El análisis de las repercusiones del día después de la movilización que
encabezó Moyano en Plaza de Mayo tienden a coincidir en que el camionero
esperaba una demostración de fuerza más contundente y que ha crecido en su
entorno la brecha con dirigentes que eran aliados firmes hasta hace poco. De
hecho, en su mismo discurso ese creciente aislamiento se patentizó cuando acusó
al gobierno nacional de “aprietes” sobre gran parte de la dirigencia cegetista
para evidenciar que el apoyo a su figura ha mermado entre las filas sindicales.
De alguna manera, Moyano también quedó entre dos fuegos, ya que mientras los
dirigentes más combativos (tanto de los sindicatos como de organizaciones sociales
no alineadas dentro de los mismos pero que se sumaron a la movilización por ser
opositoras al kirchnerismo) esperaban una postura todavía más dura contra el
gobierno, otros creen que no debería haber acelerado la confrontación con el oficialismo
e interpretan su avanzada como un paso riesgoso.
El saldo de la protesta fue la confirmación de que se quemaron los
puentes con el gobierno nacional y de que si bien Moyano demostró que mantiene
el control sobre el gremio de Camioneros (que tiene además de poder movilizador
la capacidad de afectar con un paro la logística de gran parte del país) no logró
el acompañamiento de otros gremios fuertes ni mucho menos de sectores
independientes a los que se presume “enojados” con Cristina, y resintió el
vínculo con aliados recientes (el chiste de Página/12 que ilustra esta entrada muestra un escenario que no fue, el de sectores medios y altos sumándose a la marcha).
El hecho de que el “clima” del
día fuera muy distinto al de un paro general (en la Capital, epicentro de la
protesta, el movimiento fue relativamente normal fuera de las molestias
por el corte de avenidas céntricas) fue recibido con alivio por el gobierno y
de hecho el trastorno fue menor que días anteriores, con cajeros y estaciones
de servicio afectadas. La protesta tampoco logró monopolizar la agenda
mediática (el discurso presidencial desde San Luis le compitió).
Sin embargo, Moyano si tuvo éxito en términos de instalar en la agenda (como
nunca antes) el reclamo la falta de actualización en
el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias. El gobierno salió del paso ahora que se descomprimió la tensión
instalada por la protesta, pero ese reclamo sin duda se mantendrá aunque la intensidad no sea la misma de estos días.
En este terreno, que a corto plazo el gobierno revise su posición en cuanto a Ganancias ya no sólo se trata de una
cuestión política sino también de una necesidad fiscal, en tiempos de crisis tanto
global como interna. Para el analista Julio Burdman, “Cristina fue muy clara sobre esta cuestión. Va a sostener el impuesto, aunque eso
le implique enfrentar una escalada conflictiva y aunque le cueste perder imagen
ante la opinión pública y quedarse sólo con el apoyo de la base peronista".
De ahí la insistencia presidencial en correr el eje de la discusión hacia la
preservación del empleo y destacar que Ganancias sólo alcanza a una porción
minoritaria de los trabajadores.
En cambio, desde el Congreso circula como un mantra de que el kirchnerismo en
Diputados promete que la eventual suba del mínimo no imponible volverá a la
agenda de tratamiento en agosto (de ser así, se trataría de una demora de 4 meses
respecto a las actualizaciones de años anteriores). Que esto se confirme dependerá también de dos
factores: que no se repita una escalada confrontativa con Moyano por este tema (ya que el kirchnerismo es refractario a tomar medidas bajo presión) y que el
segundo semestre muestre un panorama financiero más holgado para el gobierno, a
tal punto que pueda sostener una modificación del mínimo en Ganancias apostando
a que lo que resigne como impuesto lo facturará por suba de consumo (aunque
esto requiriera, a su vez, de otra condición: que se recupere la confianza del
consumidor, tema al que volveremos en breve).
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