Dedicamos una tercera y
-por ahora- última entrada a este tema. Citábamos en el post anterior a Alfredo
Zaiat, quien planteaba que la discusión sobre
el impuesto a los ingresos de los trabajadores en relación de dependencia (
Impuesto a las Ganancias Cuarta Categoría) produjo la paradoja de que sectores
y referentes críticos del panorama social y defensores de iniciativas
transformadoras para un mejor reparto de la riqueza se pronunciaron a favor de
la eliminación de ese tributo o de subir el mínimo no imponible, lo que no
tendría otro efecto que agravar la regresividad del sistema tributario
argentino. "La renta financiera está exenta del Impuesto a
las Ganancias. Los ingresos de los jueces no están gravados. La ganancia de
capital tampoco está alcanzada por el impuesto. Las mineras preservan un
esquema tributario privilegiado. La alícuota del IVA es muy alta y todavía no
se dispuso su exención para, al menos, el consumo con la tarjeta de los
beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo. El aspecto más
desconcertante de la protesta es que la existencia de todas esas inequidades
tributarias, que el Gobierno mantiene, ha sido el principal argumento para
proponer una medida que tornaría más regresivo el sistema impositivo. O sea, si
el régimen es injusto, habría que eliminar entonces sus contornos progresivos
para equilibrarlo hacia lo malo del sistema. Todo dicho levantando la bandera
de pelea por una mejor distribución del ingreso", remarcaba
Zaiat.
En ese mismo
artículo, Zaiat citaba un documento de estudio preparado por un grupo de
investigadores del Conicet que evaluó en términos de reparto de riqueza la
propuesta gremial de eliminación del Impuesto a las Ganancias para trabajadores
en relación de dependencia. Las conclusiones preliminares de esa
investigación arrojan los siguientes resultados: de eliminarse el
Impuesto a las Ganancias Cuarta Categoría, el Estado dejaría de recaudar unos
21.000 millones de pesos al año, monto que quedaría casi en su totalidad (98%)
en manos de la población que ocupa el primer decil de ingresos, es decir, el
grupo que integra el 10% que más gana en la estructura de ingresos
totales. Con esto, aumentaría un 11% la desigualdad medida por brecha
de ingresos, y casi 2 puntos porcentuales más en el Coeficiente de Gini.
A los tres deciles de ingresos más bajos (los más pobres o menos
favorecidos), esa eventual reforma no los beneficiaría en absoluto. Es decir,
el efecto neto sería claramente regresivo.
Por lo tanto, pese a la simplicidad conceptual
del eslogan “los salarios no son ganancia”
(simpático, pero engañoso)
el tema en realidad
tiene que abordarse con una perspectiva más amplia para evitar caer presos de
esas simplificaciones. Como bien remarcó recientemente el economista Salvador
Treber, “debe tenerse muy en cuenta que el impuesto a la renta neta –esta es la
correcta denominación técnica– es inherente al sistema capitalista de
acumulación, que tiende a concentrarse en la cima de la pirámide y permite
atenuar la acentuada inequidad que caracteriza al funcionamiento espontáneo de
las llamadas “leyes del mercado” (…) En la actualidad, rige en casi todo el
mundo –salvo los llamados “paraísos fiscales”– y es reconocido como uno de los
instrumentos más eficaces para evitar una excesiva polarización de la riqueza y
propender a lograr la vigencia de una distribución más equitativa del ingreso. En
todos ellos se define en calidad de “base imponible” a la totalidad de ingresos
que percibe una persona física o empresa, en especial las constituidas como
sociedades de capital; pero en ningún caso se excluye la renta del trabajo personal,
como se reclama en ciertos ámbitos”, dice Treber, en referencia al discurso
pseudo-progresista que acompañó ese reclamo durante las protestas de junio.
En la misma línea, Treber apunta que
los planteos realizados contra este tributo “asumieron todos los tonos
posibles, desde los que exigían la derogación del “maldito” impuesto hasta los
que se circunscribieron a reclamar correcciones en función de la incidencia del
proceso inflacionario. Quizá la solución “salomónica” sea modificar la escala
de progresividad con vigencia desde el año 2000. En ese lapso, la
desvalorización monetaria “acható” los siete escalones y el superior de 120 mil
pesos, que entonces permitía adquirir otros tantos dólares, ahora sólo alcanza
para obtener algo más de 25 mil. Además sería oportuno crear, por lo menos, dos
nuevos tramos más altos, a los que se les aplicarían alícuotas del 40 y 45 por
ciento, además de eliminar la absurda exención de las rentas financieras y la
irritante autoexclusión de los jueces”, propone el economista.
Lo cual nos lleva a retomar una de
nuestras afirmaciones del post anterior, donde decíamos que uno de los déficits
del gobierno nacional en este tema pasaba por no acertar en una estrategia que
mantuviera acotada la inflación. El proceso de aumento de precios ha ido
carcomiendo buena parte de la mejora en el poder adquisitivo que se logró en
estos años vía paritarias (logro reivindicado por el kirchnerismo en defensa
del "modelo"), lo que ha fogoneado el reclamo contra Ganancias.
En ese reclamo confluyen además dos tipos de expectativas: la primera tiene que
ver con el elemento ya mencionado, la inflación. De acuerdo a una encuesta
realizada el mes pasado por la Consultora Delfos, los vecinos de la ciudad
de Córdoba esperan que el nivel de inflación para los próximos 12 meses se
sitúe en el 28%, expectativa similar a la prevista por diversos analistas
económicos y consultoras privadas a nivel nacional y muy lejos del Índice de
Precios al Consumidor (IPC) que cada mes difunde el Instituto Nacional de Estadística y
Censos (Indec), que en este indicador no conserva credibilidad. Para más datos,
son las mujeres cordobesas las que en mayor grado esperan una inflación
elevada, estimando que los precios de los bienes y servicios que componen la
canasta familiar se incrementarán un 45% durante el próximo año (por
contrapartida, los hombres prevén un alza general de precios del 27%). Es decir, en Córdoba la peor expectativa respecto a futuros aumentos de precios aparece entre
quienes están más cerca de la administración doméstica de la economía.
Sin embargo, 2012 no es el primer
año de alta inflación de la era “K” (de hecho, incluso es probable que este año
cierre con una inflación menor que 2011). Aquí es donde entra la segunda
expectativa que mencionamos en el párrafo anterior: hasta 2011, la expectativa inflacionaria venía acompasada con una expectativa de crecimiento y mejora de la economía
general, por lo cual los analistas remarcaban que aún en un contexto de inflación
elevada, los argentinos seguían consumiendo y mantenían su confianza en que su
situación económica se mantendría en terreno positivo (o, dicho de otro modo,
sentían que mientras la economía creciera, sus salarios acompañaran ese
crecimiento y el empleo se sostuviera, estaban dispuestos a pagar el precio de
una inflación elevada). En cambio, en este momento, por una combinación de
factores endógenos y exógenos, la expectativa transita terreno negativo y los
consumidores que esperan un deterioro de la economía superan a quienes creen
que la situación mejorará o al menos se mantendrá (tema sobre el que volveremos
pronto). En este contexto, recrudece la puja por la distribución de la riqueza
social, y el reclamo por Ganancias es un síntoma de esta coyuntura.
Comparto info aparecida hoy en Ámbito: la segunda definición que deberá tomar el Gobierno, sin centrales habilitadas, es la eventual suba del mínimo no imponible de Ganancias. Dentro del Ejecutivo hay dos tendencias. La primera es que se debe tomar la medida rápidamente, para ayudar a sostener la economía interna con un mayor consumo. Según esta visión, el último escollo era Hugo Moyano y su interna cegetista. Otra visión, fiscalmente más conservadora, es que aún debe esperarse al menos unos meses más, hasta saber la verdadera situación de ingresos y gastos para definir el monto de la suba del mínimo de Ganancias. De cualquier manera, Cristina de Kirchner ya está liberada para tomar cualquier decisión sin la necesidad de compartir actos con Moyano. Incluso se menciona que la mejora en Ganancias puede ser el premio que los sindicalistas oficiales que abrirán la nueva CGT en octubre necesitan para solidificar su posición. En el listado está Smata, la UOM, UOCRA, Comercio, portuarios, petroleros y mineros, que necesitan de la mejora para poder justificar dentro de sus gremios la suba salarial del 24% promedio de este año en las negociaciones paritarias.
ResponderEliminarQuerido Norman: me parece que existen dos formas de encarar la presente discusión. Una tiene que ver con el reclamo de ese "19%" de los asalariados que paga el impuesto. Y otra que tiene que ver con lo que le ocurre al resto de la población si ese 19% paga o deja de pagar el impuesto (o, más precisamente, si se toca el mínimo no imponible). Desde el primer punto de vista no me parece que el "simpático eslogan" lo sea tanto. Como quiera que se lo considere, creo que cobrar impuesto a las ganancias a asalariados que ganan $6000 es algo que sólo se puede defender mediante extrañas cabriolas lógicas. En tus artículos insistís en el argumento de que el verdadero problema que afronta el gobierno es la inflación. Pero creo que nunca tomaste en consideración mi argumento, a través del cual sostuve que el control de la inflación es algo que sólo de manera muy indirecta y a largo plazo es potestad del gobierno. Mientras que, en contrapartida, elevar el mínimo no imponible es una medida que está en manos del gobierno y que beneficiaría inmediatamente a una parte importante de ese 19% que lejos está de percibir rentas extraordinarias.
ResponderEliminarCon respecto a la segunda forma de encarar el problema, que tiene que ver con el impacto que tendría en el resto de la población (y en las propias arcas estatales) ceder ante lo que, a mi juicio, es un justo reclamo, debo decir: me parece una treta sucia plantear la cuestión en términos de una clase media egoísta a la que no le importa que "los pobres" dejen de percibir la ayuda que necesitan con tal de que les descuenten unos cuantos cientos de pesos menos por mes. Si vamos a relacionar la situación de los que pagan el impuesto con el resto de la sociedad, es menester hacerlo con cuestiones que mencionás pero cuya importancia queda opacada por el tono general de tu nota. Es decir, los hechos de que " La renta financiera está exenta del Impuesto a las Ganancias. Los ingresos de los jueces no están gravados. La ganancia de capital tampoco está alcanzada por el impuesto. Las mineras preservan un esquema tributario privilegiado. La alícuota del IVA es muy alta y todavía no se dispuso su exención para, al menos, el consumo con la tarjeta de los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo." Por lo tanto aquellos que, como yo, insiste en la idea de que es injusto el esquema de percepción de ganancias, lo afirmamos en la medida en que constituye una injusticia más en el seno de un sistema que es regresivo y que incluye injusticias mayores. Sintetizo: tratar de defensores de la regresividad a quienen levantan la vos por el tema ganancias me parece un típico fenómeno de proyección. Este gobierno, que efectivamente ha redistribuido la riqueza de mejor manera que cualquier otro de los gobiernos democráticos del 76 para acá, lo ha hecho sobre la base de la abundancia de recursos y no sobre la base de atenuar la regresividad del sistema. Si después del reciente triunfo electoral no se "pudo" modificar ésto... ¿será que no se puede o no se quiere?
Hola Enrique, muchas gracias por tu aporte y creo que es muy atendible lo que señalás. Comparto que atenuar la regresividad del sistema es una materia pendiente, y que no es algo que no se hará al menos a corto plazo, porque en un marco de crisis el gobierno no va a arriesgarse a percibir menos recursos porque los tributos más progresivos son también más difíciles de recaudar que los progresivos. A propósito, cito algunos fragmentos de una nota escrita por Zlotogwiazda que me parece brinda un buen marco a este debate (http://www.cronista.com/contenidos/2012/07/13/noticia_0056.html). En esa nota, dice el periodista:"Que la Presidenta haya ventilado por cadena nacional que un contribuyente no presentó como corresponde su “declaración jurada de ganancias ni de ningún tipo desde 1997”, es un hecho legalmente irreprochable. El artículo 101 de la ley 11.683 de Procedimientos Fiscales establece que “no están alcanzados por el secreto fiscal los datos referidos a la falta de presentación de las declaraciones juradas”.
ResponderEliminarLa objeción a Cristina Fernández pasa por otro lado. Jorge Gaggero, experto tributarista, (...) plantea que el país registró en la segunda mitad del siglo pasado una brutal reversión desde un sistema tributario notablemente progresivo y a la altura de los países más desarrollados, a otro de gran regresividad (...) Gaggero opina que a partir del 2003 la situación general ha mejorado mucho, gracias a políticas macroeconómicas entre las que destaca el desendeudamiento, el aumento de la presión tributaria y del gasto público, y una política de asignación del gasto que ha aplicado una parte significativa de los recursos adicionales obtenidos a la inversión pública y a la redistribución del ingreso. Concluye que “como resultado de estos cambios, que ya han cumplido una década de desarrollo, el país ha ganado grados de libertad para definir su rumbo, aumentos sostenidos en la actividad económica, el empleo y el ingreso y una importante reducción de la pobreza, la indigencia y los niveles de inequidad preexistentes”. Reconoce avances en el área de la administración tributaria; pero advierte sobre “el riesgo de un retorno al pasado, a los períodos de gran volatilidad en sus conducciones, de pérdida de profesionalidad e independencia en sus más altos cuadros y de la necesaria distancia de las vicisitudes político-partidarias (...) También es cierto que el grado de evasión es monumental (40% en general y 50% en Ganancias, según estimaciones que figuran en ese trabajo), y que probablemente la inmobiliaria y sus dueños se encuentren entre los infractores (...) Gaggero rescata como avances de política tributaria el aumento de la recaudación, debido principalmente a los recursos extraordinarios aportados por los Derechos de Exportación, por el Impuesto a los Débitos y Créditos Bancarios, y por los ingresos de la Seguridad Social. Vale acotar que los primeros dos son gravámenes prekirchneristas".
El periodista cuenta que ese autor también ve como amenazas a la continuidad de las mejoras el nivel sostenido de inflación, la continua declinación de la competitividad cambiaria y las debilidades que afectan a la sustentabilidad fiscal y reclama por una reforma tributaria “largamente demorada” que dote al sistema de mayor progresividad; entre otras cosas, eliminando exenciones en Ganancias que benefician a individuos de altos ingresos, y aumentando las alícuotas máximas para las personas físicas.
Hola, disculpen mi ignorancia, pero quisiera entender que significa en términos técnicos y prácticos "la regresividad del sistema tributario argentino" que no logro aprehenderla. Hago extensa la pregunta no sólo al autor del blog sino también a los comentaristas, acepto como respuesta que me remitan a algún link para que me instruya.
ResponderEliminarPor otro lado Norman, si no continúas con entradas en este tema, me gustaría que en las próximas entradas hagas alguna mención al impacto que puede tener un escenario de fractura gremial en términos de políticas económicas (si no es mucho pedir). Hace poco entrevisté al líder gremial del SEP de Córdoba y noté una grave preocupación por la fractura de la unidad sindical, cuyo impacto me quedó claro en términos políticos-partidarios pero no políticos- económicos; es decir no entiendo que puede pasar, o no lo entiendo más allá de esta lectura de trazo grueso de “tener menos fuerza para negociar”; mi duda apunta a - algo así - como los riesgos de la pulverización de las oportunidades de negociación por sectores ¿cuáles serán los inmediatamente desfavorecidos? ¿Y por qué?
Gracias
Hola Marina, gracias por tu consulta y sugerencia... en breve le dedico una entrada a estas cuestiones!
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