La defensa que el gobierno hace el status quo en este impuesto parte de una distinción clásica entre los
tributos directos, como el impuesto a las Ganancias (o Bienes Personales), que son más progresivos (gravan directamente
al sujeto del impuesto, en forma creciente según sus ingresos y patrimonio) y
por lo tanto más equitativos (la equidad no es lo mismo que la igualdad, donde
todos pagan lo mismo, como es el caso del IVA, el caso más claro de impuesto
regresivo, ya que aunque se cobra a todos los consumidores el mismo porcentaje,
grava con mayor proporcionalidad a quienes tienen menos recursos).
Revisemos algunos datos para
profundizar esta discusión. La comparación internacional arroja que la tasa del
Impuesto a las Ganancias que se tributa en el país es una de las más bajas en
el mundo en términos de lo que representa el peso de su alícuota y del
porcentaje del sueldo que significa su tributación. En Argentina, la alícuota más alta del
Impuesto a las Ganancias es de 35% anual sobre el excedente del mínimo no
imponible, mientras que en Francia es del 38,4%, en Chile 39,7%; en Italia
40,8%, en Estados Unidos 41,7%, en España, 45%, en Alemania, 47,5%, en Gran
Bretaña 50%, según cifras de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (Ocde).
Asimismo, tomando un salario bruto de dos tercios por encima del salario
promedio, la tributación que hacen esos sueldos en Argentina es de las más
bajas, siempre siguiendo el análisis de la Ocde. En el país, el salario
promedio es de $ 5.448; con lo cual un sueldo dos tercios por encima de esa
cifra es de $ 9.100, el salario promedio de los que están alcanzados por
Ganancias en Argentina (incluidos los camioneros que aportaron el grueso de la
movilización del miércoles pasado). Para
un salario dos tercios por encima del promedio, en Argentina el impuesto a las
Ganancias representa 1,5% mensual de ese sueldo bruto (en el caso del trabajador
soltero y sin hijos, que es quien mayor carga tiene; en otros casos es menos).
Por otra parte, es cierto que la inflación no sincerada por el gobierno nacional
ha tenido el efecto de “comerse” parte de las mejoras del poder adquisitivo
logradas en las paritarias (el oficialismo reivindica la vigencia de las
paritarias como aspecto virtuoso del modelo “K”, pero no admite la inflación
como el componente vicioso del mismo en esta “etapa” de dicho modelo), por lo
cual una porción creciente del ingreso va a Ganancias (para un salario bruto de
12 mil pesos, un 9,7% del salario de un empleado casado con dos hijos y un 18%
del ingreso de un autónomo casado con 2 hijos, cuando en 2003, inicio de la era
K, eran el 6% y el 10%, respectivamente). Si retrocedemos al año 2000,
el impuesto a las ganancias alcanzaba a un asalariado que ganaba 3 veces el salario promedio, mientras que ahora ya alcanza al que gana 1,7 veces el salario promedio.
el impuesto a las ganancias alcanzaba a un asalariado que ganaba 3 veces el salario promedio, mientras que ahora ya alcanza al que gana 1,7 veces el salario promedio.
En ese marco, el conato de “rebelión fiscal” en uno de los pocos impuestos
progresivos del sistema tributario argentino cuya recaudación ha mejorado en la
era “K” se debe a una paradoja en la que el gobierno nacional también es
corresponsable, ya que si la inflación fuera menor, no habría necesidad de
actualizar el mínimo de Ganancias todos los años (ni de saltearse esa
actualización durante los años de crisis). Tampoco hay que dejar de considerar
que el sistema tributario argentino sigue presentando un sesgo hacia la
regresividad: después de 9 años de la era “K”, una reforma tributaria integral
sigue siendo materia pendiente, pero está claro que no habrá avances en ese
sentido mientras persista el contexto de crisis (dado que los impuestos
regresivos y antipáticos como el IVA tienen un rasgo muy simpático para los
entes fiscales: son fáciles de recaudar y difíciles de evadir, al contrario que
los impuestos progresivos).
Con lucidez y ecuanimidad, Alfredo Zaiat escribió lo siguiente en
Página/12 este domingo: “los niveles de
pobreza siguen siendo significativos, la informalidad laboral alcanza a un tercio
de la población y aún persisten importantes bolsones de desigualdad. El déficit
habitacional es agudo, un porcentaje de la población no accede a
infraestructura básica de servicios esenciales y todavía existen sustanciales
brechas educativas según estratos socioeconómicos. El desempleo y el subempleo
involucran al 14,5 por ciento de la población económicamente activa, el
regresivo Impuesto al Valor Agregado se ubica en un elevado 21 por ciento y las
jubilaciones mínimas son insuficientes. Este marco general convive con años
donde han avanzado indicadores sociales, económicos y laborales, mejoraron las
condiciones materiales de los trabajadores y a la vez se revirtió la tendencia
negativa en la distribución del ingreso, ganando posiciones los sectores postergados
por décadas. Esto significa que pese a la recomposición de la situación
sociolaboral aún se mantienen rasgos estructurales de profunda desigualdad. En
el espacio de disputa política, algunos enfatizan la primera parte de ese
cuadro, que la oposición con legitimidad señala, y otros destacan la segunda
parte, que lo hace el Gobierno también con legitimidad para mostrar logros de
su gestión. El escenario socioeconómico tiene la suficiente complejidad como
para no poder reducirlo a esquemas analíticos binarios”.
Comparto plenamente, en especial la crítica al reduccionismo binario presente
en la última línea citada y que tratamos de ilustrar con la imagen escogida
para esta segunda entrada sobre el tema Ganancias.
Artemio López publicó hoy en su blog una entrada sobre este mismo tema, con los mismos datos que citás vos y hasta la misma imagen de la entrada anterior...
ResponderEliminarCierto! Gracias por el aviso...
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