Concepto acuñado por el filósofo inglés Joseph Glanvill, el clima de opinión nos rodea. Existen ciencias para medirlo, pero también hay lugar para lo inesperado, tal como el aleteo de una mariposa en Pekín puede desatar un huracán en México que contraríe el pronóstico del tiempo. Este blog de tendencias de opinión pública e influencia social pretende aportar elementos al "sensor cuasiestadístico" con que sondeamos el ambiente y ser un foro para intercambiar puntos de vista.
domingo, 29 de junio de 2014
viernes, 27 de junio de 2014
Discusión: las estadísticas sobre pobreza (1)
Despojado de complacencia con el gobierno, el 4 de mayo pasado Horacio Verbitsky escribía: “El ministro de Economía Axel Kicillof logró algo que durante seis largos años se propusieron en vano todos sus predecesores. Desde Miguel Peirano hasta Hernán Lorenzino, pasando por Martín Lousteau, Carlos Fernández y Amado Boudou todos objetaron en distinto tono pero con el mismo nulo resultado la vandalización del INDEC por un homónimo de Cantinflas, cuyas consecuencias para la economía y la política son imposibles de exagerar (…) El dibujo de las cifras del Índice de Precios al Consumidor evitó algunos pagos de intereses por los bonos indexados por la inflación, que el Estado ya readquirió cuando su precio de mercado se desplomó. Pero esto devaluó toda palabra pública. (…) El toqueteo posterior fue tolerable mientras sólo parecía un recurso transitorio y cuando la inflación se percibía en semestres o meses, no en semanas. Luego del duro retroceso de 2009, primer coletazo de la crisis mundial, la economía se recuperó a partir de 2010 y el agujero negro del INDEC se olvidó en momentos de bonanza, lo cual se verificó con la reelección presidencial en 2011. Pero volvió a ejercer su nefasta atracción en cuanto el crecimiento se ralentizó, a fines del año pasado. En mi modesta opinión el falseamiento de los datos del IPC es más grave que el propio fenómeno inflacionario”.
El "toqueteo" del termómetro por parte del gobierno privó a la sociedad de un instrumento fiable para medir la fiebre (inflación) y también otros datos clave, como la evolución de los indicadores de pobreza. Eso abrió el flanco a las mediciones privadas, con el doble riesgo de la falta de robustez estadística para acometer mediciones titánicas como las variaciones de precios a lo largo y lo ancho de un país complejo y repleto de matices regionales, y el sesgo potencial asociado a los múltiples intereses políticos y económicos que cruzan mediciones de tanta gravitación para el debate de coyuntura. En ese sentido, el impulso depurador de Kicillof al poner en marcha el nuevo Índice de Precios al Consumidor Nacional Urbano (IPCnu) necesariamente abre una cadena de impacto en otras mediciones y sube el estándar de discusión. Sobre esto, agrega Verbitsky: “la manipulación que comenzó por un indicador se fue extendiendo luego a otros, que se alteran o no se publican. Subestimar la inflación es hacerlo también con los niveles de pobreza, cuya disminución ha sido un legítimo orgullo del gobierno (…) En sentido inverso, ahora que la tergiversación cesó, el sinceramiento del índice principal no puede carecer de efecto sobre los que de él dependen (…) al sustraer del escrutinio público los informes sobre las canastas, se anuló una parte del efecto favorable obtenido. Las explicaciones del jefe de gabinete de ministros, Jorge Capitanich, los comunicados del INDEC y la palabra posterior del propio Kicillof omitieron un examen elemental: si la inflación del primer trimestre rondó el 10 por ciento, era obvio que se sentiría en la cantidad de gente sumergida por debajo de las líneas de pobreza y de indigencia por ingresos monetarios”.
La discusión sobre la pobreza se articula con el debate sobre el crecimiento, aunque esos datos no evolucionen de la misma manera. En términos de crecimiento, destaca Verbitsky, “pese al impacto de la crisis internacional en 2009, en el promedio de la última década el PIB per cápita creció un 6,4 por ciento anual, como nunca antes aquí y como en ninguno de los países de esta muestra (…) Este razonamiento inobjetable para el conjunto de la década kirchnerista no excluye que en algunos momentos puedan producirse retrocesos, y éste es uno de ellos porque la inflación se incrementó y los aumentos pactados en las últimas paritarias recién comienzan a percibirse. Este es el primer año en la década que los incrementos salariales quedaron por detrás del IPC, dado que el mayor acuerdo en las paritarias fue preservar los niveles de empleo aunque hubiera un retroceso de las remuneraciones”. El gobierno recurre a un argumento que incluye crecimiento económico, aumento del empleo, mejoras previsionales, políticas sociales como la AUH, retorno de las paritarias y promoción del consumo interno para contrarrestar las críticas relativas a la alta incidencia presunta de la pobreza en la actualidad (incomprobable en las estadísticas oficiales e inconsistente en las mediciones alternativas, ya sea por debilidades metodológicas, falta de robustez en los datos o, lisa y llanamente, planteos motivados políticamente en una postura adversa al gobierno). Eso no impide, sin embargo, admitir que la coyuntura actual puede efectivamente arrojar un retroceso en esos indicadores que puede quedar de manifiesto cuando efectivamente se mida con seriedad, como insinúa Verbitsky al final del párrafo citado.
Así planteado, si uno repasa las mediciones privadas, el resultado no es nítido: la última medición de la UCA arrojó que más de un cuarto de la población vive en la pobreza (su Observatorio de la Deuda Social Argentina la ubica entre el 25,6% y el 27,5%, si se usa una Canasta Básica más o menos conservadora, en ambos casos diferente de la canasta oficial). Ya hemos tratado en post anteriores las recurrentes inconsistencias de esos datos, aunque la UCA no es la única pasible de esa crítica. Por su parte, la consultora Idesa, siempre materia dispuesta para todo lo que sea crítico del gobierno, hace el cálculo siguiente: tras remarcar que al subestimar la inflación desde 2007 el sistema estadístico necesariamente subestimó la pobreza (cierto), Idesa propone una forma alternativa de medición, que consiste en considerar pobre a la gente cuyo ingreso no supera el 60% de la mediana de ingresos de la población (el monto superior que gana la mitad del universo total). “Este indicador es usado en los países avanzados, porque se asume que es el más apropiado”, señala la consultora. Aplicando ese método a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), Idesa sostiene que entre 2004 y 2013 la pobreza bajó del 31 al 26 por ciento de la población, o sea, cinco puntos porcentuales (lo que puede leerse de dos maneras: a favor del gobierno, que la pobreza siguió bajando; en contra, que sigue siendo alta, ya que afecta a 1 de cada 4 argentinos). Tenemos aquí dos fuentes según las cuales la pobreza ronda el 26%, esto es, 10 puntos porcentuales de pobreza menos que la estimación del Banco Mundial para fines de la década del ´90, cuando superaba el 36% (implicaba que 13.400.000 argentinos no conseguían llegar a una canasta básica de alimentos y servicios). Sería un resultado elevado, pero no tan malo para el gobierno, si se lo compara con la década del ’90.
El "toqueteo" del termómetro por parte del gobierno privó a la sociedad de un instrumento fiable para medir la fiebre (inflación) y también otros datos clave, como la evolución de los indicadores de pobreza. Eso abrió el flanco a las mediciones privadas, con el doble riesgo de la falta de robustez estadística para acometer mediciones titánicas como las variaciones de precios a lo largo y lo ancho de un país complejo y repleto de matices regionales, y el sesgo potencial asociado a los múltiples intereses políticos y económicos que cruzan mediciones de tanta gravitación para el debate de coyuntura. En ese sentido, el impulso depurador de Kicillof al poner en marcha el nuevo Índice de Precios al Consumidor Nacional Urbano (IPCnu) necesariamente abre una cadena de impacto en otras mediciones y sube el estándar de discusión. Sobre esto, agrega Verbitsky: “la manipulación que comenzó por un indicador se fue extendiendo luego a otros, que se alteran o no se publican. Subestimar la inflación es hacerlo también con los niveles de pobreza, cuya disminución ha sido un legítimo orgullo del gobierno (…) En sentido inverso, ahora que la tergiversación cesó, el sinceramiento del índice principal no puede carecer de efecto sobre los que de él dependen (…) al sustraer del escrutinio público los informes sobre las canastas, se anuló una parte del efecto favorable obtenido. Las explicaciones del jefe de gabinete de ministros, Jorge Capitanich, los comunicados del INDEC y la palabra posterior del propio Kicillof omitieron un examen elemental: si la inflación del primer trimestre rondó el 10 por ciento, era obvio que se sentiría en la cantidad de gente sumergida por debajo de las líneas de pobreza y de indigencia por ingresos monetarios”.
La discusión sobre la pobreza se articula con el debate sobre el crecimiento, aunque esos datos no evolucionen de la misma manera. En términos de crecimiento, destaca Verbitsky, “pese al impacto de la crisis internacional en 2009, en el promedio de la última década el PIB per cápita creció un 6,4 por ciento anual, como nunca antes aquí y como en ninguno de los países de esta muestra (…) Este razonamiento inobjetable para el conjunto de la década kirchnerista no excluye que en algunos momentos puedan producirse retrocesos, y éste es uno de ellos porque la inflación se incrementó y los aumentos pactados en las últimas paritarias recién comienzan a percibirse. Este es el primer año en la década que los incrementos salariales quedaron por detrás del IPC, dado que el mayor acuerdo en las paritarias fue preservar los niveles de empleo aunque hubiera un retroceso de las remuneraciones”. El gobierno recurre a un argumento que incluye crecimiento económico, aumento del empleo, mejoras previsionales, políticas sociales como la AUH, retorno de las paritarias y promoción del consumo interno para contrarrestar las críticas relativas a la alta incidencia presunta de la pobreza en la actualidad (incomprobable en las estadísticas oficiales e inconsistente en las mediciones alternativas, ya sea por debilidades metodológicas, falta de robustez en los datos o, lisa y llanamente, planteos motivados políticamente en una postura adversa al gobierno). Eso no impide, sin embargo, admitir que la coyuntura actual puede efectivamente arrojar un retroceso en esos indicadores que puede quedar de manifiesto cuando efectivamente se mida con seriedad, como insinúa Verbitsky al final del párrafo citado.
Así planteado, si uno repasa las mediciones privadas, el resultado no es nítido: la última medición de la UCA arrojó que más de un cuarto de la población vive en la pobreza (su Observatorio de la Deuda Social Argentina la ubica entre el 25,6% y el 27,5%, si se usa una Canasta Básica más o menos conservadora, en ambos casos diferente de la canasta oficial). Ya hemos tratado en post anteriores las recurrentes inconsistencias de esos datos, aunque la UCA no es la única pasible de esa crítica. Por su parte, la consultora Idesa, siempre materia dispuesta para todo lo que sea crítico del gobierno, hace el cálculo siguiente: tras remarcar que al subestimar la inflación desde 2007 el sistema estadístico necesariamente subestimó la pobreza (cierto), Idesa propone una forma alternativa de medición, que consiste en considerar pobre a la gente cuyo ingreso no supera el 60% de la mediana de ingresos de la población (el monto superior que gana la mitad del universo total). “Este indicador es usado en los países avanzados, porque se asume que es el más apropiado”, señala la consultora. Aplicando ese método a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), Idesa sostiene que entre 2004 y 2013 la pobreza bajó del 31 al 26 por ciento de la población, o sea, cinco puntos porcentuales (lo que puede leerse de dos maneras: a favor del gobierno, que la pobreza siguió bajando; en contra, que sigue siendo alta, ya que afecta a 1 de cada 4 argentinos). Tenemos aquí dos fuentes según las cuales la pobreza ronda el 26%, esto es, 10 puntos porcentuales de pobreza menos que la estimación del Banco Mundial para fines de la década del ´90, cuando superaba el 36% (implicaba que 13.400.000 argentinos no conseguían llegar a una canasta básica de alimentos y servicios). Sería un resultado elevado, pero no tan malo para el gobierno, si se lo compara con la década del ’90.
lunes, 23 de junio de 2014
Coaliciones, frentismo y estrategias de acumulación (3)
Del lado de la oposición, también hay un desafío: según Poliarquía, el 55% de los encuestados votaría en la actualidad a un candidato opositor si hubiera elecciones presidenciales. Tenemos aquí una mayoría neta en ciernes, pero engañosa, dado que ese 55% se divide al menos en 4 porciones: el Frente Renovador de Sergio Massa, el Pro de Mauricio Macri, el FAU de Hermes Binner-Julio Cobos-Elisa Carrió-Ernesto Sanz-“Pino” Solanas, y la izquierda de Jorge Altamira.
En estos espacios opositores, tenemos un frente como el FAU (que, al igual que el FPV, tiene varios precandidatos presidenciales) y dos espacios con referentes indiscutidos al interior de su fuerza: Sergio Massa en el FR (si bien está en búsqueda de un sparring para legitimarse en las primarias, nadie le disputa su candidatura) y Mauricio Macri (idéntica situación que Massa, con un matiz: mientras Macri no tiene chances de reelección en Capital Federal y sólo le queda como desafío ir por la presidencia, a Massa le queda una carta intermedia si no logra sostener su candidatura presidencial de aquí al 2015: ir por la gobernación de Buenos Aires). Todos aquí necesitan, como venimos sosteniendo, de una coalición ganadora mínima para sostener sus chances de aquí al 2015. Y el punto de partida, en un escenario de voto relativamente desalineado, son las intenciones de voto individuales más que los pesos de los sellos políticos.
Desde esa premisa, repasemos entonces el desempeño de todas las figuras en las encuestas: según la última citada de Poliarquía (midió candidato único en el FPV), Scioli 22%, Massa 20%, Macri 16%, Binner, Cobos y Carrió 7% cada uno. De acuerdo a Raúl Aragón & Asociados (midió escenarios de PASO, con muchos candidatos), Massa 16,77%, Macri 13,64%, Scioli 11,04%, Randazzo (9,42%), Domínguez 0,22%, Aníbal Fernández 2,49%, Juan Urtubey 3,14%, Urribarri 3,46%. En el Frente Amplio Unen (FAU), Cobos está en situación de empate técnico con Binner (10,93% contra 8,77%). Esta segunda encuesta se desmarca de las otras conocidas en que muestra al gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota (peronista anti-K) con un 7,25% de intención de voto. Sin embargo, el cordobés no aparece en los demás escenarios del estudio, que se concentra en la puja entre los dirigentes que ocupan el podio y los referentes del FAU. Según Aragón & Asociados, en la primera vuelta el ex intendente de Tigre obtendría 23,25%, en tanto que Scioli llega al 17,57% y Macri al 17,49%. Aquí coincide con las tendencias mostradas por un tercer estudio, en este caso de Polldata, realizado en doce provincias del país y Buenos Aires (Ciudad Autónoma, interior, primer y segundo cordón del conurbano) Massa 25,3%, Macri 17,7%, Scioli (FPV) 17,1%. En este tercer estudio, dentro del FAU aparece Hermes Binner como el mejor ubicado, con 10,4%; un 12,6% son indecisos. Finalmente, un cuarto estudio de la consultora W de Guillermo Oliveto, junto a Trial Panel (un tanto bizarro desde lo metodológico, dado que se basa en 1.200 casos en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fe recolectados entre septiembre 2013 y abril 2014, un período excesivamente largo de toma de datos, que mezcla momentos y coyunturas políticas muy distintas), Massa 22%, Macri 15%, Scioli 9%, Randazzo 7%, Carrió 5%, Cobos 4%, Urribarri 2%, Sanz y Solanas 1%.
Pasando en limpio, también en la oposición es relevante el análisis de sinergias y alergias entre precandidatos del mismo espacio: ¿los votantes de Binner votarían a Cobos si el mendocino vence el santafesino en la interna, y viceversa? ¿Y cómo reaccionarían los de Carrió en la misma circunstancia? Y los de Sanz y Solanas? Adviértase que aquí no aplica el mismo análisis que en el caso del FPV, porque mientras allí el votante de Urribarri, por ejemplo, teóricamente más cercano al “kirchnerismo puro”, de rechazar a Scioli, no le queda otra que abstenerse o bien votar por un candidato opositor al oficialismo (algo que difícilmente haría si es “filo-K”), En cambio, al votante del FAU que votó en las Paso a un candidato que no ganó y por lo tanto no participa en las generales de octubre, le quedan 4 alternativas de voto positivo (descartando abstenerse, anular o impugnar el voto, o votar en blanco): votar efectivamente al candidato triunfante del FAU (el objetivo de máxima de la coalición sería encolumnar todos los votos dispersos), o bien votar por otros candidatos opositores (Massa, Macri, Altamira, por ejemplo).
De ahí que Massa y Macri ensayen estrategias de cooptación y seducción hacia el armado político del FAU, pues saben que captar parte del electorado de ese espacio es necesario para construir una coalición mínima ganadora. Y aquí volvemos a citar a Carlos Fara: “Al obturarse el libro de pases del peronismo a Massa, tampoco fluirán hacia Macri, desde ya. Al secarse la fuente justicialista, obliga a Macri y Massa a ir por los radicales. Pero los radicales acaban de crear su propia fortaleza de protección con el Frente Amplio Unen. Resultado: la autodefensa del Gobierno ha frizado todo el escenario. Los bloques básicamente ya están armados. En los últimos días lo que se ve son más pases entre los opositores que desprendimientos del oficialismo: Massa atrae a Cristian Ritondo, “Pechi” Quiroga y los macristas de Entre Ríos; Macri atrae a Facundo Moyano; Luis Barrionuevo y Darío Giustozzi molestos con Massa, y así sucesivamente”.
En estos espacios opositores, tenemos un frente como el FAU (que, al igual que el FPV, tiene varios precandidatos presidenciales) y dos espacios con referentes indiscutidos al interior de su fuerza: Sergio Massa en el FR (si bien está en búsqueda de un sparring para legitimarse en las primarias, nadie le disputa su candidatura) y Mauricio Macri (idéntica situación que Massa, con un matiz: mientras Macri no tiene chances de reelección en Capital Federal y sólo le queda como desafío ir por la presidencia, a Massa le queda una carta intermedia si no logra sostener su candidatura presidencial de aquí al 2015: ir por la gobernación de Buenos Aires). Todos aquí necesitan, como venimos sosteniendo, de una coalición ganadora mínima para sostener sus chances de aquí al 2015. Y el punto de partida, en un escenario de voto relativamente desalineado, son las intenciones de voto individuales más que los pesos de los sellos políticos.
Desde esa premisa, repasemos entonces el desempeño de todas las figuras en las encuestas: según la última citada de Poliarquía (midió candidato único en el FPV), Scioli 22%, Massa 20%, Macri 16%, Binner, Cobos y Carrió 7% cada uno. De acuerdo a Raúl Aragón & Asociados (midió escenarios de PASO, con muchos candidatos), Massa 16,77%, Macri 13,64%, Scioli 11,04%, Randazzo (9,42%), Domínguez 0,22%, Aníbal Fernández 2,49%, Juan Urtubey 3,14%, Urribarri 3,46%. En el Frente Amplio Unen (FAU), Cobos está en situación de empate técnico con Binner (10,93% contra 8,77%). Esta segunda encuesta se desmarca de las otras conocidas en que muestra al gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota (peronista anti-K) con un 7,25% de intención de voto. Sin embargo, el cordobés no aparece en los demás escenarios del estudio, que se concentra en la puja entre los dirigentes que ocupan el podio y los referentes del FAU. Según Aragón & Asociados, en la primera vuelta el ex intendente de Tigre obtendría 23,25%, en tanto que Scioli llega al 17,57% y Macri al 17,49%. Aquí coincide con las tendencias mostradas por un tercer estudio, en este caso de Polldata, realizado en doce provincias del país y Buenos Aires (Ciudad Autónoma, interior, primer y segundo cordón del conurbano) Massa 25,3%, Macri 17,7%, Scioli (FPV) 17,1%. En este tercer estudio, dentro del FAU aparece Hermes Binner como el mejor ubicado, con 10,4%; un 12,6% son indecisos. Finalmente, un cuarto estudio de la consultora W de Guillermo Oliveto, junto a Trial Panel (un tanto bizarro desde lo metodológico, dado que se basa en 1.200 casos en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fe recolectados entre septiembre 2013 y abril 2014, un período excesivamente largo de toma de datos, que mezcla momentos y coyunturas políticas muy distintas), Massa 22%, Macri 15%, Scioli 9%, Randazzo 7%, Carrió 5%, Cobos 4%, Urribarri 2%, Sanz y Solanas 1%.
Pasando en limpio, también en la oposición es relevante el análisis de sinergias y alergias entre precandidatos del mismo espacio: ¿los votantes de Binner votarían a Cobos si el mendocino vence el santafesino en la interna, y viceversa? ¿Y cómo reaccionarían los de Carrió en la misma circunstancia? Y los de Sanz y Solanas? Adviértase que aquí no aplica el mismo análisis que en el caso del FPV, porque mientras allí el votante de Urribarri, por ejemplo, teóricamente más cercano al “kirchnerismo puro”, de rechazar a Scioli, no le queda otra que abstenerse o bien votar por un candidato opositor al oficialismo (algo que difícilmente haría si es “filo-K”), En cambio, al votante del FAU que votó en las Paso a un candidato que no ganó y por lo tanto no participa en las generales de octubre, le quedan 4 alternativas de voto positivo (descartando abstenerse, anular o impugnar el voto, o votar en blanco): votar efectivamente al candidato triunfante del FAU (el objetivo de máxima de la coalición sería encolumnar todos los votos dispersos), o bien votar por otros candidatos opositores (Massa, Macri, Altamira, por ejemplo).
De ahí que Massa y Macri ensayen estrategias de cooptación y seducción hacia el armado político del FAU, pues saben que captar parte del electorado de ese espacio es necesario para construir una coalición mínima ganadora. Y aquí volvemos a citar a Carlos Fara: “Al obturarse el libro de pases del peronismo a Massa, tampoco fluirán hacia Macri, desde ya. Al secarse la fuente justicialista, obliga a Macri y Massa a ir por los radicales. Pero los radicales acaban de crear su propia fortaleza de protección con el Frente Amplio Unen. Resultado: la autodefensa del Gobierno ha frizado todo el escenario. Los bloques básicamente ya están armados. En los últimos días lo que se ve son más pases entre los opositores que desprendimientos del oficialismo: Massa atrae a Cristian Ritondo, “Pechi” Quiroga y los macristas de Entre Ríos; Macri atrae a Facundo Moyano; Luis Barrionuevo y Darío Giustozzi molestos con Massa, y así sucesivamente”.
domingo, 22 de junio de 2014
Nota publicada en suple Tendencias de La Voz
Un “gestito” de idea
Para el asombro. La tecnología aplicada a la detección y control por gestos avanza en diversos campos. Lo que se viene.
Por Norman Berra (Especial)
A la luz de los últimos adelantos, la clásica frase de Carlitos Balá cobrará nuevos significados conforme la tecnología aplicada a la detección y control por gestos se plasme en diversas soluciones cotidianas. Veamos:
viernes, 20 de junio de 2014
Coaliciones, frentismo y estrategias de acumulación (2)
Cerrábamos la entrada anterior citando al consultor Carlos Fara, que en su análisis agrega otros elementos interesantes: “el Gobierno sigue dando pelea, aún en un marco de desgano y dispersión. Pero esto no sólo se produce por la política de palo y zanahoria del Gobierno, sino también porque el peronismo no termina de estar convencido sobre la opción Massa. Esto se debe a que: 1) Les resulta más confiable Scioli, con limitaciones. 2) Creen que negociar ahora no tiene sentido: prefieren ver cómo evolucionará la intención de voto del líder del Frente Renovador, para negociar desde otra posición llegado el caso. 3) Las promesas de Massa hoy son “como comprar un terreno en la Luna”.
El análisis de Fara es pertinente, porque en este blog venimos sosteniendo que de cara al 2015 es necesario construir una coalición mínima para ganar. De acuerdo a la encuesta de Poliarquía que citamos recientemente, la fuerza que está más cerca de la primera minoría es el FPV, con un 35% de electores dispuestos a votar un candidato del oficialismo (es más o menos el voto que el kirchnerismo alcanzó en las legislativas del 2013 en todo el país). Con ese número, el FPV requiere al menos 5 puntos más para ganar en primera vuelta, siempre que el segundo frente más votado no llegue al 30%. Podría decirse que el oficialismo está relativamente cerca de esa coalición mínima… sin embargo, esa creencia se diluye cuando se observa la intención de voto de los candidatos del espacio pan-oficialista: según Poliarquía, Scioli alcanza 22%, con lo cual tendría que tomar el voto disperso de todos los demás precandidatos del FPV para construir una coalición ganadora mínima, o bien tomar parte del voto independiente.
Aquí es donde se hace relevante el análisis de sinergias y alergias entre precandidatos del mismo espacio, porque mientras Scioli hoy plantea la “continuidad con cambio”, otros precandidatos K, como Urribarri (que mide, hasta el momento, menos que el gobernador bonaerense) se posicionan como la “continuidad explícita” del kirchnerismo (con lo cual no es seguro que esos electores migren directamente a Scioli en ausencia de Urribarri, aunque tampoco puede descartarse, ya que quizás lo prefieran antes que un candidato opositor al oficialismo). En esta dialéctica se juega gran parte de la carrera preelectoral: hasta qué punto Scioli es capaz de heredar el voto del elector kirchnerista, y hasta qué punto la resistencia del kirchnerismo duro lo perjudica quitándole votos o lo favorece ante el electorado “independiente”, que quiere mantener algunas cosas del gobierno, pero también quiere algunos cambios.
La encuesta de Poliarquía sólo mide a Scioli como candidato, y allí el gobernador bonaerense alcanza un 22%. Veamos qué dicen otros estudios que incluyen figuras alternativas dentro del FPV. Una encuesta de la consultora Raúl Aragón & Asociados para Infobae (relevamiento, sobre 3.008 casos en todo el país) que en un escenario de internas abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) el líder del Frente Renovador, Sergio Massa, se consolida en la punta con 16,77%, seguido por el líder del Pro y jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, con 13,64% por ciento. Mientras que ambos dirigentes no tienen competidores internos dentro de su espacio, el estudio muestra que la interna en Frente para la Victoria se polariza entre dos precandidatos: el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli (11,04%), y el ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo (9,42%).
La diferencia estadísticamente no significativa entre ambos (1,62 puntos) implica un virtual empate técnico. Los demás precandidatos del FPV aparecen rezagados: Julián Domínguez (0,22%), Aníbal Fernández (2,49%), Juan Manuel Urtubey (3,14%) y Sergio Urribarri (3,46%). Este estudio confirma (siempre, insistimos, con el carácter provisorio de foto que tiene toda encuesta) que, pese a la proliferación de candidatos, son pocos los que hoy tienen chances, y Scioli, el “menos kirchnerista del FPV” es uno de ellos; el otro que se insinúa como alternativa es Randazzo, hoy posicionado más cerca del kirchnerismo “puro” pero con una “propuesta única de venta” (unique selling proposition, término tomado del marketing comercial) asociada a su gestión como ministro (lo que le otorga una base en la zona metropolitana, pero requiere de algún plus para un mayor despliegue territorial) y sin una referencia tan explícita a la “continuidad K” como el entrerriano Sergio Urribarri o el también bonaerense Julián Domínguez, por ejemplo.
jueves, 19 de junio de 2014
Coaliciones, frentismo y estrategias de acumulación (1)
Hoy, existen dos coaliciones principales con varios candidatos presidenciales: el espacio pan-oficialista que orbita alrededor del FPV, con matices que van desde la “continuidad con cambio” de Daniel Scioli (quien en las últimas semanas alimentó las señales de “juego propio” respecto del kirchnerismo), pasando por variantes intermedias como las de Florencio Randazzo y la “continuidad explícita” que manifiestan candidatos como Sergio Urribarri, Julián Domínguez y, más recientemente, Agustín Rossi. La lista de candidatos puede extenderse aún más para incluir otros referentes (Aníbal Fernández, Jorge Taiana, etc.) pero se acota drásticamente cuando se observa, en las encuestas (provisorias como toda foto) quién mide y quién no: mientras Scioli y Randazzo figuran como candidatos competitivos, los demás por ahora son candidatos “de nicho”, muy acotados en intención de voto.
El otro espacio que cuenta con varias figuras con aspiraciones presidenciales es el FAU, donde también se observan candidatos que miden (Hermes Binner, Julio Cobos, Elisa Carrió, en orden descendente) versus otros que hasta el momento no superan el carácter de candidatos “líricos”, con baja intención de voto y acotadas (aunque no nulas) chances de crecer de aquí al 2015. Aquí están, por ejemplo, el radical Ernesto Sanz y “Pino” Solanas, de Proyecto Sur.
Estas precisiones vienen a cuento, porque vivimos en una época donde el voto está relativamente desalineado, y de ahí la importancia de las figuras en términos de intención de voto. Algunos dirigentes, e incluso analistas, cercanos al FPV y al FAU, respectivamente, suelen proyectar intenciones de voto acumulativas dentro de sus espacios a partir de sumar aquellas que recogen varios de sus candidatos, sin interpelarse acerca de cómo operan las sinergias y las alergias entre candidatos y segmentos electorales. Esos ejercicios de sumatoria muestran al FPV y al FAU disputando la carrera electoral, y relegan al Frente Renovador de Massa y al Pro de Mauricio Macri; pero resulta que, interrogando por candidatos, Massa pasa a disputar el primer puesto con Scioli, y Macri aventaja a los candidatos del FAU medidos individualmente (Binner, Cobos, Carrió, etc…).
Aun con estos matices, hay que tomar nota de un dato clave señalado por la encuesta de Poliarquía citada antes: hoy, la actitud electoral arroja que el 55% de los encuestados votaría en la actualidad a un candidato opositor y el 35% a uno oficialista. Es decir, el FPV como sello tiene más o menos la misma masa electoral que alcanzó en las legislativas del 2013 (y mucho menos que en la elección récord del 2011). Eso revela un desgaste sensible, pero también le da una ventaja relativa al oficialismo, porque el 55% opositor está disperso en varias fuerzas (FAU, Pro, Frente Renovador), mientras que si un candidato oficialista lograra alinear ese 35%, estaría apenas a 5 puntos de ganar sin ballotage (tesis del consultor Artemio López, de Equis). La cuestión es que ninguno de los candidatos del FPV, por ahora, está suficientemente cerca de esos 35 puntos mágicos, el umbral que marca el ingreso a la coalición ganadora mínima (recordemos que en el sistema electoral argentino basta alcanzar el 40%, con 10 puntos de ventaja sobre el segundo, para ser presidente).
Sin embargo, sí se advierte en el oficialismo una estrategia menos orientada a crecer en términos de acumulación que apuntada a la contención. Como analizó recientemente el consultor Carlos Fara, la necesidad del gobierno de no debilitarse más de la cuenta mirando a 2015 lo llevó a aplicar “al menos cuatro políticas para contener y disciplinar a los jefes territoriales propios (la última ciudadela que vale la pena defender): 1. Plan de refinanciación de deudas de las provincias, de modo de mantener a los gobernadores a raya. 2. Plan de obras para municipios (Plan Más Cerca), para poder generar una contención hacia los intendentes que se podrían ver seducidos por Sergio Massa. 3. Proliferación de precandidaturas a presidente: ya son por lo menos siete los anotados sotto voce. 4. Renovación de autoridades del PJ, de modo de poner a todos los aspirantes presidenciales en fila y adentro, conteniendo y comprometiendo a la mayor cantidad de caudillos (con una inflación de vicepresidencias y cargos). La estrategia viene funcionando. Por ahora sólo hay desprendimientos menores y esporádicos (en estos últimos días, fue el intendente de Magdalena). Para los ilusos que imaginaban una peregrinación incesante hacia Tigre, el Gobierno sigue dando pelea, aún en un marco de desgano y dispersión”.
El otro espacio que cuenta con varias figuras con aspiraciones presidenciales es el FAU, donde también se observan candidatos que miden (Hermes Binner, Julio Cobos, Elisa Carrió, en orden descendente) versus otros que hasta el momento no superan el carácter de candidatos “líricos”, con baja intención de voto y acotadas (aunque no nulas) chances de crecer de aquí al 2015. Aquí están, por ejemplo, el radical Ernesto Sanz y “Pino” Solanas, de Proyecto Sur.
Estas precisiones vienen a cuento, porque vivimos en una época donde el voto está relativamente desalineado, y de ahí la importancia de las figuras en términos de intención de voto. Algunos dirigentes, e incluso analistas, cercanos al FPV y al FAU, respectivamente, suelen proyectar intenciones de voto acumulativas dentro de sus espacios a partir de sumar aquellas que recogen varios de sus candidatos, sin interpelarse acerca de cómo operan las sinergias y las alergias entre candidatos y segmentos electorales. Esos ejercicios de sumatoria muestran al FPV y al FAU disputando la carrera electoral, y relegan al Frente Renovador de Massa y al Pro de Mauricio Macri; pero resulta que, interrogando por candidatos, Massa pasa a disputar el primer puesto con Scioli, y Macri aventaja a los candidatos del FAU medidos individualmente (Binner, Cobos, Carrió, etc…).
Aun con estos matices, hay que tomar nota de un dato clave señalado por la encuesta de Poliarquía citada antes: hoy, la actitud electoral arroja que el 55% de los encuestados votaría en la actualidad a un candidato opositor y el 35% a uno oficialista. Es decir, el FPV como sello tiene más o menos la misma masa electoral que alcanzó en las legislativas del 2013 (y mucho menos que en la elección récord del 2011). Eso revela un desgaste sensible, pero también le da una ventaja relativa al oficialismo, porque el 55% opositor está disperso en varias fuerzas (FAU, Pro, Frente Renovador), mientras que si un candidato oficialista lograra alinear ese 35%, estaría apenas a 5 puntos de ganar sin ballotage (tesis del consultor Artemio López, de Equis). La cuestión es que ninguno de los candidatos del FPV, por ahora, está suficientemente cerca de esos 35 puntos mágicos, el umbral que marca el ingreso a la coalición ganadora mínima (recordemos que en el sistema electoral argentino basta alcanzar el 40%, con 10 puntos de ventaja sobre el segundo, para ser presidente).
Sin embargo, sí se advierte en el oficialismo una estrategia menos orientada a crecer en términos de acumulación que apuntada a la contención. Como analizó recientemente el consultor Carlos Fara, la necesidad del gobierno de no debilitarse más de la cuenta mirando a 2015 lo llevó a aplicar “al menos cuatro políticas para contener y disciplinar a los jefes territoriales propios (la última ciudadela que vale la pena defender): 1. Plan de refinanciación de deudas de las provincias, de modo de mantener a los gobernadores a raya. 2. Plan de obras para municipios (Plan Más Cerca), para poder generar una contención hacia los intendentes que se podrían ver seducidos por Sergio Massa. 3. Proliferación de precandidaturas a presidente: ya son por lo menos siete los anotados sotto voce. 4. Renovación de autoridades del PJ, de modo de poner a todos los aspirantes presidenciales en fila y adentro, conteniendo y comprometiendo a la mayor cantidad de caudillos (con una inflación de vicepresidencias y cargos). La estrategia viene funcionando. Por ahora sólo hay desprendimientos menores y esporádicos (en estos últimos días, fue el intendente de Magdalena). Para los ilusos que imaginaban una peregrinación incesante hacia Tigre, el Gobierno sigue dando pelea, aún en un marco de desgano y dispersión”.
martes, 17 de junio de 2014
La sucesión en el oficialismo (2)
Las últimas encuestas conocidas ratifican el podio Massa-Scioli-Macri en las encuestas, con matices que van desde el empate técnico entre los dos primeros a una leve ventaja de uno u otro, hasta el relativo estancamiento del tigrense como contrapartida de un ascenso del jefe de gobierno porteño. De acuerdo a la última encuesta de Poliarquía, Daniel Scioli encabeza la intención de voto a presidente para las elecciones de 2015: a nivel nacional, el 22% de los entrevistados se inclinó por el gobernador, seguido por Massa con 20%. Tercero se ubica Mauricio Macri con un 16% de la intención de voto, lo que implica que el jefe del PRO creció cuatro puntos en los últimos dos meses. Por debajo de estos tres, están empatados Hermes Binner, Julio Cobos y Elisa Carrió con 7 puntos de intención de voto.
Los resultados de la encuesta de Poliarquía confirman la posición aventajada del gobernador bonaerense dentro del espacio pan-oficialista: su posicionamiento, el del “menos kirchnerista” de los oficialistas –expresado en su leitmotiv “continuidad con cambio”- es el que más medra en un contexto que Poliarquía caracteriza así: el 69% de los argentinos desaprueba la gestión económica del Gobierno, el 41% evalúa la situación general del país como negativa y, más allá de las preocupaciones "habituales" de la población (como inseguridad e inflación), la corrupción empieza a aparecer entre los principales problemas que, según la opinión de la gente, afectan al país. Aunque la imagen de la Presidenta mostró un leve repunte, la actitud electoral arroja que el 55% de los encuestados votaría en la actualidad a un candidato opositor y el 35% a uno oficialista.
En ese marco, aquellos candidatos que expresan una línea kirchnerista relativamente más “pura” que la de Scioli corren desde atrás la carrera electoral, dado que el gobierno está lejos de los picos de adhesión que alcanzó en los contextos electorales de neta continuidad (2007 y 2011), y con restricciones políticas y económicas gravitantes en su capacidad de acumulación política de acá al 2015. Así, la “moderación” que Scioli expresa (y de la cual recela el kirchnerismo duro y el ideológico, como el de Carta Abierta) es el signo de un tiempo donde existe demanda de cambio, y que Scioli apuesta a capitalizar mejor que los kirchneristas puros (aquellos que proponen una continuidad neta o explícita, en un contexto que ya no es el del 2007 ni el del 2011) pero también mejor que los opositores netos, que proponen un cambio más radical. Mientras el kirchnerismo niega el fin de ciclo y la oposición apuesta a que el fin de ciclo implique un cambio del signo político, Scioli cree que hay espacio para una continuidad diferenciada, que mantenga algunos de los elementos identitarios del FPV pero avance hacia cambios reclamados que el formato del “modelo” no ha resuelto. Como sostuvo hace poco Manuel Mora y Araujo, “el problema del oficialismo no es Scioli o no Scioli (si va primero es porque los votantes lo prefieren); el problema es que ningún representante de Carta Abierta, o de La Cámpora, o del kirchnerismo duro, consigue suficientes votos”.
En ese marco, la consolidación de una línea que combina dosis de ortodoxia y heterodoxia en el Ejecutivo –Banco Central (con Fábrega), YPF (con Galuccio), y Jefatura de Gabinete (Capitanich), Interior (Randazzo), Economía (Kicillof), entre otras áreas–, acompañada de diversas señales de giro hacia la moderación por parte de la Presidenta también resultan más consistentes con una candidatura de “continuidad con cambio” que con una candidatura de kirchnerista dura. Hoy, en el gobierno hay más de “real politik” que de “vamos por todo”, y en este contexto, donde el oficialismo conserva las riendas del poder pero no tiene suficiente de él para imponer un candidato “K” puro como heredero pero sí de incidir en la sucesión (Randazzo se insinúa como el nuevo contendiente alternativo del gobernador bonaerense), Scioli apuesta a llegar mejor en la carrera electoral de largo aliento. El gobierno también es consciente de eso; de ahí que luego de varios días de escaramuzas con el sciolismo, fue Capitanich el vocero del “achique” (sin llegar a limar asperezas): "vamos a tener primarias en agosto de 2015, ahí competirán los candidatos que quieran ser, falta mucho (…) "Scioli seguramente será un candidato. Si gana no tenga la menor duda que será el candidato del Frente para la Victoria, no tenga la menor duda", remarcó el jefe de Gabinete.
Los resultados de la encuesta de Poliarquía confirman la posición aventajada del gobernador bonaerense dentro del espacio pan-oficialista: su posicionamiento, el del “menos kirchnerista” de los oficialistas –expresado en su leitmotiv “continuidad con cambio”- es el que más medra en un contexto que Poliarquía caracteriza así: el 69% de los argentinos desaprueba la gestión económica del Gobierno, el 41% evalúa la situación general del país como negativa y, más allá de las preocupaciones "habituales" de la población (como inseguridad e inflación), la corrupción empieza a aparecer entre los principales problemas que, según la opinión de la gente, afectan al país. Aunque la imagen de la Presidenta mostró un leve repunte, la actitud electoral arroja que el 55% de los encuestados votaría en la actualidad a un candidato opositor y el 35% a uno oficialista.
En ese marco, aquellos candidatos que expresan una línea kirchnerista relativamente más “pura” que la de Scioli corren desde atrás la carrera electoral, dado que el gobierno está lejos de los picos de adhesión que alcanzó en los contextos electorales de neta continuidad (2007 y 2011), y con restricciones políticas y económicas gravitantes en su capacidad de acumulación política de acá al 2015. Así, la “moderación” que Scioli expresa (y de la cual recela el kirchnerismo duro y el ideológico, como el de Carta Abierta) es el signo de un tiempo donde existe demanda de cambio, y que Scioli apuesta a capitalizar mejor que los kirchneristas puros (aquellos que proponen una continuidad neta o explícita, en un contexto que ya no es el del 2007 ni el del 2011) pero también mejor que los opositores netos, que proponen un cambio más radical. Mientras el kirchnerismo niega el fin de ciclo y la oposición apuesta a que el fin de ciclo implique un cambio del signo político, Scioli cree que hay espacio para una continuidad diferenciada, que mantenga algunos de los elementos identitarios del FPV pero avance hacia cambios reclamados que el formato del “modelo” no ha resuelto. Como sostuvo hace poco Manuel Mora y Araujo, “el problema del oficialismo no es Scioli o no Scioli (si va primero es porque los votantes lo prefieren); el problema es que ningún representante de Carta Abierta, o de La Cámpora, o del kirchnerismo duro, consigue suficientes votos”.
En ese marco, la consolidación de una línea que combina dosis de ortodoxia y heterodoxia en el Ejecutivo –Banco Central (con Fábrega), YPF (con Galuccio), y Jefatura de Gabinete (Capitanich), Interior (Randazzo), Economía (Kicillof), entre otras áreas–, acompañada de diversas señales de giro hacia la moderación por parte de la Presidenta también resultan más consistentes con una candidatura de “continuidad con cambio” que con una candidatura de kirchnerista dura. Hoy, en el gobierno hay más de “real politik” que de “vamos por todo”, y en este contexto, donde el oficialismo conserva las riendas del poder pero no tiene suficiente de él para imponer un candidato “K” puro como heredero pero sí de incidir en la sucesión (Randazzo se insinúa como el nuevo contendiente alternativo del gobernador bonaerense), Scioli apuesta a llegar mejor en la carrera electoral de largo aliento. El gobierno también es consciente de eso; de ahí que luego de varios días de escaramuzas con el sciolismo, fue Capitanich el vocero del “achique” (sin llegar a limar asperezas): "vamos a tener primarias en agosto de 2015, ahí competirán los candidatos que quieran ser, falta mucho (…) "Scioli seguramente será un candidato. Si gana no tenga la menor duda que será el candidato del Frente para la Victoria, no tenga la menor duda", remarcó el jefe de Gabinete.
lunes, 16 de junio de 2014
Nota publicada en suple Tendencias de La Voz
Tecnología aplicada a la vigilancia
En ascenso. Cada vez crece más la oferta de aplicaciones y dispositivos orientados a funciones de vigilancia. Tendencias, novedades y lo que se viene en esta materia.
Por Norman Berra (Especial)
sábado, 14 de junio de 2014
Nota publicada en suple Economía y Negocios de La Voz
Crece la implementación de ERP en las empresas
Son soluciones de gestión que ganan protagonismo en el mercado. Su impacto en la productividad y en el capital humano. Los beneficios, casos y claves de su aplicación, que implican un cambio de cultura organizacional.
Por Norman Berra (Especial)
En los últimos años, la sigla ERP se va haciendo cada vez más familiar en la jerga empresarial, por su creciente implementación en el mercado. Nacidas como soluciones de gestión para los negocios, con el tiempo evolucionaron y hoy funcionan como sistemas de información integral.
http://www.lavoz.com.ar/negocios/crece-la-implementacion-de-erp-en-las-empresas
En los últimos años, la sigla ERP se va haciendo cada vez más familiar en la jerga empresarial, por su creciente implementación en el mercado. Nacidas como soluciones de gestión para los negocios, con el tiempo evolucionaron y hoy funcionan como sistemas de información integral.
http://www.lavoz.com.ar/negocios/crece-la-implementacion-de-erp-en-las-empresas
martes, 10 de junio de 2014
La sucesión en el oficialismo (1)
En cualquier proceso político-electoral, una clave estratégica es identificar hacia dónde tiende la corriente dominante de la opinión pública: ¿tiende hacia la continuidad o al cambio? ¿La gestión vigente, tiene más razones para ser premiada o para ser castigada? ¿Es una gestión nueva o ya lleva varios mandatos? ¿Se la percibe agotada o tiene capacidad de renovar el crédito social? Si existe demanda de cambio, ¿es posible que admita continuidad con cambio (es decir, que la misma gestión o un candidato oficialista realice alguno de los cambios que se reclaman), o es una demanda que está apuntando a un cambio del signo político del gobierno? La demanda de cambio, ¿atañe a aspectos profundos o accesorios de la gestión? ¿Hace a la forma o al fondo? ¿Se reclama un cambio de estilo, de entorno, de equipo, o del gobernante?
Cuando la demanda de cambio es fuerte y sustantiva –es decir, cuando no sólo involucra cuestiones de forma sino también de fondo, o en otros términos, no sólo cambios de estilo sino también de sustancia- crecen las chances de los candidatos opositores, y el que mejor canalice esa demanda de cambio (es decir, aparezca en términos perceptivos como el dirigente en mejores condiciones para producirlo). En síntesis, gana aquel que sepa encarnar el cambio más y mejor que ningún otro.
Por el contrario, cuando existe una demanda de cambio pero parcial y no del todo madura, los candidatos del oficialismo pueden trabajar la idea de que es posible hacer el cambio desde la continuidad; es decir, porque desde la experiencia de gobierno se pueden introducir las correcciones necesarias, mejorar lo que haya que mejorar o hacer los cambios positivos que se reclaman manteniendo lo bueno, o porque es el único en condiciones reales de producir el cambio debido a sus recursos, experiencia, inteligencia, conocimiento de la realidad, entre otros atributos. Si el candidato pertenece al oficialismo pero no va a la reelección, entonces puede explotar la idea de que es “lo nuevo” dentro de “lo conocido”, reforzando la idea de la continuidad con cambio y tratando de evitar que el candidato opositor se encarame en una ola de cambio en formación (es decir, apropiarse del concepto de cambio y transformarlo en recambio o continuidad con cambio, arrebatarlo como bandera antes de que la oposición lo encarne).
Si uno aplica el análisis estratégico de los párrafos anteriores a la coyuntura y tendencias actuales, deviene evidente cuál es la estrategia de Scioli: heredar el poder del kirchnerismo desde la propuesta de “continuidad con cambio”. La premisa del gobernador bonaerense es que el tránsito del gobierno de acá al 2015 llevará al electorado a elegir un cóctel entre la continuidad y el cambio (representado por él mismo), más que un cambio neto (Sergio Massa, Mauricio Macri, alguno de los candidatos del FAU como Hermes Binner, Julio Cobos, Elisa Carrió o, con menos chances, Ernesto Sanz o “Pino” Solanas) o una continuidad neta (Sergio Urribarri, Agustín Rossi, Aníbal Fernández, Julio Domínguez o, con matices, Florencio Randazzo).
Si el kirchnerismo estuviera en una etapa más temprana de su desarrollo, podría imponer candidatos de la pura continuidad (como fue el pase de Néstor Kirchner a Cristina Fernández en 2007, y la reelección de CFK en 2011). Ahora, con un oficialismo más desgastado, pero aún dominante electoralmente, crecen las chances de los candidatos “desafiantes” dentro del oficialismo, es decir, aquellos que imponen una impronta o matices diferenciales respecto del “purismo” kirchnerista. Por mucho que se escandalice o intenten patear el tablero los intelectuales de Carta Abierta, es por esos matices diferenciales (en moderación, estilo, discurso) que fue Scioli, y no otro, la cabeza visible de la campaña K en la estratégica provincia de Buenos Aires en las legislativas de 2013, y que Martín Insaurralde, y no otro, estuviera al tope de la lista de diputados nacionales en ese distrito para dicha contienda electoral.
Cuando la demanda de cambio es fuerte y sustantiva –es decir, cuando no sólo involucra cuestiones de forma sino también de fondo, o en otros términos, no sólo cambios de estilo sino también de sustancia- crecen las chances de los candidatos opositores, y el que mejor canalice esa demanda de cambio (es decir, aparezca en términos perceptivos como el dirigente en mejores condiciones para producirlo). En síntesis, gana aquel que sepa encarnar el cambio más y mejor que ningún otro.
Por el contrario, cuando existe una demanda de cambio pero parcial y no del todo madura, los candidatos del oficialismo pueden trabajar la idea de que es posible hacer el cambio desde la continuidad; es decir, porque desde la experiencia de gobierno se pueden introducir las correcciones necesarias, mejorar lo que haya que mejorar o hacer los cambios positivos que se reclaman manteniendo lo bueno, o porque es el único en condiciones reales de producir el cambio debido a sus recursos, experiencia, inteligencia, conocimiento de la realidad, entre otros atributos. Si el candidato pertenece al oficialismo pero no va a la reelección, entonces puede explotar la idea de que es “lo nuevo” dentro de “lo conocido”, reforzando la idea de la continuidad con cambio y tratando de evitar que el candidato opositor se encarame en una ola de cambio en formación (es decir, apropiarse del concepto de cambio y transformarlo en recambio o continuidad con cambio, arrebatarlo como bandera antes de que la oposición lo encarne).
Si uno aplica el análisis estratégico de los párrafos anteriores a la coyuntura y tendencias actuales, deviene evidente cuál es la estrategia de Scioli: heredar el poder del kirchnerismo desde la propuesta de “continuidad con cambio”. La premisa del gobernador bonaerense es que el tránsito del gobierno de acá al 2015 llevará al electorado a elegir un cóctel entre la continuidad y el cambio (representado por él mismo), más que un cambio neto (Sergio Massa, Mauricio Macri, alguno de los candidatos del FAU como Hermes Binner, Julio Cobos, Elisa Carrió o, con menos chances, Ernesto Sanz o “Pino” Solanas) o una continuidad neta (Sergio Urribarri, Agustín Rossi, Aníbal Fernández, Julio Domínguez o, con matices, Florencio Randazzo).
Si el kirchnerismo estuviera en una etapa más temprana de su desarrollo, podría imponer candidatos de la pura continuidad (como fue el pase de Néstor Kirchner a Cristina Fernández en 2007, y la reelección de CFK en 2011). Ahora, con un oficialismo más desgastado, pero aún dominante electoralmente, crecen las chances de los candidatos “desafiantes” dentro del oficialismo, es decir, aquellos que imponen una impronta o matices diferenciales respecto del “purismo” kirchnerista. Por mucho que se escandalice o intenten patear el tablero los intelectuales de Carta Abierta, es por esos matices diferenciales (en moderación, estilo, discurso) que fue Scioli, y no otro, la cabeza visible de la campaña K en la estratégica provincia de Buenos Aires en las legislativas de 2013, y que Martín Insaurralde, y no otro, estuviera al tope de la lista de diputados nacionales en ese distrito para dicha contienda electoral.
domingo, 8 de junio de 2014
Nota publicada en suple Economía y Negocios de La Voz
La retención del talento ante un contexto desafiante
Las empresas ensayan recursos para conservar a sus colaboradores más valiosos. Además de paquetes salariales y de beneficios, se suman otras motivaciones. Opiniones de especialistas.
Por Norman Berra (Especial)
La retención del talento (al igual que su contraparte, la atracción) ganó protagonismo en la agenda empresarial de recursos humanos en los últimos años. Dado que el horizonte de necesidades de personal de las compañías no siempre coincide con la disponibilidad de colaboradores acordes al perfil demandado, conservar los recursos valiosos se transforma en un auténtico desafío para las empresas (tanto como tratar de captar talentos escasos en el mercado).
http://www.lavoz.com.ar/negocios/la-retencion-del-talento-ante-un-contexto-desafiante
Nota publicada en suple Tendencias de La Voz:
Galería de regalos para papá en su día
Celebración. Repasamos variedad de obsequios “tecno” para papá y claves de uso.
Por Norman Berra (Especial)
En una semana se festeja el Día del Padre. Con tiempo para elegir, revisamos algunas sugerencias de regalos relativos a la tecnología.
http://www.lavoz.com.ar/tendencias/galeria-de-regalos-para-papa-en-su-dia
lunes, 2 de junio de 2014
Nota publicada en suple Tendencias de La Voz
Tecnología aplicada a comprar y vender
Innovación. La oferta y la demanda cambian en la era digital. Novedades en dispositivos, autos y casa.
Por Norman Berra (Especial)
Cada vez hay más dispositivos, apps y plataformas que funcionan como nuevos puntos de contacto entre compradores y vendedores. Un repaso de novedades, tendencias y de lo que se viene en esta materia.
http://www.lavoz.com.ar/tecno/tecnologia-aplicada-comprar-y-vender
Imágenes e intención de voto en la "horse race" (3)
En la entrada
anterior repasábamos dos claves centrales 1) el estancamiento de Sergio Massa
en las encuestas y 2) la posición aventajada de Daniel Scioli dentro del
espacio oficialista. En los últimos días, se conocieron estudios que permiten
actualizar el panorama de tendencias en ambas cuestiones. Por un lado, la
encuesta nacional más reciente de la consultora Aresco, de Julio Aurelio (sobre
una muestra de casi 2.000 casos) arroja que Scioli consolida su ventaja sobre el tigrense,
superando el 25% de intención de voto (25,3%), en tanto que Massa alcanza un
21,2%. Si bien se trata de una diferencia aún exigua (y no determinante, dado
lo mucho que falta para las elecciones), la novedad aquí es que el gobernador
bonaerense rompe la situación de empate técnico neto que arrojaba la encuesta
previa de Aresco (que también comentamos oportunamente en este blog). El líder
del PRO, Mauricio Macri, obtiene un 18,7%, en tanto que Julio Cobos, del FAU, registra
un 17%; cierra el lote Jorge Altamira (FIT), con 6%.
Cabe precisar que
aquí no se mide intención de voto en un escenario del tipo “todos contra todos”,
sino acotado a los candidatos mencionados; de allí que no aparezcan otras
figuras, lo que tracciona a la suba los guarismos de los dirigentes medidos. Por lo mismo, interesa saber que Aresco
planteó otros dos escenarios, en los que el oficialismo no es representado por
Scioli sino por otros dos candidatos más cercanos al “kirchnerismo puro” (que,
como se sabe, recela del bonaerense): Florencio Randazzo (ministro del Interior y
Transporte) y Sergio Urribarri (gobernador "K" de Entre Ríos). En esos escenarios
los referentes del FPV vuelven a competir contra Massa (Frente Renovador), Cobos (Frente Amplio Unen), Macri (PRO) y Altamira
(Frente de Izquierda y los Trabajadores). Randazzo como candidato oficialista
aparece en un virtual empate técnico con Massa: 20,8% y 22,1%, respectivamente.
Macri obtiene 17,8%, Cobos, 15,7% y Altamira 5,4%. Un 12,7% plantea que no
votaría a ninguno (8% cuando el candidato del FPV es Scioli). En tanto, con Urribarri como
candidato oficialista, el FPV logra 16,3%, Massa registra 22,8% y Macri trepa
al segundo lugar con 20,1%. Cobos llega al 15,4%, Altamira cede hasta 4,4% y
sube al 15% la respuesta “ninguno”.
La encuesta de
Aresco se llevó a cabo el jueves 30 de mayo a nivel nacional, sobre una muestra
de 1.998 ciudadanos mayores de 16 años en condiciones de votar, lo que le da al
estudio un margen de error estadístico global de más/menos 2,24 por ciento; el
estudio no contempla otros escenarios, como una alianza entre el FAU y PRO o qué
sucedería si el candidato del FAU no fuese Cobos sino, por ejemplo, el socialista Hermes Binner (otro candidato a priori "competitivo" dentro del espacio), Elisa Carrió (menos fuerte que los anteriores, pero con alguna chance) Ernesto Sanz o "Pino" Solanas (las dos figuras más débiles dentro del frente, hasta ahora). Por otro lado, ratifica, apenas con
matices, lo que vienen señalando otros estudios: 1) Massa se encuentra frenado
en su intención de voto; 2) el oficialista mejor posicionado es Scioli, el menos “kirchnerista”
de los potenciales candidatos del FPV 3) esa ventaja es atribuible
precisamente a su perfil de candidato de la “continuidad con cambio”, que en
esta coyuntura le permite beneficiarse tanto del desgaste del kirchnerismo puro
como de aquellos aciertos del “modelo” que aún son valorados por una
importante porción del electorado 4) por eso mismo, el candidato
de la “continuidad explícita” del kirchnerismo, Urribarri, mide menos que Scioli;
aunque no puede considerarse que el relativo rezago del entrerriano en las encuestas sea
definitivo, Randazzo se insinúa como una alternativa más competitiva Urribarri en la franja del kirchnerismo más “puro” 5) Macri se sube al podio
de los tres candidatos más votados, pero se vería amenazado por el FAU si ese
frente tuviera un único candidato (recordemos que el estudio de Aresco mide escenarios
y descarta otras alternativas dentro de ese frente, con lo cual tiene el efecto
de aglutinar lo que otras encuestas muestran como disperso).
Antes del estudio
de Aresco, la consultora González/Valladares publicó los resultados de un
sondeo que midió la situación de interna dentro del FPV: también allí el
gobernador Daniel Scioli se ubicaba primero, con una intención de voto de 39,1%,
seguido de cerca por Florencio Randazzo, con un 37,2% (un virtual empate técnico). Luego aparecía el senador Aníbal
Fernández, con 6,2%. En tanto, el
gobernador Urribarri alcanzaba 4,8%. Otras figuras del espacio pan-oficialista con
registro en ese estudio eran el ministro de Defensa de la Nación, Agustín Rossi
(4,1%), el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey (1,8%) y el presidente de
la Cámara de Diputados de la Nación, Julián Domínguez (0,7%). Aun con los matices diferenciales propios de
un estudio planteado para medir la interna de un espacio, en este caso el oficialista,
esta encuesta confirma la condición de “primus inter pares” de Scioli a la que
venimos haciendo referencia, y también pone a Randazzo en una situación mucho más
competitiva que la de otros referentes más “puros” del kirchnerismo.
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