Teníamos
pendiente una referencia a las implicancias políticas de la fractura de la CGT
en el marco de la puja distributiva que vive el país (y que se repite en
contextos cercanos como el de Brasil, también en un marco de la crisis global
que se suma las complicaciones de las respectivas coyunturas locales). Hoy, el
universo sindical se fragmentó en cinco partes: la CGT de Hugo Moyano, la
antimoyanista (que aún busca su titular), la que lidera Luis Barrionuevo
(menguada desde que Gerónimo “Momo” Venegas, sostén de Duhalde en la última
campaña presidencial, se sumó a Moyano), más la CTA oficialista (conducida por
Hugo Yasky) y la opositora (referenciada en Pablo Micheli, aliado de Pino
Solanas).
Revisaremos rápidamente posiciones de algunos analistas. Jorge
Giacobbe minimiza la relevancia del tema: “a esta altura, si hay una CGT o si
hay 14 ya no importa. Porque el tema pasó a ser quién puede sacar miles de
personas a la calle. Y el desafío de Cristina es evitar que esa calle sea de Moyano". Discrepo con su postura, que minimiza el tema al extremo; por lo demás, si fuera tan
sencilla la cuestión, la menguada demostración de fuerza de Moyano con el paro general
que no fue del pasado mes de junio clausuraría la discusión, y no es así.
Para
Rosendo Fraga, la división de la central obrera ha sido casi una constante en
la historia sindical argentina. “Han sido menores los períodos de unidad total
del sindicalismo peronista, que los de división. De hecho antes de esta
división, la central obrera ya estaba dividida, dada la existencia de la CGT
Azul y Blanca de Luis Barrionuevo" sostiene el consultor, que dirige el Centro de
Estudios Unión para la Nueva Mayoría. Desde el punto de vista histórico, esto
es rigurosamente cierto. Fraga añade que "la división de la CGT era el mal
menor, con tal de evitar que el dirigente camionero fuera reelecto como
secretario general por otros tres años al frente de la central sindical unificada",
y que con ese fin, "se intentó que través de acciones judiciales y
administrativas, el sector pro K quedara con la conducción, pero no logró
derrotar a Moyano". Respecto a
esto, estamos de acuerdo en que el resultado obtenido es un subóptimo para el
gobierno nacional, no el mejor posible, pero preferible a la alternativa de
un “Moyano recargado”.
Para Marcos
Novaro, sociólogo e investigador del Conicet, "la fragmentación de la CGT
va a llevar un poco de agua para todos, pero me da la impresión que nada va a
cambiar estructuralmente en lo inmediato.
Las tres partes (se refiere al moyanismo, el antimoyanismo y el
barrionuevismo, dejando afuera de su análisis a las dos CTA) tienen intereses
comunes, por ejemplo, sacarle lo más posible al Gobierno. Esto ha sucedido en
el pasado: cada vez que hubo varias centrales, tuvieron etapas de conflicto y
choque, pero luego hay un relativo reconocimiento y un equilibrio". En términos similares al planteo de Fraga, Novaro
sostiene que el gobierno nacional manejaba varios escenarios
alternativos: una CGT más alineada y colaboracionista (el ideal, de máxima) y
otros dos escenarios intermedios, el de una CGT fragmentada y debilitada en
cada una de sus partes, por un lado, y por otro una fragmentación en la cual
Moyano quedaba aislado: cualquiera de los estos dos es más conveniente para el gobierno
nacional que un Moyano en franca oposición relegitimado frente a una CGT unida.
Según Analía
del Franco, de la consultora Analogías, a la opinión pública no le importa
demasiado que la central se divida, pues la CGT no es un tema para el grueso de
la gente. Del Franco apunta que "hasta el momento, Moyano no acumuló
capital político ni logró un lugar como oposición", al tiempo que sostiene
que su imagen positiva se mantiene alrededor de un magro 25%. Esto quedó patentizado en el paro: pese a que
junio fue un mes de protestas contra el
gobierno, el día de la movilización convocada por Moyano no se sumaron sectores
independientes, cuando algunos presumieron que eso podría suceder como una
demostración de fuerza opositora contra el kirchnerismo. Evidentemente, la
figura de Moyano (y sus métodos, antes consentidos por el gobierno) siguen
siendo indigeribles para sectores que coyunturalmente pueden compartir hoy su
postura anti-k.
En la línea
que venimos planteando en este blog, el director de la consultora Poliarquía,
Sergio Berensztein, sostiene sobre las razones de fondo de la pelea Moyano vs.
Gobierno que "no hay que olvidar
que detrás de todo esto está la necesidad del Gobierno de controlar la puja
distributiva, con respecto al problema de la inflación y del atraso
cambiario".
Mientras
que referentes empresarios consideran que en un contexto de puja distributiva
acentuada no es conveniente una CGT
dividida (en ese sentido se pronunció el titular de la Unión Industrial
Argentina –UIA-, José Ignacio de Mendiguren), Julio Burdman, de la consultora
Analytica, sostiene que "el empresariado no es afecto a una central
sindical fuerte, porque eso fortalece la posición negociadora de los
trabajadores, pero sospecha que eso es mejor a dos sindicales peronistas
fuertes. La existencia de dos centrales sindicales hará que éstas compitan
entre sí y ello derive en mayores demandas salariales y conflictividad".
Para el
gobierno, en cambio, a corto plazo la fragmentación sindical puede aportarle
mayor libertad de movimientos a la hora de tomar decisiones de política laboral
pendientes, como el aumento del salario mínimo, vital y móvil, y, en caso de que se confirme un repunte de
la economía en el segundo semestre del año (el oficialismo está apostando sus
fichas a ese escenario potencial) eventualmente una suba de Ganancias de las
asignaciones familiares, sin necesidad de tener que consensuarlas con Moyano ni
que se interpreten dichas decisiones como resultado de una presión del
camionero en ese sentido. Seguiremos con este tema en próximas entradas.