La pandemia global reconfiguró la vida cotidiana.
La posibilidad de contagio del virus que aún no tiene vacuna activó la estrategia
preventiva del confinamiento domiciliario, es decir, la vuelta a lo privado,
para preservarnos del riesgo sanitario y, al mismo tiempo que nos cuidamos,
cuidar al otro. En esa trama que articula lo privado y lo público, donde
cedemos una porción de libertad individual para el cuidado colectivo de todos, se
ponen en valor creencias acerca del rol sanitario del Estado: las imágenes de
sistemas de salud colapsados en países con una débil presencia pública en esa
materia (con Estados Unidos como caso más notorio) revalorizan, por contraste,
a la salud pública de países como Argentina; más allá de falencias y de idas y
vueltas en las inversiones en ese ámbito, queda en claro que la salud pública
es una inversión y no un gasto. Diversas encuestas de opinión aportan testimonio
empírico de esas tendencias: según el estudio nacional de consultora Clivajes realizado apenas comenzó
la cuarentena, para el 91% de los argentinos el Estado debe intervenir y
ejecutar plenamente el sistema sanitario (ver gráfico arriba; click para agrandar). Asimismo, un estudio de Proyección realizado en abril en el Área
Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) mostró que un 73,1% creía que el Estado
tenía que tener más presencia y control en la salud (ver gráfico abajo; click para agrandar).
En ese marco, la encuesta nacional realizada en abril por D`Alessio/IROL-Berensztein arrojaba que casi 2 de cada 3 argentinos se sentían muy cuidados por el gobierno debido a las medidas tomadas para contener la propagación del virus (ver gráfico abajo; click para agrandar).
La misma proporción se mostraba optimista en que las medidas adoptadas reducirían el contagio (ver gráfico abajo; click para agrandar).
Este plexo de creencias acerca del rol del
“Estado sanador” es clave para ponderar las mediciones respecto al debate entre
“cuarentena vs libertad”. Según la encuesta realizada por la Fundación Bunge
& Born en junio, apenas 5,42% considera esa medida como autoritaria,
mientras que el resto rescata las virtudes de la cuarentena como medida de
cuidado (ver gráfico abajo; click para agrandar).
Según la más reciente encuesta nacional de Zuban Córdoba, casi el 60% está en desacuerdo con terminar con la cuarentena y la misma proporción rechaza que la cuarentena sea un atropello a la libertad (ver gráfica abajo; click para agrandar).
En tanto, según RTD, mientras el 69% cree que
el gobierno trata el tema Covid-19 de manera objetiva, más del 40% piensa que
la oposición y las empresas lo presentan menos grave de lo que es, mientras que
la prensa divide opiniones (ver gráfica abajo; click para agrandar). Esto indica que, pese a la
visibilidad periodística que tiene la postura anticuarentena, esta sigue siendo
minoritaria en términos de representación social.
Finalmente, en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), que es hoy el foco más crítico de contagios y muertes por Covid-19, la posición de terminar con la cuarentena es absolutamente minoritaria (roza el 3%), el 41% piensa que no se la debe flexibilizar y que el 47% acompaña la flexibilización pero con controles estrictos, según la encuesta más reciente de Clivajes (ver gráfico abajo; click para agrandar).
El mismo estudio muestra que para el 86% el foco debe estar en la salud antes que en la economía y que el temor de que colapse el sistema de salud y la posibilidad de que un allegado se contagie son las mayores preocupaciones (ver gráficos abajo; click para agrandar). En síntesis, pasados los 90 días de una cuarentena que desde hace tiempo fue segmentada geográficamente y a pocas horas del nuevo anuncio de las autoridades respecto a cómo sigue el proceso, la revalorización del tema salud sigue ordenando la distribución de preferencias en las encuestas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario