miércoles, 4 de julio de 2012

Impuesto a las Ganancias: discusión (2)


La defensa que el gobierno hace el status quo en este impuesto parte de una distinción clásica entre los tributos directos, como el impuesto a las Ganancias (o Bienes Personales),  que son más progresivos (gravan directamente al sujeto del impuesto, en forma creciente según sus ingresos y patrimonio) y por lo tanto más equitativos (la equidad no es lo mismo que la igualdad, donde todos pagan lo mismo, como es el caso del IVA, el caso más claro de impuesto regresivo, ya que aunque se cobra a todos los consumidores el mismo porcentaje, grava con mayor proporcionalidad a quienes tienen menos recursos).

Revisemos algunos datos  para profundizar esta discusión. La comparación internacional arroja que la tasa del Impuesto a las Ganancias que se tributa en el país es una de las más bajas en el mundo en términos de lo que representa el peso de su alícuota y del porcentaje del sueldo que significa su tributación.  En Argentina, la alícuota más alta del Impuesto a las Ganancias es de 35% anual sobre el excedente del mínimo no imponible, mientras que en Francia es del 38,4%, en Chile 39,7%; en Italia 40,8%, en Estados Unidos 41,7%, en España, 45%, en Alemania, 47,5%, en Gran Bretaña 50%, según cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde).

Asimismo, tomando un salario bruto de dos tercios por encima del salario promedio, la tributación que hacen esos sueldos en Argentina es de las más bajas, siempre siguiendo el análisis de la Ocde. En el país, el salario promedio es de $ 5.448; con lo cual un sueldo dos tercios por encima de esa cifra es de $ 9.100, el salario promedio de los que están alcanzados por Ganancias en Argentina (incluidos los camioneros que aportaron el grueso de la movilización del miércoles pasado).  Para un salario dos tercios por encima del promedio, en Argentina el impuesto a las Ganancias representa 1,5% mensual de ese sueldo bruto (en el caso del trabajador soltero y sin hijos, que es quien mayor carga tiene; en otros casos es menos).  

Por otra parte, es cierto que la inflación no sincerada por el gobierno nacional ha tenido el efecto de “comerse” parte de las mejoras del poder adquisitivo logradas en las paritarias (el oficialismo reivindica la vigencia de las paritarias como aspecto virtuoso del modelo “K”, pero no admite la inflación como el componente vicioso del mismo en esta “etapa” de dicho modelo), por lo cual una porción creciente del ingreso va a Ganancias (para un salario bruto de 12 mil pesos, un 9,7% del salario de un empleado casado con dos hijos y un 18% del ingreso de un autónomo casado con 2 hijos, cuando en 2003, inicio de la era K, eran el 6% y el 10%, respectivamente).  Si retrocedemos al año 2000,
el impuesto a las ganancias alcanzaba a un asalariado que ganaba 3 veces el salario promedio, mientras que ahora ya alcanza al que gana 1,7 veces el salario promedio.

En ese marco, el conato de “rebelión fiscal” en uno de los pocos impuestos progresivos del sistema tributario argentino cuya recaudación ha mejorado en la era “K” se debe a una paradoja en la que el gobierno nacional también es corresponsable, ya que si la inflación fuera menor, no habría necesidad de actualizar el mínimo de Ganancias todos los años (ni de saltearse esa actualización durante los años de crisis). Tampoco hay que dejar de considerar que el sistema tributario argentino sigue presentando un sesgo hacia la regresividad: después de 9 años de la era “K”, una reforma tributaria integral sigue siendo materia pendiente, pero está claro que no habrá avances en ese sentido mientras persista el contexto de crisis (dado que los impuestos regresivos y antipáticos como el IVA tienen un rasgo muy simpático para los entes fiscales: son fáciles de recaudar y difíciles de evadir, al contrario que los impuestos progresivos).

Con lucidez y ecuanimidad, Alfredo Zaiat escribió lo siguiente en Página/12  este domingo: “los niveles de pobreza siguen siendo significativos, la informalidad laboral alcanza a un tercio de la población y aún persisten importantes bolsones de desigualdad. El déficit habitacional es agudo, un porcentaje de la población no accede a infraestructura básica de servicios esenciales y todavía existen sustanciales brechas educativas según estratos socioeconómicos. El desempleo y el subempleo involucran al 14,5 por ciento de la población económicamente activa, el regresivo Impuesto al Valor Agregado se ubica en un elevado 21 por ciento y las jubilaciones mínimas son insuficientes. Este marco general convive con años donde han avanzado indicadores sociales, económicos y laborales, mejoraron las condiciones materiales de los trabajadores y a la vez se revirtió la tendencia negativa en la distribución del ingreso, ganando posiciones los sectores postergados por décadas. Esto significa que pese a la recomposición de la situación sociolaboral aún se mantienen rasgos estructurales de profunda desigualdad. En el espacio de disputa política, algunos enfatizan la primera parte de ese cuadro, que la oposición con legitimidad señala, y otros destacan la segunda parte, que lo hace el Gobierno también con legitimidad para mostrar logros de su gestión. El escenario socioeconómico tiene la suficiente complejidad como para no poder reducirlo a esquemas analíticos binarios”.

Comparto plenamente, en especial la crítica al reduccionismo binario presente en la última línea citada y que tratamos de ilustrar con la imagen escogida para esta segunda entrada sobre el tema Ganancias. 

2 comentarios:

  1. Artemio López publicó hoy en su blog una entrada sobre este mismo tema, con los mismos datos que citás vos y hasta la misma imagen de la entrada anterior...

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