A principios de junio, la
consultora Poliarquía medía 50% de imagen positiva para Cristina
Fernández, con 25% de regular y 25% de negativa. Como principal problema en la
agenda social se destacaba la situación económica para el 30% de la población mayor
de 18 años, seguida por la inflación (15%), con lo cual el analista Eduardo
Fidanza destacaba que el desgaste de la imagen presidencial en un contexto
donde aún seguía alta obedecía a una combinación de varios factores, dentro de
los cuales la situación del dólar no era más que un síntoma.
Por esos días, también circuló
una encuesta de la consultora Management & Fit (con un historial
menos prolijo que el de Poliarquía en cuanto aciertos en sus diagnósticos)
según la cual el 50,4% por
ciento desaprobaba su gestión y el 42,1% la aprobaba (con un 7,5% de
"no sabe/no contesta"). M&F también exploraba las
expectativas económicas como contexto del balance de gestión: la pregunta
relativa a "cómo cree que estará la economía en los próximos seis
meses" arrojaba que el 59%
consideraba que la situación económica empeoraría, frente al 24,5% por ciento
que estimaba que seguiría "igual" y un 15% que esperaba una mejoría.
Esos datos enmarcaron una serie
de cacerolazos en los días en los que las restricciones a la compra de dólares
se ubicaron al tope de la agenda mediática. Por su carácter francamente
minoritario (hubo una brecha evidente entre el “ruido” de la protesta en las
redes sociales y la presencia de la misma en la calle, acotada a sectores de la
clase media alta porteña, visceralmente contraria al kirchnerismo) la acción no
tuvo una entidad lo suficientemente representativa como para que el gobierno se
preocupara.
La protesta también se
desinfló, ya que después de la concurrencia a algunas miles de personas a Plaza
de Mayo (la cual coincidió sugestivamente con la decisión de bajar la
candidatura de Reposo a la Procuraduría General de la Nación) la semana
siguiente la convocatoria fue notablemente inferior tanto en la Plaza como en
algunos puntos de la zona norte de la Capital (Recoleta, Barrio Norte y
Belgrano). Incluso Beatriz Sarlo, reconocida crítica del gobierno, a la
vez que cuestionó a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner por el
traslado en avión de su hijo Máximo a raíz de un cuadro de artritis séptica, se
refirió a la vuelta de los cacerolazos a las calles de la Argentina afirmando
que "es gente que carece
de organización y son muy pocos, sin ninguna experiencia de calle. El espacio
público se ocupa con una experiencia de calle. No se puede aprender en Facebook
cómo saltar y gritar para que una aparición tenga el espíritu de una
manifestación".
Es decir, se trató de episodios
con un impacto potencial muy disminuido respecto a los cacerolazos históricos
del 2001 y también de las manifestaciones del conflicto del campo en 2008:
mientras la primera de esas acciones coincidió con un contexto de deslegitimación
de todo el sistema político y de crisis económica (“que se vayan todos” +
corralito y caída de la convertibilidad) y la segunda con una crisis de
confianza en el gobierno detonada a partir de la protesta de un sector
legitimado por la opinión pública (y mediáticamente promovido, el “campo”),
los cacerolazos de junio no contaron ni con un contexto de dramatismo
comparable al del 2001 ni con un actor articulador de la protesta como el 2008
(como así tampoco con alguien en condiciones de capitalizar dicha
manifestación).
En estos días,
el secretario general del Sindicato de Camioneros y titular de la
CGT, Hugo Moyano, acaba de levantar un paro de la rama del transporte de
combustibles que comenzó el martes pasado y que afectó el abastecimiento de
naftas y gas a 18 provincias, y al mismo tiempo convoca a todos los trabajadores
"afectados" por la aplicación del Impuesto a las Ganancias a
movilizarse el próximo miércoles a Plaza de Mayo (día en el que volverá a haber un paro
nacional de camioneros). Estas medidas de protesta, a diferencia de los
anteriores cacerolazos, tienen un potencial impacto muy diferente en la opinión
pública. Volveremos sobre este tema en un próximo post.
"En la cancha se ven los pingos", dicen. Quedo debiendo un comentario más serio, en realidad estoy buscando el libro de Silvia Bleichmar "Dolor país" para citar lo que fue el 2001 para los argentinos y ponerlo en contraste con lo que pasa hoy... mientras busco aprovecho y comparto la entrada.
ResponderEliminarHola Marina! Sí, yo también pienso volver sobre este tema... gracias por participar y compartir.
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