Desde el cambio de Gobierno nacional en diciembre se plantea el debate acerca de si el ajuste que lleva adelante Javier Milei es lo que votó el 55,6% que lo consagró presidente en ballotage, o no; mientras que el ajuste como tal es tomado como un hecho que prácticamente nadie discute (ni quienes lo defienden ni quienes lo cuestionan), es su sentido percibido y, en segundo término, el nivel de aguante o tolerancia social lo que se pone en cuestión. Una forma de dilucidar esta cuestión es repasar las últimas encuestas al respecto. Según la medición de D´Alessio/IROL realizada a fines de abril, 53% de los electores está de acuerdo con la necesidad de un sacrificio para terminar con la inflación e iniciar una etapa de crecimiento, vs 45% que está en desacuerdo (gráfico arriba). La distribución de tendencias se ubica en el mismo orden de magnitud del resultado de la segunda vuelta, con el apoyo apenas por debajo del caudal de casi 56% obtenido por La Libertad Avanza (LLA) y los detractores fidelizando el voto de Unión por la Patria (UP) en la misma instancia: 45%. Eso arroja un saldo de acompañamiento de 8 puntos porcentuales (8 pp) que podría explicar por qué el presidente muestra una relativa resiliencia.
Sin embargo, el mismo informe plantea un riesgo (gráfico arriba): para casi la mitad de los electores (48%), la actual coyuntura tiene un tufillo a 2001, lo que despierta los peores temores, asociados a la crisis más profunda que atravesó el país en el cambio de siglo y de milenio. Por otro lado, un tercio (34%) interpreta que la presente situación no se parece a otra, lo que da un cierto aire al oficialismo.
Asumidos el ajuste y la crisis como dos “datos”, interesa entonces preguntar cómo los votantes decodifican el impacto a nivel de su “metro cuadrado”: según el último informe de Giacobbe, casi 34% considera que el actual esfuerzo económico es insoportable (gráfico arriba). Se trata de la primera minoría en términos de opinión pública, y se ubica en el mismo orden de magnitud del voto a UP en la primera vuelta de octubre de 2023 (36,78%). Luego, casi un cuarto (25%) considera que el esfuerzo es muy pesado; esto acumula dos segmentos que suman casi 63% del total, clara mayoría. Después, aparece un 28% que percibe un esfuerzo “algo pesado”, que a priori aparece más dispuesto a acompañar el sacrificio y que podría corresponderse con el voto duro de LLA en las primarias de agosto y la general de octubre (casi 30%).
A su turno, la encuesta realizada por Ágora también a fines de abril perfiló un 43% de electores “mucho o bastante” dispuestos a soportar el ajuste en la medida de sus posibilidades, vs 48% “poco o nada” dispuestos (gráfico arriba). En este caso, el panorama es más estricto y desafiante para el oficialismo, ya que el saldo es desfavorable en 5 pp y los reacios no sólo fidelizan todo el voto a UP sino que se proyectan algo por encima.
El panorama mejora un poco para Milei en cuanto a cómo se resemantiza el esfuerzo económico: 50,5% se identifica con la idea de que tiene sentido, mientras que casi 14% aspira a eso, pero tiene dudas (gráfico arriba). En el otro extremo, previsiblemente, 33,5% no le ve ningún sentido y cree que el rumbo es equivocado, lo que se corresponde con el núcleo del voto a UP en octubre de 2023.
Sin embargo, en este punto el consenso es mucho más precario, como pone en evidencia la serie evolutiva de consultora Analogías (gráfico arriba): mientras que en enero pasado 47% creía que no había alternativa al sacrificio planteado por Milei (8,6 pp por debajo de su voto en noviembre pasado, pero conservando la condición de primera minoría), a fines de abril esa postura se mostraba en declive y tocó un piso: 40,4%. En sentido contrario, la posición a favor de que existe otro rumbo posible creció, ubicándose por encima del voto a UP en la primera vuelta y disputando la primacía con el discurso ajustador, en condición de empate técnico.
El panorama es aún más desfavorable según la última encuesta realizada por Zuban Córdoba (gráfico arriba): allí, 50,6% cree que el sacrificio no valdrá la pena, 4,2 pp por encima de los optimistas, que en este caso se ubican 10,2 pp por debajo del caudal obtenido por Milei en el ballotage. En síntesis: 1) el ajuste en marcha cuenta, hasta el momento, con un consenso en torno al 50% de los electores 2) sin embargo, el acompañamiento o predisposición al sacrificio por parte de los votantes resulta mucho más problemático y está en disputa 3) el sentido asignado al ajuste ya transita un terreno de riesgo latente, pues se debilita la postura de que el esfuerzo vale la pena y se refuerza el sentir contrario.
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