajó al segundo candidato más votado por más de 37 puntos (54,11% a 16,81% de Hermes Binner), la segunda mayor brecha histórica en elecciones presidenciales, a un comicio con ventaja mínima para el ganador, Mauricio Macri. El escrutinio final de la segunda vuelta arrojó un 51,34% (12.988.349 votos) para la fórmula de Mauricio Macri-Gabriela Michetti (Cambiemos) y un 48,66% para Daniel Scioli-Carlos Zannini (Frente para la Victoria), con 12.309.575. De esta manera, el presidente electo ganó por una diferencia de 678.774 votos, sólo 2,68 puntos porcentuales de diferencia, por debajo incluso de la que se había dado en primera vuelta (2,93). 

Este resultado traduce un electorado dividido en dos mitades casi iguales, que sin embargo no es del todo representativo: la configuración más fiel es la que arrojó el 25-O, puesto que traduce electoralmente el plexo político de tres tercios (aproximados) que viene configurando desde hace tiempo el mapa político nacional. Esto es, un segmento cercano al oficialismo (el 37% del FPV el 25-O), otro tercio netamente opositor (el 34% de Cambiemos el 25-O) y otro tercio que resistió la polarización en dos instancias, las primarias de agosto y la primera vuelta del 25 de octubre, hasta que no le quedó más que optar por uno de los dos candidatos a los que había dicho que no tanto el 9-A como el 25-O. Este no es un detalle menor, porque implica que ni el 51% de Cambiemos representa el “antikirchnerismo” ni el 49% del FPV representa la fortaleza del “kirchnerismo”: ambos porcentajes están engordados por dosis relativas de no alineados (ni kirchneristas ni antikirchneristas) que hasta el 25-O sumaron un 29% de los votos, segmento dentro del cual el mayor caudal fue el que captó UNA, con aproximadamente el 21%. 

Respecto al comportamiento de ese segmento, las cifras del ballotage demuestran que las encuestas que sugerían que los electores de UNA se dividían en torno al 70-30 entre Macri y Scioli sobreestimaron la proporción que iba al primero y subestimaron la que iba al segundo. Si la proporción hubiera sido esa, Macri le habría sacado mucha más ventaja a Scioli que los 2,68 puntos que arrojó el escrutinio definitivo. También está claro que fracasó la estrategia del FIT de impulsar el voto en blanco, que apenas rondó el 1%. Tal como había sucedido ya en la segunda vuelta de CABA cuando la estrategia abstencionista la sostuvieron el FPV y otras fuerzas menores, los electores decidieron darle sentido a su voto y optaron por alguna de las dos opciones del ballotage. Los votos de Progresistas y de Compromiso Federal también se dividieron entre ambos más que engrosar el voto en blanco o el abstencionismo. 

Ese comportamiento perfila a electores con una orientación muy pragmática hacia las elecciones, definida en función de un argumento de base que surge con mucha claridad de los estudios cualitativos que a lo largo de 2015 realizamos en la consultora Delfos. De acuerdo a estos diagnósticos, muchos argentinos piensan que si bien la actual situación del país no es buena, también se puede estar peor. Desde el punto de vista del perfil político no se trata de indecisos, sino de ciudadanos que tienen un diagnóstico político sobre la realidad y que en la segunda vuelta, instancia de la cual quedaron fuera los candidatos que habían elegido en las primarias de agosto o bien en las generales de octubre, terminaron decantando su voto en un sentido táctico con un fuerte carácter circunstancial, que buscó influir en el escenario electoral ya no para obtener lo que les convenía sino para evitar que pase lo que no querían. Es decir, hablamos de una racionalidad cruzada por componentes emotivos, una tensión entre dos rechazos y temores: un rechazo a lo que se percibía como la continuidad del kirchnerismo a través de Scioli en quienes se inclinaron por Cambiemos, y un rechazo a lo que se entendía como un cambio con riesgo de retroceso en quienes se decantaron por el FPV.