Decíamos en la entrada anterior que, si bien faltan
cerrar paritarias clave (en especial los camioneros de Hugo Moyano, hoy en
franca oposición al kirchnerismo) el hecho de que varios acuerdos cerraran por
menos del 20% de suba era un señal positiva para el gobierno, necesitado de “enfriar” las presiones inflacionarias, entre ellas el costo salarial,
respecto a las cifras del año pasado. En
2011, según datos del Ministerio
de Trabajo de Carlos Tomada, el aumento salarial intermedio
fue del 25,5% (algunos privados, como vimos en la entrada anterior, incluso
estimaron una cifra superior) con lo que lograr para este año unos puntos menos
no era, valga el juego de palabras, un dato menor.
En un principio, tanto Hugo
Moyano como Luis Barrionuevo (si bien enfrentados entre sí, ambos están lejos del metalúrgico Antonio Caló, quien sería el candidato
preferido del gobierno) reclamaban un alza salarial de no menos del 30%. Sin
embargo, los gastronómicos podrían firmar un aumento de sueldos para 2012 del
25% en promedio, pagadero en dos cuotas (una de ellas en febrero de 2013, lo
que redondearía un incremento total del 27%).
Hace unos días, en Ámbito se publicó que “curiosamente,
aseguran en el Gobierno, y más allá de lo que Barrionuevo suele decir en
público, desde la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos
(UTHGRA) se reconoció en las negociaciones que la situación del turismo
internacional es complicada en el país, y que por eso hubo prudencia en los
reclamos”. De ser así, esto dejaría a Moyano más aislado en su postura de
abierta confrontación con el gobierno, que ya se expresó con los paros de los
últimos días (Barrionuevo incluso viene insistiendo en el paso al costado del
camionera en su cargo de secretario general de la CGT a favor de un esquema “tripartito”).
Con todo, no hay que perder de vista las
incongruencias y torpezas de la heterodoxia económica del gobierno, que así
como tiene sus éxitos (algunos relativos, por cierto) también ofrece
desaciertos. El periodista Marcelo Zlotogwiazda (a quien citamos hace poco en
este blog respecto al revalúo inmobiliario impulsado por el gobernador de
Buenos Aires, Daniel Scioli) lo expuso con crudeza la semana pasada. En un
artículo titulado “Intervencionismo degenerado”, el periodista plantea que “el
intervencionismo de Moreno es lo menos parecido a la sintonía fina que
Cristina Kirchner anunció en su momento como característica de su segundo
mandato. Como sus modales, su accionar es tosco, lo que importa no por una
cuestión de estilo sino por el daño que provoca. No son pocas las industrias
que han tenido que interrumpir transitoriamente sus líneas de producción por
falta de insumos. Por sus maneras, errores y abusos, él y quienes lo avalan
también son responsables de un daño que, sin ser material, tal vez sea más
grave. La mala praxis está desprestigiando y degenerando el concepto de
intervencionismo estatal, regalándoles argumentos a los anacrónicos ideólogos
del libre mercado. En una crisis del mundo desarrollado como la actual es
imprescindible que el Estado intervenga administrando el comercio y
protegiendo el mercado interno, pero cuantas más regulaciones haya mayor es
la exigencia de precisión y eficacia. De sintonía fina (…) Nuevamente, está
bien que en la actual coyuntura el gobierno quiera mejorar el resultado de la
cuenta corriente de la Balanza de Pagos y sumar la mayor cantidad de
reservas, y es loable la pretensión de pesificar la economía y la cabeza de
los argentinos. Pero en nada contribuye a esos fines prohibir
indiscriminadamente la compra de dólares”.
El comercio exterior y la regulación del mercado
de cambios requieren, en síntesis, de sintonía fina y no de trazo grueso, de prolijidad en la instrumentación de
medidas, y es algo que evidentemente está faltando: el viernes pasado, las autoridades
ampliaron el plazo para que más de 20 empresas (entre ellas YPF, pero también
industrias vitivinícolas, farmacéuticas y agroalimentarias) liquiden
exportaciones, de 60 a entre 90 y 180 días.
Esa revisión fue originada por medidas del
gobierno que buscaban acelerar el ingreso al sistema financiero de divisas
originadas en las operaciones de exportación acortando los plazos, pero
lograron el efecto contrario en alguna empresas, que imposibilitadas de
cumplir con los tiempos suspendieron sus exportaciones.
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