En julio pasado, el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, António Guterres, declaró ante la prensa que ese mes fue el mes más caluroso de la historia y dijo: "El calentamiento global ha terminado. La era de la ebullición global ha llegado”. Parafraseándolo, podemos decir: La desalineación electoral ha terminado. La era de la volatilidad electoral ha llegado. En la bibliografía de ciencias políticas se entiende por desalineación la ruptura de las características de clase social en la conducta electoral, el relajamiento de la integración estructural de los partidos en configuraciones que seguían la división social tradicional junto con la erosión de la identificación afectiva de largo plazo con un partido político. En Argentina, la desalineación electoral fue un largo proceso que arrancó hace 40 años, con el regreso a la democracia, y marcó la transición del sistema bipardidista tradicional (con ejes en el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical, respectivamente) en un sistema bicoalicional que comenzó a tomar forma pos crisis del 2001, más precisamente en 2003, con un frente pan peronista con eje en el kirchnerismo (bajo el sello Frente para la Victoria) y un frente opositor con eje en el radicalismo, al que se sumó primero la Coalición Cívica y desde 2015 el PRO. Desde entonces, cambió el centro de gravedad de esa coalición por la predominancia del “partido amarillo” sobre sus socios menores, primero bajo el sello Cambiemos y desde 2019 con la denominación Juntos por el Cambio (JXC). En la última década, el panperonismo en el gobierno nunca perforó el umbral del 30% en un turno de elección nacional: el FPV conservó la primera minoría electoral con 33% en 2013 y entre 38%-37% en 2015 (primarias y generales); bajo el sello Frente de Todos volvió al poder con 48,24% en 2019, y en 2021, pese a ser derrotado, se sostuvo por encima del 30% tanto en las PASO (32,4%) como en la general de medio término (35%). La coalición cambiemita también mantuvo su vitalidad electoral por encima del umbral del 30%: en la PASO 2015 alcanzó 30,12% y en la general de ese año 34,15%. En 2017 se impuso con 41,75%, en la PASO 2019 bajó a 31,8% pero se mantuvo por encima del 30%, en la general trepó a 40,24% y en 2021 se impuso con 42%. Ese patrón se rompió en las PASO del 13 de agosto: tanto JXC como el nuevo sello panperonista, Unión por la Patria, perforaron el umbral del 30%, y una nueva fuerza emergente fue la única en cruzarlo: La Libertad Avanza, con Javier Milei (gráfico arriba).
Esta nueva era de volatilidad electoral afecta a ambas coaliciones, pero de manera asimétrica: el candidato oficialista, Sergio Massa, logró sostenerse por arriba del 20% de los votos en las primarias, según las primeras encuestas fideliza el voto de su contendiente en las PASO y cruza el umbral crítico del 30% para mantenerse competitivo, según CB Consultora (gráfico arriba). En cambio, Patricia Bullrich quedó por debajo del 20% en las primarias, no retiene todo el caudal de su contrincante Horacio Rodríguez Larreta y queda por debajo del 30%, lo que afecta su competitividad.
Según CB, Milei retiene casi 92% de sus votos de las PASO, mientras que Massa retiene el 93,1% propio y capta casi 77,4% de Grabois. En cambio, Bullrich retiene 85,3% propio pero cede 9% hacia Milei y retiene el 73,3% del voto de Rodríguez Larreta, lo que la ubica en una posición de debilidad relativa respecto a LLA y UP de cara a octubre. El contraste con 2015 es nítido: ese año, entre la PASO a la general Macri no sólo no sólo sumó el caudal de sus socios menores (3,34% de Ernesto Sanz por la UCR + 2,28% de Elisa Carrió por la Coalición Cívica), sino que trepó por encima del 34%.
En tanto, según el Observatorio de Psicología Aplicada de la Universidad de Buenos Aires (OPSA/UBA), Milei retiene el 97,4% de sus votos de las PASO, mientras que Massa fideliza casi el 98% propio y capta casi el 90% de Grabois. En cambio, Bullrich retiene casi 82% propio pero cede 18,1% hacia Milei y sólo retiene el 60,5% del voto de Rodríguez Larreta, lo que confirma su posición de debilidad relativa respecto a LLA y UP de cara a octubre (gráfico arriba).
Si comparamos los datos que proyecta OPSA/UBA con el resultado de las primarias por sello sobre voto positivo, Milei avanza 7 puntos porcentuales (de 31,5% a 38,5%) y Massa sube 3,66 pp (de 28,64% a 32,3%). En sentido contrario, Bullrich cede casi 6 pp (de 29,69% a 23,7%). Dado que el estudio tiene un error muestral de +/-1,4%, esas variaciones están en el límite de la significatividad estadística, pero el escenario es consistente con el de CB: Milei afirma su liderazgo como principal opositor a costa de Bullrich, mientras que Massa vuelve a retener la mayoría de los votantes de Grabois y rebasa el umbral del 30%, lo que perfila, por ahora, un escenario de ballotage Milei vs Massa para definir al nuevo presidente.
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