miércoles, 30 de octubre de 2019

Lecturas del 27-O a la espera del escrutinio definitivo: del clivaje territorial al socioeconómico


La hipótesis de que la brecha entre el Frente de Todos (48,10%) y Juntos por el Cambio (40,37%) se ampliará en el escrutinio definitivo para pasar de 8 a 9 o 10 puntos porcentuales tiene una doble base empírica. Por un lado, en el escrutinio provisorio quedaron sin escrutar un total de 2.873 mesas; tomando el padrón y considerando un 80% de presentismo promedio, da una cuenta de unos 833.000 sufragios. De esas 2.873 mesas, el 52,3% (1.503, alrededor de  400.000 electores) son de la Provincia de Buenos Aires (PBA), y tres de cada cuatro corresponden a dos secciones electorales en que la fórmula Fernández-Fernández ganó con claridad. Eso hace presumir que Alberto y Cristina Fernández engrosarán su caudal y participación en el total respecto al guarismo que arrojó el escrutinio provisorio. Recordemos que, del total de 18 distritos en los que el Frente de Todos se impuso sobre el oficialismo (ver datos arriba), PBA fue el que aportó mayor volumen al agregado nacional, con particular intensidad en el conurbano bonaerense o Gran Buenos Aires (GBA), aun cuando Juntos por el Cambio logró achicar la diferencia entre las primarias y la general del domingo (ver datos abajo; click para agrandar) en 5,3 pp entre ambos comicios.  


El otro motivo tiene que ver con el juego de "suma cero" que supone la tremenda polarización de la elección entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. En las primarias de agosto, la suma de ambas fuerzas daba 82,43%, un altísimo grado de polarización para una primaria; en la elección general, esa suma creció a 88,47%, es decir, una suba de 6,04 puntos porcentuales. Todas las terceras fuerzas perdieron caudal entre las PASO y la primera vuelta. Si las primarias funcionaron como una primera vuelta anticipada, la primera vuelta funcionó como un ballotage anticipado. Así, la misma covarianza que en el escrutinio provisorio tuvo el efecto de achicar la brecha de puntos porcentuales entre Alberto Fernández y Mauricio Macri, en el definitivo tendrá el efecto de ampliarla, dado que cada voto que el segundo pierda lo ganará el primero. Matemáticamente, dada una diferencia de partida de 48-40, un pp menos resultará probablemente en una brecha 49-39, en el orden de los 10 puntos porcentuales entre ambas fórmulas o en torno a ella.  



Pos elecciones, varios analistas hacen foco en la "resiliencia" de Cambiemos, es decir, la capacidad de lograr un resultado electoral importante (en torno al 40%) aun en medio de una crisis como la actual. Sin embargo, Andy Tow (ver datos arriba; click para agrandar) destacó oportunamente que, en medio de la hiperinflación de 1989, el PJ obtuvo con Carlos Menem 47,5% (un resultado en el mismo orden de magnitud del 48,10% alcanzado ahora por Alberto Fernández-CFK), mientras que la UCR logró 32,45% (resultado casi idéntico al 32,94% que alcanzó Juntos por el Cambio en las primarias del 11 de agosto). En esa elección, el radical Eduardo Angeloz también sumó los votos de la colectora CFI, lo cual acumulaba un 37,04%. Más aún, si se suma a ese caudal el 6,87% obtenido en esos comicios por la Ucedé/Alianza del Centro, se acumula un voto "antiperonista" de 43,91%, aun superior al obtenido ahora Juntos por el Cambio.



Así, más allá de los matices, se advierten ciertas continuidades, patrones o constantes en la historia política argentina. Desde 2013, el estancamiento relativo de la economía argentina durante el segundo mandato de CFK (crecimiento en los años impares y meseta o caída en los pares) generó una fragmentación del electorado que había acompañado masivamente a la ex presidenta en su reelección con el histórico 54,11% de los votos (récord desde la vuelta de la democracia). El distanciamiento entre las masas de trabajadores formales respecto a los informales y precarios decantó en la dispersión de la oferta política del espacio pan-justicialista, con el desprendimiento del Frente Renovador. Su debut estelar se dio en las legislativas de medio término del 2013, con la victoria de Sergio Massa sobre el FPV en provincia de Buenos Aires. Esa dispersión de la oferta política se mantuvo en el turno electoral de 2015 y 2017, gracias a lo cual Cambiemos pudo construir la mejor coalición ganadora de cara al ballotage de 2015 (51,34% de los votos) y consolidar una primera minoría electoral en las legislativas de 2017 (42% de los votos). Sin embargo, después de esa victoria, al querer acelerar el proceso de ajuste con la reforma previsional en diciembre de 2017, se activó la resistencia. Luego, con la suba de tasas y el cierre del mercado voluntario de deuda con el cual la gestión Macri había financiado su "gradualismo", detonó la primer crisis cambiaria en abril de 2018. Después de eso, el acuerdo con el FMI comenzó a sellar la suerte del oficialismo, asociando el significante vacío del cambio con el contenido del ajuste (lo que el estrategia oficialista Jaime Durán Barba había dicho que debía evitarse a toda costa). Tres de cuatro años de gestión con caída del PBI y del consumo interno, más alta inflación, desempleo y pobreza en alza, volvieron a amalgamar a la demanda política, diluyendo la brecha entre trabajadores formales/informales y precarizados. Esa unificación de la demanda política se articuló con la reunificación de la oferta política, acelerada a partir de la decisión de CFK de ir por la vicepresidencia y nominar a Alberto Fernández como candidato a presidente, constituyéndose así como puente entre la gestión de Néstor Kirchner (2003-2007) y la de Alberto, que comenzará el próximo 10 de diciembre. Al combinar la reunificación de la oferta política con la reunificación de la demanda política, se generó lo que en teoría política y marketing electoral se llama una coalición ganadora, la cual ya se concretó en las primarias de este año y se terminó de confirmar el domingo 27 de octubre. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario