En el post anterior explicitábamos la siguiente clave interpretativa: por encima de los vaivenes de la coyuntura (corto plazo), los efectos socioeconómicos son los que terminan imponiéndose a mediano y largo plazo. Así, planteábamos que lo que está atravesando las encuestas no es ya un malhumor, sino un malestar latente, consecuencia anímica de una pirámide social que, hoy, muestra una estructura social peor que la de fines de 2015. Decíamos que existen una serie de indicadores que podemos tomar para fundamentar esta línea de interpretación. Veíamos entonces que, tomando el salario real, su caída desde diciembre de 2015 a enero de 2016 casi triplicaba la que se registró luego de la devaluación de 2014 (12% contra 4,2%) en la mitad del tiempo (6 meses contra un año), lo que además se correspondía con una caída del consumo minorista de 6,4 puntos. Es decir, comparando contra el peor año de los gobiernos K en términos de salario real (en 2009 también hubo una caída, pero menor, de 3,6%) los primeros 6 meses de gobierno de Cambiemos arrojan un panorama definitivamente más desfavorable para el salario real promedio del total de la economía. Pasemos ahora a otro indicador empírico que podemos tomar para fundamentar nuestro análisis: el PBI.
Para este análisis, vamos a partir del PBI (Producto Bruto Interno) revisado por Jorge Todesca (actual director del Indec), sin que eso implique necesariamente un aval metodológico a ese trabajo (tema que merecerá una entrada en otro momento). Consideramos que es útil, sin embargo, explicitar este punto de partida, habida cuenta del descrédito del Indec en la era K (una de las falencias más graves, sin duda, de los gobiernos anteriores). Veamos: el Indec informó ayer que durante el primer trimestre de 2016 la actividad cayó 0,7% (ver datos arriba; clik para agrandar). Con este resultado, la economía acumuló su tercera caída consecutiva trimestral (en su medida desestacionalizada, es decir, contra el último trimestre de 2015). En la medida interanual, en cambio, la economía se expandió un 0,5% en el primer trimestre, dado que se compara contra el peor período del 2015. Magro dato de todos modos, porque el Indec detecta además una fuerte caída de la inversión, de un 3,8% interanual, que incluso supera la registrada en el primer trimestre de 2015 (-2,3%, que, como ya se dijo, fue el más contractivo del año pasado). Así, la inversión se mantiene en un equivalente al 17,8% del PBI (insuficiente para acompañar un proceso de crecimiento). El consumo privado creció un 1,08% en un año, mientras en los últimos tres trimestres de 2015 crecía entre el 5% y el 8%; dato no menor, dado que este ítem representa el 74,4% del producto. En conjunto, todas las medidas confirman un serio enfriamiento de la economía respecto al 2015, que para peor convive con una inflación más alta en estos meses y con ajustes de tarifas que impactan de lleno en los bolsillos.
Sin embargo, son peores todavía las proyecciones de la actividad para el segundo trimestre de este año (hablamos de estimaciones, dado que aún no se terminaron de procesar los datos): los expertos esperan un panorama con bajas más pronunciadas, de entre 2,8% y 3%. La situación no mejoraría en el ya iniciado tercer trimestre (o, visto en otros términos, principios del segundo semestre). Según la encuesta que reactivó el Banco Central sobre expectativas de consultoras e institutos de investigación, el PBI caería un 1,9% entre julio y setiembre, y cerraría este año con un descenso del 1,3%. En un post que escribimos a principios de abril pasado tomamos 8 estimaciones del PBI para 2016; 7 de ellas arrojaban caídas y el promedio de las 8 resultaba en una contracción del PBI de 0,8%, es decir que esta actualización empeora el pronóstico en medio punto porcentual (0,5). Así, una caída en el orden del 1,3% en 2016 contra un 2015 (último año de la gestión de CFK) en el que la economía creció 2,4% (según la revisión del actual Indec, es decir, no sospechada de manipulación por el anterior gobierno) el desempeño resultaría francamente desfavorable.
El gran riesgo que esto representa es la que la coexistencia de una caída de la actividad con una caída del salario real podría hacer eclosionar (es decir, poner de manifiesto) el malestar latente que vemos hoy. Contra la promesa de un segundo semestre positivo, 2016 se clausuraría con un franco escenario de estanflación (es decir, estancamiento con inflación, o incluso depresión con inflación). Si nos remontamos a los 12 años de la era K, encontraremos sólo un año en el que hubo caída en ambos indicadores. Fue 2014, con -4,2% en el salario real y -2,6% en el PBI. Los primeros 6 meses de 2016 arrojan -12% en el primer indicador e insinúan -1,3% en el segundo; esto perfila un panorama de malestar aún peor que el riesgo de relativa “kicillofización” para el actual gobierno que algunos analistas marcaron oportunamente.
Concepto acuñado por el filósofo inglés Joseph Glanvill, el clima de opinión nos rodea. Existen ciencias para medirlo, pero también hay lugar para lo inesperado, tal como el aleteo de una mariposa en Pekín puede desatar un huracán en México que contraríe el pronóstico del tiempo. Este blog de tendencias de opinión pública e influencia social pretende aportar elementos al "sensor cuasiestadístico" con que sondeamos el ambiente y ser un foro para intercambiar puntos de vista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario