Ayer, la
reaparición en escena de Antonio Caló (UOM) como candidato a ocupar el cargo de
secretario general de la CGT hizo subir las acciones del metalúrgico como
representante del bloque antimoyanista al frente de la central obrera. En el
acto de presentación del billete de 100 pesos en homenaje a Eva Perón, el
sindicalista se mostró en primera fila, detalle de simbolismo importante, dado que
confirma su buena relación con el kirchnerismo. La postulación del metalúrgico podría
ser refrendada el próximo 3 de octubre.
Caló dejó algunas definiciones: que su primer pedido sería
universalizar el salario familiar para todos los trabajadores (hoy, lo cobran
quienes perciben menos de 5.000 pesos) y que la suba del mínimo no imponible de
Ganancias (caballito de batalla de Hugo Moyano) "viene después en la
agenda". Respecto a este punto, se menciona que en el ministerio de
Economía se barajan alternativas de suba para ese impuesto para que la
presidenta tome la decisión. En agosto, asimismo, se definiría la suba del
salario mínimo, vital y móvil: el año
pasado, el Consejo del Salario cuerpo acordó un incremento del 25% que
llevó el salario mínimo de 1.840 a los actuales $ 2.300, y en el Ejecutivo
analizan para 2012 aceptar una
suba para llevarlo en torno a los 3.000 pesos (la CGT de Moyano presiona por
3.500). El perfil más moderado de Caló y su inserción en la industria (pilar
del relato "K") lo convierten en una figura más propicia para lo que
el kirchnerismo entiende como una nueva etapa del modelo. Caló contaría también
con el aval de los llamados "independientes" (Gerardo Martínez de
Uocra, Andrés Rodríguez de UPCN y José Luis Lingieri de Obras Sanitarias) y
algunos ex aliados de Moyano, mientras que los aliados denominados
"Gordos" (Oscar Lescano de Luz y Fuerza, Armando Cavalieri de
Comercio y Carlos West Ocampo de Sanidad) estuvieron muy cerca del menemismo y
comparten su anti-moyanismo como elemento aglutinador que podría
acompañar la candidatura de Caló como figura de contrapeso al camionero, enemigo
histórico de los "Gordos".
Para el especialista Lucio Garzón Maceda, la dispersión del
poder sindical hace que pierda fuerza la demanda por asignaciones familiares,
Ganancias y los fondos de las obras sociales. El abogado laboralista
apunta a que la fractura se da en el tercer nivel del sindicalismo, que es el nivel dirigencial, el de la CGT. "En
el primero y segundo niveles, esto es, los sindicatos y las federaciones, no
hay fractura. Los sindicatos siguen como antes, con sus negociaciones
colectivas, con sus personerías y nada ha variado. La división es a nivel de
cúpula, a nivel de la central sindical que, en el sistema argentino no negocia
los salarios para todas las actividades, aunque sí interviene en la discusión
por el salario mínimo", dice. Con todo, entiende que el cisma puede
afectar al mercado laboral, ya que "los gremios chicos no
podrán defender el empleo y su salario sin la fuerza de una central que negocie
por todas las actividades. Además, será difícil un acuerdo o pacto social para
bajar la inflación".
Frente a la eventual suba del mínimo no imponible
de Ganancias, como venimos desarrollando en este blog, interesan cuestiones
propiamente económicas, por un lado, como políticas, por otro: una suba le
haría al gobierno resignar recursos, con un efecto distribucionista regresivo
en lo inmediato, que sólo podría ser morigerado si dicha suba
"derramara" en el resto de la economía a través de un mayor consumo
(en cambio, si quienes reciben la suba la destinaran a consumo sino a ahorro o
acopio de dólares, por ejemplo, se consolidaría un efecto regresivo). En lo
económico, también es clave si la situación fiscal de las finanzas nacionales
admite tal medida.
Desde lo
político, la suba del mínimo no imponible de Ganancias podría ser un gesto de
"distensión" a capitalizar por el gobierno nacional sin que Moyano,
desplazado de la escena, pudiera reclamarlo como mérito (a la vez que un buen
antecedente para los sindicalistas oficiales que alumbrarán la nueva CGT no
opositora en octubre). Si a esto se le agregara la extensión de las
asignaciones familiares por encima de los 5.000 pesos mensuales, se redondearía
un buen "combo" o colchón de reclamos que la garantizaría al gobierno
a y sus nuevos interlocutores gremiales un período de relativa calma, siempre y
cuando las variables económicas (y entre ellas la inflación) si no mejoran, al
menos no empeoraran, y de que no entraran en el escenario nuevos ejes
conflictivos. Por caso, algunos apuntan a que dentro del gobierno existen
"halcones" que plantean que la reciente disolución de la
Administración de Programas Especiales (APE) que manejaba los fondos para
tratamientos de salud de alta complejidad es un paso para una nueva ley de
"Salud para Todos" que quitaría a los sindicatos el control de las obras
sociales (que le fue otorgado durante la dictadura de Onganía). Habrá que
verlo, pero a priori consideramos que esto sería una apuesta riesgosa por parte
del gobierno en un contexto en donde no le convendría abrir otro frente de
conflictividad.
De confirmarse
estas hipótesis de respuesta positiva del gobierno a los reclamos gremiales
-que dependen, como planteamos, de que el panorama fiscal de la Nación permita
avanzar en esas medidas, que implican resignar recursos y a la vez aumentar
gasto público- la agenda de reclamos sindicales se saldaría con avances y
respuestas, si bien algo tardías, pero respuestas al fin, y en un año
extremadamente complicado, lo que no es un detalle menor.
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